Capítulo 1

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¿Y si para celebrar que vuelvo por aquí, empezamos con un MARATÓN?
¡Os he echado mucho de menos! 😘❤️
Dejadme saber en los comentariossss 😍
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Capítulo 1

Seco mis manos en el pantalón una vez más y camino temblorosa hacia la mesa donde cenaremos junto a la familia y amigos de Tomás, mi pareja. Me habría encantado que mi familia también estuviese aquí para tener a alguien a quien abrazar después de lo que acontecerá, pero viven a cientos de kilómetros y no puedo hacerles viajar durante horas solo para eso. No me lo perdonaría jamás.

Mientras que los demás engullen el guiso como si hubiesen estado atados varios días, yo apenas puedo probar bocado. Lo único que hago, aunque mi futura suegra no pare de mirarme molesta, es revisar mi teléfono. Necesito saber que Julia y Nerea ya están fuera. Las conocí hace solo cuatro años, pero ya nos llevamos como hermanas. Sobre todo, porque desde que llegué a esta ciudad vivo con ellas. Tenía dinero suficiente para alquilar un piso, sin embargo, decidí buscar una casa compartida para no sentirme sola y tuve la gran suerte de dar con ese par de locas. No sé qué hubiese sido de mí sin su compañía.

En el momento en que me llega el mensaje que tanto espero, vuelvo a secarme las manos sudorosas por los nervios y me pongo de pie. Ha llegado el momento. Cojo la copa de vino más grande que veo, me bebo el contenido de un trago y busco en la mesa algo metálico. Lo que más cerca tengo es la cucharilla de postre que Tomás está usando y no dudo en arrebatársela de las manos. Cuando comienzo a golpear la carísima pieza de la cristalería Crystalline con filos dorados de mi suegra con ella, me mira aterrada, pero después de la gran cantidad de alcohol que he ingerido, me da igual. Necesito llamar la atención de los invitados y pienso conseguirla como sea.
El molesto ruido no tarda en lograr el efecto que deseo y pocos segundos después todas las miradas están sobre mí.

—¡Holaaa! —saludo efusiva. Las copas que me tomé antes en la cocina, aprovechando que nadie me veía, están haciéndome demasiado efecto. Pero en cierto modo me alegro. Me hubiese sido imposible dar este paso sin ellas—. Espero que lo estéis pasando bien. —Tomás se pone de pie a mi lado y sonríe.

Hace dos días que me pidió matrimonio y ha organizado está cena para contárselo a su familia. Todo esto habría sido genial si no fuese porque hoy, precisamente hoy, es el día de los enamorados y a mí me hubiese gustado celebrarlo de una forma más íntima con él. Y digo "me hubiese" porque después de esta noche, todo será diferente.

—Ve a extender la lona de proyector, por favor. —Me susurra y obedezco.

Camino con cuidado por el césped para evitar que mis preciosos tacones de aguja se claven en él y tiro de la tela plástica con cuidado. Me convenció para que crease un bonito video con las imágenes del momento en el que se arrodilló y no me quedó más remedio que prepararlo a la carrera la noche anterior. Por suerte, llevo años trabajando como creadora de contenidos en una empresa de marketing y no me robó mucho tiempo. Sonrío cuando me aseguro de que todo está bien y preparo mi teléfono para inmortalizar el momento. El corazón me late tan rápido y estoy tan nerviosa que no quiero perderme ninguno de sus gestos. Cuando mi novio pulsa la tecla en el mando para iniciar el vídeo, meto la mano libre en mi bolsillo y cierro los ojos con fuerza a la vez que inspiro. Ahora sí que empieza la fiesta.

—¡Dios mío! ¿Pero esto qué es? —Mi suegra grita espantada con las primeras imágenes y una gran sonrisa se dibuja en mi cara.

Los demás miembros de la familia arrugan sus rostros impactados y no puedo sentirme más complacida. Nadie esperaba hoy descubrir algo así. Tomás trata avergonzado de pausar el video, pero desconoce que he sido yo quien lo ha iniciado y el mando que creía estar utilizando, no tiene pilas. Se las saqué mientras bebía en la cocina. Como último recurso y para evitar que toda su familia siga viendo cómo se tira a su querida prima en mi coche, el cuál le presté gustosa a prestarle para que fuese a trabajar mientras que el suyo estaba en el taller, lanza el proyector contra el suelo y los pedazos llegan hasta mis pies. Comencé a sospechar cuando una mañana, mientras que lo limpiaba, me encontré un pendiente bajo la alfombrilla. Tras asegurarme que no era de mis amigas, decidí instalar una mini cámara en el espejo interior y no tardó en revelar el resultado. Es un maldito cabrón... Cuando me pidió matrimonio solo acepté con la única intención de vengarme. Todavía no sé de dónde saqué la fuerza necesaria, puesto que ya lo sabía desde hacía días, pero no me arrepiento de nada. Ha sido lo más reconfortante que he hecho hasta ahora.

—¡Valeria! —grita mi nombre—. Valeria, ¡no es lo que parece! —Corre hacia mí y estiro mi mano frente a él para que se detenga.

—Si no es lo que parece, ¿entonces qué es? —le pregunto. Aunque me siento satisfecha por la forma en la que lo he desenmascarado delante de todos, no puedo evitar sentir unas terribles ganas de llorar y tengo que hacer un sobreesfuerzo para contenerme. Me ha partido el corazón en mil pedazos, pero lo último que quiero ahora mismo, es derrumbarme delante de él. No pienso darle esa satisfacción—. ¡Qué te vaya bien! —digo notando el sabor de las lágrimas en mi boca. Me giro para marcharme y me sujeta por el brazo.

—No te vayas. Tenemos que arreglar esto. No puede acabar así. ¡No puedes dejarme! No delante de mi familia. —Alzo la mirada y todos nos están observando.

—¿En serio crees que esto se puede arreglar? —Río con sarcasmo—. No quiero volver a verte en mi puta vida.

—Pero... ¡estamos prometidos! —Ya no sabe qué más decir para retenerme.

—¡Estábamos! —De un tirón logro sacar el anillo y se lo lanzo a la cara delante de todos—. Métete esto por donde te quepa, o mejor aún, póntelo en el pene, que es de tu talla.

Alguien ríe mientras me marcho y, aunque intuyo que es uno de sus tíos, evito mirar atrás. Lo único que quiero es largarme de aquí ya. Cuando llego a la salida, respiro profundamente y al abrir la puerta, me encuentro de frente con mis amigas. Al verme gritan a la vez que aplauden dando por hecho que lo que hemos estado planeando estos últimos días se ha cumplido a rajatabla y Julia abre la puerta del coche para que suba.

—Ya está, cariño —dice antes de cerrar y cuando suben conmigo, empiezo a llorar. He logrado mantenerme firme delante de él como quería, pero ya no puedo más. Si ya de por sí, el hecho de descubrir que tu pareja te ha sido infiel es duro, el tener que ocultarlo durante tanto tiempo lo ha sido aún más, sobre todo, cada vez que se me acercaba con la intención de tocarme. Por suerte, lograba quitármelo de encima con excusas.

—¿A dónde vamos? —escucho decir a Nerea.

—A casa —respondo con rapidez. Quiero cubrirme la cabeza con las mantas y llorar hasta quedarme dormida. Necesito soltar todo lo que llevo dentro.

—De eso nada —replica Julia—. Nos vamos de fiesta.

—Yo no me voy a ningún sitio. —Saco un pañuelo de papel del bolso y me sueno la nariz con él—. Llevadme a casa, por favor. Necesito lamerme las heridas en paz.

—¡Y una mierda! —exclama Nerea—. Sin necesidad de dietas, acabas de quitarte de encima ochenta kilos de carne inútil y eso hay que celebrarlo.

—¿Os habéis vuelto locas? —pregunto incrédula. ¿Cómo diablos se les ocurre algo así?— ¿Acaso no entendéis que lo estoy pasando mal?

—Claro que lo entendemos, pero ya tendrás tiempo de llorar y lamentarte mañana. Has estado días aguantándote, ¿no? Por unas horas más no pasará nada.

Protesto durante varios minutos, pero no sirve de nada y, sin darme otra opción, aparca frente al club más caro de toda la ciudad.

—Es aquí —dice Nerea e intuyo que ya lo tenían planeado.

Seguro que han preparado todo esto con la mejor de las intenciones, pero no han contado con que sería lo último que me apeteciese hacer. Solo me quiero ir a casa.

Julia baja del coche y al abrir mi puerta me observa.

—Um. Esto no está bien. Estás hecha una mierda.

—¿Y qué esperas? —respondo con sarcasmo—. He dejado a mi novio en la noche de San Valentín.

—Se te ha corrido todo el rímel. —Finge no escucharme, seca mis lágrimas con sus dedos y, tras sacar el maquillaje que siempre guarda en su bolso, comienza a retocar el mío ignorando mis quejas. Viendo que no sirve de nada, me dejo hacer derrotada y, tras echarme un último vistazo, con un movimiento de sus cejas me da el visto bueno. Tira de mis brazos para sacarme del coche y al notar que no colaboro, pide ayuda a Nerea.

Cuando por fin lo consiguen, entregan la llave a un asistente de aparcamientos y me arrastran hasta el local. Conociendo su cabezonería, sé que no puedo hacer nada más. Solo espero que la noche termine pronto, porque no veo el momento de llegar a casa y refugiarme entre mis sábanas.

Cupido, tenemos que hablarKde žijí příběhy. Začni objevovat