NARNIA «Edmund Pevensie»

By JeenNerve

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Las cosas que antes pudieron haberme hecho daño ahora me hacen fuerte. Irradiaba fuerza, valentía y coraje. ... More

El león, la bruja y el ropero - Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12. Final
El príncipe Caspian - Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12
Cap. 13. Final
Finnick bb
La travesía del Viajero del Alba - Cap. 1
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12. Final
Epílogo
El delicioso Thomas y tú <3
Preguntas y adiós.

Cap. 2

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By JeenNerve

"USTED VENCIÓ"

Hoy, en esa habitación había ocurrido un milagro.

Olas, mar y corriente. Uniéndose con un sol, sumamente abrazador. Respiraciones descontroladas. Era un maldito océano.

El maldito océano.

—¡Edmund, Thalia!— capto el llamado de Lucy. Pero soy inhábil para responder.

Mi corazón se acelera, mi respiración se agita. El disentimiento me arrasa, honestamente quiero saber que hago aquí. No hace falta ser un genio para saber que esta es la gran Narnia, nación de los cinco reyes supremos.

¿Narnia?

No. La razón de mis recuerdos y pesadillas.

La sombra de la imponente proa me cubre del intenso sol. Más alerta, miro a los Pevensie. Todos incluyendo a un aterrado Eustace, embobados por el gran barco narniano que está frente a nosotros. Logro distinguir gritos de hombres a pesar de que mi cabeza revienta con ruidos demasiado fuertes.

—¡Eustace, nada!— le grita repetidas veces Lucy.

—¡Thal, nada!— me ordena igualmente mi novio. Hago rápidamente lo que me piden, el inmenso barco estaba a punto de aplastarnos.

Mis párpados pesan. Todos saben que no soy una excelente nadadora, ni si quiera a buena me acerco. Tolero el mar, saber nadar es básico para sobrevivir, especialmente si pasas años haciéndolo.

Estoy aturdida. Confundida. Demasiado exhausta. Escucho a Edmund hablar pero no entiendo absolutamente nada de lo que dice. De la fría Inglaterra al caliente océano. Es un duro golpe de calor.

Escucho zumbidos, ruido. Pongo toda mi atención al extraño con traje de marinero. Edmund me guía hasta el babor, que se observa desde la gran proa hasta la popa.

El pecho me duele demasiado, aun cuando Edmund me sostiene con fuerza para subir al barco en una tablilla amarrada fuertemente con grandes sogas.

Toco piso. Y es entonces donde comienzo a desfallecer.

Para Edmund y Lucy es como llegar al gran paraíso. Para mí, es diferente. Me trae buenos y malos recuerdos, me trae experiencias inolvidables. Carajo. No es fácil regresar. Creí que tendría más tiempo para saber si esto es lo que quería. Pero ahora, justo ahora. Estoy aterrada. Me siento desquiciada. Vulnerable. Indefensa. Como un pájaro intentando regresar a su jaula después de darse cuenta, lo aterrador que es, sentirse libre.

Demasiado libre.

¿Y si vuelve a suceder? ¿Y si esta vez me quedo sola de nuevo? ¿Y si esta vez no lo resisto? ¿Qué sería de mí si algo le llegara a pasar a Edmund? ¿O Lucy?

Me tiro al suelo. Estoy demasiado mareada, tengo miedo, siento que me falta el aire, que me asfixio. Toco mi pecho intentando respirar, y todo mi cuerpo ligeramente tiembla.

Sé lo que es. Sé lo que pasa. Lo que me pasa.

—Thalia— no contesto a mi novio. Pero veo cómo se gira cuando no le respondo, supongo que debería sentirme feliz, excitada, muriendo de felicidad por haber regresado. No lo sé, soy un remolino de emociones —¿Thal? ¡Thal!—

Edmund me toma de los brazos y me habla rápidamente, no entiendo un carajo. Siento miradas, ellos me miran. Me miran y me siento más pequeñita.

—Ataque de pánico— mi cuerpo entero se estremece al escuchar esa voz. Unos brazos fuertes, cálidos. Esos ojos avellana divinos. Esa sonrisa tranquilizadora. Dios mío, como no amarte si me traes calma en el segundo en que te miro.

—Eres tú—Pronuncio con voz más recuperada. Lo miro. Me mira. Y siento como el mundo entero se desvanece. Y después: me sonríe.

Los recuerdos iluminan mi mente, me llenan de luz, de esperanza y de una enorme felicidad. El pánico se esfuma.

Estoy segura de que mi ataque duró solamente unos pocos segundos, poco tiempo para haber hecho una dramática entrada. Y aunque se sintieron como siglos, Caspian supo hacer un excelente trabajo. Igual que como lo hacía en Telmar.

—Hola Dory— no dejo que pronuncie nada más cuando me abalanzo sobre él, con fuerza y desesperación. Inhalo su aroma, una extraña combinación entre miel y roble. Dejo que unas gotitas surquen mi rostro mientras sonrío como nunca antes lo había hecho.

Siento su cuerpo moverse mientras se ríe tiernamente. Pero no se separa, aun cuando escucha las voces de la tripulación y los susurros, él no se quita. Me abraza hasta que estoy lista para soltarlo.

El abrazarnos siempre fue una manera silenciosa de decirnos "que jamás nos daríamos la espalda, y que no hacía falta decir nada".

—No tienes idea de cuánto me haces falta. El mundo es demasiado aburrido sin un bobo que fastidie todo el tiempo.

Caspian me mira y ríe divertido. Levanta una ceja y me mira con superioridad fingida.

—Oye, que yo también te he extrañado, querida hermana.

Me extiende una mano y nos ponemos de pie. Pone una manta sobre mis hombros y me aferro a ella. Caspian hace lo mismo.

—Fue emocionante— dice con una enorme sonrisa Lucy.

—Que los trajo hasta aquí. Cuéntenme— pide venturoso, mi hermano.

—No tengo idea.

Sin soltarme de la mano, Caspian nos conduce a Lucy y a mí a no sé dónde. Hasta que un llamado nos detiene:

—Caspian— pronuncia fuertemente mi novio.

—Edmund— Caspian se quita la manta y se la pone a Ed. —Me alegra verte.

—Lo mismo digo.

—¿Ahora no nos llamaste?— cuestiona la menor.

—No. No lo hice esta vez.

—Pues, no importa la razón, estoy feliz de venir.

—¡AHHHH!— Eustace se peleaba indefensamente con nuestro querido amigo, Reepicheep. Enserio que este mocoso grita como nena —¡Quítenmelo de encima!

Eustace lanza con un gran golpe a Reep. Este querido animal sale volando a volteretas cerca de nosotros.

—Reepeechip— decimos felices Lucy y yo al mismo tiempo.

Balbucea un poco al vernos y después se inclina —Hola majestades.

—Que tal Reep— dice Ed —Es un placer.

—El placer es todo mí señor, pero antes, que quiere que haga con este histérico forastero— todos miramos a Eustace hacer el ridículo mientras se retuerce y tose exageradamente. Suelto una pequeña risita.

—¡Esa rata trató de arrancarme la cara con sus garras!— grita el primo de mis amigos. Genial, ahora sí, tráiganse las palomitas que Eustace está a punto de orinarse.

—Yo solamente quería expulsar el agua de sus pulmones, señor— Eustace se escandaliza cuando escucha a Reep hablar, su cara de pánico es toda felicidad para mí.

—¡Habló!— acusa aterrado mientras señala a la rata —¡o.. oyeron, lo que dijo! ¡dijo algo!

—Es todo lo que hace— responde un extraño.

—Diría que lo difícil es obligarlo a callar— todos reímos con el agradable y no ofensivo comentario de Caspian.

—En el momento en el que no haya más que decir alteza, le prometo que no diré nada.

—¡No sé qué clase de broma es esta, pero quiero despertar ahora!— siempre mandón, nunca relajado, exclama el horrible Eustace Scrubb.

—¿Podemos regresarlo al mar?— cuestiona Reep, las angustias de Eustace se escuchan de fondo.

Giro con los chicos para ver si alguien está dispuesto a hacer algo o a responder algo. Como no lo hacen, yo camino hacia Eustace que se me mueve de un lado a otro como niña pequeña haciendo pucheros.

—¡Les ordeno que me digan en dónde estamos!— mientras camino hacia el chico, los hombres que tripulan la nave, me abren paso y hacen una pequeña inclinación de cabeza y torso, una reverencia. Les sonrío dulcemente hasta que llegó junto al minotauro que se planta frente a Eustace.

En el viajero del Alba, el mejor navío de la flota narniana.  

Eustace cae al suelo y el estruendo sólo alienta las burlas de los narnianos. Hago una mueca al pensar en cómo dejará marcas en su delicada piel y lo irritable que se pondrá al despertar.

Mi hermano se acerca a mí lado y me toma de la mano, el minotauro nos mira —¿Dije algo malo señores?

—Cuídalo bien Tavros— utiliza mi hermano un tono gentil. El minotauro Tavros, acepta la orden de su rey, suspira y carga en sus enormes brazos peludos al flacucho Eustace.

—Tripulación— me acerco a mi hermano que ahora estaba en las escalerillas, llamando a su gente. Los Pevensie se encontraban a su lado. Edmund besa mi corinilla y me exima con la mirada. Sé que sigue preocupado, yo lo estaría. Le sonrío dulce y me paro de puntitas para darle un piquito en las comisuras de sus labios.

—Les presento a nuestros náufragos— la tripulación nos miraba —Edmund el justo, Lucy la valiente y Thalia la abnegada. El rey y las reinas de Narnia.

Simbólicamente se arrodillan, muestra de respeto y lealtad. Debo admitir, se sintió bien escuchar eso. Tal vez después de todo... pueda acostumbrarme a la incertidumbre y todo lo implicado en ella. 

(...)

¿Alguna vez han pensado que harían si fueran reyes? Por un minuto, por una hora, tal vez por un mes o por toda una vida. ¿Comprarse lo más lujoso y caro que les gustase? ¿Acabar con la corrupción? ¿Hacerle la vida imposible a esa chica odiosa del colegio que detestan?

No sé qué es lo que ustedes harían. Pero ahora, ¿Qué harían si fuera yo? Reina del lugar mágico, sirviente de esta hermosa nación. Tal vez debería comprar hermosos vestidos, teñirme el cabello y ser feliz.

Ja. Pero qué difícil es la decisión cuando tienes en tus manos, las vidas de las personas más buenas en el mundo.

Caspian empuja las puertas de madera de la oficina y nos guía con dicha. Miro el rústico lugar. La cara del imponente Aslan en el centro del lugar, una figura de oro. Recuerdo la primera vez que lo vi, era tan irreal. Me preguntó dónde estará ahora y porque nos ha traído hasta aquí. Debo de tener un propósito, eso lo sé, el no deja de repetirme que lo que pasó tenía que pasar. Y ya.

—Aslan— pronuncio demasiado bajo. Llamándolo en silencio a pesar de que es obvio que no responderá.

—Mira, el arco y las flechas de Susan— Lucy acaricia la fina superficie con sus yemas.

—Lucy— Caspian le entrega sonriente sus cosas que pertenecían a Narnia.

—Mi poción curativa y mi daga— Lucy los toma y se los pone rápidamente.

—La espada de Peter— dice Edmund.

—La cuidé como prometí. Ten. Sostenla si quieres— mi hermano se la extiende.

—No, no. Es tuya, Peter te la obsequió.

—Aunque si guardé esto para ti— Rio ligeramente cuando Caspian mueve la linterna de Ed, divertido. Luego se la extiende.

Mi sonrisa disminuye cuando veo, en la enorme vitrina y protegida por un delgado vidrio, a mi precioso arco y flechas. Y en el filo de un palillo de madera bien pulido, el anillo de diamantes, tan brillante como siempre. Listo para ser tomado, listo para protegerme.

Siento las miradas de los demás en mis pequeñitos pasos. Con unas manos ligeramente temblorosas, abro la puertecita de madera y levanto el arco.

La superficie irregular lucía perfecta, las amarillas plumas relucían de limpias y las filosas puntas se veían impactantes. Lo acaricio delicadamente, por mucho tiempo, esta cosa fue mi única amiga en aquellos días, me protegió del peligro y me ayudó a sobrevivir. A vivir.

Siento como si fuera ayer y me veo disparando flechas a todo aquel llamado enemigo. Veía plumas amarillas y cuerpos por todos lados. Muerte y vida sin vivir.

Mi corazón palpita aún más fuerte al tomar aquel anillo. Tal vez era imaginación o tal vez estaba descompuesto, pero cada vez que lo usaba, las esperanzas crecían, el miedo se disolvía. Lo usaba para sentirme poderosa, invencible.

Dejo ambas cosas en la vitrina y la cierro con más fuerza de la necesaria. Aprieto los puños y miro a mis amigos.

—No me vean así. No las necesito para ser una grandiosa reina.

Salgo apresurada. Exhalo, inhalo. Lo hago repetidas veces hasta que los nervios se calman, realmente me asusta estarme volviendo loca, ¿Me estaré volviendo loca?

El Capitán Drinian pone una mano sobre mis hombros y me mira. Yo asiento en respuesta.

—Hay muchas historias sobre usted majestad— yo lo miro interesada. Ambos nos recargamos en la orilla del barco. Las olas se extienden, el infinito mar parece no tener fin, me cautiva y relaja el sonido de las olas chocando unas contra otras, pero estoy segura, de que no tanto como lo que medirá este sabio hombre.

—Siempre ocupándose del bien de los demás. Atrevida aún en las batallas perdidas. Persistente, especialmente en situaciones riesgosas. La heroína favorita de los narnianos esclavizados en las sombras.

—Fracasé intentando ayudarlos, capitán— lo miro unos segundos y vuelvo la vista al azulado mar —Más veces de las que puedo contar.

—Usted venció— me entrega una espada con funda amarilla. La tomo y le quito la funda. La espada no es pesada y tampoco tan ligera, tiene talladas letras en un idioma que no sé. Es hermosa —La mente puede ser muy poderosa, su peor enemiga si deja que reviva lo que ya pasó. Aprenda a controlarla. 

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