Capítulo 24

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—Em... Julia, eh... —Bajo al suelo y Valentin se aleja de mí para ocultarse con disimulo detrás de la encimera. No sé si para evitar que lo vea medio desnudo o esconder la protuberancia que todavía se marca entre sus piernas.

—Se suponía que debías estar tranquila y en la cama guardando reposo.

—Sí, sí, pero tenía hambre...

—Vaya, me ha salido vampira la amiga. —Se mofa mientras mira de arriba abajo a Valentin—. Si no llego a entrar, lo desangras entero.

—¡Julia! —Así no me ayuda.

—Me asusté al ver que no estabas, ¿vale? —Cambia de tema al notar mi molestia—. Pero si llego a saber esto, me quedo en la cama. —Aprovechando que está en la cocina, toma un vaso y lo llena de agua—. ¿Eso son...? —dice al ver la cazuela—. ¿Caracoles?

Se acerca a nosotros y Valentin vuelve a alejarse para cubrirse mejor. Toma uno con los dedos y haciendo lo mismo que hizo él antes, lo succiona.

—¿Pero qué coño os pasa con esos bichos? —pregunto con los pelos de los brazos de punta.

—Están buenísimos, deberías probarlos.

Coge otro y me lo acerca.

—No, por Dios. —Coloco mi mano delante a modo de rechazo y desiste.

—¿Qué te pasa, Valentin? Tienes mala cara. —La escucho decir mientras sigue comiendo y, preocupada, me giro para mirarle.

—No lo sé, me estoy empezando a encontrar mareado. —Sujeta su estómago—. Creo que los dos que me comí antes, me han sentado mal.

—¿Tan pronto? Si todavía no te deben ni haber llegado al estómago —indico asombrada.

—No sé —Arruga su cara—. Me están dando como ascos raros...

—Toma otro a ver si se te pasa.

Julia lo pasa frente a mí para dárselo y me fijo en que, como en la canción, tiene los cuernos al sol.

—¡Ay, qué lástima! —exclamo apenada.

—Uff, no. —Valentin cubre su boca con la mano para reprimir una arcada—. Creo que voy a vomitar... —Me mira—. ¿Sabes si la gastritis rara esa que tienes es contagiosa?

Julia, al escucharle, tose, atragantada, a la vez que ríe y al levantar la mirada, me hace un gesto que solo yo entiendo.

—La enfermedad en sí, no —comenta en tono burlón—, pero los síntomas, si eres muy empático, es posible que sí. —Succiona el último antes de marcharse y se despide—. En fin, voy a seguir durmiendo, tortolitos. No comas mucho, Valeria. —ríe a la vez que me guiña uno de sus bonitos ojos oscuros—. Recuerda que tienes que descansar —dice mientras se marcha.

—¿Qué ha querido decir con eso de que si soy muy empático?

—Nada, no le hagas caso —indico avergonzada—. Yo también debería irme ya. Es tarde y... bueno, hablamos mañana —sonrío y con la mano todavía en su estómago, asiente.

—Sí, yo también. A ver si se me pasa esto...

Espero hasta que se aleja y cuando me aseguro de que ya no me ve, abro de nuevo la nevera, cojo la caja de macarons y regreso a mi habitación.

Con el estómago algo más calmado, logro conciliar el sueño y cuando a la mañana siguiente Julia se despierta, a mí me cuesta todavía hacerlo porque me siento agotada. Echando mano de mi fuerza de voluntad, pongo los pies en el suelo y como ocurre cada vez que lo hago, tengo que hacerlo despacio para que no me den demasiadas nauseas. Según leí hace unas semanas, suelen desaparecer en el segundo trimestre, así que ya solo es cuestión de tener paciencia y esperar.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now