Capítulo 4

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Un mes después

—¡Maldita sea! —Cubro mi cabeza con la almohada.

Tomás no para de intentar hablar conmigo y lleva más de media hora tocando el timbre. ¿Qué parte de "no quiero volver a verte en mi puta vida" no entiende? Abusa de que sabe que las chicas no están, sino se iba a enterar. Hace unos días hizo lo mismo y, aunque le grité por la ventana que me dejara en paz, le dio exactamente igual. Cree que tiene alguna oportunidad, pero esta vez no será así. Puedo perdonar cualquier cosa, pero jamás una infidelidad y él lo sabe perfectamente.

—Valeria, por favor. Te lo pido de rodillas si hace falta. ¡Dame otra oportunidad! —Blanqueo mis ojos agotada—. Al menos dígnate a hablar conmigo. ¡Esto no puede terminar así! Nunca creí que fueses tan mala persona. Sabes lo que estoy sufriendo y te da igual.

Tentada a gritarle cuatro cosas a la cara, decido morderme la lengua y aguantar un poco más. Es lo que quiere y por eso me está provocando. Quiere que salga, así que no pienso hacerlo.

—Ucho, ven —llamo a mi perro que está asustado, mirando hacia la puerta. Él no entiende qué está pasando, pero seguro que se alegra de que no abra.

Por alguna razón Tomás y él nunca se llevaron bien. Cada vez que mi ex entraba a la casa, Ucho se metía debajo de la mesa y no salía hasta que se marchaba, pero un día, sin saber por qué, intentó morderle y, desde entonces, lo ha intentado cada vez que ha tenido oportunidad. La última, el mes pasado. Tomás quiso darme un beso y si no es porque me di cuenta y le agarré del collar a tiempo, le clava los dientes en la cabeza. Es un perro bastante grande y cuando se pone de manos mide más que yo. ¡Con lo pequeñito que era cuando lo adopté! Aún recuerdo la primera vez que lo vi. No tenía intención de tener mascotas, pero tuve que ir a un albergue para mostrarles la campaña de marketing que me habían contratado y allí estaba él, mirándome con los ojos más apenados del planeta. Me incliné incapaz de ignorarlo, y cuando toqué su suave y peluda piel marrón chocolate me enamoré al instante y de eso hace ya casi tres años. ¡El tiempo vuela! Por suerte, Julia y Nerea también lo aceptaron y se convirtió en nuestro guardián.

Los timbrazos parece que remiten y al cabo de unos minutos dejan de sonar. Se debe de haber cansado ya.

Me levanto del sofá para ir a por algo de comer y mi cuerpo se resiente. Desde que terminé con Tomás no he sido capaz de reponerme y, para colmo, no dejo de pensar en lo que ocurrió el día de la fiesta. Camino como si hubiese estado horas haciendo cardio y la imagen de Cupido viene una vez más a mi mente. Por más que lo intento, no soy capaz de sacármelo de la cabeza. No ha pasado ni un solo día sin que haya pensado en él. A veces siento un pellizco de arrepentimiento por no haberle dado mi número, incluso Julia me lo ha llegado a reprochar alguna vez, pero sé que hice lo mejor. Al menos así no tengo que volver a verle la cara. ¿Qué pensaría de mí? El hambre me devuelve a la tierra y abro la nevera. Miro lo que hay dentro y tuerzo mi boca en un gesto de disgusto. Es la tercera vez que la abro hoy y sigo haciendo lo mismo. ¿Qué esperaba? ¿Qué se hubiese llenado por obra del Espíritu Santo? Busco entre las baldas con la esperanza de que haya algo detrás de un táper de cristal de Nerea y cuando lo aparto, sin darme cuenta lo acerco demasiado al borde y cae al suelo haciéndose pedazos.

—Mierda —me quejo y, cuando me inclino para recogerlo, un olor putrefacto penetra en mis fosas nasales— ¡Dios mío! —Cubro mi boca con la mano para aguantar una arcada. El olor comienza a extenderse por toda la habitación y aunque me aparto, parece que me sigue— ¡Pero qué coño es esto! —Me fijo mejor en la masa marrón que cubre el suelo y cuando me parece ver pelos, siento unas terribles ganas de vomitar. Corro al baño todo lo rápido que puedo y arrojo en él el poco contenido que almaceno en mi estómago—. Su puta madre... —balbuceo agitada frente al espejo. Mis ojos están completamente rojos, al igual que mi cara. Jadeo buscando un poco de alivio y cuando mi cerebro decide devolverme la imagen de esa cosa viscosa y peluda, comienzo de nuevo.

Cupido, tenemos que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora