NARNIA «Edmund Pevensie»

By JeenNerve

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Las cosas que antes pudieron haberme hecho daño ahora me hacen fuerte. Irradiaba fuerza, valentía y coraje. ... More

Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12. Final
El príncipe Caspian - Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12
Cap. 13. Final
Finnick bb
La travesía del Viajero del Alba - Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12. Final
Epílogo
El delicioso Thomas y tú <3
Preguntas y adiós.

El león, la bruja y el ropero - Cap. 1

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By JeenNerve


A todos nos contaron en la escuela que el mundo es un lugar malvado e injusto; y que la vida no siempre es color rosa, con una gama de varias tonalidades en negros, blancos y grises, la vida a veces puede ser dura.

¿Y alguna vez han sentido como si el mundo entero estuviera en su contra?

Bueno, con una madre histérica que por completo ignora mi existencia y un padre en la guerra, yo si siento como si la vida me dijera "Tú no, tú fuchi". 

La pequeña Thalia Wood, una chica de estatura más baja para su edad, de complexión delgada, con una nariz puntiaguda, ojos pequeños y cafés y un carácter difícil de soportar.

Sé que a veces soy una pesada, mi madre solía decirme que la sinceridad de mis palabras la lastimaba, incluso llegó a preguntarme varias veces si de verdad la amaba. Y claro que amo a mi madre, pero no sé cómo demostrárselo, o en general. Me cuesta abrirme con las personas

 Ahora que vivo en una casa enorme, me siento muy sola. Aunque ya hice un amigo, el profesor Kirke. Una persona muy amigable, me trata bien y no me habla como si fuera una niña pequeña. En cambio, la señora Macready -su ama de llaves- es muy reservada y severa. A decir verdad, y en mi humilde opinión... es una bruja.

Hablando de la sra. Macready, hoy me dijo que vendrían algunos chicos también de Inglaterra, que se quedarían en la casa y se fue después de decirme que me comportara y que los recibiera con los brazos abiertos.

Lo cual no es ningún problema. El pequeñísimo detalle, es lo mucho que me cuesta tener una amistad. Tal vez me agraden o tal vez no. A lo mejor tener un poco de compañía con chicos de mi edad no me vendría mal, en este momento haría lo que fuera por un amigo –sin contar al señor Kirke, obviamente-

—El profesor Kirke no está acostumbrado a recibir niños en su casa...—escuché la voz de mi tutora.

Me miré una última vez en el espejo, orgullosa de lo bien que me sentaba la ropa elegante que el profesor me había obsequiado. Alisé el colorido vestido con mis manos, mi corazón palpita contra mis costillas y siento como la garganta se me seca. Dios, estaba nerviosa, de verdad lo estaba. Aunque no fuera típico de mí, yo quería agradarle a los nuevos.

—Por lo cual, hay unas tantas reglas que deben seguir, la primera es no gritar ni correr, no pueden utilizar el montaplatos ¡No toquen ninguno de estos objetos!— no pude evitar soltar una risilla por la exaspera voz de la señora. Suele hacer esto seguido, todo el tiempo está gritándome por lo que hice o no hice. Es en extremo estresante.

—Y sobre todo, está prohibido molestar al profesor.

Me puse a un lado de la señora y le sonreí bondadosamente cuando se asustó, pues no se había dado cuenta que como flash me había puesto a su lado. Aguanté la risa cuando dio un brinquillo y apretó los dientes. Cambié mi sonrisa a una malévola.

—Esta niña quiere matarme de un susto— la escuché a pesar de que susurraba. —Oh, ella es Thalia.

Miré a los cuatro hermanos que estaban enfrente de mí. Arrugué la frente, definitivamente no eran lo que esperaba.

Creí que ellos serían como los chicos de mi instituto, aquellas jóvenes personas que a penas te ven y ya se sienten superior a ti. Pero a éste cuarteto de hermanos los rodeaba una especie de... generosidad.

Inspeccioné a la pequeña niña de tal vez diez años, con su cabello hasta los hombros y unas adorables mejillas rosadas, ojos azules impresionantes y una tierna sonrisa. Debía admitir que se veía muy tierna, me dieron muchas ganas de apretarle sus enormes cachetes y hablarle como a un bebé. A su derecha estaba un chico rubio, alto, de tez blanca y al igual que la pequeña con unos ojos azules hermosos. Él es guapo, aunque tiene una mirada excéntrica e interrogante. A su lado estaba otra chica, ojos azules, alta, y se le podía notar a kilómetros lo histérica que estaba. Ella sin duda podría aparecer en la portada de uno de esos carteles para reclutamiento de jóvenes, posando elegante y viéndose preciosa.

Vi al último hermano. A diferencia de los otros, él tenía el cabello castaño y unos ojos tan negros como la noche, pecas adornando desde sus pómulos, hasta su perfecta nariz. Pero su cara de asco lo hacía ver muy irritante. Me miró de arriba abajo sin disimulo algo, ¿Disculpa? ¿Acaso este muchachito está tratando de hacerme sentir menos? Espero que sólo haya sido un mal entendido o aquí arderá Troya.

Aparté mi mirada y les mostré mi mejor sonrisa.

Seguimos a Macready, les dijo donde era su habitación y después desapareció, dejándome con cuatro extraños.

Los miré nuevamente y les extendí la mano, hablé gentil —Hola, soy Thalia. Thalia Wood.

El hermano y hermana mayor me estrecharon la mano. Me sentí mucho mejor cuando me sonrieron cálidamente, me sentí bienvenida en la casa, a pesar de que soy yo la que ha estado aquí por meses —Yo soy Peter—habló el mayor de ellos, el rubio —Ella es Susan, Edmund y la pequeña es Lucy.

—Es un gusto— Lucy se acercó a mí y me dio un abrazo nada esperado. Sonreí, tenía razón, la niña es muy cariñosa y tierna —Ouh.

Peter alejó a su hermana y frunció los labios en son de disculpa —Lo siento.

—Está bien—hice un gesto despreocupado y el sonrío a cambio. Cuando se formó un silencio incómodo supe que era la hora de mi salida —Bueno, creo que debería irme y ya saben, dejar que se instalen.

—De hecho—Me detuve a escuchar a Susan, miraba alrededor de la vieja habitación y después la posó en mí —¿Te quedarías? Podrías hablarnos de este lugar— se encoge de hombros.

Quería negarme, pero si sigo comportándome de esa manera sólo los alejaría sin darles oportunidad de conocerme y sin dármela a mí misma de conocerlos bien. Además, me esperaba una aburrida y larga tarde, lo único que alegraba mis días era jugarle pequeñas bromas inocentes a la señora Macready, pero ahora ya tenía nueva compañía con quien hacerlas. Esto será divertido —Si, eso sería genial. 

Lucy ensanchó sus mejillas, quise reír de ternura al ver los lugares vacíos en dónde deberían ir sus dientes. Susan y Peter se mostraron satisfechos. Edmund ni si quiera volteaba a verme, lo cual no me pudo importar menos.

Entramos a la amplia habitación que sería ahora su hogar, se deshicieron de las pesadas maletas que traían con ellos y Peter cerró la puerta para evitar que la fría corriente del aire entrara.

Hice muecas, estos chicos no parecían unos completos tontos como los que conocí durante toda mi vida. Con la guerra y los caminos separados, no tengo idea de que habrán hecho los idiotas que solían molestarme y burlarse de mí en el colegio. Y a veces en los peores momentos, es en donde conocemos a las mejores personas.

Observé como los hermanos Pevensie eran la perfecta definición de una familia disfuncional, aunque llena de amor al cien por ciento.

Al igual que son la única compañía -sin contar al profesor- que me alegra tener en estos días  descoloridos y difíciles.

Me había dado cuenta de las constantes diferencias entre los hermanos, pues todas las pequeñas peleas que han tenido hasta ahora son por una completa estupidez. Aunque, en momentos tampoco soporto los comentarios denigrantes de Edmund, se comporta como un patán berrinchudo. 

El chico -que ni si quiera se ha molestado en mirarme- solo habla para hacer un bajo comentario, un chiste malo o burlarse de alguien más, aunque claro, siempre está atento a nuestra plática.

—A noche la fuerza armada realizó varios ataques sobre la Gran Bretaña...—Susan apagó la radio en cuanto el hombre empezó a hablar. Cuando Peter se giró con molestia, Susan le hizo un gesto señalándonos. Es cierto, las agobiadoras noticias de que destruyen nuestro hogar no harán sentir mejor a nadie.

—Las sábanas están duras—comentó la pequeña Lucy, dejé el libro que estaba leyendo y me acerqué con ella, al igual que sus hermanos.

—Las guerras no son eternas Lucy, volveremos a Casa.

Tomé la pequeñita mano de la niña en un intento por animarla.

—Sí, si es que aún existe— oh demonios, como es posible que le guste herir a su hermana menor. Que niño tan repulsivo.

—Ah ya duérmete Edmund.

—Claro mamá.

—¡Ed!— lo regañó el mayor. Cerré los ojos, quería decirle que se está comportando como un grandísimo tonto, sin embargo, mi comentario no tendría lugar dentro de la familia Pevensie. y además, todavía no les tengo la suficiente confianza para hablar de una forma abierta y honesta. 

Edmund solo suspiró frustrado.

—Ya verás mañana— le dijo Peter a Lucy—Es muy grande este lugar, haremos lo que queramos aquí. Va a ser fantástico, enserio.

—Lu— llamé su atención —Peter tiene razón, este lugar está lleno de rincones para jugar. Hasta podemos hacer enfurecer a la señora Macready y luego huir— Lucy al igual que sus hermanos soltaron una risilla. Finalmente la niña lo aceptó, no tiene de otra.

La noche ya había caído, ni si quiera me di cuenta de a qué hora oscureció. Me gustó mucho pasar la tarde con ellos y contarnos anécdotas de nuestra anterior vida. Me agradan y creo que yo a ellos.

Me despedí recibiendo las buenas noches de parte de todos, excepto del imprudente Edmund. Su indiferencia no me afecta, jamás rogaría una amistad, especialmente con alguien que no me agrada ni un poquito.

Llegué a mi habitación, me arropé con algo para dormir. Pero no podía hacerlo, no imaginé que los chicos fueran increíblemente agradables. En realidad pasar el tiempo con ellos fue algo muy bueno, creo que todos estamos cooperando para que nuestra estancia aquí sea mejor.

Por alguna razón, las virtudes de cada uno de ellos me recuerdan a personajes salidos de cuentos. Y si algo he aprendido de los cuentos, es que las personas nunca son lo que parecen. Los pevensie tienen ese aire de misterio que me hace querer estar cerca de ellos.

Sin poder evitarlo, me invade el presentimiento  de que los Pevensie cambiarán por completo mi vida. Digo, de todos los lugares en los cuáles pudieron huir de la guerra, están aquí. Conmigo. Y aunque fueron solamente unas horas en las que estuvimos juntos, dejé de sentirme sola.

Pero de algo estoy segura. Ésta casualidad, ésta grandiosa casualidad, solo puede traer consigo cosas buenas o problemas, grandes problemas.

Están a punto de descubrir, como la vida cambió un "'Tú no, fuchi" a un "Eres alguien especial".

Tal vez les hubiera contado ésta historia empezando por mi primer día aquí. Pero sería un inicio aburrido y sin chiste. 

Fueron los hermanos Pevensie quienes me llevaron a una vida de aventura, locura y un incomparable amor de amigos.

Se convirtieron en mi familia. 

Y gracias a ellos, me convertí en lo que soy. 

Jeen N.

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