Capítulo 34

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—No llores, Valeria. —Me abraza—. Contigo será un bebé muy feliz. —Estira su brazo y coge una servilleta de papel. La dobla en cuatro partes y me la entrega para que me seque las lágrimas—. Todo esto es muy confuso todavía para mí. Estoy tan conmocionado que ni siquiera sé cómo debería reaccionar. ¿Enfadarme por ocultármelo? ¿Salir corriendo? ¿Aceptarlo y hacerme cargo? —resopla—. Estoy tan asustado... No entiendo cómo has podido ser tan valiente de tomar una decisión así y, además, hacerlo sola. —Tira de mi mentón hacia arriba para que lo mire—. Ojalá yo fuese la mitad de valiente que tú.

—Ya te he dicho que no es necesario que te hagas cargo —hipeo—. Tu situación ya es bastante complicada y ha sido decisión mía traer a este bebé al mundo sin consultártelo. Tú ya tienes bastante con la familia de Nicolle. Después de lo que me has contado, si se enteran de que vas a ser padre y, además conmigo, podrían buscarte un problema mayor. No quiero nada, Valentin. El bebé y yo estaremos bien.

—Legalmente sería mi obligación...

—Podré arreglármelas sola. No le des más vueltas.

Tras unos segundos en los que su mirada se pierde en el vacío, cambia de tema y sé que es porque no se encuentra con fuerzas de seguir. Los sentimientos le están abrumando.

—¿Se lo has contado ya a tus padres? —Al notar que tardo en responder, espera atento.

—Todavía no, la verdad. La última vez que los vi fue hace ya algunas semanas y pude ocultarles la barriga, pero me temo que a partir de ahora ya no podré hacerlo. Vendrán a visitarme pronto y no me quedará más remedio que darles explicaciones.

—¿Qué les dirás?

—La verdad, porque les diga lo que les diga, el resumen será el mismo. Saben que no tengo pareja, así que no me queda más remedio que contarles nuestra aventura.

—¿Y cómo crees que se lo tomarán? —Arruga su cara preocupado por mi respuesta.

—Fatal —respondo sin titubear—. Por suerte no estarás delante cuando eso ocurra. Mi padre es muy aficionado a la caza y tiene un buen arsenal de armas en casa —bromeo.

—Uff. Creo que eso todavía me da más miedo que la paternidad —ríe y me parece escuchar a las chicas hablar. Deben haber vuelto ya.

Ucho entra hasta donde estamos, confirmándolo, y comienza a olisquear a Valentin.

—Creo que le has caído bien —comento al ver que lame su mano.

—Hola, simpático. ¿Cómo se llama? —me pregunta mientras acaricia su cabeza.

—Ucho —sonrío al ver que se echa en el suelo y le ofrece la barriga. No suele hacer eso con desconocidos.

—¿Ucho? ¿De dónde viene ese nombre? Nunca lo había escuchado. —Se inclina sobre él y comienza a rascarle.

—En realidad no viene de ninguna parte. Es una abreviatura de feúcho... —río al ver su cara de sorpresa—. Era el más feo de todo el albergue y una de las razones por las que me enamoré de él.

—No me lo puedo creer —carcajea—. Eso es muy cruel.

—A él le gusta —Me encojo de hombros—. ¿Verdad que sí, Feúcho? —le hablo como si fuese un bebé y mueve su cola con rapidez—. Al final nos pareció un poco mal llamarle así y decidimos acortarlo.

—Admito que al menos es un nombre original...

De pronto, algo llama su atención, levanta las orejas y, tras ponerse de pie, igual que vino, se va, pero tres segundos después escucho a Blanquita chillar e intuyo lo que ha pasado.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now