116. Un acto de rebelión en sí mismo

7.3K 1.5K 2.5K
                                    


Bienvenidos a los dos últimos capítulos de Vulgatiam.

Perdón por tardar tanto en terminar. El cielo sabe que si hubiera podido finalizar antes lo hubiera hecho, pero hasta hace poco no tuve la fuerza emocional.

------


Un acto de rebelión en sí mismo

ELENA

Cuando desperté Gio ya tenía telas, hilos y tijeras sobre la cama. Y frente a él tres maniquíes, uno a cargo de él, otro de Olya y el último con Nastia. Dice haber estado ocupado los últimos meses, diseñando atuendos para Sasha, los de una temporada y tener el tiempo encima para entregárselo.

Mi favorito es un traje blanco con pronunciados bordes dorados. Gio asegura que, al ponérselo Sasha, incluso las medias y botas que se pondrá serán blancas. Todo combinado perfecto con su piel pálida, cabello de oro y, atrás, cayendo sobre su espalda, una capa tornasol. Una tela única que Gio mandó a traer desde lejos. Con ese amor lo describe él mismo, que, en lugar de haber confeccionado otro de sus diseños, parece presentar a este en particular como su obra maestra.

Sasha siempre ha sido fuente de inspiración para Gio.

Todavía recostada en la cama, repaso con mis dedos las piezas de seda que tengo cerca. De momento no pienso en nada en particular; sin embargo, al comparar los pliegues de las telas con las colinas alrededor del Callado, es inevitable que mi mente no trate considerar algún plan o estrategia. Por ello, en adelante no hago más que pensar en cómo realizar la entrega de comida sin que la gente de Alastor se percate.

Hasta encontrarnos los dos a Bitania, Gio me dirá en dónde está la comida y más detalles del plan. Pero no puedo evitar que mi corazón ya esté con mi gente. Me emociona la posibilidad de volver a verlos.

Advierto que mis tripas chillan de hambre y salgo de la cama para vestirme; sin embargo, al percibir mi propio reflejo en un espejo de cuerpo completo en una esquina de la habitación, no puedo evitar volver a virar hacia allá mi interés.

«Esa soy yo de nuevo».

Camino en dirección a este segura de que nunca he sido vanidosa. Se me ha dicho que soy atractiva, pretendientes no han faltado y con ellos propuestas, pero nunca fueron mi prioridad.

Ya reparé en lo dañado que lucen mi rostro y mi cabello, pero ahora, con nuevos ánimos, decido hacer algo al respecto, de modo que, manteniendo mi mano firme, alcanzo una de las tijeras que Gio utiliza para trabajar.

No lo pienso demasiado cuando las tengo en mis manos, cojo un mechón de mi vasto cabello negro, dejo cuatro dedos de espacio por debajo de mis orejas y comienzo a cortar.

—¡Elena! —exclama con horror Gio a mi espalda, de nuevo consciente de mi presencia, pero yo solo puedo ver mi cabello caer.

Por más que demanda una explicación, lo ignoro; cojo un segundo mechón y hago lo mismo.

—No me tienen que reconocer en Bitania —le recuerdo pese a que ese no es mi único motivo.

Al ver mi reflejo quiero ver a una Elena diferente.

—Pues sí —dice Gio, nervioso—, pero pudimos hallar otra solución. Como, no sé, dejarte el maquillaje de payaso con el que te encontramos.

—También podemos hacer eso —propongo, viendo más pelo caer.

Pero Gio sufre.

—A Gavrel le gusta tu cabello.

Alzo los hombros y al instante los vuelvo a dejar caer.

Crónicas del circo de la muerte: Vulgatiam ©Where stories live. Discover now