Sebastian Stan One Shots

By Mochibiris

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Pequeñas historias del perrito rumano, historias de cualquier tipo. Muchas veces los OS están basados en canc... More

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Actualización de "Vecino"

Mejores Amigos

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By Mochibiris

4/6

Advertencia:

Contenido sexual: No.

Consumo de drogas/alcohol: No

Violencia: No.

Canción: Cualquiera lenta y con un bajo fuerte.

______________________________________

La noche cada vez estaba más presente y la música fuerte del cuarto de Elizabeth se mezcló con el ruido de la cocina cuando abrió la puerta para bajar y buscar algo en la sala. Al llegar, su mamá estaba entre viendo la novela en la sala y cocinando.

- Mamá, te he dicho que sería mejor si pusiéramos un televisor en la cocina.- La señora pegó un brinco por el repentino comentario y mirado mal a su hija por el susto, fue a la cocina.

- Jumm, deberías dejar de aparecer como un fantasma. Igualmente, tu papá tiene que llegar para poder hacer todo.- Elizabeth asintió dándole la razón. A su padre le gustaba hacer todo él, aunque la mayoría de cosas no le salieran bien.- ¿No te quedas a cenar?

- Nou, me voy dentro de una hora, ahora voy a vestirme y eso.- La mujer asintió, siguiendo en lo suyo.

- No regreses muy tarde.- La menor asintió, yendo a las escaleras para terminar de arreglarse en su cuarto.

Cuando iba a subir, la voz de su madre la frenó.

- ¡Eli! ¡Se me olvidó decirte que Sebastian viene! ¿Qué le digo?- Gruñó por lo bajo, no veía a Sebastian desde hace una semana, cuando todo pasó y aunque lo extrañaba seguido, no hizo nada para aclarar las cosas. Él había ido un par de veces a su casa, en ninguna ella estaba presente y cuando su madre le preguntó, simplemente dijo que estaba muy ocupada.- Y antes que preguntes, viene a cenar.

- Pués él sabe dónde encontrarme.- Y llegó a su habitación, aumentando el volumen de la canción.

Había pasado un rato cuando tocaron el timbre, Elizabeth no escuchó y siguió bailando aún alistándose. Estaba concentrada buscando algo entre sus gavetas cuando aquélla voz la sorprendió.

- Está en la tercera a la derecha.- Cerró los ojos respirando profundamente y buscó en el lugar indicado, efectivamente estaban allí sus pulseras.

No se giró ni respondió, y se obligó a no mirar a Sebastian através del espejo cuando terminaba de acomodarse.

- ¿A dónde vas?- Su voz sonaba entre apagada y demandante.

- ¿Te importa?- ¿Se iba diciendo todo lo que dijo y creía poder volver a mandar? Elizabeth se negó a responderle bien.

- Sabes que sí.- Ésta vez sonaba indignado, pero seguía extremadamente serio.

Terminó de ponerse las pulseras y en un impulso vio más allá del espejo, al marco de la puerta donde Sebastian estaba recostado. Estaba más formal de lo normal, llevaba una camisa azul, manga larga, los dos primeros botones desabrochados, dejando ver un poco de piel. Los pantalones oscuros se amoldaban a su piernas a la perfección y los botines pulidos le daban un toque mayor. En la mano derecha un reloj negro y en la otra sus típicas pulseras. No quiso mirar su rostro, pero cuando se topó con aquella barba de algunas semanas no pudo resistir a cruzar miradas. Rápidamente la apartó, tomando su abrigo.

- Espero que tengas una buena cena con mi madre.- Iba a pasar rápidamente por su lado cuando él se movió y se interpuso en su camino.

- ¿Quién te lleva y quién te trae?- La miró fijamente, tenso.

- No es tu problema.- Sebastian levantó una ceja y se quedó mirándola, todavía queriendo respuestas. Dudó en sí decirle, y se decidió por hacerlo, con una sonrisa.- Tom.

Sebastian asintió con la mandíbula apretada, queriendo hacer parecer como si había entendido.

- Voy.- Elizabeth lo miró esta vez, sorprendida e indignada. Sin embargo se encogió de hombros, sin darle mucha importancia.

- Ese es tu problema.- Y sonrió, sarcástica. Volvió a intentar pasar por su lado y Sebatian la tomó del brazo, impidiéndole nuevamente caminar.

- Y vas y vienes conmigo.- Ésta vez si se enfureció ¿Quién pensaba que era?

-Sigue soñ-

- ¡Señora Adams, yo llevaré a Elizabeth y la traeré, así usted puede estar más relajada!- El mayor sonrió, levantando un dedo, esperando la respuesta.

- ¡Si Seb! ¡Gracias! ¡Confío mucho más en ti que en ese tal Tom!- Y el mayor volvió a sonreír pícaro, dejando libre a la menor que lo único que podía hacer era insultarlo.

- Te espero abajo, no te tardes.- Y la dejó ahí parada, bajando rápidamente las escaleras, dejando por todo el lugar su olor a colonia cara, pino y cuero.

Elizabeth respiró hondo, odiando por un momento a su madre, aunque ella no tenía la culpa de nada. Cerró su cuarto y bajó, se despidió rápidamente y esperó unos minutos, por lo menos haría que el mayor se enfadara.

Por fin salió y se llevó una gran sorpresa cuando el Jaguar de siempre no la esperaba estacionado. Esta vez la Ranger Rover negra e impotente que modelaba para ella lucía perfecta. Luces azules led iluminaban los guarda fangos, lo que hacía que se viera tres mil veces mejor. Los vidrios estaban arriba y a diferencia de la mayoría de los carros, estos eran polarizados.

Siguió caminando, intentando no demostrar mucho lo tanto que le había sorprendido el carro y lo tanto que le encantaba.

Abrió la puerta y la sorpresa fue mayor. El lugar estaba iluminado tenuemente por luces azules que salían del tablero y de la parte de abajo de los asientos. El interior estaba frío, haciendo que el olor a cuero y menta fuera mucho más fuerte. Estaba totalmente enamorada.

- ¿Tendré que esperar toda la noche?- Rodó los ojos y se montó, todavía admirando disimuladamente el lugar. Miró al conductor y aunque quiso pensar lo contrario, Sebastian se veía demasiado caliente así vestido y en ese asiento. Cerró los ojos e intentó relajarse.

Sebastian comenzó a manejar y prendió el equipo de sonido haciendo que una canción con un bajo fuerte pero lento le diera más poder a todo.

Llegaron al lugar después de no hablar en todo el transcurso. La fiesta era un tanto más reservada, por lo que aunque habían muchas personas, el ambiente estaba tranquilo. Sebastian estacionó y bajaron, con unos cuantos pares de ojos observando toda la escena.

Elizabeth pensó que su "guardaespaldas" comenzaría a coquetear desde la entrada, pero cuando lo miró el tenía la vista fija en ella. Apartó la suya y siguió caminando, no queriendo pensar en lo que le había hecho sentir.

Las horas habían pasado, cada quién por su lado. Elizabeth bailaba junto a su grupo de amigos cuando vio a Sebastian sentado en uno de los muebles del lugar mirándola fijamente. El lugar era oscuro, sólo alumbrado por luces moradas y rojas, pero eso no impidió que los orbes de Sebastian hicieran temblar a Elizabeth.

Alguien comenzó a bailar contra su espalda, y ella supo que era un hombre. Quiso separase, pero se quedó, moviéndose al compás de las caderas agenas, intentando evitar la mirada del mayor.

Siguió bailando y no sintió cuando la persona a sus espaldas cambió. Por algún motivo se sentía más cómoda y cuando las manos del desconocido tocaron sus caderas, no le importó. Comenzó una canción nueva y al escucharla se erizó, sabiendo que nada bueno llegaba a su mente escuchándola.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un roce áspero pero delicado que al sentirlo en su cuello lo único que pudo hacer fue girarse lentamente queriendo saber quién era. Cuando sus ojos se toparon con un azul intenso y con aquellos labios rojos, se quedó inmóvil.

- Estás borracho.- El cerró los ojos ante el grito de la muchacha intentado ser escuchada por sobre la música. Se acercó a su oreja en un movimiento sutil, y susurró.

- Si estuviera borracho no estaría tan tranquilo contigo entre mis manos.- La menor sintió su cuerpo temblar. Sin embargo, las cosas no eran tan fácil.

- Aléjate.- Sebatian tensó la mandíbula pero hizo caso, sólo quedándose parado frente a ella.- No tienes ningún derecho y lo sabes.

La miró y fue a hablar pero la música le molestaba, por lo cual sólo la volvió a mirar fijamente, girándose y caminando fuera del tumulto. Y Elizabeth dudó, si seguirlo o dejarlo ir, si mandarlo a la mierda para seguir normal, o mandar lo que sería normal para seguir con él. Su curiosidad y nerviosismo pudo más cuando lejos de ella, vio a Sebatian mirarla nuevamente para seguir con su camino.

Ya estaba un poco lejos de todos cuando vio el cuerpo de Sebastian recostado de una de las columnas del puente. Aunque estaban lejos, la música todavía se escuchaba.

Él giró su cabeza y la observó por un rato, en silencio.

- Pensé que te quedarías allá bailando con desconocidos.- Elizabeth suspiró frustrada.

- ¿En serio Stan? Aunque sabes, tienes razón, sólo bailé con desconocidos. - Él rió por lo bajo. Miró hacia al frente y luego la miró a ella nuevamente.- ¿Qué es esto? ¿Qué estamos haciendo?

- No tengo ni puta idea, pero me mata verte salir por ahí con idiotas y ver como alguien más te toca.- Suspiró cansada, sin entender.

- Sebastian, entiendo que quieras protegerme o lo que tú quieras, pero tenemos sin hablarnos una semana, apareces en mi cuarto cómo si nada y si crees que puedes mandarme, estás muy mal.

- Tienes sin hablarme una semana, porque yo te he buscado.

- ¿Ah sí? ¿De verdad? ¿O solo has ido a mí casa cuando sabías que no estaba porque no tienes lo huevos para verme?

- Si no tuviera los huevos para verte, no estaría aquí parado hablando contigo.-  Sebastian se separó del muro y comenzó a caminar hacia ella, mirándola firmemente.

- ¡Es que no es cuando tú quieras! No puedes venir y jugar, después molestarte sin ningún motivo y creer que puedes aparecer cuando te dé la gana.

- Tu también jugaste Elizabeth. Tu también te molestaste y huiste.- La menor lo miró sin poder creerlo.- Y la única razón por la que apareci, fue porque tu madre me lo pidió.

- Es que realmente eres un imbécil. O mejor no, yo soy la imbécil, por creer que habías vuelto por tu cuenta.- Elizabeth se encontraba totalmente frustrada por lo estúpida que podía llegar a ser.- Y puedo bailar con quién me dé la gana. Es mi vida, Sebastian.

- No, porque si te pasa algo, se acaba la mía.- El pecho de Stan subía y bajaba apresuradamente, sin embargo, estaba molesto.

- ¡Y que me interesa! No porque me veas cómo a un niñita que tienes que proteger porque es muy estúpida, tengo que dejar de disfrutar.- Sebastian inclinó la cabeza, incrédulo.

- ¿No lo entiendes verdad?- Respiró y tragó grueso, intentando controlarse.- ¿No entiendes nada de esto verdad?- Elizabeth se sentía fuera de lugar, él hablaba de algo de lo cual no estaba enterada.- Realmente no sabes porque me hierve la sangre cada vez que alguien más te toca. Que alguien más te roza.- Caminaba hacia ella, lentamente, molesto e incrédulo.- Joder, no entiendes nada.

- Sebastian...- Respiró cómo pudo, intentando mantenerse de pie.- No.

- ¿No? ¿No?- Soltó una risa sarcástica al aire y siguió acercándose.- ¿Sabes? Si soy un maldito imbécil. Soy un imbécil por gritarte, por confundirte, por jugar contigo. Soy un imbécil por muchas cosas, entre ellas, no poder controlarme a mí mismo. No poder convencerme de que estoy mal, porque tú eres menor que yo. ¿Pero sabes por qué soy un imbécil principalmente?- Ya estaba frente a ella, la música al fondo empezó a sonar más fuerte y Elizabeth estaba estática. Sebastian se acercó más, relamiéndose lo labios.- Porque no tengo los huevos suficientes para decir la verdad. Porque te miento a ti mientras me miento a mi, intentando negar todo. Soy un imbécil por no saber llegar hasta tu puerta, verte la cara y decirte cuanto te necesito.- Hizo una breve pausa, bajando la cabeza para rozar los labios agenos.- Soy un imbécil porque no puedo ni cumplir mis propios deseos de mandar todo a la mierda y caminar por entre todo el mundo hasta donde estas tú...- Acercó su cuerpo aún más. Y entre dientes, terminó.- Y besarte como todas las noches he imaginado.

_____________________________________

¿Smuth?

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