50. La sagrada bestia de ojos azules

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- ¿Va a emprender el viaje solo? – preguntó Cocu, preocupado.

- ¡Claro que sí, muchacho! No puedo desentenderme de los habitantes del reino, mucho menos ahora que hemos perdido aliados. Es cierto que soy un hombre mayor, pero tengo la suficiente fuerza para soportar el viaje. – contestó el sabio, con seguridad.

- Yo iré a buscar el apoyo de aliados. Al igual que usted, no pienso quedarme con los brazos cruzados.

- Imagino a dónde vas... y es la mejor decisión que has tomado. Que las Diosas te acompañen en esta travesía.

- Los mismos deseos para usted, señor Rauru. Espero sus advertencias puedan salvar al resto de la gente.

Subiéndose a sus respectivos corceles, Cocu y Rauru se dirigieron por diferentes caminos, sabiendo que ese era el único medio que les permitiría evitar que Ganondorf continúe con sus fechorías.

...

La princesa se encontraba alejada de todo contacto con el medio, encerrada en la torre más lúgubre y alta del palacio, destrozada por todo lo ocurrido hace solo unas horas. Ganondorf le mostró por medio de su oráculo el enfrentamiento que tuvo con sus padres y como por sus propios labios sentenció a su pueblo a vivir en la oscuridad; y por más que esos actos hayan sido involuntarios, se sentía culpable ante ellos.

Lo único que hacía en ese momento era rezarle a las Diosas para que protejan a sus padres y a su pueblo, pues ya no quería que haya más muertes de las que se habían dado, sobre todo la de sus seres queridos, pues eso es algo que no podría soportar. Lamentablemente, nada podía hacer para escapar, pues aparte de haber perdido sus poderes sheikah, Ganondorf había hechizado la puerta de su habitación, cosa que descubrió cuando trató de destruirla.

Terminando sus oraciones y secándose las lágrimas que había derramado, centró sus pensamientos en otra cosa, provocando que por un momento un poco de alegría invada su alma... la dulce vida que se encontraba formándose dentro de ella.

- Perdóname, pequeño, estoy segura de que mis emociones te están afectando debido a nuestra conexión. Sin embargo, no pienso permitir que esas cosas atenten contra tu vida, y por ese motivo te estoy cuidando de una manera muy especial. – dijo, hablando con dulzura mientras se acariciaba el vientre.

La joven metió sus manos a uno de los bolsillos de su vestido y sacó una pequeña botella que contenía una poción color púrpura. Este brebaje fue preparado por ella misma, pues hace tiempo, en uno de sus estudios secretos sobre la magia, había aprendido que este era bueno para las mujeres con embarazos riesgosos. Ella sabía que su bebé estaba bien, sin embargo, no deseaba exponerlo a ningún peligro, por eso había decidido que lo mejor era beber aquel remedio, el que aparte de lo mencionado, le permitía pasar tiempo sin necesitar alimento. Debido a su malestar la mayoría de las comidas le producía rechazo.

Luego de haber tomado un sorbo de aquel líquido, se puso de pie y se asomó por la ventana para ver a su lejano pueblo, el que mezclándose con el lúgubre ambiente, provocó en ella una profunda tristeza y que los deseos de llorar regresen de nuevo. Volvió acariciar su vientre, para después hablarle a su pequeño con dulces palabras, las que servían para darse ánimos a sí misma.

- Talvez hay algo de que no sepas, mi pequeño, pero tu papá es un hombre poco común, pues es el Héroe elegido por las Diosas. Aún no sabe que existes, pero sé que cuando se entere se va a sentir inmensamente feliz. Estoy segura de que muy pronto vendrá a rescatarnos, de eso no tengo dudas, pero sobre todo, sé que logrará salir del mundo del ocaso con éxito y vencerá a Ganondorf, tanto por nosotros, como por el resto de...

- ¿¡Con quien estás hablando!?

Ante aquellas palabras, Zelda se estremeció terriblemente, y al darse la vuelta se dio cuenta de que detrás de ella se encontraba Dark Link con el semblante endurecido. Verlo de frente provocó que el miedo la invada, pues temía que este hubiera escuchado lo que le estaba diciendo a su bebé.

Almas unidasWhere stories live. Discover now