Confesiones

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—¡Val! —llamó Juliana, el celular insistía— Val... —La rubia estaba noqueada, habían pasado dos rondas intensas y apasionadas; tenían que aprovechar, faltaban cinco días para separarse, y cuatro para el cumpleaños de la famosa actriz.

Juliana pudo zafarse del agarre de su esposa y se levantó en busca del aparato que le había despertado de su descansar; se quejó mientras lo buscaba, le dolía su cuerpo. La rubia había estado insaciable, sonrió al recordar.

—Aquí estás —dijo al encontrarlo dentro de la chaqueta de la rubia que yacía en el suelo junto a las demás prendas, cerca de la cama de aquella habitación que se había convertido en su lugar preferido las últimas semanas.

La morena no pudo agarrar la llamada, el tono terminó justo cuando lo pudo sacar del amasijo de telas.

—Val... —la volvió a llamar al notar que eran un total de cinco llamadas perdidas, se sorprendió, juró haber escuchado apenas, confirmando que sí, estaba muy profunda en su descansar, gruñó, ante la insistente intromisión. Pero recordó que podría ser una emergencia, de inmediato pensó en su hija y buscó su celular, estaba segura que siempre lo tenía con tono y con carga, pero debía cerciorarse de que estaba en funcionamiento igual.

Nada, su celular sólo tenía notificaciones de trabajo, nada fuera de lo normal, suspiró aliviada. Escuchó de nuevo el celular de Valentina, era un mensaje. Vio la pantalla y no puedo evitar leerlo:

S: Valen, estoy esperando por ti. —Pudo leer de la pantalla bloqueada. No quiso prestarle atención. Sin embargo, volvió a timbrar y leyó de nuevo:

S: Estoy llegando al lobby... Te esperaré donde siempre. —«¿Dónde siempre?», se preguntó la morena.

Maldijo para sus adentros el no atreverse a meter la clave para desbloquear el celular y saber a quién vería allí. No podía saber más del contacto, que una "S" como remitente.

Miró la hora eran las ocho de la noche. Llevaban cuatro horas allí, y el hambre le atacaba, oportunamente, pensó. Valentina estaba rendida. Ir por comida no sería tan descabellado, a pesar de todo... Es celular de la rubia no volvió a sonar, al menos.

«S, s, s, s, s», comenzó a resonar dentro de su cerebro. Miró sus prendas en el piso y decidió.

Acomodó el celular en el mismo sitio donde lo encontró y recogió sus ajuares, se metió al baño, y de pronto todo lo tenía claro.

Luego de revisar la computadora de la chica de recepción en el hotel —alegando ver una estadística— se percató que no había ninguna otra suite a nombre de su esposa. ¿Dónde estaría su cita? Cavilaba mientras salía del sistema y le agradecía a su empleada.

Se encaminó hacia el bar del hotel. Por la hora era factible ir allá.

Al llegar una de las anfitrionas la reconoció de inmediato y se afanó en atenderla.

—Sra. Valdés, bienvenida —le saludó, sacando a la morena de su dubitación—. ¿En qué le puedo ayudar? —Inquirió amablemente.

Juliana le sonrió y asintió, para luego solicitar—: ¿Me puedes llevar hasta donde están esperando por mi esposa? —resolvió preguntar con certeza, no sabía si resultaría, pero debía intentarlo al menos.

—Claro, por supuesto —respondió profesionalmente—. Sígame... —le señaló el camino para ir a la par; el establecimiento era amplio y muy lujoso. Juliana suspiró lentamente.

Complicity 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora