Capítulo 20

6.4K 656 86
                                    

Tras pedírmelo de nuevo, se despide de mí para seguir atendiendo a sus pacientes y, aunque escucho el momento en que cuelga, continúo con el teléfono apoyado en mi oreja. Soy incapaz de procesar lo que acaba de ocurrir. No puedo creer que me haya pedido algo así. Miro al vacío durante varios minutos y, cuando por fin logro reaccionar, dejo el teléfono en la mesilla.

—Esto es demasiado —balbuceo para mí. ¿Qué hago ahora? ¿Hasta dónde es razonable que una madre prive a su hijo de una noticia así? ¿Será que conoce cuál será su reacción y teme lo que pueda ocurrir? No me ha dado ninguna explicación, pero en su voz, aunque ha intentado mantenerse serena, he podido percibir angustia.

Nerviosa porque mis amigas regresen, la siguiente hora se me hace eterna y, cuando por fin aparecen, lo comento con ellas.

—No puede ser... —Nerea pestañea totalmente confundida.

—Pero, ¿te ha dado alguna razón? —Julia trata de buscarle una explicación.

—No, solo ha insistido en que no se lo diga y es demasiado extraño.

—Muy extraño... ¿No le habría resultado más fácil pedirte que abortes?

—No... Esa mujer está harta de ver en su consulta cómo las madres se aferran a sus hijos y después de notar mi preocupación, sabe que esa opción es inviable conmigo.

—Pues yo se lo diría al padre ahora mismo —comenta Nerea—. Ya solo por joder —ríe—. A mí nadie me dice lo que tengo que hacer y menos una señora a la que no he visto en mi vida.

—Opino lo mismo —Julia interviene—. Total, nos las íbamos a arreglar igual. Nunca has necesitado a esa doctora y no la vas a necesitar ahora. Podemos hacer todo como habíamos planeado al principio, solas.

—Lo sé, pero ¿y si es por alguna razón importante que se nos escapa? Creo que primero deberíamos investigar.

—A mí solo se me ocurre que quiere proteger a su hijo para que siga viviendo libre su vida de rico —expresa Nerea cabreada.

—Vuelvo a estar de acuerdo —pronuncia Julia.

—Seamos prudentes. —Las llamo a la calma—. Si algo tengo claro es que Valentin, sin saberlo no se va a quedar. Es el padre y solo a él le corresponde decidir. Y esa mujer ya me puede ofrecer todo el oro del mundo —Acaricio mi barriga—, que al final haré lo que me dé la gana, pero en el momento oportuno.

—Bien dicho —Julia se adelanta—. Sigamos con el plan de no traumatizar a Cupido —reímos.

—Pues yo sigo pensando que deberíamos bajar las tres ahora mismo y soltárselo del tirón. —Nerea no se queda conforme.

—Si por ti fuese, irías infartando a la gente —bromeo. Le encanta ver el mundo arder.

—Esto es igual que depilarse con cera, o lo haces de un tirón, o luego duele más —responde.

—¡Nere! —Marcus la llama desde la planta de abajo y sale a hablar con él.

Unos segundos después grita entusiasmada y regresa de nuevo.

—Los chicos quieren que salgamos a dar una vuelta. Dicen que nos van a enseñar la cuidad.

—No. Yo no. —Hago un gesto de negación con las manos en su dirección—. Id vosotras, yo no me atrevo.

—Valeria, ya lo hemos hablado —Julia intenta hacerme entrar en razón—. Todo está igual que al principio, así que relájate.

—No, no lo está —me defiendo—. Su madre lo sabe.

—¿Su madre? —se jacta—. Su madre después de lo que te ha dicho, no creo que tenga ninguna intención de contárselo.

—Vamos, Valeria- —Nerea pone cara de pena—. Será genial. Iremos en coche a todas partes y aunque en un momento dado bajemos para ver algo, solo serán un par de minutos. Todos conocemos las indicaciones de la doctora y te prometo que no te presionaremos para hacer ningún esfuerzo.

Cupido, tenemos que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora