"TERMINEMOS CON ESTO"
—Desde que se fueron los gigantes del Norte se rindieron incondicionalmente, luego derrotamos al ejército de Karlormen en el gran desierto. Hay paz a lo largo y ancho de Narnia.
Miro la cara orgullosa de Caspian. Lo que siempre quisimos, lo que todos queríamos mi hermano lo hizo. Al fin está hecho.
—¿Paz?— cuestiona Ed.
—En sólo tres años.
—¿Y también hallaste una reina en esos tres años?— giro ceñuda hacia Lucy ¿Es enserio Lu? Solo mira esa cara de cachorrito abandonado a penas comenzaste a hablar.
—No— admite —Nadie se compara con tu hermana.
Quiero reírme. Pero quien soy yo para juzgarlo, después de todo, esperé por Edmund un montón de tiempo. Por un momento recuerdo esa sensación de soledad y sin pensarlo dos veces, me pongo al lado de mi novio y entrelazo nuestras manos. Siento su cercanía y unas ganas enormes de besarlo.
Ed dibuja círculos en mi mano con su pulgar —A ver, si no hay guerras que pelear y nadie está en problemas ¿Qué nos trajo aquí?
Las ganas de tenerlo cerca se esfuman en cuando hace esa pregunta. Es cierto, no lo había pensado. Miro detenidamente el gran mapa que hay en la mesa y dibujo con mi mano libre, el trayecto que Caspian acaba de decir.
¿Habría algo que nadie ha descubierto?
—Tienes razón, también me pregunto lo mismo— comparto miradas con mi hermano. De acuerdo, ahora sí que no entiendo un carajo.
—Y hacia dónde estás navegando— pregunta nuevamente Ed.
—Cuando mi tío usurpó mi trono, atacó a los amigos más cercanos de mi padre y sus más leales súbditos.
—Los siete señores de Telmar— termino por Caspian. Sabía eso, estuve presente cuando eso ocurrió. Siempre me cuestioné que había sido de ellos, creo que mi hermano ya lo ha descubierto.
Miro las caras de todos en los dibujos que hay pegados en la pared, la mayoría me resulta sumamente conocidos. Algunos no tanto, pero sé que los vi en algunas de las reuniones de mi padre adoptivo. Reuniones en las que se hablaba sobre asuntos del reino y otras cosas.
—Huyeron a las islas Solitarias— señala un punto en el mapa —Nadie sabe que les pasó.
—¿Entonces crees que les pasó algo malo?— pregunta el justo.
—Pues si así es, es mi deber averiguarlo— miro a Caspian y le sonrío, sé que es difícil para él, sólo intenta hacer lo correcto.
—¿Y qué hay al este de las Islas solitarias?— miro a Lu y luego al mapa, el océano se extiende por mucho terreno. Es Narnia, debe haber un truco ahí.
—Aguas desconocidas— le responde Drinian —Cosas que nadie imagina. Cuentos de serpientes marinas y peor.
—Hum ¿Dijo serpientes?— Edmund levanta las cejas divertido. Le golpeo con el codo ligeramente, me lanza una mirada de fastidio y saca la lengua como niño pequeño. Genial, mi novio no ha madurado.
—Gracias capitán, fue suficiente de sus cuentos— dice Caspian, también divertido y le da una gran mordida a una manzana.
(...)
—No lo hagan, ¿Si?— pido derrotada a ambos chicos. Parece que les dije que lo hicieran porque es justo lo hacen.
Se inclinan ligeramente y luego comienzan a chocas sus espadas en un increíble duelo. Ruedo los ojos, a estos chicos les encanta que los demás vean lo buen espadachines que son. Y eso es increíblemente exasperante.
La tripulación cuchichea, se divierten con el duelo de sus reyes. Cierro los ojos y apretó la mandíbula cuando Caspian logra por poco darle a mi novio, Edmund se agacha con una gran sonrisa. Parecen niños y yo me siento como su madre amargada, preocupada porque fuera a hacerse daño.
El duelo termina en un empate, ambos sosteniendo la espada en el cuello del otro, con los brazos entrelazados, sonrisas enormes y una cara de victoria. Suelto un suspiro y aplaudo, extrañaba ver como Edmund hacía eso, toda Narnia sabe que es de los mejores espadachines en el país entero. Al igual que Caspian.
—Eres más fuerte mi amigo— Caspian juguetea con su espada y ambos se alejan un poco del otro.
—Tal vez un poco— admite Ed. La tripulación seguía aplaudiendo por el gozoso duelo.
—¡Eso es todo! Devuelta al trabajo— les dice su mandón capitán. Los trabajadores hacen caso a la orden y cada quien se esparce haciendo sus tareas mientras seguían cuchicheando sobre lo ocurrido.
Miro a Lucy que está sonriendo, me imagino lo feliz que está de poder regresar. Hace tiempo ya, que no tengo una de esas noches de chicas donde se habla sobre los tipos guapos del cole, lo fastidiosa que es la maestra de álgebra y que haremos en el verano. Extraño eso.
Edmund se acerca con nosotros mientras bebe de un vaso, me invita un poco y yo acepto. El vino amargo raspa mi garganta, a pesar de eso le doy un trago profundo. Edmund me mira y sonríe.
Arrugo el entrecejo. Inaudita por esa mirada, diferente a cualquiera que me ha dado en todo este tiempo. Extraña.
Toma mi mentón y me besa delicadamente. El sabor de sus labios me deja con ganas de más. Tiro de su cuello y finalmente dejo muchos besitos en la comisura de sus labios. —Eso fue muy sexy— le ronroneo en su oído.
—¿Ah sí?— me devuelve la acción. Edmund se inclina un poco más y muerde ligeramente mi oreja y luego exhala seductoramente en mi oído, inconscientemente muerdo el interior de mi labio.
—Ed...— lo llamo demasiado bajo para que su hermana no escuche, Edmund está provocándome y lo sabe muy bien.
—Nadie está viendo cariño— disimuladamente deja un beso en mi cuello y lo muerde ligeramente. Muerdo mis labios con más fuerza.
Con una voluntad impresionante lo alejo de mí un poco, poniendo una mano en su pecho. Edmund deja caer su cabeza y me mira con una sonrisa socarrona.
—Te lo advertí, Pevensie.
El chico se acerca, se recarga en el filo del barco y me abraza por lo hombros.
—Oigan— giramos con Lucy —Ustedes creen que si navegamos al final de la tierra, sólo ¿Caeremos por la orilla?
Miro como Eustace entra cabreado, hecha fuego por la nariz y humo por los oídos. Esto se pondrá feo, ya siento sus histéricos gritos ¿Alguien quiere llevárselo? ¿No? ¿Nadie? Eh que se los regalo.
—Tranquila Lu, falta mucho para llegar— la calma su hermano.
—¿Así que los tres siguen diciendo tonterías?— se cruza de brazos y nos mira haciendo pucheros.
—¿Ya te sientes mejor?— le pregunta dulcemente Lu.
—Sí, no gracias a ustedes. Qué suerte que tengo complexión de hierro.
—Tan efervescente como siempre amigo ¿Hallaste tu equilibrio?— sonrío al comentario de Reep.
—Jamás lo perdí, solo fue la conmoción— dice un indignado Eustace —Mamá dice que soy muy adaptable. Gracias a mi inteligencia.
No puedo evitar soltar una risa cuando Edmund casi escupe el agua que estaba a punto de tragarse. Eustace me mira mal y luego gira los ojos. Y esa bitch quien se cree que es para barrerme de esa forma.
—La verdad no aseguraría que sea inteligente.
—¡Juro que cuando hallemos civilización voy a contactar al consulado británico y los arrestarán por secuestrarme!
Sin darse cuenta, el idiota de Eustace chocó con mi hermano, me enderecé mejor al ver que el debilucho inglés le temía a Caspian, y como no temerle, es hábil para causar imponencia aún sin proponérselo.
—¿Tú le llamas así? es curioso, creí que te salvamos la vida— le dice divertido Caspian. Eustace se exaspera y hace movimientos como nena.
—¡Me retienen contra mi voluntad!
Reep y Caspian hacen comentarios al respecto mientras Ed y yo imitamos sus caras. Siempre nos ha parecido divertido fastidiar a Eustace así. Y todas y cada una de las veces termina igual. Él nos acusa con su madre y después nos regañan a nosotros. Tal vez debería darse cuenta que nuestro pasatiempo favorito es molestarlo.
—¡Y los dormitorios no tienen nada de higiénicos! ¡Tienen un zoológico allá dentro!
—¿Es todo un quejumbroso no es así?— pregunta Reep.
—Y sólo es el principio— dice un fastidiado Edmund.
—Bueno, yo si estaba a favor de lanzarlo por la borda ¿Te gusta nadar, no Eustace?— Edmund, Reep y Caspian me miran divertidos, la cara de desaprobación de Lucy me regaña en secreto y Eustace me mira horrorizado.
—¡TIERRA!
Toda la tripulación comienza a moverse por todos lados. Los tres nos miramos, el atardecer ya se estaba poniendo y habíamos encontrado un lugar por el cuál podríamos comenzar.
(...)
Llegamos tiempo después de que el marinero gritara "Tierra". El sol ya estaba casi escondiéndose y se reflejaba en el mar, un naranjado amarillento hermoso, las olas se mecían con más tranquilidad.
—Las Islas solitarias, el puerto de Narion Hayven— nos indica el capitán.
—Qué raro, no hay ninguna bandera narniana— dice Caspian, le entrega un telescopio de los antiguos a Edmund y este examina con él ceño fruncido.
—Pero las Islas siempre fueron de Narnia— comento confundida.
—Es muy sospechoso.
—Hay que enviar un grupo a tierra a explorar, ¿Drinian?— el hombre mira a Edmund y luego a Caspian, dice apenado:
—Perdóneme majestad, pero la cadena de mando inicia con el rey Caspian en este navío.
—Ah claro.
Tomo la mano de Ed, se sintió avergonzado, lo sé por el tono de voz. Miro a Drinian desaprobando su acción. Edmund es tan rey como Caspian lo es. Merece el mismo trato que él. Aunque en cierta forma, entiendo la lealtad del capitán.
—Usaremos los botes. Drinian forma un grupo de expedición— le ordena Caspian.
Tavrus comienza a darle órdenes a los demás. Camino hacia la oficina con Edmund entrelazado de la mano.
Al llegar veo que todos toman las cosas que necesitan y salen de la oficina. En cambio yo, aún tengo la ropa con la que llegué, después de que se secara no quise cambiarla.
Esperé a que todos se fueran y cerré la oficina con pestillo.
A diferencia de los chicos, la ropa que a mí me dieron es de cuero, un cuero grueso y cómodo, de esos que se ajustan a la piel sin sentir que no te deja circular la sangre. Decido usarlo, es apropiado para este lugar. Además Narnia necesita a su reina, Thalia, no a la chica dudosa. No hay lugar para renegar el por qué estoy aquí, sé que Aslan lo hace por algo, sé que esto pasa por algo. Debo de tener algún propósito aquí.
Quito delicadamente las prendas anteriores y me coloco las nuevas. Me miro en el espejo y trenzo mi cabello. Falta el adorno y no adorno. Lo mejor de mi atuendo.
Con mucho cuidado levanto el vidrio de la vitrina y saco el carcaj y las flechas. Pongo el anillo en mi dedo anular izquierdo, sin sentir rayos o cualquier cosa anormal que me indicara su magia. Pongo el carcaj en mi espalda y el cinturón con una pequeña daga que Caspian me había regalado antes de la guerra con los telmarinos, hace ya tiempo.
Respiro profundo antes de salir. El aire fresco me choca en la cara, las miradas curiosas se dirigen inmediatamente a mí, sus sonrisas se expanden, supongo que esta es la chica que algunos recuerdan.
Edmund me mira embobado. Recuerdo las veces que me decía lo hermosa que lucía con mi actitud y atuendo de guerrera. Caspian me sonríe y después me abraza por los hombros —¿Listos?
—Terminemos con esto— suspiro.
Era hora de irnos.