Capítulo 27

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Jueves por la mañana

Con los nervios a flor de piel, me preparo para la que será mi última consulta de ginecología con la madre de Valentin. Nerea y Julia también parecen alteradas porque no paro de escucharlas hablar entre ellas. Las dos quieren enfrentarse a esa mujer, lo que me estresa aún más, cuando yo lo único que quiero es que alguien me diga que todo está bien para poder volver a casa. Necesito calma y este lugar no me la da.

—¿Estáis listas? —Marcus nos habla desde el sofá cuando bajamos al salón.

—Marcus... —No paro de darle vueltas—. Estoy valorando la posibilidad de que me vea otra doctora. No me fio de esa mujer... —confieso—. La creo capaz de darme cualquier diagnóstico con tal de que me marche. Está claro que lo único que busca ya es apartarme de su hijo.

—¿Me creerás si te digo que llevo desde ayer pensando en lo mismo? —Se pone de pie—. Dame unos minutos, creo que puedo conseguir que alguien te vea —Saca su teléfono y busca en la agenda—. Conozco a una doctora amiga de la madre de Valentin que también es dueña de una clínica. Ambas trabajaron juntas muchos años.

—¿La clínica en la que estuvimos es de la madre de Valentin? —Nerea levanta las cejas sorprendida y Marcus asiente— Guau... creí que era una trabajadora más.

—No. Es suya. —Coloca su teléfono en la oreja y espera mientras que Nerea bromea en nuestra dirección haciendo el gesto del dinero con los dedos—. Bonjour, Brigitte... —Habla en francés y dejamos de prestarle atención para prestársela a él. No entendemos nada, pero se intuye perfectamente lo que está haciendo—. Oui, mercibeaucoup—dice al terminar y nos mira—. Estamos de suerte, en dos horas pueden verte.

—¡Eso es genial! —exclamamos a la vez.

—Solo hay un problema... —Julia se dirige a él—. No hablamos francés y son muchas cosas las que debemos explicarle. ¿Cómo lo hacemos?

—Bueno... si Valeria me lo permite, puedo entrar con ella. —Cuando se ofrece, expulso el aire con alivio. Cada vez me cae mejor. Es un gran hombre.

Al salir de la casa, no puedo evitar mirar hacia la ventana de Valentin. Ojalá tenga la oportunidad de hablar con él antes de que nos marchemos mañana, pero si no quiere o no se encuentra con fuerzas para hacerlo, no le obligaré. Sigo creyendo que nos escuchó y la forma en que cerró su cortina ayer, casi me lo confirma, sin embargo, Marcus sigue empeñado en creer que fue una ráfaga de aire, pero a mí no me lo pareció. Lo único bueno a mi favor, es que cuando llegué aquí, lo hice concienciada y sabía que cuando se enterase, algo así podría ocurrir. La única espinita que me llevo clavada, es que no he tenido oportunidad ni valor para decírselo a la cara. Me hubiese gustado ver su reacción y, quizás, solo quizás, la poca esperanza que me queda y que se niega a morir, se empeña en hacerme creer que hubiese sido diferente..., pero algo dentro de mí me dice que ese tren ya pasó y que nunca lo sabré. Solo espero que le vaya bien.

Mientras esperamos en la consulta, reviso una y otra vez mi teléfono. Inspiro profundamente y trato por todos los medios de convencerme de que todo está bien, pero en el fondo me muero por tener noticias suyas. Aunque solo fuesen para lanzarme reproches. Sé que me los merezco y no puedo evitar sentir remordimientos por ello.

Cuando la enfermera me llama, Marcus pasa conmigo y mientras mis amigas se quedan fuera para no saturar la consulta, él le explica a la doctora todo lo que veníamos hablando en el coche. Me preparo tras un biombo para la exploración y diez minutos después, la doctora con ayuda de Marcus, me explica que todo está bien y no puedo evitar emocionarme. Tenía tantas ganas de escuchar algo así que tengo que contenerme para no echarme a llorar. Ya no parece haber amenaza de aborto y, aunque me pide cautela, me da el visto bueno para viajar a España.

Cupido, tenemos que hablarWhere stories live. Discover now