Capítulo 54

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Mientras esperamos a que llegue la policía, el ingeniero comienza a relatarnos lo que ha vivido en las últimas semanas y parece el guion de una película. Alguien lo retuvo en contra de su voluntad durante al menos dos días y cuando llegado el momento intentó acabar con su vida, el arma falló y gracias a eso pudo escapar. Parece que la familia de Nicolle lo tenía todo bien atado y creyó que, matando al ingeniero eliminaría las pruebas, pero no contaron con los imprevistos.

Varios minutos después llega la policía y tras hacerle algunas preguntas más, descubrimos no solo que fue obligado a manipular los planos, sino que, además, le ofrecieron dinero y una vez que terminó, nunca le pagaron.

—Entonces... ¿dice que usted se negó a hacerlo? —Un par de agentes toman nota mientras que otros dos intentan abrir la caja de seguridad que hay en la oficina de los padres de Nicolle. Habría sido más fácil si la madre de Valentin me hubiese cogido el teléfono para pedirle la contraseña, pero al intentar contactar con ella y su marido, no ha habido forma. Deben estar preparándose ya.

—Así es. Yo siempre me opuse, por eso escondí los planos. Confiaba en que algún día todo saldría a la luz y podría defenderme con ellos. De hecho, envié varios emails anónimos al señor Paul para prevenirle antes de que ocurriese todo eso, pero nunca me respondió y finalmente los planos desaparecieron.

—Da la orden para que lo comprueben. —Le pide el agente más alto a su compañero y continúan con el interrogatorio.

—Señor —Uno de los policías que estaban intentando acceder al interior de la caja regresa con los planos en las manos y expulso con alivio el aire de mis pulmones. Temía que, al haber pasado varios días, ya no estuviesen ahí—. ¡Los tenemos! —Se los muestra—. Y además... —Le enseña otra carpeta que no había visto hasta ahora—. Hemos encontrado varias fotos que demostrarían que este señor ha estado retenido —dice dirigiéndose al ingeniero a la vez que las deja caer sobre la mesa. En ellas puede apreciarse que, tal y como narró hace un momento, estuvo maniatado en una casa en ruinas.

—¿Cuándo los detendrán? —pregunto dando por hecho que lo harán. No puedo aguantar la incertidumbre ni un minuto más.

—El juez debe revisar todas estas pruebas antes de dar la orden —responde observando una a una las fotografías.

—Oh, Dios mío... —Miro el reloj—. Mi amigo se casa en menos de cuatro horas. ¿Cree que podrán arrestarles antes?

—Eso no depende de mí.

—Joder, joder. Joder... —Camino por el blanco pasillo—. Necesito detener esa boda ya mismo. —Busco en mi teléfono el número de Valentin y, como imaginaba, continúa apagado. Lo intento con sus padres y ocurre lo mismo—. Mierdaaa —Aprieto los dientes con fuerza—. Debo irme ya—le indico al agente y sabiendo lo que pretendo, asiente dándome permiso.

Corro hasta mi coche rezando para no perder el vuelo y aun a riesgo de que me multen, conduzco todo lo rápido que puedo hasta el aeropuerto. He gastado demasiado tiempo en la oficina.

Dejo el coche donde puedo y nada más entrar, soy testigo de cómo despega mi vuelo.

«Mierda, mierda, mierda, mierda...», repito como un mantra en mi mente y me siento en una de las sillas totalmente bloqueado.

Una hora después, todavía permanezco en el mismo lugar y por más que me esfuerzo en buscar una solución, soy incapaz de pensar con claridad. Al darme cuenta de que todavía tengo el teléfono en la mano, observo la pantalla.

—¿Y si...? No. Definitivamente no. —Cuando estoy a punto de guardarlo, vuelvo a pensar en lo mismo y al haberme quedado sin opciones, no tengo más remedio. Ha llegado el momento de llamar a las Supernenas. Nadie mejor que ellas, con Nerea a la cabeza, pondrían interrumpir esa boda.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now