Capítulo 39

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Durante varios segundos me mira como si pudiese atravesarme con la mirada y cuando por fin reacciona, habla tan bajo que no le escucho.

—¿Qué? —Intento que lo repita mientras camino hacia él—. ¿Qué ocurre? —La primera persona que viene a mi mente es su padre.

—Era el inversor...

—¿Qué te ha dicho? —No sé si eso me alivia o me preocupa aún más. Valentin no esperaba su llamada hasta mañana, aunque comentó a su padre que intentaría ponerse en contacto con él esta misma tarde.

—Me ha preguntado que si estábamos bien. —Su mirada queda fija ahora en el vacío.

—¿Cómo? —El corazón me late en las costillas.

—Ha visto en las noticias lo que ha ocurrido en el hotel. —Traga saliva—. Y también me ha preguntado si hemos podido llevar a cabo la firma y, al decirle que no, me ha citado para dentro de tres horas.

—¿Qué?

—En cuanto termine lo que sea que esté haciendo, volará de regreso a España.

—Ay, Dios. —Apoyo las manos sobre mi pecho—. ¿Eso quiere decir qué...?

—No quiero hacerme ilusiones, pero... —Se esfuerza por mantener la calma—. Suena demasiado bien.

—¿Te imaginas? —No puedo disimular la emoción.

—Si logramos esto, le hago un monumento a tu amiga Nerea.

Al escuchar su nombre, recuerdo lo que ha dicho antes.

—¡Joder! ¡Qué el inversor lo ha visto en las noticias...! —exclamo con asombro al entender la magnitud que está tomando todo esto. Estaba tan nerviosa que ni siquiera le había prestado atención—. Madre mía, qué locura. Nerea está fatal de la cabeza. ¡La que ha liado ella solita! Para mí que debe tener algún trauma infantil, porque si no, no entiendo cómo diablos se le ocurren estas cosas.

—Es mi ídolo —ríe.

—Al final nos llevarán a todos presos por su culpa —resoplo.

—Será por una buena causa. —Me rodea con los brazos para robarme un beso.

—Mi hijo nacería en la cárcel.

—Y yo no tendría que casarme con Nicolle. Todo son ventajas. —Me levanta en volandas y me lleva hasta la cama—. Pero como todavía no sabemos si tendremos esa suerte, sigamos trabajando para crear el recuerdo que hemos dejado a medias.

—¿Otra vez? —Me sorprende que sea capaz de continuar.

—Umm... —ronronea en mi cuello—. Contigo todas las veces que hagan falta. —Se echa sobre mí y no tardo en descubrir que dice la verdad.

***

Tres horas después y mientras esperamos al inversor en la cafetería donde nos ha citado, Valentin vuelve a levantarse. Es la cuarta vez que lo hace con la excusa de estirar las piernas y sé que lo hace porque está demasiado nervioso. Mira el reloj una vez más y después hacia la ventana.

—Creo que ya viene —dice sentándose a mi lado con rapidez como si no llevase los últimos diez minutos al borde de la histeria—. Sí, es él —susurra cuando entra por la puerta y le saluda para que nos vea.

El hombre al vernos, mueve la cabeza ligeramente y viene hacia nosotros. A medida que se acerca, puedo observar sus facciones. Ojos rasgados, nariz larga, barba espesa y unas cejas perfectamente depiladas. Debe tener alrededor de sesenta años, aunque se conserva bastante bien. Me conformaría con llegar a su edad con el uno por ciento del dinero que aparenta tener. Solo el reloj que lleva en su muñeca debe valer más que la casa que tengo arrendada con Julia y Nerea.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now