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Estando en la escuela, Karla me cuenta sobre algo que no presto tanta atención, Seth lleva una gran rebanada de pizza grasienta hacia su boca y al morderla hace una mueca de satisfacción, frunzo el ceño y aparto la vista hacia mis manos entrelazadas sobre la mesa.

—Tengo tanta hambre —comunica Seth—. No me dio tiempo de desayunar, maldito despertador.

—Ew, tienes salsa en tu barbilla —le dice Karla, quien enrolla su tenedor en los fideos que trajo—. Por cierto, Ophelia, ¿Estudiaste para historia?

—Sí, algo —respondo y observo a Seth que sigue devorando su pedazo de pizza, todo ve tan pastoso y el queso suelta grasa a montón—. Creo que iré al baño —les aviso a ambos, Seth me ve con el ceño fruncido y me levanto con prisa, sin llegar a escuchar lo que dice.

En el pequeño espacio hay algunas chicas viéndose en el espejo. Me hago espacio entre ellas, abro el grifo, recojo agua en mis manos y me la echo en el rostro, luego enjuago mi boca. Me siento mareada de la nada, quizá porque no desayuné bien.

— ¿Estás bien? —pregunta una de ellas, le veo de reojo y muestro una plana sonrisa.

—Sí, sí —respondo y agarro una toalla de papel para secarme la cara.

Entonces salgo.

En el resto de periodos de clases, mi cabeza empieza a doler, lo alivio con una aspirina. En la última clase, me hallo cruzada de brazos por el frío que se cuela por la ventanas, y no importa si el saco del uniforme me cubre, siento cada soplo colar mis huesos.

No suelo sentirme tan mal siempre, creo que el hecho de no haber dormido nada y no comer bien es el detonante de mi malestar.

Al finalizar todo, recojo mis cosas lo más rápido que puedo y me dirijo hacia la salida. Se me hace chillante que todos se despidan con abrazos y besos en la mejilla cuando al día siguiente se volverán a ver, pero no soy quién para juzgar la muestra de afecto de otros.

En la parada de autobuses, me siento en la banca de espera, a unos cuantos espacios se encuentra una chica leyendo un libro. Me fijo en su rostro y puedo notar lo bonita que es. Abrazo mi mochila más a mí, a los segundos, un señor de edad se posiciona entre ambas, impidiendo que la observe más.

Alzo mi barbilla y espero el bus que me llevará a casa.

Al parecer la aspirina no funcionó porque estando en el bus, mi cabeza resuena junto a la bulla del tráfico. Me sostengo con fuerza de los agarraderos, con miedo de caer de trasero. Al llegar a una parada antes de la mía, decido bajarme porque ya no resistía el mareo del colectivo, y me empeño a caminar.

Suelto un largo suspiro cuando logro divisar mi casa desde lo lejos. Camino con prisa y de repente algo anda mal con mi vista, entorno los ojos, todo se torna borroso y no puedo evitar irme hacia atrás. Siento que caigo, pero no siento el impacto que esperaba. Mis dedos tocan el césped del jardín delantero y entrecierro mis ojos por el resplandor del sol antes de cerrarlos por completo.

delicate | lrh [CANCELADA]Where stories live. Discover now