CAPÍTULO XL: CEREMONIAS

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Al día siguiente Reiji salió con Paúl hacia la Ciudad Portual, iban en una carrera tirada por dos caballos, la ciudad estaba un poco lejos, Reiji iba sentado a la par de Paúl, cuando iban saliendo del pueblo las jóvenes pueblerinas se les quedaban viendo a Reiji el cual les parecía muy atractivo.

Reiji no les tomaba importancia y ni las veía, no podía amar ahora que a Ange perdió, es lo que él pensaba, a la distancia se observa la Mansión Tyrell lugar donde Ange había vivido hasta el día que se marchó.

— Es tan diferente aquí — dijo el chico.

— Seguro has viajado mucho — Paúl sabía que Reiji no había ingresado a la Guardia Imperial, el cual era el sueño del chico. —Se respira paz.

— Nada ha cambiado desde que me marché, el pueblo sigue igual — Reiji volteó su rostro y vio la tienda donde Ange le había pedido que le dijera a Paúl que la entrenara, y su mirada se tornó triste.

Volver al lugar donde había vivido el inicio de su relación con Ange, ver las calles que recorrió con ella, era frustrante haberla perdido ella, ella era la mujer de su vida, su sonrisa tierna y burlona, su aptitud cariñosa y pervertida, Ange antes era tímida pero se volvió un poco pervertida cuando comenzó a tener relaciones sexuales con Reiji.

— Dime Reiji, ¿la encontraste? — preguntó Paúl viendo a su nieto con sus ojos entre abiertos.

— Sí, pero la perdí y ya... ya no la veré más — respondió con un tono triste el joven, Reiji sabía que su abuelo se refería a Ange.

— Es duro perder a la mujer que amas, cuando Jazmín se quitó la vida, pasaba deprimido, pero tenía que cuidar a tu madre que aún era una joven.

— Perder... ¿Cuánto he perdido? ¿Cuánto he quitado? Mis manos manchadas de sangre están, no era lo que tenía en mente al salir de aquí.

— Siempre es así, al igual que tú, yo manché mis manos de sangre, maté a muchos en la Gran Guerra.

— El Rayo Plateado, ¿no?

— Así que escuchaste de mí.

— Algo así.

— Cuéntame de tu viaje con detalles, aún falta mucho para llegar a Ciudad Portual— dijo mientras observaba el camino.

— Como quieras.

El viaje se hizo corto mientras Reiji contaba a su abuelo todo lo que pasó en su viaje, sus días con Mía y Aria, del entrenamiento con Lyon, su vida con Ange y todo lo demás.

Por fin estaban entrando a la Ciudad Portual, se sentía el olor del mar salado y los peces frescos de los puestos de los vendedores.

La brisa del mar se sentía en el rostro del chico.

— Llegamos — dijo Paúl.

— Sí — respondió el chico.

— Iré a comprar pescados, puedes ir a dar una vuelta por ahí.

— Está bien — dijo al bajarse de la carreta.

Reiji comenzó a caminar por la ciudad, no era muy grande como las que él había conocido en Espein y durante su viaje por Ventara, él no llevaba su espada ya que por estos lugares no habían muchos bandidos ni monstruos.

Su vestimenta era una gabardina negra con acabados en plateado, pantalón de igual color, unas botas altas de color negro, una camisa negra manga corta pegada al cuerpo y un cinturón de igual color.

Se podría decir que el negro era su color favorito y el que expresaba su dolor.

Caminaba las calles de la ciudad, una ciudad monótona y aburrida, caminaba con sus manos en los bolsillos de su gabardina de manera despreocupada atrayendo las miradas de las señoritas.

Lighgon y las Armas del Dragón [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora