84. Un mapa trazado por Gavrel

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*Ojo a multimedia. Excelente música como fondo para este capítulo

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Un mapa trazado por Gavrel

ALAN

Por fuera el Monasterio es solo playa, pero por dentro tiene molino, pozo, claustro, sala capitular, iglesia, cocina, dormitorios, bodegas, refectorio, talleres de arte, biblioteca, cementerio y jardines.

Revisamos minuciosamente cada cosa sin objeción alguna.

«No están aquí».

No hay atajos secretos detrás de escaleras, armarios o lienzos.

No hay sótanos.

Viktor, luego de un largo rato de búsqueda, deja caer sus brazos como si le dolieran cada una de sus articulaciones. Es posible que así sea.

Se culpa de todo constantemente; de modo que, de haberlos encubierto, yo ya lo hubiera notado.

Él esperaba una negociación y con esta recuperar a su hija.

Por otro lado, debemos ser de las pocas personas que han tenido acceso al lugar, pues poco se sabe de este en el resto de Bitania. No es de interés.

Los monjes a nuestro paso se comportan como si no pudieran vernos, son serios, silenciosos y cautos; no interrumpimos en absoluto la dinámica del lugar. Es como si... nos esperaran; lo que solo consigue enfadar más a Viktor.

—A mi tía le intrigaban dos cosas —confieso susurrando cerca de su oído, pendiente de los monjes, pues no parece correcto hablar en voz alta aquí—: Por qué Gavrel pasa tanto tiempo en este lugar y por qué sus ocupantes le son leales.

Viktor lo piensa.

—Porque heredará el trono —resuelve pero al instante lo duda—. Sí, tienes razón —admite, pasando una mano sobre su cara—, algo no cuadra.

«Desde luego». Mi tía no intentó investigarlo en vano.

Al final de un corredor, apoyado en un arcaico bastón de madera porque apenas puede levantar la cabeza, nos espera un monje carcamal con joroba. Lo acompañan de cada lado dos más jóvenes.

—¿Algún otro lugar al que necesiten tener acceso, caballeros?

—Que demuestre saber que vendríamos es más que suficiente pero había que confirmar —le contesta Viktor agitando un puño en dirección—, por lo que solo me quedan dos opciones: golpearle hasta que me diga todo lo que sabe o me diga todo lo que sabe.

El anciano termina de levantar su rostro, lo que nos permite ver que sus ojos están cubiertos por cataratas.

—Acompáñenme —pide a Viktor sin inmutarse, guiándole por el resto de corredores.

De camino sigo reparando el los lienzos del lugar, no todos son cuadros en las paredes, en esta parte incluso hay frescos en el techado, una construcción con forma de bóveda a lo largo de cada salón y corredor. Debemos encontrarnos cerca de algo más solemne. No obstante, tal como lo hemos hecho en otros espacios, de este lado también revisamos cada cosa a nuestro paso.

—Caída del hombre, pecado original y expulsión del paraíso —dice el anciano al percatarse de que constantemente pongo atención a algún fresco del techado.

Este en particular es un fresco divido en dos escenas; del lado izquierdo un hombre y mujer, él de pie y ella recostada sobre rocas, intentan alcanzar el fruto de un árbol de mano de una criatura con torso femenino y cola de serpiente; y del lado derecho, como consecuencia a las acciones de la primera escena, un ángel los echa a los dos picándoles con una especie de mandoble.

Crónicas del circo de la muerte: Vulgatiam ©Where stories live. Discover now