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By KarinaGaztea

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El pasado siempre es dueño de nuestro presente. Hay quienes como yo, intentaron eliminarlo. Pero hay un siste... More

Return (Secuela de Reset)
Prologo
Capitulo 1.
Capitulo 2.
Capitulo 3.
Capitulo 4.
Capitulo 5.
Capitulo 6.
Capitulo 7.
Capitulo 8.
Capitulo 9.
Capitulo 10.
Capitulo 11.
Capitulo 12.
Capitulo 13.
Capitulo 14.
Capitulo 15.
Capitulo 16.
Capitulo 17.
¿¿¿TRILOGÍA???
Capitulo 18.
Capitulo 19.
Capitulo 20.
Capitulo 21.
Capitulo 22.
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27.
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30.
Capitulo 31.
Capitulo 32.
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 41
¿Libro en físico?
Capitulo 42
Capitulo 43 (Final)

Capitulo 40

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By KarinaGaztea

Decidimos iniciar el viaje la mañana siguiente. Durante el resto del día no había tenido noticia alguna de Agnes, justo hasta esa noche que decidí salir al bosque. Cuando me dirigía hacia el boquete oculto, una silueta en la oscuridad permanecía frente a él, causando que el pasmo me surgiera cuando al acercarme, confirmara su imagen. Me volví tieso y nervioso.

Parecía un tanto sorprendida cuando se volvió ante el sonido de mis pasos, ya que su expresión era desconcierto puro. Yo no tenía idea de cómo demonios me mantenía de pie como un mástil si lo que más deseaba era arrojarme a abrazarle.

Después de varios segundos, ella fue quien rompió el hielo diciendo...

-Escuche que lo hiciste bien.

El ceño en mi frente reapareció por el impacto de su "bienvenida". No lograba comprender el momento en el que habían desaparecido las cenizas del último encuentro. Juraba que le había escuchado decir que aun sentía cosas por mí, más ahora parecía bastante distante a pesar de aquello. No concilie formar ninguna respuesta.

-Fuiste tú quien consiguió el armamento, ¿no es así?

Un nudo amargo en la garganta me impedía tragar. En fracciones se disipaba la poca cercanía que habíamos creado hace días y volvía a establecer la cerca entre nosotros.

Cerre los puños de impotencia y me abstuve de soltar lo que me recorría el ser en ese momento, quizá estaba sacando conclusiones muy apresuradas y lo que menos deseaba era arruinar aquello. El silencio incomodo se instaló y desee romperlo en ese mismo instante tomándola del rostro y besándole tan fuerte que su agitación se acelerara por mi arrebato, sin embargo no me atreví.

La inconstante visión de Agnes se posaba y apartaba en mis ojos cada vez menos y solo eran milésimas las que lograba prenderse en mí. Intente por no asediarla, aunque lo que exigían mis ojos no fuera solo lo que había asegurado ella: una respuesta.

Ignorando el hecho de que los reproches me desbordaban, torne por un tema que fuera todo lo contrario a mi desesperación.

-¿Y quién te lo ha dicho? – susurre la pregunta.

No hubo respuesta y otro silencio incomodo volvió a distanciarnos todavía más. Me temía que si no era yo quien rememorara el tema, Agnes ni siquiera lo retomaría.

-Lo debiste de haber escuchado de él. – lo último brotó con algo de desprecio.

El tensar de su expresión confirmo lo que había dicho y odie a ese bastardo tan solo por seguir respirando. A pesar de parecer incomoda, siguió adelante.

-Escuche que además de sacar el armamento, lograste salvarle la vida a dos de los nuestros, junto con una agente de la Justicia.

Todo lo que me pasaba por la mente era solamente en lo molesto que comenzaba a resultar todo esto. En lo frustrado que me ponía no obtener lo que deseaba.

¿A qué se debida tan gélido comportamiento? ¿Había llegado a una conclusión? ¿La respuesta era negativa?

-¿Tanto te interesa? – un arrebato de impaciencia me embargo.

La impresión le cruzo el semblante y su entrecejo se volvió pesado, más inexplicablemente no era por arremeter, ya que simplemente y casi de inmediato, lo aclaro obviándolo.

-¿Confías tanto en ella? Acaba de salir de ese lugar. – su argumento me volvió más confuso todavía. – ¿No te preocupa el que te juegue una emboscada? ¿Qué termine llevándote justo a Russell? ¿No te parece bastante sospechoso que quiera que solo tú la acompañes a esa "excursión" desconocida?

Tal parecía que ella conocía el viaje que emprendería a la mañana siguiente, pero eso ni siquiera me importaba. Esperaba hablar de nosotros, de lo que sucedería ahora en adelante, de si cabía una esperanza para mí.

-¿Qué tiene que ver eso con nosotros? – se me escapo cuestionarle en respuesta.

Su semblante entero titubeo, ya no parecía tan determinada como hace un minuto, antes de soltarle la pregunta que tanto me había contenido. Yo seguía firme y le estudiaba atentamente cada fina línea de su rostro, cada gesto, más resultaba complicado debido a que la oscuridad y la distancia jugaban en mi contra.

Agnes de pronto había comenzado a respirar profundo y con pesadez, su quijada tensa y su visión esparcida en ninguna parte. Afónica, sin poder dar una respuesta a mí duda. Después de una silenciosa eternidad, retrocedió unos pasos y finalmente me dio la espalda.

-Aun necesito tiempo. – se bastó a decir.

-¿Cuánto más?

Sabía que estaba siendo osco, más el desespero estaba ganando la batalla. A pesar de que pudiera esperar un día más, ya no era razonable para mí. No había motivo por la cual no pudiera darme una respuesta concreta después de estas semanas que pudo haber pensado con tranquilidad si podría o no terminar perdonándome. Si lograría o no confiar en mí nuevamente.

-No he venido aquí para esto...

-Descuida, no te atormentes más. Me queda claro que ya no queda nada por hacer.

A pesar de haber rematado con aquello, añoraba con todo mi ser que ella pudiera rectificarme, más su confirmación fue silencio. Espere minutos más, espere el mayor lapso que pude, solo para no abandonar la pequeña esperanza que existía, en cambio nada salía de su boca y mi reloj interno extinguía la ilusión de a poco.

-Me marcho primero. – fue lo último que dije antes de desaparecer con mi ego echo mierda.

Llegue a mi habitación más frustrada que nunca, temiendo que el ataque de ansiedad volviera a embargarme nuevamente. Encerre en puños el temblor de mis manos y forcé a mis pulmones a tranquilizarse mientras me deshacía de la camisa y me tiraba a la cama.

Estuve ahí mirando al techo por horas, con el mínimo de afán de que ella llegara a tocar mi puerta para hablar, más eso nunca sucedió, pues el sol comenzó a asomarse por la ventana y me advertía que dentro de poco tendría que emprender mi marcha.

Estaba realmente desecho y tome fuerza para levantarme tan solo porque no soportaba la idea de seguir encerrado en esa habitación. Tome una camisa limpia y con premura me dirigí a la habitación de Emma. Al llegar toque fuerte.

-Es tiempo de marchar.

Mi humor no era el mejor y esto lo reflejaba con la aspereza con la que me dirigía a cualquiera. Al salir, Emma llevaba una chaqueta encima de una diminuta pieza que apenas y le cubría el tórax, acompañada de pantalones oscuros y botas.

-¿Cuál es la prisa? ¿Por qué llegas dando tumbos tan temprano? – se quejó.

-¿Aun no estas lista?

-Casi estoy terminando.

-Bien, traeré la motocicleta y te veré en la salida en 5 minutos.

-¿Qué sucede contigo?

-Nada.

-No logro adaptarme a tus distintas fases de humor.

-Tendrás que acostúmbrate, tú fuiste quien me arrastro a esto.

Y con la misma presura con la que llegue, me largue sin dar más explicación. Quizá Emma no tenía motivo por el cual recibir mi disgusto, más no me importaba en estos momentos.

Cuando me dirigía hacia la salida arrastrando mi vehiculo, la presencia de Carvin me intercepto y bufe cansado e intentando esquivarlo, pero siguió mi camino.

-Hice que le llenaran el tanque de gasolina y checaran los neumáticos para evitarte un acontecimiento en el camino. Todo está en perfecto estado. También cuentas con algunas provisiones debajo del asiento por si algo llegase a presentarse.

-De acuerdo. – me baste a decir.

-¿Todo en orden? – cuestiono al notar que sucedía algo conmigo.

-¡Te traeré esas malditas armas, es lo único que importa!

Escuche el resoplar por su parte y cuando pensé que me desafiaría, solo dijo...

-Esto acabara pronto, luego de terminar con Russell, podrás hacer lo que te parezca sin tener que vernos las caras.

No le respondí, ni siquiera me importaba en este momento lo que tenía que ver con Russell Harris. Escuche sus pasos abandonar mi espacio.

Continué mi camino hacia la salida y había una imagen irregular en aquel panorama, Agnes estaba aquí. Una expresión cansada le cubría el rostro y aseguraba que por mi parte era similar. No podía afirmar en su totalidad si era seguro, más parecía vestir el mismo atuendo de la noche anterior, ya que no había prestado mucha atención debido a que la oscuridad apenas y me dejaba vislumbrar su rostro. En su cabello se lograron entrever rastros de pedazos pequeños de hojas secas, lo que me llevaba a juzgar que había pasado la noche en el bosque.

Al llegar, estaba lo suficientemente cabreado que no pude obviar lo que me ocurría.

-¿Has decidido ir? – cuestiono.

-¿Qué esperabas? – rete de mala gana.

Un movimiento por parte de Agnes me hizo prestar atención a sus brazos, ya que se había llevado las manos hacia atrás de su espalda, tal como si escondiera algo, más realmente no me importaba. Mi irritación me ponía impertinente fuera cual fuera el motivo que la traía aquí.

-Tyler yo solo... – pero ni siquiera termino la frase.

Me tomo unos segundos que las demandas comenzaran de mi parte.

-¿Qué es lo que quieres Agnes?

Ella se quedó unos momentos muda, cavilando mí cuestión, más finalizo diciendo...

-Quería pedirte que tengas mucho cuidado.

Negué incrédulo y una sonrisa cínica adorno mi rostro, no creyendo lo que ella acababa de decir. Nada concordaba en la escena. Luego cambie mi expresión a una más severa y le aclare con voz consistente.

-Descuida, no tienes por qué hacerlo. No esperaba nada en realidad.

En ese momento unos pasos ajenos nos sacaron de nuestra conversación y la presencia de Emma anunciaba que era hora de marchar. Note el recelo que Agnes le ofrecía, más ella parecía no percibir lo que sucedía. Para evitarme un enfrentamiento, me monte a la motocicleta, determinando así que era hora de irnos.

-Hola, soy Emma. – se presentó, más Agnes no le tomó la palabra. – ¿y tú eres...?

Emma tendió una de sus manos al aire, en cambio Agnes la miro con suspicacia y a pesar de ello, la estrecho contestando tajantemente.

-Agnes Ross.

Ella asintió, intuyo que comprendiendo que Agnes no parecía amistosa, asi que luego de soltarla y encargarse de montarse en la motocicleta, me cuestiono en un susurro.

-¿La conoces?

Más encendí el motor y aquel rugió sonoramente, intentando evadir su respuesta. Y así fue como comencé mi camino hacia la salida de la Guarida. Emma se aferró a mi torso inmediatamente que acelere.

Traspasé por undécima vez el túnel que atravesaba aquella montaña, el cual había sido hecho por obra de Carvin para poder llegar a la Guarida y con afán de que el lugar no fuera descubierto tan fácilmente. Por el otro extremo dejaba dia y noche a uno de sus hombres para que vigilaran si algún intruso se encontraba cerca e hizo que lo cubrieran con naturaleza para evitar que fuera rastreada.

Luego de salir a tomar carretera, el recorrido duro aproximadamente siete horas, contando las paradas para comer algo o descansar. Lo que más deseaba era salir de ahí, hacerme a la idea de que todo estaba terminado y que por más que pudiera hacer, ella jamas iba a acabar aceptándome de nuevo.

-Es ahí. – confirmo la vivienda Emma.

-¿Estas segura? Parece que nadie la habita.

La morada parecía desolada. La fachada estaba tan descuidada por naturaleza creciendo descontrolada por el corredor y ninguna luz encendida a pesar de que estaba por ocultarse el sol, sin embargo ella asintió en respuesta. Se bajó de la motocicleta y sin detenerse recorrió el pórtico hasta llegar a la entrada principal y tocar unas cuantas veces. Para registrarlo por mí mismo, rastree en mi cabeza por mi cuenta y termine confirmando lo que Emma había dicho, un hombre estaba allí. Le seguí hasta ahí a pesar de que nadie había atendido a su llamado.

-¿Qué sucede?

-Seguro estará dormido. – juzgo.

-O no quiere abrir.

-¿Qué tratas de decir? – quiso saber.

-Sé que hay alguien ahí dentro. – Emma me miro confusa, para luego caer en cuenta de lo que hablaba.

-Ya, tu habilidad super dotada. – recordó.

Intento de nuevo y esta vez en respuesta escuchamos algo de alboroto acompañado de un murmuro huraño.

-¡¿Quién es?! – la voz proveniente de dentro resonó molesta.

-Tío Max, soy yo, Em. –se identificó ella.

Extrañado por la confianza con la que había referido, recordé que nunca había afirmado que de quien se trataba era un familiar suyo. Jamás había prevenido ya que ella se había referido a él como un conocido. Iba a cuestionarle aquello tomándole del brazo, más en ese preciso momento se abrió de golpe la puerta dejando ver a un viejo sosteniéndose de un bastón.

-¿Em? – cuestiono al ver la escena.

-Tío. – y ella se soltó de mi agarre y se adelantó a rodearlo en un abrazo.

-¿Qué es lo que haces aquí? – le abrazo de vuelta.

Más ella no le respondió, le seguía abrazando y a mi parecer no se esperaba la visita. El sujeto me miro unos segundos desconcertado y me escaneo de pies a cabeza. Cuando ella por fin pudo soltarle, le tomo de la cara y le sonrió.

-Mírate, cada vez te haces más viejo. – su tono de voz resonaba con cariño.

-Y tú cada vez más hermosa.

-Por favor, no hablemos de mí. Dime, ¿cómo has estado?

Fue entonces que el viejo nos dio el pase y Emma no dudo en entrar. Yo continuaba un tanto liado por aquel recibimiento, jamás había tenido la oportunidad de presenciar esa escena ante mis propios ojos y me quede al pie de la puerta sin saber que hacer.

-Tío, olvide presentarte a un amigo, él es Tyler. – agrego ella, luego me invito a entrar jalándome del brazo.

El tio de Emma ya había alcanzado uno de los sofás para situarse en el, luego nos señalo otro sillón y nos decidimos a tomar asiento. La primera impresión que me dio el lugar fue el mal olor y el descuido tanto aquí dentro como afuera. Un olor bastante nauseabundo que se percibía de todo el lugar y el descuido de trastes sucios y basura tirada en el suelo. A Emma parecía no importarle.

-¿Has estado bien? Desde la última carta que recibí hace unos meses, no he sabido mucho de ti. Te escribí todo el tiempo. ¿Te ha llegado mi correspondencia? – la familiaridad y la cercanía con la que le hablaba no parecía ser de un conocido solamente.

-He estado bien. Es solo que el cartero que solía traerme la correspondencia y llevársela, ha cambiado. Ahora el bastardo que lo ha remplazado solo viene y la tira en la entrada como si no viviera nadie aquí. El buzón en donde tengo que dejarla me queda bastante retirado y sabes que no puedo caminar grandes distancias.

-Descuida, no te pierdes de mucho. Ahora veré la manera de venir a verte con frecuencia.

El viejo frunció el ceño extrañado y se aferró más al bastón aunque estuviera reposando.

-¿Por fin te han asignado cerca de aquí?

Fue entonces que el semblante de Emma se convirtió en pasmo. Tal parecía no estar preparada para hablarle de ello y para evitar un poco el tema, sonrió y asintió en respuesta.

-Me alegro que lo hayas conseguido. Si yo siguiera al mando, desde hace bastante tiempo que te habría asignado un asunto. Esos bastardos no saben lo mucho que te has esforzado por estar ahí. Si tu padre lo hubiera visto, te aseguro que estaría orgulloso de ver en lo que te has convertido.

La sonrisa de Emma desvaneció conforme el viejo recordó a su progenitor. Pensativa se envolvió en silencio y perdió su visión en la nada, obviando que el comentario le había afectado.

-Supongo que tú eres compañero de trabajo. – esta vez se refería a mí.

No habíamos entablado mucho en el camino y deteste la situación en la que estaba metiéndome el viejo.

-En realidad... – se adelantó ella. – Tyler no tiene mucho que ver en ese lugar.

-¿Entonces de donde lo conoces? – indago.

-¿Has comido algo? Preparare la cena. Venimos desde muy lejos y morimos de hambre, así que continuaremos este tema para después.

En ese momento ella se levantó y supongo se dirigió a donde se encontraba la cocina. El viejo parecía no comprender la visita, y luego de verla desaparecer de la habitación, volvió la vista a mí. Odiaba que Emma no me hubiera prevenido de tal cosa e incómodo continué en silencio.

-Dime algo... – hablo el viejo. – ¿Han venido aquí a decirme que se van a comprometer?

Sabía que mi expresión desbarajustada le tomó por sorpresa. No tenía idea de cómo demonios había llegado a determinar aquello, más mi respuesta implícita no le soluciono las dudas.

-Solo he venido a acompañar a Emma.

-¿Quieren ir a vivir juntos? – yo cada vez comprendía menos sus preguntas.

-Definitivamente no.

-¿Vienes a pedirme que la deje viajar contigo?

-Ese no es el asunto. Espere a que ella se lo diga. – le hice entender.

-Y entonces, ¿a qué has venido?

Emma salió de la cocina y evito que pudiera hablarle sobre el tema diciendo...

-Tyler, puedes ayudarme con algo.

Me levante, acompañándole a la cocina y encerrándome con ella. Cuando entre, el olor a podrido se percibía más intenso y por instinto me tape la nariz y boca evadiendo la repulsión que me producía.

-¿Qué diablos huele tan mal? – cuestione.

-Él no puede valerse por sí mismo. Supongo que ha mandado a volar a la mujer que le ayudaba a limpiar la casa y por eso está todo tan descuidado. Desde la última vez que vine, todo estaba diferente.

-¿Hace cuánto tiempo de eso?

-Dos años. Antes venía a supervisarlo con más frecuencia, pero desde que decidí que debía obtener una misión, me introduje de lleno a la Justicia y solo pude escribirle.

Parecia arrepentirse de aquella decisión. No conocía ese sentimiento porque mi vida había sido muy distinta a la suya, más la compadecí al verle de ese modo.

-Ahora tendrás más tiempo para visitarle. – le comente.

Ella me miro y sonrió, como si lo que le había dicho le tranquilizara un poco. Luego se dedicó a cocinar algo y la conversación se terminó en ese momento. Pasados veinte minutos, ya habia terminado la cena y limpiado un poco el lugar. Llamo al viejo para que tomara asiento en el comedor.

No había experimentado tal suceso, era la primera vez que me sentaba en una mesa a cenar como un humano normal. Cenamos en silencio y debo decir que la comida había estado deliciosa, a comparación de lo que se probaba en los comedores de la Guarida. Aquello sabia de lo más insípido y frio, más me había llegado a acostumbrar.

-Estaba deliciosa. – dijo el viejo.

-¿Es eso o es porque no has cenado en un buen tiempo? – le pregunto Emma con reproche.

-Tus manjares siempre serán lo mejor que puedo probar.

-¿Qué sucede con Leonor? ¿Por qué no ha venido a ayudarte?

Supuse que la tal Leonor se trataba de la mujer de la que había hablado ella hace un rato. Pero el viejo ni siquiera se molestó en responderle.

-¿Max? –insistió ella.

-Tiene que hacerse cargo de su vida. Le dije que no volviera.

Emma lo asedio con una expresión molesta y negó en respuesta.

-Eres un testarudo Max. ¿Cómo esperas que me vaya tranquila si no dejas que te ayuden?

-Y ustedes no me han dicho que hacen aquí. – recordó.

Sorprendida por el juego de cartas, Emma tomo una bocanada de aire y la sostuvo por un par de segundos para luego soltarla. Se tallo la frente una par de veces y cuando pensé que le daría una respuesta, se levantó a quitar los platos de la mesa.

-Dime, ¿qué ocurre? – insistio él.

-Max, he renunciado a la Justicia.

El comentario salió sin previo aviso, más ella no le miraba, seguía de espaldas limpiando los platos y evitando el desconcierto del viejo. Una vez más sentía que ese asunto no me correspondía y que debía dejar que ellos hablaran, asi que intente mi huida. Lo más extraño fue que ella se percató y para detenerme dijo...

-Tyler ha venido porque le prometí a los suyos que podría conseguirles armas.

-¿Qué demonios está pasando Emma? – el viejo parecía más encendido.

En ese momento le dio la cara y se acerco hasta donde él permanecia, se arrodillo para quedar a su altura y lo miro decidida.

-Tengo tantas cosas que contarte. Cosas que han sucedido dentro de la Justicia desde hace tiempo. Por eso he dejado de venir, porque he cambiado. Ya no soy la misma Emma que se fue de aquí hace unos años Max, ella ha desaparecido.

En ese momento el viejo se levantó con dificultad apoyándose del bastón y salió de la cocina bastante desconcertado. Emma se levanto del suelo y antes de seguirle, se tomo un momento para pensar.

-Tengo que ir a convencerle. Sé que esto tengo que arreglarlo con él, asi que puedes esperar mientras tanto. Te vez cansado, asi que puedes descansar en la sala de estar hasta que arregle esto que sé que no será rápido.

Asentí comprendiendo y luego de aquello, Emma se dispuso a seguir al viejo. En realidad estaba muerto del cansancio, así que decidí ir al sofá y tomar una siesta, sin embargo no soportaba ese olor. Luego de escuchar sus voces dirigirse de una de las puertas cerradas, me decidí por indagar por algún lugar el cual no estuviera invadido de aquel hedor desagradable, llegando a encontrar una habitación bastante ordenada y distinta a todas, una habitación blanca, llena de colores, fotos, medallas, trofeos y con un esencia fresca que me confirmaba de quien pertenecía la habitación, de Emma.

Recorrí la habitación por la curiosidad que me causaba, encontrando fotos en la mayoría de los sitios. Una de ellas presto mi atención, ya que se vislumbraba a una pequeña pelirroja en brazos de uno de los dos hombres que se encontraba en la imagen. Juzgue que de quien se trataba era el padre de Emma y al que ella se refería como tío, el cual ahora le alcanzaban los años. Fotografías de ella adolescente junto a otras personas que supuse eran compañeros o amigos que estaban distribuidas en todo su tocador, medallas de oro y trofeos enormes que cubrían en total sus estanterías, tan intactas como si ella siguiera viviendo en ese mundo al cual hace un tiempo había abandonado, esa vida que seguro tanto añoraba Agnes.

Una punzada de desánimo me estrujo el pecho y afectado fui a tomar asiento a la orilla de la cama. Deseaba darle todo lo que deseara tener, todo lo que se merecía, en cambio sabía que eso podría ser imposible si no me aceptaba de nuevo en su vida y me sentí un maldito al recordar que ella y muchos otros no podían tener paz gracias al hombre que se decía ser mi progenitor. En ese momento ya no estaba tan molesto por su confusión, ya que debido a todo lo sucedido quizá era lo menos que merecía, su rechazo.

El cansancio me vencía los demonios y me deje caer en aquella cama esperando recuperarme un poco para antes de volver a la carretera, confiando en que los miles de pesares que quedaban en mi ser se fueran de una vez por todas y me dejaran pensar con claridad para idear mi siguiente paso. No intuía si alguna vez Agnes y yo podríamos llegar a estar juntos, o si de verdad solo era tiempo lo que necesitaba, más esa idea seguía firme y era lo último que abandonaría antes de rendirme por completo.

Unas horas sumergido en mi descanso premeditado, cambie mi posición, cayendo en cuenta de que no me encontraba solo en la habitación, Emma se había posicionado en el otro lado de la cama y dormía plácidamente. Un tanto cohibido intente levantarme de ahí para marcharme, más algo en su expresión tranquila me hizo quedarme a admirarle un poco. Era una mujer muy atractiva, eso cualquiera podría percibirlo y no cabía duda de que hasta ella misma, sin embargo no veía más que otra mujer, simplemente no era Agnes.

A pesar de que no me moví en minutos y le estudie el rostro con esmero, no podía olvidar lo que me completaba, lo que me hacía sentir vivo y satisfecho, lo que me volvía tan diligente y escéptico, y quien lo causaba se encontraba a muchos kilómetros de distancia. Rendido, me levante de la cama y volví al sofá de la sala para esperar el amanecer que por la ventana parecía aproximar.

La casa estaba impecablemente cuando salí, que me extrañe al verla, más supuse que todo había sido obra de Emma por cuidar a su viejo. Igual que como en su habitación, rastree un poco el entorno y me encontré con fotos del veterano Max vestido como agente de la Justicia y junto con varios hombres que vestían igual, imágenes bastante antiguas tapizando una de aquellas paredes, una de Emma con un uniforme diminuto sosteniendo una clase flecos de colores y más con el viejo abrazándola. Era un hogar con millones de recuerdos colgados en los muros y me pregunte si eso era necesario.

Cuando finalice mi recorrido, me tope cara a cara con el viejo. No había realizado ruido alguno de su llegada y me sorprendí un poco al no percatarme de ello. Tenía una expresión bastante osca y en sus manos ya no llevaba el bastón con el que lo vi apoyarse, en vez de eso portaba un arma larga que encañonaba directamente a mí.

-¿Qué demon...? – se me escapo de la impresión.

-No se te ocurra hacer algún movimiento. – advirtió.

No precisaba hacerle daño alguno, menos si se trataba de la familia de Emma que además de todo podría proporcionarnos las armas que nos faltaban en la Guarida. No me quedo más que quedarme quieto.

-No he venido a lastimarlo.

-Eso es lo que dice Emma, más no lo creo todavía. – respondió desconfiado.

-¿Por qué mentiría?

-No sabe lo que dice, ella cree que hace lo correcto.

-Solo hemos venido... – más el viejo se adelantó a enfilar el arma y terminar la frase.

-... han venido por las armas.

Nos quedamos así por durante unos minutos, a pesar de que pareciera amenorado por su edad, había una cosa que sabía manejar bien y eran las armas, no titubeaba, la sostenía con bastante firmeza sin causarle alguna complicación.

-Si cree que voy a hacerle daño, ¿porque no me ha asesinado desde el momento en que lo supo? – indague.

El viejo se lo pensó por unos segundos, más nada cambiaba su postura.

-Le he dicho a Emma que voy a apoyarles, pero solo le he mentido para ayudarle a salir de ahí. Esta confundida, lo que le han hecho no la deja pensar con claridad y cree que aliándose a ustedes va a obtener su confianza, la dejaran participar y podría morir al enfrentarse a quienes siempre ha pertenecido. La Justicia siempre ha hecho las cosas correctas y si ustedes son a quienes buscan, yo les hare la tarea más sencilla y se los entregare para que la dejen en paz.

Tal parece que el viejo no quería comprender que la Justicia estaba procediendo malamente, eso o Emma no le había contado quien era el mal nacido que atribuía a su nueva personalidad. Tense el mentón un tanto molesto por la declaración de guerra.

-Creo que no comprende lo que sucede. – comente comenzando a fastidiarme.

-Lo comprendo a la perfección. Ustedes no son una raza común, han crecido como experimento y eso es lo que serán siempre...

-¿Y qué cree que es en lo que han convertido a Emma? – interrumpí esta vez yo.

El viejo negó y aferro más el arma en sus manos, más sabía que estaba afectado por ello, pues en sus ojos pude ver el cólera junto con la impotencia que le causaba, además de que estuve examinando en sus pensamientos.

-Ella estará bien, le ayudare a sanar ese padecimiento.

-Emma no está enferma. – asegure, pero fue peor porque se acercó a mi e intento jalar el gatillo.

-¡Cierra la boca!

Mi respiración cambio por su intimidación y me contuve todo el tiempo para no actuar en defensa propia contra el viejo. Quizá podría recibir un disparo y sanar en poco tiempo, pero podría correr el riesgo de que lo hiciera en algún órgano vital y me causara muerte instantánea. Así no podría volver a la Guarida, no podría despedirme de ella, no debía acabar así.

-Ya le he dicho que no deseo hacerle daño ni a usted ni a Emma, si no desea ayudarnos, me iré de aquí sin decir más, sin embargo, si usted dispara, no puedo asegurarle que no cambiare de opinión.

El hombre no desistía y podía notar sus nudillos desteñidos por la fuerza que ejercía en el arma, tentándome para atacar. Fue entonces que con mi velocidad llegue hasta él, pero idiotamente sostuve el arma y la puse en mi pecho, listo para ir directo a la horca si el viejo decidía por accionar, más esperando que lo que corriera por su cabeza en esos momentos fuese cierto.

-No puedes ser un humano teniendo esa agilidad, Emma no sabe lo que dice.

No desprendí mi visión en ningún momento, no era un cobarde, y menos si se tratase de alguien que estaba amenazando con acabarme, a pesar que ese alguien se tratara de él tio de Emma. Un minuto más y sentí el vacilar del viejo en las manos, retirando así el arma.

-Quizás seas un mocoso valiente, pero sé que si te matara ahora, no obtendría lo que quiero saber.

Mi ceño se frunció ante el comentario del viejo, pues su determinación por matarme no abandonaba su cabeza. Comenzó a andar, cojeando, dirigiéndose a su sofá y tirándose en él con el arma en las manos, luego me miro y dijo...

-Toma asiento, igual no me interesa donde pueda asesinarte. – la franqueza del viejo me irritaba un poco, más le hice caso y me posicione en aquel sofá frente al de él.

-¿Qué quiere saber?

-¿Hay alguna cura? – soltó inmediatamente.

-Ya le dije que esto no es un resfriado.

-Emma es diferente a ustedes. Ella siempre ha sido muy fuerte, hizo natación, atletismo, gimnasia, todo tipo de deportes para volverse una mujer enérgica aun si no portar un arma, sabe valerse por sí misma y no necesita todo eso que... – interrumpí antes de que continuara.

-No tengo porque mentirle, quizá sea un experimento de laboratorio para usted solamente, pero conozco lo que soy y por más tiempo que pase, sigo teniendo esto. No lo he elegido yo, ni tampoco Emma, y seguramente ninguno de los otros que también son así, más no hay tiempo ni cura que pueda modificar lo que nos han hecho.

El viejo lo pensó por unos minutos en silencio, una de sus manos temblorosas tallo su mentón para luego convertirlo en un puño enfurecido.

-Mi pequeña Emma... – dijo en un susurro estrujado.

Le di el tiempo necesario para que lo cavilara, además de que vi el efecto trágico que le tomaba resignarse a esa idea.

-Quizá ella no se lo haya dicho, pero no me importa si lo sabe ahora o después. Yo soy hijo de quien nos ha hecho así. Ese mal nacido ni siquiera respeto a su propia sangre y por ello he decidido detenerle. Podría ir a la guerra con ese maldito yo solo, sin ningún arma de por medio, sino fuera porque es un bastardo cobarde escondido en su Fortaleza y disponiendo de sus hombres. Nunca le pedí a Emma que hiciera esto y, si su decisión es no apoyarnos, tenga por seguro que no vine aquí a obligarlo. Es mejor que me vaya ahora.

Me levante decidido a marcharme. El viejo me siguió con la mirada y antes de alcanzar el picaporte, me detuvo diciendo...

-¡Espera! No sé por qué me has dicho eso, y siendo sincero, me hace sospechar más de ti, sin embargo Emma confía mucho en ti y creo que debe ser por algo en especial. Tengo que dejarte unas cosas en claro.

Y a pesar de eso y meditarlo por un buen tiempo, regrese a tomar asiento y esperar por lo que el viejo tenía por decirme.

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¿Te imaginas ser una espia el FBI sin conocer a tu nuevo Agente y que en un operativo tengas que ir a hacer un privado sin saber a quien se lo haces...