35. Nuevo comienzo

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- Tranquilo, ellos están arreglando un problema que hay en la montaña, me esperarán. Escucha lo que tenga que decirte Ilia, por última vez. Te servirá para sacarte esa rabia que tienes por dentro.

Luego de reflexionarlo, el investigador decidió hacerle caso a Link.

- Te escucho, habla de una vez antes de que me arrepienta.

Ilia tomó un ligero respiro antes de iniciar su conversación, estaba asustada y nerviosa de ver las intensas miradas de los hombres a los que más había lastimado, pero debía ser valiente y asumir las consecuencias de sus actos.

- No vengo a pedirte perdón, sé que no lo tengo, pues así no haya sido mi intención, por mi culpa dejaste a tu novia en el altar y eso provocó su lenta muerte, pero yo tengo que ser responsable por las cosas que te he hecho y que sí puedo remediar.

- ¿Remediar? ¿Qué es lo que crees que puedes remediar?

La joven metió la mano al bolsillo de su vestido. De ahí sacó un zurrón que se lo estiró a Shad.

- ¿Qué es eso? – preguntó el joven.

- Confieso que durante nuestra relación te robé mucho dinero. Lo hice en los momentos en los que dormías o no te dabas cuenta. Lamento tanto lo que hice. En este zurrón está toda la cantidad que te hurté. Tómala.

- ¿Estás loca? ¿Crees que dándome dinero limpiarás tus culpas? – preguntó, indignado.

- No lo hará, pero este es el único asunto que por lo menos puedo remediar. Este es tu dinero, el poco que te costó ganar en la ciudadela de Hyrule en el momento que trabajaste ahí.

- ¡No me interesa, llévatelo! Total, eso es lo que más te gusta, el dinero.

- Escucha, quiero cambiar. Yo jamás te confesé esto, pero ahora me encuentro trabajado junto con mi madre en mi pueblo natal, Liboun.

- ¿Liboun? Eso queda a las afuera del reino de Nortus. – mencionó Link.

- Sé que ese es tu pueblo, pero no entiendo que tiene que ver conmigo. – dijo Shad, con poco interés.

- Lo que sucede es que hubo una razón por la que actué así, cosas que sucedieron en mi vida que me obligaron a sobrevivir como sea, por ejemplo, hechos que no te comenté por vergüenza...

*.*.*.*.*

La madre de Ilia, Ellen, siempre fue una mujer ambiciosa. Ella se casó con el alcalde del pueblo de Liboun, Bono, muy joven. Es cierto que se unía a él enamorada, pero también no pudo negar que el poder que tenía, y por supuesto, la buena posición económica que gozaba, la complacían enormemente.

Luego de pocos años de casados, tuvieron una niña, a la que le pusieron de nombre Ilia.

Ilia, la mayor parte del tiempo, fue criada por su madre y las mucamas del gran caserón que habitaban. Varias comodidades rodeaban a la niña y no había capricho que se le negara, pues todo lo que pedía se le concebía sin límite alguno.

Madre e hija eran muy unidas, no solo por los lazos de sangre, sino porque ambas tenían intereses parecidos.

Para Ilia, la mayor parte de su vida y juventud, transcurrieron sin dificultad alguna; pero un día la prosperidad se esfumó, pues el padre de Ilia, producto de un terrible accidente en uno de sus viajes, falleció, causando inmenso dolor en ella y en su madre.

La muerte del hombre causó la reelección de otro alcalde para el pueblo y por ende, todas las ganancias y el poder pasaron al mismo.

Ellen se vio en la obligación de despedir a toda la servidumbre y dedicarse a trabajar. Con el poco dinero que le quedaba compró una pequeña finca cafetera, que junto con su hija y unos pocos empleados sacaron adelante, sin embargo, el dinero no era suficiente para tener la vida que la señora deseaba.

Almas unidasWhere stories live. Discover now