XXII. LETTING GO.

Start from the beginning
                                    

-Eso no fue así –farfulló Ken, tratando de mantener la calma.

Escuché la risa irónica que se le escapó a Genevieve.

-¿Y cómo fue, según tú?

Ken se mordió el interior de la mejilla, como siempre hacía cuando estaba nervioso.

-No sé si debería hablar…

Tanto tiempo escuchando aquel divertido diálogo entre ambos me tenía ya aburrido. No entendía qué es lo que estaba haciendo Genevieve allí y, mucho menos, cómo habíamos terminado nosotros tres en mi habitación. Una bombilla estalló dentro de mi cabeza y noté que me mareaba, por no hablar del desierto que parecía haberse instalado en mi garganta. ¿Y si se había enterado de lo que había estado haciendo en los baños de The Night con Elsa?

Si ya de por sí estaba jodido, cuando Genevieve se enterara lo iba a estar el doble. Aún recordaba la bofetada que me había dado mientras estaba medio inconsciente, pero no recordaba con claridad la explicación que le había dado.

Traté de incorporarme en la cama, pero las paredes me daban vueltas y parecían estar inclinándose hacia mí. Mi primo acudió de manera rauda en mi ayuda, sujetándome con firmeza por los hombros; Genevieve, por el contrario, me dedicó una severa mirada que jamás había visto en ella.

-¿Puedes dejarnos unos minutos a solas, por favor? –le pidió educadamente Genevieve a Ken.

Mi primo me miró con dudas. Sabía lo que se le estaba pasando por la cabeza en aquellos momentos: que nuestra tensa relación estallara y mi padre pudiera pillarnos; me imaginé su reacción y tuve que reconocer que, con Genevieve allí, no quería que ésta fuera testigo. Por no hablar de lo que podría sucederle a ella si mi padre llegaba a reconocerla, que no sería difícil después de haber asistido a su presentación a la sociedad como pareja de Patrick Weiss.

-Tráeme un poco de agua –dije con esfuerzo.

Ken captó el mensaje subliminal que había tras mi inocente petición y asintió. Esquivó a Genevieve en el trayecto hasta la puerta y, antes de marcharse, me rogó con la mirada que no cometiera ninguna locura. Al menos tuvo el detalle de cerrar la puerta al salir para evitar que se oyera por toda la casa mi conversación pendiente con Genevieve.

Clavé mi mirada en su figura y aguardé pacientemente a que recayera sobre mí toda la furia que tenía en su interior; ella empezó a pasearse por la habitación mientras me lanzaba miradas incendiarias. De nuevo la duda de si ella sabía lo que había sucedido en la discoteca aquella noche comenzó a carcomerme lentamente.

Cuando giró la cabeza para mirarme de manera definitiva vi que tenía los ojos brillantes… casi húmedos.

-¿Es… eso lo que hacías cada noche? –me preguntó, con un hilo de voz-. ¿Salir por ahí para beber y drogarte? ¿Eres consciente de lo preocupada que me tuviste durante esos días? –negó con la cabeza, respondiéndose a sí misma-. No, por supuesto que no: eres tan jodidamente egocéntrico que lo único que querías era seguir bebiendo más, disfrutando con tus amigos y follándote a cualquiera, ¿verdad?

El dolor era más que tangible en su tono de voz. Entendía su cabreo conmigo por haberla ignorado en aquellas semanas, pero no quería que supiera que lo hacía para cabrear a mi padre, para demostrarle que no tenía ningún tipo de control sobre mí como el que ejercía con el resto de mi familia.

Comencé a sudar más debido a la droga que había tomado y tragué saliva con esfuerzo para poder hablar con más claridad.

Me dolía que creyera que había incumplido mi promesa y que me hubiera follado a la primera que se me hubiera puesto por delante. La había cumplido… hasta aquella misma noche cuando, a modo de venganza personal, había decidido follarme a Elsa, que había estado encantada con mi decisión.

Genevieve volvió a girar la cabeza para que no pudiera ver la decepción pintada en sus facciones y la lágrima que se le escapó.

Sin embargo, lo había visto. Había visto el enorme muro que parecía haberse creado entre nosotros y que parecía haberse reforzado cuando no tuve el valor suficiente para contarle lo que había pasado con Elsa; pero Genevieve también parecía haberse divertido mucho aquella noche.

Había reconocido la sudadera que llevaba.

LAST ROMEOWhere stories live. Discover now