85. No más privilegiados

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No más privilegiados

MORIA

Cuando Garay regresa a la antesala deja con la palabra en la boca a los aliados que intentan preguntar qué pasó. ¿Dónde están los Abularach? En todo momento mantiene su mirada fija hacia el frente siendo yo lo único que busca. Es evidente que nada salió como esperábamos.

Los altoparlantes han estado sonando desde hace dos horas proclamando a Alastor Scarano como el nuevo gobernante. Pero parece más un chiste.

—Creí que traerías de rehén a Eleanor —digo a Garay, que no parece querer volver a oír ese nombre.

—No están —contesta, pasando una mano sobre su cara, conteniendo el aliento, claramente molesto y atento a las reacciones de quienes lo escuchan.

¿No están?

¿Escaparon?

«Se le escaparon».

Esta es la antesala de la Rota, aquí se reúnen soldados, artistas y Filius antes de salir a escena. Nos encontramos tras el telón y afuera todos esperan respuestas.

Los Abularach se le escaparon.

Garay estudia las reacciones del grupo, los miembros del Partido se sienten defraudados, confiaban en que Viktor, Alastor y Garay traerían a la familia real atados de pies y manos.

—Son fugitivos —explica, y esa es una manera menos vergonzosa de reconocer que los dejaron ir, después promete que los están buscando y capturarán cuanto antes.

—¿Mientras tanto qué haremos? —pregunta Conejo tuerto con miedo, y no solo él.

—Pondremos precio a sus cabezas y los encontraremos —insiste en prometer Garay.

—¿Volvemos a las montañas? —pregunta otro miembro del Partido.

Ahora la mayoría teme estar aquí por correr el riesgo de que los Abularach regresen en cualquier momento. ¿Y si toman venganza?

A Garay le irrita que el no haber capturado a la familia real desanime a la gente.

—Nunca más volveremos a las montañas. No volveremos a escondernos.

—¿Entonces qué hacemos?

Antes de contestar, Duardo Garay mira con rencor una de las portezuelas que conducen a la Arena de la Rota y ordena que traigan delante de él a Xavier, el encargado de montar los espectáculos.

—¿Las fieras continúan en sus jaulas? —demanda saber dando dos pasos al frente.

—Sí-sí, mi señor —contesta Xavier, mucho más sumiso que con los Abularach. No cabe duda de que tiene miedo—. Hay muchos números preparados para hoy.

—Solo me interesa uno —asegura Garay, abriéndose paso entre los hombres aquí reunidos, para enseguida ordenar que lo escolten hasta la Arena.

Somos, al menos, doscientos rebeldes; más los soldados de la Guardia real que desertaron y aseguran que ahora su lealtad está con Alastor y el PRR.

Al entrar Garay en el campo de visión de la multitud que ocupa el graderío y ver todos que es custodiado por centenares de hombres, se hace silencio. Por sus reacciones, la gente no tarda en asumir que es parte del espectáculo y aplauden; se encontraban molestos por no continuar pronto Reginam y exigían la presencia de la reina. Garay les mira con odio.

La Rota fue construida en tres niveles, el primero y más cercano a la Arena es para la nobleza de Bitania, en su mayoría habitantes de la Gran isla; el segundo para comerciantes, soldados y sirvientes más allegados a los nobles; y el tercero, para el resto de plebeyos, siendo la única sección que carece de asientos, donde se organizan golpizas, apuestas clandestinas y no se ofrece agua, la sección a la que le golpea en la cara el calor del sol.

Crónicas del circo de la muerte: Vulgatiam ©Where stories live. Discover now