117. KILLER QUEEN

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Capítulo final

KILLER QUEEN


MORIA

—Acércate —gesticula hacia mí Ratón feliz y después vuelve la vista al pasillo.

Termino de acercarme con pasos ligeros y, estribándome por encima de su cabeza, también trato de oír.

Afuera las cosas están mal. La gente llegó al límite de la desesperación y hoy casi todo el Callado protesta en la Plaza de la reina exigiendo comida.

Quieren pan o la cabeza de Alastor Scarano para devorar, lo que venga primero, todo mientras soldados del Partido, los que aún le son fieles a Viktor o tienen dudas, hacen cola frente al Salón del trono pidiendo respuestas.

Hace un par de días Alastor nos aseguró que la ayuda viene en camino y elogió a la Gran Mancomunidad.

A la Gran Mancomunidad de reinos siendo él un líder rebelde.

—¡No! —oímos que le grita con ahínco Garay a Alastor.

Desde donde estamos, Ratón feliz y yo solo podemos ver el pasillo de los dormitorios de la Familia Real, en particular las puertas de cada uno. Sin embargo, a los lados de una, que de momento se mantiene abierta, hay dos soldados del Partido custodiando.

La habitación de Garay.

Y dentro de esta Alastor Scarano y Garay intentan arreglar sus diferencias. Intentan. O, cuando menos, el primero lo intenta.

—¡No tuve opción!

—¡Sí la tuviste! ¡No echar a Viktor! —le echa en cara Garay.

—¡Que asesinara a Malule enfureció a la gente de Cadamosti!

—¡Desde luego —Garay ríe sin humor— Malule era el perro fiel de Jorge!

—¡Y ellos querían muerto a Viktor, yo, por lo menos, le di la oportunidad de tomar ventaja e irse lejos antes de seguirlo!

—¡Lo traicionaste! —Garay grita con más fuerza si es que acaso eso es posible—. ¡A él! ¡A mí! ¡AL PARTIDO!

—¡Ellos nos dan el dinero, Garay, y también nos sacarán de esto!

—¡Esto es una maldita pesadilla!

—¡Si les hubiera dicho algo a ti o a Viktor no hubieran aceptado!

—¡Por supuesto que no!

—¡Duardo...!

—¡Vendiste la revolución!

Cierro los ojos al oír eso.

—¡NO!

—¡LA VENDISTE!

Cuando vuelvo a abrir los ojos me percato de que los soldados en la puerta se miran entre ellos. Pero no tienen mucho tiempo para pensar, Alastor abandona la habitación un instante después y deben seguirle.

Ratón feliz se desliza hacia las sombras para que no lo miren, pero yo, siendo una prostituta, no represento una amenaza.

Alastor pasa junto a mí, pero, al no estar de humor, apenas se detiene a cruzar palabras.

—¿Vienes a buscar a Duardo? —pregunta sin muchos ánimos. Sabe que somos «amigos».

—Este... Sí.

—Hazle entrar en razón, ¿quieres? —pide, casi súplica, y asiento.

Al perder de vista a Alastor indico a Ratón que es hora de movernos y antes de que alguien más se acerque competimos por ver quién llega antes a la habitación de Garay: un aposento elegante que, se dice, alguna vez perteneció a su mamá, la princesa Imelda.

Crónicas del circo de la muerte: Vulgatiam ©Where stories live. Discover now