XXXIV: A mano

209 11 19
                                    

— ¿Por que no me dijiste lo tuyo con Margaret? — dije entre el silencio.

Johann había llegado de Seattle hace menos de tres días cuando mamá llamo y dijo que la situación de Joel se había vuelto crítica y era cierto; desde que llego nos evitamos durante todo este tiempo y es que yo ni siquiera tenía ganas de acercarme y hablar con con él. La cocina estaba en silencio, eran poco mas de las dos de la madrugada, regrese del hospital hace unos minutos y al entrar, ahí estaba.

Su mirada no se aparto nunca de su vaso con agua, bebió un poco y luego se dirigió a la puerta sin siquiera hablarme.

— ¿Por que no dijiste que él vendría? — pregunta Johann entrando a la cocina.

Mire el jugo sobre la mesa, — Es tu mejor amigo ¿No? Dices que es de la familia todo el tiempo.

— Mira ______, no es un juego para mi.

Hundí mis cejas de forma graciosa, — Tampoco es un juego para mi.

— Y él es mi mejor amigo.

— Aja. — bebí un poco del líquido naranja. — Eso dicen.

Su mano tomo mi muñeca, — Y tú eres mi hermana.

— ¿Te parece que no lo sé? — refute intentándo soltarme de su agarre. — suéltame, Johann.

— Yo no huí cuando me enfrentaste en la cocina ¿Tú si lo harás? — él se detuvo, — ¿Sabes? Jo, ese ha sido siempre tu problema, siempre huyes de todos y de todo, como en quinto, Ericsson Clarke acabas de llegar y eras un nuevo alumno por que yo llevaba un año ahí, quiso golpearte y pudiste golpearlo también pero huiste, así como también huiste de papá la noche que te encontro teniendo sexo con Anya en el garage, o cuando huiste de el hecho de que me enamore de tu mejor amigo, huiste del hecho de que ya no eras solo tú y él, ahora también era yo y no puedes con eso ¡Nunca has podido con esa mierda! por que tu vida empezó cuando Joel toco la puerta de nuestra casa, con esa sonrisa que te abrió el mundo y por eso, solo lo querías para ti.

Cuando se giro para verme sus ojos estaban cristalizados, — Margaret te abrió el mundo también y lo sabes ¿O no? Entraste en depresión después de un tiempo y nunca dijiste por qué así que trate de mejorar tu vida presentándote a Magg y mira, en esto terminamos. Tú y yo somos iguales, somos hermanos. No somos tan diferentes, parece que se te olvida que tenemos la misma sangre.

— Tú y yo no somos iguales, yo no soy una maldita egoísta como tú. Solo tenias que decirme que estabas enamorado de Margaret  yo lo hubiera entendido.

— ¡Pero igual te molesta! ¡¿Por que te molestas si lo entendías?! Se supone que lo entiendes. — desordeno su cabello.

Sonreí poniendo mis brazos sobre la mesa de la cocina, — Si, pero no me lo dijiste, estas enamorado de Magg estupendo, yo no tengo nada en contra de eso pero todo el trago amargo me hubiera sabido mejor si no te hubieras guardado cada cosa... pero, mira lo que eres ahora ¿Que se puede esperar de ti?

— ¿Quien soy de que? Sigo siendo yo.

— Si, exactamente. Sigues siendo la sombra de Joel. — apreto si mandíbula, — No tienes que vivir bajo las sombras de otros.

— Mira, — dijo tomándome del cuello etrellandome contra la alacena, — Yo no soy la puta sombra de absolutamente nadie ¡¿Me entendiste?!

El aire se fue acortando y la rabia quemaba mis venas, intente alejar su brazo dándole fuertes golpes pero estaba tan furioso que me asusto la forma en la que sus ojos se oscurecieron mientras me miraba. Su mano apretaba cada vez mi cuello haciéndo casi imposible que el aire de mis pulmones lograra salir.

100 Días Para Enamorarte. || Joel De Leōn Y Tú ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora