treinta y ocho🍒

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Me encuentro aburrida, sentada en silencio mientras me limito a observar a mi mamá y a mi tía hablar sobre la pronta decoración de su jardín delantero. Es sábado y he pasado casi todo el día en casa de mi tía, con el celular a punto de descargarse y ganas de dormir. Había aceptado a acompañar a mamá porque pensé que Margaret estaría en casa, pensé que algo de compañía de mi prima y hablar con ella me distraería, pero al llegar me enteré que andaba en un campamento de fin de semana de la escuela. Me quería morir justo ahí, escuchando a mamá hablar sobre fertilizantes y a mi tía sobre tonos caoba.

Y cuando mamá avisó que ya era hora de irnos, me sentí aliviada. Había escapado de mi habitación al venir acá porque estaba triste y haciendo nada, pero ahora prefería estar de esa manera, debajo de mis sábanas, revisando mis redes sociales y oyendo música probablemente deprimente. Aquello era lo que hacía con frecuencia últimamente.

—Por Dios, Ophelia, cambia esa cara —oigo decir a mamá una vez entramos al carro, le ignoro por completo y abrocho mi cinturón de seguridad—. Vale, si está pasando algo solo dímelo, ¿Sí? —Frunzo el ceño y para que se tranquilice asiento hacia su dirección—. ¿Te hacen bullying en la escuela? ¿Problemas con los demás compañeros?

— ¿Qué? ¡No! Nadie me hace bullying, mamá… Jesús —respondo exasperada. Presiono el botón de la ventana para abrirla a la mitad y que el aire choque con mi cabello y rostro. Está atardeciendo.

—Entonces no entiendo tu actitud, ¿Depresión? Puedo contactar a tu antiguo terapeuta.

—Mamá, ya —le detengo antes de que diga otra cosa—. No es nada, solo estoy sin ánimos, cansancio de las clases, los exámenes de final de semestre son en dos semanas.

Y mi excusa funciona porque deja de hablarme para concentrarse en el camino regreso a casa.

Cuando estaciona afuera de la casa, no dudo en bajarme de inmediato para ir directo a mi habitación, pero me detengo enseguida al percibir una figura caminar por la unión de las dos casas, no pasa mucho tiempo para darme cuenta de que se trata de Luke.

Luke. Ha pasado algo de tiempo desde todo lo que sucedió, últimamente siento que todo acabó, que él está con lo suyo y yo con lo mío, ya no intento contactarle y si alguna vez nos llegamos a topar por accidente, hacemos como si no nos conocemos, no es mi decisión hacer aquello, yo solo le sigo la corriente. Estamos en lo que estamos. Punto.

El sonido de las puertas y el pito del seguro del auto llaman su atención, provocando que se gire para vernos, tiene una expresión preocupada en su rostro y trae una bolsa de croquetas en una mano y su teléfono en la otra.

—Luke, ¿Cómo estás? —saluda mamá, está detrás de mí. No dudo que le esté sonriendo por su tono de voz animado. Espero que el rubio le devuelva el saludo, pero su mirada se dirige hacia mí, directo a mis ojos y mi pecho se oprime.

—Sra. Davis, hola, todo bien, todo bien —repite, luce nervioso. Volteo a ver a mi mamá y esta frunce el ceño.

— ¿Seguro?

—Uhm, no, de hecho mi perra se perdió y la estoy buscando, acabo de llegar a casa y ella no estaba adentro.

— ¿Cómo pudo salir? —intervengo con preocupación. Luke me mira y hace el gesto de querer hablar, pero cierra su boca para luego encogerse de hombros.

—Fue mi culpa, creo que no cerré bien la puerta trasera —admite con pena, mamá suelta un suspiro apenado y yo hago lo mismo—. Me preguntaba si puedo revisar su jardín trasero y garaje, a Petunia le gusta meterse en lugares pequeños por alguna razón y…

—Claro, no hay ningún problema, Ophelia, ayúdalo, tengo que ir a hacer una llamada —habla mamá, frunzo el ceño a la vez que le veo caminar hacia la puerta para abrirla y entrar sin molestia. Temo voltear a ver a Luke, pero lo hago.

Él está ahí, observándome como si fuese una figura delicada de algún museo que no debe tocar ni acercársele. Y lo único que puedo pensar es en lo mucho que le he extrañado.

delicate | lrh [CANCELADA]Where stories live. Discover now