El primer estallido no se hizo esperar; la destreza de Tobías para tocarla y hacerla explotar era incansable, nunca la decepcionaba. En una nube de goce y vibraciones convulsivas, el cuerpo de Aldana recibió la grandeza de Tobías entre sus piernas un minuto después, quien de un único embiste, encontró su remanso.

―Te amo, Aldana. Y cuando hablaba de tener hijos con vos, no lo hacía obligado o en respuesta a lo que la sociedad dicta. Quiero, deseo y espero tener hijos con vos, llenar la estancia de San Pedro y la de Normandía de nenes que correteen entre los caballos.

―Yo también lo deseo, deseo eso y más con vos. Deseo criar niños con tus ojitos almendrados, con tu pelo dócil y fino.

―Quiero tener mi propio equipo de polo...―la conversación no apagaba el fuego, por el contrario, el grado de intimidad era inflamable.

―Decíme que en ese deporte solo juegan dos. ―Rieron; no obstante, él no se distrajo del objetivo principal, llevarla a la cima una vez más. Le mordisqueó el perfil de la mandíbula. Acto seguido, le acunó los pechos grandes para delineárselos con la lengua.

Tobías le flexionó las piernas sobre el pecho, lo que le permitió tener un empuje más certero y profundo, una vista privilegiada del punto de encuentro de sus cuerpos sudados. Aldana ajustaba sus manos en torno a los bíceps musculosos de su hombre para, luego, trasladarlas a sus hombros, donde le clavó las uñas y dejó la marca de sus dientes al alcanzar un orgasmo que liquidó su capacidad de razonar.

***

Entusiasmada, se preparó para la mejor gala de su vida. Irían a cenar en la torre Eiffel, otro de los sueños que le concedía Tobías. Frente al espejo admitió que ese vestido sencillo de seda bordó y negro, en cuadrillé, con arabescos en tonos crema, le sentaba perfectamente bien.

Moldeó su cabello haciéndose unas marcadas ondas para que cayeron sobre su espalda.

Tobías había pasado más de media hora esperándola en la sala, a menudo le recordaba que no deberían llegar tarde a la reserva. Finalmente, salió de la habitación y allí lo encontró, boquiabierto.

―No exageres, no tengo puesto nada extraordinario.

―Siempre me dejás sin aliento, deberías haberlo aprendido.

Ella se ancló a su nuca y le dio un beso gentil.

―Dale, vamos antes que me sigas recordando que estamos demorados.

Tomaron un taxi, conscientes de que esa noche beberían un pelín de más porque era el cumpleaños de Aldana y no deseaban preocuparse por las líneas de alcohol que consumieran.

Cuando llegaron al restaurante, se anunciaron y fueron hacia la mesa con las mejores vistas de la ciudad. Aldana estaba impresionada; la noche cubría París y las luces de las farolas y el tráfico, acuarelaban las avenidas.

Ya llevaban un mes de convivencia y no podían despegarse ni por un segundo; él aun no había regresado a Buenos Aires desde la despedida que Gio y Analía le organizaron cuando decidieron volar a París.

El Concejo de "Fármacos Heink" había designado a Giovanni como presidente interino mientras que él estuviera atendiendo sus asuntos en Francia.

Se acercaron a la mesa con cuatro sillas. Ella se extrañó, pensando que la cena sería solo entre ellos dos. Quizás, después, correrían las sillas sobrantes.

No dijo nada, aunque en su gesto se reflejaba confusión.

―¿Pasa algo?¿No te gusta la ubicación? ―Preguntó Tobías, intrigado.

―Pensé que sería una mesa de dos.

―Si, si solo fuéramos dos, correspondería. ―Él movió la cabeza, indicándole que detrás de ella, venían otros dos invitados.

"Pura Sangre"  (Completa)Onde histórias criam vida. Descubra agora