Capítulo 4

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—Vaya, tú otra vez —me giro en un movimiento involuntario. ¿Cuáles eran las probabilidades de toparme con ese sujeto otra vez? O tenía pésima suerte, o mi karma me estaba castigando por algo. Sea lo que sea, aquí está de nuevo, justo detrás de mi en la fila de la cafetería. Vuelvo mi vista al frente tan rápido como la primera vez y escucho su risa a mis espaldas— ¿Qué? ¿Ahora no vas a hablarme?

—Estuve enfermo por semanas, espero que lo sepas —digo sin voltearme, con el mejor tono indignado que conozco.

— ¿No fuiste tú quien dijo que era imposible pescar un resfriado? —lo ignoro, es bastante fácil porque es mi turno de ordenar. Me acerco a la barra y ese sujeto se para junto a mi, pero finjo que no me doy cuenta.

—Quiero un capuchino, por favor.

—Y yo tomaré un expreso doble.

—Ah, disculpe —hablo de prisa antes de que la señorita pueda anotar la orden en su computadora— no conozco a esta persona, ¿Podría anotar los pedidos por separado? —ella me mira y después fija su vista en él. De forma inesperada, me rodea con su brazo izquierdo y me jala hasta que choco con su pecho.

—Ignórelo. Está enojado porque esta mañana no le di el beso de los buenos días ¿Cree que debería de hacerlo ahora?

—Ni se te ocurra —digo y lo empujo para que me suelte. Él se ríe y puedo ver que la señorita ya está anotando los pedidos y la fila detrás de nosotros es bastante larga así que me callo.

—Yo pagaré esto— le extiende a la empleada una tarjeta de color azul oscuro. Me limito a ignorarlo y camino al final de la barra para esperar mi bebida. Después de un par de minutos, él se recarga junto a mi sin borrar esa sonrisa de su rostro. — Es un día muy frío ¿No lo crees? Quizá llueva más tarde.

—No me hables —lo miro con toda la frialdad de la que puedo ser capaz— No somos amigos, ni siquiera somos conocidos. Eres un hechicero muy extraño que parece que me acosa, así que no quieras tener una plática casual conmigo— tomo mi café que por fortuna, ya pusieron frente a mi y me alejo con gesto triunfante junto con la mejor caminata que pude montar.

Me siento en una mesa de en medio, al lado contrario de la ventana donde puedo tener cierta privacidad. A veces, cuando me dejan mucho trabajo me gusta venir aquí. Es un buen cambio de rutina y me ayuda a despejar la mente. Pero cuando ese sujeto se sienta frente a mí aún con esa maldita sonrisa en el rostro, creo que quizá ese cambio en la rutina puede convertirse más en una costumbre.

—Largo, tengo trabajo que hacer —ni siquiera lo miro, saco mi computadora y me concentro en la pantalla, pero él no se va y apenas se mueve frente a mi por lo que vuelvo la mirada a sus ojos, entonces descubro lo penetrantes que parecen. Son muy oscuros, pero no negros, tal vez de un azul rey. Estoy tan concentrado analizándolos que no me doy cuenta de que estoy mirándolo fijamente durante un buen rato.

—Creí que tenías trabajo que hacer —dice con un murmullo, pero no aparta su mirada. Yo me sonrojo de inmediato.

—Lo siento —huyo de su vista y me escudo en la pantalla de la computadora. Se está riendo de nuevo, pero yo lo ignoro, o al menos lo intento hasta que cierra mi laptop con su mano derecha, haciendo que lo mire de nuevo. Si tengo que admitirlo, es muy guapo. Es alto, quizá un poco más alto que yo, por centímetros, sus rasgos son muy marcados, y su sonrisa hace que sus ojos se entrecierren. De nuevo, me doy cuenta de que lo miro fijamente y él también, así que vuelve a reírse.

— ¿No vas a agradecerme por el café?

—Agradecería que me dejaras concentrarme— vuelvo a abrir mi laptop y él vuelve a cerrarla casi de inmediato.

[Libro 2] SaudadeWhere stories live. Discover now