Capítulo 11

6.5K 635 124
                                    

Tras explicarle a los policías lo que ha ocurrido, deciden hacerle una prueba de alcoholemia a Nerea y, aguantando las risas, nos dejan continuar nuestro camino. Entiendo que les parezca divertido, en cambio a mí, no me hace ni pizca de gracia. He pasado bastante vergüenza.

Tres horas más tarde y con un cuarto del camino hecho, Nerea se aparta en una zona de descanso y Julia toma el relevo. Aprovechamos para ir al baño, compramos unas botellas de agua y nos volvemos a poner en marcha.

—Mierda —Julia protesta al escuchar como el GPS nos avisa de una nueva retención—. Espero que esta vez no nos retrase demasiado...

Miro hacia la pantalla y veo que el tiempo aproximado es de una hora.

—Madre mía, vamos a perder demasiado tiempo. Otra hora más de brazos cruzados.

—Mira. —Señala el mapa—. Hay una ruta alternativa. Márcala y vemos por donde nos redirecciona. —Hago exactamente lo que dice y nos recomienda tomar una salida que tenemos a escasos metros— ¡Genial! —dice a la vez que gira el volante y aplaudimos como locas. Al menos de esta manera no tendremos que esperar tanto.

Dos horas después y mientras circulamos por una vía, que más que eso parece un camino, comenzamos a arrepentirnos, pero Julia, orgullosa, defiende su decisión y convencida de que es la mejor ruta, asegura que llegaremos antes de lo previsto.

—Creo que he bebido demasiado —balbucea Nerea sin apartar la mirada de la ventanilla—. Me estoy haciendo pis.

—Pero si hace nada que lo has hecho.

—Ya —giro la cabeza y al ver que a la botella de litro y medio le falta ya más de la mitad, blanqueo mis ojos.

—¿Tanta sed tenías? —Le riño.

—No, pero estoy tan aburrida que ya no sé ni lo que hago.

—Estás tonta —espeta Julia—. Ahora vas a tener que aguantarte porque no hay ningún área de servicio cerca.

—Pues si no queda más remedio, me aguantaré.

Una hora después no paro de ver a Nerea moverse en los asientos traseros. Baila, se mece e incluso hace muecas de sufrimiento.

—¡Maldita sea! —Julia también parece darse cuenta y se desvía para buscar un lugar donde pueda orinar lejos de los demás conductores. Avanzamos por un camino lleno de piedras y cada vez que una golpea los bajos, se cabrea—. Siempre tú, joder. ¡Pareces una niña pequeña!

—¿Y qué quieres que haga? —Nerea se queja—. No pensé que me fuesen a dar ganas tan pronto.

—Déjalo —Julia trata de detener la discusión—. Hazlo donde puedas y se acabó. —Se detiene en una especie de prado verde donde a lo lejos puede verse un grupo de matorrales y lo señala—. Ve hasta allí. Desde esa zona nadie podrá verte.

Asiente y, nada más abrir la puerta, la vemos correr.

—Guau... Sí que tenía ganas... —comento sin dejar de mirarla.

—En que jodida hora se nos ocurrió esto —Julia resopla arrepentida—. Teníamos que haberlo pensado bien.

—¿Se nos ocurrió? —protesto—. A mí me habéis obligado, así que no me metas en esto.

—En el fondo todo esto se hizo por ti.

—¿Me estás queriendo hacer sentir culpable? —Comienzo a cabrearme.

—No, pero...

Julia no puede terminar la frase porque un grito desgarrador la interrumpe y nos miramos asustadas.

Cupido, tenemos que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora