Si me dices que no

By AvaDraw

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¿Y si descubres que el chico que te detesta en realidad está loco por ti? Hugo no soporta a las feministas y... More

Nota
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44 (+18)
Parte 45
Parte 46
Parte 47
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Agradecimientos
Extra 1: Antes
"Si me dices que no" en librerías🖤⚡️
Extra 2: Entrevista a los personajes
Extra 3: Después

Parte 34

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By AvaDraw

—¡Eh! ¡Preciosa! —gritó aquel chico mirando a Valeria con descaro—. ¿Qué haces con el monstruo del pantano? Vente con nosotros.

Bea se giró hacia el chico, tenía el pelo largo y llevaba una camiseta de Ramones. Estaba sentado frente a unas tiendas de campaña junto con otros cinco chicos, todos con camisetas de grupos. Bea le enseñó el dedo corazón.

Normalmente no respondía tan rápido a las provocaciones. En cierto modo estaba pagando con ese desconocido la frustración que sentía con Hugo.

—Pero si es otra piba —gritó el mismo chico—. Eh, perdona. Podéis venir las dos.

—No hace falta que te duches —dijo su amigo pelirrojo que llevaba una camiseta de Linkin Park—, yo puedo limpiarte el barro con la lengua.

De inmediato uno de sus amigos, que llevaba una camiseta de Metallica, le dio una colleja.

—Eso me gustaría verlo —contestó Bea—. Empieza por este pie.

Valeria miró a Bea mortificada, se estaba muriendo de vergüenza. Bea levantó el pie. Se podía intuir que ahí había un pie porque estaba al final de la pierna, pero aquella masa informe de barro podía esconder cualquier cosa.

—Mejor hablamos cuando salgas —dijo el pelirrojo.

—¿Tenéis toalla? —preguntó el chico que había dado la colleja al pelirrojo.

Bea se dio la vuelta y no le contestó. Si le contestaba probablemente recibiría una respuesta basada en un juego de palabras obsceno. Pero era cierto que no tenía toalla.

Por muchas paredes y puertas que tuvieran las duchas de aquel camping, no iban a proporcionar toallas. Tendría que secarse al aire, lo cual en unas duchas públicas no es especialmente agradable.

—Toma. —El chico que había dado la colleja había ido a donde estaban y le estaba ofreciendo una toalla amarilla.

—Gracias —dijo Valeria dedicándole una sonrisa tímida y cogiendo la toalla antes de que Bea pudiera protestar.

De cerca, el chico era bastante atractivo, a pesar de que el moño que se había hecho no le favorecía. Tenía la mandíbula marcada y los labios carnosos, pero lo que más destacaba en su rostro eran unos impresionantes ojos azules, muy claros, enmarcados bajo unas perfectas cejas negras.

—Siento lo de mi amigo —dijo y alzó la voz para que el pelirrojo le oyera—, vive en el pasado.

—¡Planchabragas! —gritó el pelirrojo de lejos.

—Siento que las mujeres tengáis que aguantar comentarios así. —El chico suspiró resignado—. Trato de que lo entiendan, pero no empatizan con vuestra lucha. No son capaces de ponerse en vuestra piel.

—Suele pasar. Oye, gracias por la toalla —dijo Bea tratando de sonreír.

—De nada, espero que si algún día me veo en tu situación también me presten una toalla.

—Ya, bueno. —Bea rio en voz baja—. Espero que no te veas nunca en esta situación.

—Yo también. —El chico sonrió y se le formaron hoyuelos en la cara—. Oye, eres de Madrid, ¿verdad?

—Sí ¿Tú también? —contestó Bea.

—Sí, me suena haberte visto por ahí alguna vez.

—¿Estás seguro? —Bea le miraba frunciendo el ceño—. A mí no me suenas, y de ti me acordaría.

Una chica salió de las duchas con el pelo mojado. Era el turno de Bea.

—Espero que eso fuera un piropo —dijo el chico con timidez llevándose la mano a la nuca.

—Lo es.

Bea le guiñó un ojo antes de entrar a la ducha, pero entre todo aquel barro aquel gesto no resultó especialmente sugerente.

Cuando llegaron a la ducha que estaba libre, Valeria empezó a sacar de su mochila infinidad de botes: gel, champú, suavizante, crema corporal... Bea la habría abrazado si no hubiese estado cubierta de barro.

—Tu mochila es el bolso de Mary Poppins, tía —dijo Bea asombrada—. ¿Seguro que también tienes ropa para mí ahí?

Valeria salió y cerró la puerta de la ducha, deseosa de volver a ver a su amiga limpia. Era raro hablar con un montón de barro con ojos.

—Dile adiós a Bearro —dijo Bea abriendo la puerta.

—Adiós mugriento. No regreses. —Valeria volvió a cerrar la puerta.

Bea abrió el agua de la ducha sin desnudarse. A punto estuvieron de saltársele las lágrimas de alegría al sentir cómo se iba cayendo el barro de su piel y su ropa.

—Be. —Valeria la llamó desde el otro lado de la puerta—. ¿Qué es planchabragas? 

—Es como llaman los machistas a los hombres educados y respetuosos con las mujeres.

El suelo se había cubierto de barro bajo los pies de Bea, y poco a poco pudo volver a ver los colores de su ropa. Se la quitó sintiendo muchísimo alivio. Cuando trató de quitarse los vaqueros resbaló y tuvo que apoyarse de golpe en la pared.

Sus ojos se perdieron un momento en aquellas baldosas blancas. Su traicionera imaginación hizo que se viera apoyando sus manos contra aquella pared, para no perder el equilibrio, mientras las manos de Hugo recorrían su cuerpo.

Agitó la cabeza y movió la llave del grifo para que el agua saliera más fría.

No sirvió de mucho. Esta vez imaginó su espalda sobre aquellas baldosas, y el cuerpo desnudo y mojado de Hugo aprisionándola contra la pared. El calor de su cuerpo contrarrestando el agua fría, su aliento sobre su cuello. Él la levantaría, le separaría las piernas y....

Hizo que el agua saliera totalmente fría. Aguantó hasta que le castañearon los dientes y cerró el grifo. Volvió a abrirlo y aguantó veinte segundos más, por si acaso.

Tenía que solucionar aquella revolución hormonal. El chico de la toalla no era mala opción, estaba interesado y no parecía tener novia. Una novia le habría avisado de que ese moño no le quedaba bien. Todo dependía de si aparecía o no con los energúmenos de sus amigos.

—Val —Bea llamó a su amiga entreabriendo la puerta—. ¿Me queda algo de barro en la espalda?

Valeria se asomó a mirarla.

—Be —dijo Valeria en un hilo de voz—, no me gustas.

—¿Eh?

—Quiero decir...

—¿No te parece algo feo para decirle a alguien que está desnudo frente a ti? —bromeó Bea.

—No quería decir eso. Es decir. —Valeria sintió ganas de llorar—. Qué mal. Soy como Iker, pero con las palabras.

—No te agobies, no pasa nada. —Bea rio.

—Tienes un cuerpo muy bonito, ojalá estuviera tan delgada como tú. —Valeria trató de arreglarlo—. Es solo que... no sentí nada cuando te di ese beso. Lo acabo de recordar.

—¿Y qué esperabas? La atracción no funciona así, no se puede planear. ¿Queda barro o no?

—En la espalda no. Solo detrás de los muslos. Pero ya no me preocupa que no me guste nadie.

—Ya llegará. O quizá tengas suerte y no llegue nunca. —Se señaló los muslos—. ¿Ya?

—Sí, ya no tienes nada. ¿Suerte?

—Es un decir... bueno, te ahorrarías muchos quebraderos de cabeza.

Valeria quiso preguntar a Bea sobre sus quebraderos de cabeza, pero le dio miedo seguir metiendo la pata. Bea se secó y se probó varias prendas que Valeria le ofrecía, al final se quedó con una camiseta negra larga que le llegaba a la mitad del muslo. Era muy escotada, pero Valeria le dio la idea a Bea de que le diera la vuelta, así que el escote quedó por detrás. Le puso un cinturón a la cadera para que pareciera un vestido. Cuando Bea se miró en el espejo se sintió rarísima. Iba bien, pero, a pesar de ser una camiseta de algodón, se veía demasiado arreglada.

—No voy tan corta desde... No recuerdo desde cuándo.

—Sigo pensando que con el vestido rosa estabas muy sexy. —Valeria la miraba ilusionada, sentía que estaba vistiendo a una muñeca. —¡Ay! Para los pies solo tengo unas chanclas.

—No te preocupes, déjamelas y dile a Iker que llame a Camino que miren a ver si alguna tiene zapatillas de sobra. Que sean del treinta y seis.

—Las chanclas son un cuarenta —dijo Valeria apurada.

—No pasa nada.

Sí pasaba. De cada cinco pasos se tropezaba uno. En el suelo del edificio no era un problema, pero nada más salir entró el pánico. El suelo de alrededor de las duchas era lodo. Tendría que caminar veinte metros sobre aquel barro resbaladizo antes de pisar suelo más firme.

Con unas chanclas tan grandes seguro que se tropezaría y caería sobre el barro. No quería repetir esa experiencia.

Suspiró resignada, la mejor opción era quitarse las chanclas y pasar andando. Los pies se le volverían a manchar, pero andaría con más estabilidad. Se descalzó.

El chico de la toalla se acercó de nuevo a donde estaban.

—Espero no molestarte. Supongo que es raro que un desconocido se ofrezca a llevarte en brazos hasta donde acaba el barro. Así que bueno. —Estiró el brazo y le ofreció la mano a Bea—. Soy Wences.

—Yo Bea —dijo ella rechazando su mano y dándole dos besos—. Ella es Valeria. Por cierto, gracias por la toalla, te la iba a llevar ahora.

—¿Me dejas ayudarte? —insistió Wences—. No me cuesta nada, estoy fuerte.

—Te lo agradezco, de verdad. Pero solo es un poco de barro. —Bea le sonrió.

—Como quieras. —Wences se encogió de hombros—. Es solo que pensaba que ya habías tenido suficiente barro por hoy.

Ella miró con ansiedad la trampa resbaladiza en la que se había convertido el suelo. Acabó cediendo.

Bea le dio su mochila y la bolsa de plástico en la que había metido su ropa mojada a Valeria. Pasó su brazo alrededor del cuello de Wences. Él la levantó como si apenas pesara nada; aunque no lo parecía, estaba fuerte. Bea notó el suelo alejarse de ella y la mano de Wences agarrando su pecho derecho.

Él parecía concentrado en pisar bien para no resbalar. Bea trató de liberar su pecho sutilmente. Cuando Wences se dio cuenta lo soltó de inmediato.

—Perdona —dijo apurado—. Lo siento mucho, estaba concentrado en... Qué mal.

Llegó al final del barrizal y dejó con cuidado a Bea en el suelo.

—De verdad que lo siento. —Wences se había llevado las manos a la cara—. Solo intentaba ayudar y ahora pensarás que soy un cerdo.

—No te preocupes —dijo Bea colocándose el vestido. Le había molestado, pero ahora veía que no había sido a propósito—. Gracias por salvar mis pies.

—No es nada. ¿Qué hacéis esta tarde?

—Pues no sé si lo has oído —Bea cruzó los brazos—, pero unos chavales dan un concierto aquí al lado. Nos pasaremos, hay que apoyar a los nuevos grupos.

—Ah, pues ni idea, ¿cómo se llaman?

—Metallica.

—Qué casualidad, como la marca de mi camiseta —Wences señaló su prenda—. ¿Nos vemos allí?

—Voy con unos amigos. Quizá luego.

—¿Entonces estarás con nosotros y no en primera fila? —intervino Valeria que estaba muy atenta a aquella conversación.

—No lo sé —dijo Bea—. Cuando suene Master of Puppets no respondo de mis actos.  

—Yo también suelo estar en primera fila, pero por si acaso dame tu número y te llamo cuando acabe. —Wences sacó el móvil.

—Te va a sonar a excusa —Bea le miró apurada—, pero mi móvil está ahora mismo como estaba yo hace un rato. No sé ni si enciende.

—Uf. Me tienes que contar qué os ha pasado a tu móvil y a ti. ¿Quedamos junto al puesto de Heineken después de los bises?

Bea aceptó y se despidieron. A los pocos metros se detuvo y se dio la vuelta.

—Si no aparezco no me lo tengas en cuenta, ya sabes cómo son estos conciertos...

-Aparecerás -Wences le guiñó un ojo antes de darse la vuelta para volver con sus amigos.


Cada vez me quedan más largos los capítulos y cada vez queda menos para el final :)

Espero que os esté gustando. ¿Qué os parece el nuevo personaje? ¿Creéis que Bea se encontrará con él después del concierto?

Gracias de nuevo por todo el apoyo, me estoy planteando auto-publicar, pero no sé si me estoy emocionando demasiado, jeje.

Este capítulo va dedicado a @allkooper :) a quien le gusta la buena música

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