Si me dices que no

Oleh AvaDraw

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¿Y si descubres que el chico que te detesta en realidad está loco por ti? Hugo no soporta a las feministas y... Lebih Banyak

Nota
Parte 1
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44 (+18)
Parte 45
Parte 46
Parte 47
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Agradecimientos
Extra 1: Antes
"Si me dices que no" en librerías🖤⚡️
Extra 2: Entrevista a los personajes
Extra 3: Después

Parte 2

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Oleh AvaDraw

Hugo quería saborear el momento, deleitarse al contemplar al enemigo derrotado. No podía esperar a regodearse en el "yo tenía razón". En el fondo, todo el rencor y las quejas de Bea tenían como objetivo llamar su atención.

Sentía mariposas en el estómago con solo pensar que a la chica que tanto le había atacado públicamente le temblaban las piernas cuando pensaba en él. Necesitaba comprobarlo, necesitaba leer en sus ojos esa canción que tanto le gustaba.

La rubia del top rojo con la que estaba no paraba de hablar. Hugo le sonreía y asentía con la cabeza, pero hacía rato que había perdido el hilo de lo que le estaba contando. Ella era una apuesta segura para aquella noche, estaba visiblemente interesada en no dormir sola; si Hugo la desatendía demasiado tiempo no tardaría en aparecer otro voluntario y él se iría a casa solo. Pero no dejaba de pensar en la claudicación de Bea, y en este momento hacer que su enemiga se sonrojara se le antojaba más apetecible que un polvo, probablemente decepcionante, con aquella rubia.

Se atusó el pelo, se metió las manos en los bolsillos y fue hacia Bea.

—Hey —le dijo ladeando levemente la cabeza. Estaba seguro que no necesitaba un "hola" completo para ponerla nerviosa.

Ella se puso nerviosa pero no por el motivo que él creía. Le miró tensa, con los ojos muy abiertos. Primero porque le había bloqueado el paso y segundo porque no esperaba tener que interactuar con él de ninguna manera hasta el día siguiente, no se había mentalizado. Además, la música estaba muy alta, había mucha gente en El Ariel y Hugo, además de estar demasiado cerca, era mucho más alto que ella. Se sintió atrapada. Se alegró de tener en la mano una copa llena.

—Hola, Hugo, ¿cómo estás? —dijo tratando de borrar el gesto de asco con una gran sonrisa.

Hugo le daba muchísima grima. Le resultaba chocante, casi increíble, lo que Martín le había dicho acerca de los sentimientos de Hugo hacia ella. Para ella no tenía ningún sentido, pero nunca había sido muy avispada leyendo a los hombres, así que podía ser verdad. La mitad de Bea se sentía algo así como una vengadora de su sexo. Hugo no respetaba a las mujeres ni en su discurso ni en sus acciones. Debía de ser duro para él que una mujer que le había atizado como ella con el discurso feminista le hiciera sentir algo. Bea se sentía poderosa y tentada a destruirle con el dominio que ahora tenía sobre él.

Pero su otra mitad sabía que tenía que ser amable con él. Su habitual ración de insultos, desprecio y frialdad ahora le parecían excesivamente crueles. Hugo podía ser un cavernícola sin empatía, pero también era un ser humano.

—Bien —Hugo fue a decir "porque te voy a tener cerca todo el viernes" pero tampoco quería ensañarse—, preocupado por mi furgo.

—¿Qué le pasa?

—Que mañana la vas a conducir tú, y es un poco tímida con los desconocidos.

—¿Te preocupa que la conduzca una mujer? —Bea estaba empezando a dudar de las palabras de Martín.

—Me preocupa más que la conduzca un hombre sin puntos —dijo Hugo—, pero sí, como dice el refrán: "mujer al volante..."

—Cómo no —Bea puso los ojos en blanco.

—Si lo dice el refrán por algo será.

—Sí, porque esa clase de dichos son el fruto de una larga tradición patriarcal...

Hugo sonrió al darse cuenta de lo fácil que le resultaba alterarla, de lo poco que le había costado que sacara a relucir su discurso. Ella no estaba segura de si él no confiaba en la capacidad de las mujeres conductoras o lo había dicho para provocarla. Ambas posibilidades la enfadaban y por un momento pensó en mandarle a la mierda. Pero a pesar de todo, aquella era la conversación más civilizada que habían mantenido en un año.

Desde que eran niños, Hugo y Martín habían sido vecinos, pero fue durante la adolescencia cuando se convirtieron en grandes amigos. Martín conoció a Iker en la universidad y los tres se hicieron inseparables. A veces salían con el Pintxo, Marcos y algunos más. Los demás iban y venían, pero ellos tres siempre estuvieron juntos hasta que Hugo se fue a San Francisco a hacer un Máster; fue entonces cuando Martín conoció a Bea en un curso de inglés. La invitó a un concierto, una cosa llevó a la otra y ella acabó siendo una amiga más y llenando el vacío de Hugo.

Cuando Hugo regresó, dos años después de irse, Martín e Iker dieron por hecho que Bea y Hugo encajarían bien. Tenían gustos similares, el mismo sentido del humor, sería divertido hacer planes los cuatro.

Bea y Hugo se cruzaron unos minutos en un botellón, se echaron unas risas y pareció que se entendieron. Pero su siguiente encuentro, en el cumpleaños de Iker, fue un desastre.

Aquel día, hacía casi un año, Iker había invitado a sus amigos a un bar irlandés. Cuando apareció Bea Hugo la saludó con dos besos y le dijo:

—Con lo guapa que eres ya podrías arreglarte un poco. —Sonrió—. No entiendo por qué vas tan tapada en junio.

Bea no salía de su asombro. Le interesaba mucho caer bien a los amigos de Martín e Iker y no dijo nada, pero su gesto enfadado la delató.

—No pongas esa cara —continuó Hugo—, es un piropo. Anda, sonríe, que estás en una fiesta.

—¿Alguna orden más? —gruñó Bea.

—¿Cómo?

—Que si puedo hacer algo más por ti, antes de volver a la cocina. —Bea no se esforzó en ocultar su indignación.

—Pero si te he dicho que eres guapa, que lo estarías aún más si te arreglaras —dijo Hugo—. Es un piropo, ¿soy un machista por decir un piropo?

—No. Eres un machista por que te crees con derecho a opinar sobre mi ropa, y sientes la necesidad de hacerlo por que no cumplo con tus "falo-estándares".

Hugo se rio; Bea, molesta, ocupó el asiento más alejado de él que encontró libre y trató de distraerse charlando con otros amigos de Iker. Todo pareció zanjado hasta que alguien contó que sospechaba que una compañera de trabajo sufría malos tratos.

—A mí me parece fatal, yo no entiendo que un hombre pueda hacer eso —dijo Hugo—, los hombres están para proteger a las mujeres. Pero también es verdad que hay muchísimas denuncias falsas.

Bea trató de rebatirle con paciencia, argumentos, cifras y estadísticas. Hugo también hizo uso de argumentos, cifras y estadísticas, de origen un poco más dudoso, para reforzar su afirmación.

La cosa se fue poniendo fea hasta que Martín dijo, medio en broma medio en serio, que estaba prohibido sacar esa clase de temas de conversación y nadie volvió a mencionarlo. Llegaron a la fiesta más amigos de Iker, le dieron los regalos y alguien sugirió quedar otro día para jugar un partido de fútbol. Una sugerencia inocente de consecuencias desastrosas.

—Yo me apunto —dijo Hugo, y se dirigió a Bea y a Paula, la novia de Martín—. Hasta podríais jugar vosotras.

—"Hasta" —recalcó Bea, ofendida.

—Joder, tía —dijo Hugo—, de verdad, que te estoy incluyendo. Te ofende cualquier chorrada.

—No es una chorrada —gruñó Bea—, es un micromachismo.

—¿Sabes lo que pienso yo de los micromachismos?

Y la conversación se fue de madre. Ninguno de los dos quiso rebajar el tono y la discusión se fue poniendo cada vez más fea. Cuando Bea logró acorralar a Hugo y pillarle en una contradicción, Hugo optó por huir hacia adelante, soltando todas las burradas que se le ocurrieron.

Todo acabó con Hugo levantándose para salir a fumar mientras decía "a ver, no te ofendas, pero eso que dices es de puta loca. No me extraña que ninguno de estos haya intentado nada contigo".

Lo dijo sin contemplaciones, con la clara intención de ofenderla. 

A esas alturas se había ido casi todo el mundo a fumar fuera, solo quedaban Bea e Iker dentro del irlandés. Iker se pasó un tercio de su cumpleaños aguantando la pelea, otro tercio calmando a Bea y el último tercio quejándose a Martín de que le habían fastidiado el cumpleaños.

A la mañana siguiente, Hugo y Bea llamaron a Iker por separado para disculparse con él por haber convertido su cumpleaños en un campo de batalla.

En las siguientes semanas se sucedieron enfrentamientos en Facebook y Twitter que empezaron con comentarios graciosos y memes, y acabaron con Bea bloqueando a Hugo de sus redes sociales. Algo que Hugo no dudó en echarle en cara la siguiente vez que se vieron.

Martín e Iker estaban en medio de aquella contienda. No querían elegir entre sus amigos así que optaron por llamar a los dos cada vez que salían. Durante un tiempo aquello funcionó, más o menos. Hugo hacía comentarios especialmente machistas cuando Bea estaba cerca y Bea no le pasaba los porros cuando fumaban. Había cierto equilibrio, pero no duró mucho.

El equilibrio se rompió en un botellón que organizaron el año anterior. Estaba siendo relativamente tranquilo, hasta que salió el tema de las exparejas y las relaciones. Hugo no parecía muy interesado en el tema y le irritaba que Bea participara tanto;estaba especialmente molesto con ella porque Bea había advertido a una chica sobre Hugo y fastidiado sus oportunidades.

—Al final se trata de encontrar a una buena persona, que te quiera y que te respete —le dijo Bea a otra chica que estaba en el botellón.

—Eso es —Hugo intervino por primera vez—. Tú haz caso a Beatriz. —Así es como Hugo la llamaba para molestar—. Ella lo sabe todo sobre los hombres. Siempre elige a buenas personas que la quieren, la respetan y rulan sus fotos en bolas por todo Madrid.

Se hizo un silencio sepulcral. Cuando Bea estaba en la universidad un exnovio suyo compartió fotos íntimas que ella le había enviado. Las fotos corrieron como la pólvora entre sus conocidos. Ella tuvo que denunciar a un portal de internet para que quitaran esas imágenes. Bea lo pasó muy mal, a los pocos meses conoció a Martín e Iker y le vino muy bien estar con gente con la que pudiera fingir que aquello no había pasado. Pero esas fotos acabaron llegando a Martín, Iker y el nuevo grupo de amigos de Bea; cuando esto sucedió ellos se limitaron a darle su apoyo y a no volver asacar nunca más aquel tema.

—¿Cómo sabes lo de las fotos? —le interrogó Martín. Él no le había contado nada, Iker seguramente tampoco. Era un tema tabú.

—Alguien me las pasó el día del cumpleaños de Iker.

Bea sustituyó las repentinas ganas de llorar que sentía por rabia. Hugo estaba enfadado aquel día, lo comentó en redes sociales y alguien le envió las malditas fotos para hacerle daño a ella, o para congraciarse con Hugo. Apretó los dientes. No era justo que algo tan personal, tan íntimo se hubiera convertido en una herramienta para otros; no era justo que para ellos fuera burla y morbo, y para ella días sin comer y noches sin dormir.

—Y a pesar de ser las fotos de una amiga... las miraste —ladró Bea casi escupiéndole—. ¿Por qué no me sorprende?

—Hice algo más que mirar esas fotos —dijo Hugo sonriendo y cruzándose de brazos.

Se quedó esperando, muy seguro de sí mismo, la reacción airada de Bea y las risas cómplices de sus amigos.

Bea se quedó helada. Nadie rio. Cuando se atrevieron a hablar fue para reprender duramente a Hugo, quien se limitó a decir que no se pusieran así, que "eran solo unas fotos" y que "era Bea la que tenía que haber tenido más cabeza" antes de que todos se le echaran encima y le recriminaran sus comentarios. Hugo se dio por vencido, murmuró una forzada disculpa y minutos después ya habían cambiado de tema de conversación.

Bea no volvió a hablar aquella noche, se fue pronto a casa. A partir de entonces dejó de acudir a los planes, hacía excepciones con los cumpleaños, pero no se quedaba más de quince minutos. A pesar de llevar más de medio año sin cruzar más de dos palabras con Hugo y de que Martín le hubiera insistido varias veces en que su amigo estaba cambiando, ella aún estaba resentida.

En El Ariel, Bea recordó aquella frase de Hugo y trató de dar un paso atrás. No pudo alejarse más por lo lleno que estaba el bar. Se agobió.

—Está bien —Hugo alzó las manos—, retiro lo de "mujer al volante", además es una frase muy de cuñado. Mi machismo es mucho más sofisticado.

Bea asintió con la cabeza mirando al suelo, solo quería irse de allí. Hugo lo notó y cambió de actitud.

—Bueno, solo quería decirte —dijo Hugo— que creo que tenemos que llegar a algún tipo de tregua para este viaje. Por Mart.

—¿Por Martín...? —Bea miró a Hugo por fin—. Ah, ya. Menuda racha lleva.

—Sí —dijo Hugo torciendo la expresión—. Le vendrá bien despejarse. Salir de Madrid.

—Sí —murmuró Bea.

—Pues eso. Podríamos intentar no cargarle con más movidas de las que ya tiene, si las podemos evitar.

—Ya. ¿Qué sugieres? —Bea le miraba con recelo.

—Nada, simplemente que no la liemos —Hugo se encogió de hombros.

—¿Crees que podrás pasar sin decir estupideces de machito? —le preguntó Bea.

—Sí, Be —dijo Hugo, parecía cansado—, creo que podré pasar por alto cosas si tú no empiezas con el feminismo radical antihombres.

Por un momento estuvo a punto de tirar la toalla, frustrada. Le parecía imposible convivir en paz con alguien como Hugo. Entonces él le pidió su opinión acerca de si sería bueno para Martín ir al concierto de Metallica, y el tono de la conversación cambió de golpe. Ambos estaban de acuerdo en que necesitaba distraerse y desconectar, aunque solo fueran un par de días, y le vendría bien sentirse arropado por sus amigos. Bea se sintió por fin comprendida, porque cuando hablaba del tema con Iker él le decía que sobreprotegía a Martín. En cambio, Hugo opinaba como ella. Además, no podía evitar sonreír cuando notaba el cariño con el que Hugo hablaba de su amigo. Fue a la barra a por otra copa y al volver se cruzó con la rubia con la que Hugo había estado hablando, estaba besándose con otro chico.

—Creo que tu chica te ha olvidado —dijo Bea entre risas.

—Oh, no. —Hugo fingió estar indignado—. Se suponía que lo nuestro era para siempre.

—¿Ah, sí? —ella no disimuló su sarcasmo.

—Marta y yo estábamos hechos el uno para el otro. Iba a presentarle a mi madre. —Hugo aparentó estar desconsolado.

—No sabes cómo se llama, ¿verdad? —dijo Bea.

—Marta.

—Ya, bueno, a mí me llamaste Marta el día que nos conocimos.

—No, qué va —mintió Hugo.

—Y a mi amiga Eli también la llamaste Marta cuando la traje en Halloween —le recordó Bea.

—¿Eso hice?

—Espero que no lo hagas para tener posibilidades de acertar. Marta ni siquiera es el nombre más común.

—¿Y cuál es? —preguntó Hugo.

—Creo que Laura.

Hugo cogió la mano de Bea, se la llevó al pecho mirando hacia donde estaba la rubia y su nuevo acompañante.

—¡Oh, Laura! —dijo Hugo—. Lo teníamos todo. Ese tío solo te está objetificando.

—¿Objetificando?

—Sí, hasta la garganta —Hugo les miraba con los ojos muy abiertos—, estoy aprendiendo los términos, ¿qué tal lo hago?

—Fatal —dijo Bea divertida.

—Bueno —dijo acercándose un poco a Bea—, tú podrías enseñarme todo lo que sabes sobre objetificar.

Bea cayó en la cuenta de que aún tenía su mano contra el pecho de Hugo, y él aún se la sujetaba. La recuperó tratando de no ser demasiado brusca y se bebió media copa de golpe en un intento fallido de disimular que se había puesto nerviosa.

—Creo que se me ha olvidado ya cómo se objetifica. —Bea se arrepintió casi de inmediato de decirlo—. Puedo preguntarle a Laura.

—No hagas eso. Laura tiene un gusto terrible. —Señaló con la cabeza al chico que estaba con la rubia.

—Bueno, estaba muy interesada en ti hasta hace un rato.

—Lo que he dicho, un gusto terrible. Soy un garrulo machista.

—Eres todo masculinidad tóxica. —Bea le hizo una caída de ojos. Estaba claramente tonteando. Cuando fue consciente de lo que había hecho se puso nerviosa, ese no era el tono que quería usar.

—Exacto —dijo Hugo dedicándole una sonrisa que parecía sacada de un anuncio.

Bea hizo algunas preguntas acerca de la logística del viaje: ¿Qué ruta seguirían? ¿Cómo se repartirían los gastos? ¿Dónde se alojarían? Dieron por hecho que Iker y Martín no habrían pensado en nada como de costumbre y acordaron varios puntos. Eso relajó un poco la tensión, pero a Bea se le iba de vez en cuando la mirada a los hombros de Hugo, a sus ojos, a su sonrisa,agitaba la cabeza y se forzaba a volver a centrarse en el tema.

Se formó un pogo en el garito y les empujaron un par de veces. Hugo dio la espalda al pogo para proteger a Bea. Tras el segundo empujón ella sintió la mano izquierda de Hugo en su cintura. Sobre el lugar exacto, ejerciendo la presión justa. Estaba realmente sorprendida de la profesionalidad con la que él actuaba; no se había dado cuenta, pero estaban muy cerca: Hugo, inclinado hacia ella y con el brazo derecho apoyado en la pared, la había rodeado prácticamente sin tocarla. Era bueno, muy bueno. Y estaba muy bueno. ¿Por qué tenía que ser tan imbécil?

Se sentía hechizada. Disfrutaba de tener la atención Hugo y entendió por primera vez su éxito con las chicas, el efecto que causaba ellas. Las hacía sentir especiales. Bea percibía el peligro, pero estaba segura de que tenía todo bajo control. Si no le miraba a los ojos o a la boca él no haría nada. Así que centró la vista en la copa vacía que tenía en la mano y aguantó así hasta que él dijo algo que ella no entendió porque la música estaba muy alta. Entonces levantó la cara y vio que Hugo la miraba como si pudiera atravesarla con los ojos.

—No me mires así —le rogó Bea.

—Lo estoy pasando fatal con tu camiseta. —Hugo señaló el texto en la camiseta que rezaba "No me mires las tetas"—. Creo que me quiere decir algo, pero no puedo leer lo que me quiere decir porque me lo prohíbe. Ese trozo de tela es toda una paradoja. Así que tengo que mirarte a la cara, para evitar la camiseta. —Acercó aún más su rostro al de ella, intensificando su mirada—. A no ser que te la quites. 

—¿Puedes dejar de fastidiarme? —protestó Bea. Fue a apartarle el brazo izquierdo, pero en lugar de eso se limitó a agarrarlo. Se le escapó una risa tonta, se sintió como una idiota.

Hugo puso una mano cerca de la nuca de Bea y jugueteó con los pelos que se escapaban del moño, acariciándola. Un gesto aparentemente inconsciente, que estaba muy calculado.

—Me resulta muy difícil portarme bien contigo, Beatriz. —Los ojos se le iban a los labios de Bea.

El cuerpo de Bea pedía a gritos que le comiera la boca a ese cavernícola. Hugo la embriagaba. Su mente estaba decepcionada con ella por dejarse llevar, por estar disfrutando de aquello. La voz que le advertía que no debía caer en la tentación, era cada vez más débil. En cambio, una idea fue tomando forma en su cabeza y sonaba cada vez más convincente: Ella no tenía por qué renunciar a nada por culpa de un machista, aunque ese algo fuera ese mismo machista.

—Sé bueno, anda. —Bea ladeó la cabeza. Había una nota de súplica en su voz. Él tenía que parar eso porque ella ya no podía.

Lo que quería decirle es que se apartara, pero cayó entonces en la cuenta de que llevaba un rato mirándole a la boca. Parpadeó y cuando abrió los ojos Hugo tenía su boca sobre la comisura de sus labios. 


Nota importante sobre la difusión de fotos íntimas:

En este capítulo se ve una de las peores caras de Hugo, hace ya un año de ese comportamiento, pero es horrible y no debió burlarse ni culpar a Bea. Cuando a Bea le ocurrió aquello no tenía recursos a su alcance, pero a día de hoy que difundan fotos, audios o vídeos sin tu consentimiento es delito en la gran mayoría de países.

En España puedes acudir a Canal Prioritario https://www.aepd.es/es/canalprioritario donde la ayuda será prácticamente inmediata. También puedes denunciar en tu comisaría más cercana. Las penas por ese delito pueden llegar a ser de cárcel.

En Colombia es http://www.enticconfio.gov.co/

En Argentina escribe a denunciasufeci@mpf.gov.ar

En otros países no tengo información sobre qué vías hay para denunciar, pero si algunas lectoras lo sabéis y podéis dejarlo en comentarios os lo agradezco.

Se dice más adelante en la historia, pero si te ha pasado algo así, recuerda que NO fue tu culpa que alguien traicionara así tu confianza y violara de esa manera tu intimidad.

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