Crónicas de un Magizoólogo...

Oleh CerezaQueenie

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"―No lo sé ― contestó él, con franqueza ―. No sé si alguna vez la amé. Ella fue muy importante para mí. Pero... Lebih Banyak

╔╝Sinopsis╔╝
╔╝Reparto╔╝
1. Su mejor amiga
2. El profesor de Transformaciones
3. Valerian Velleum
4. Correspondencia
5. Cerveza de mantequilla
6. Nuestro secreto
7. Culpable
8. Adiós, Newt
9. Regalo de Navidad
10. Theseus Scamander
11. Tánica y Thomas Lamarck
12. Distraído
13. El retrato de Leta Lestrange
14. El bowtruckle
15. Invasión
16. Alligare Viventem
17. Revuelta en Rusia
18. El Colacuerno Húngaro
19. El Hospital de San Mungo
20. Augustus Worme
21. La maleta
22. El interior de la maleta
23. El golpe
24. Confesión
25. Raim Daio
26. El Escarbato
27. Cartas
28. Principal sospechoso
29. Recuerdo
30. Arresto
31. Interrogatorio
32. El Cazador
33. La señora Scamander
34. Boda
35. Albus Dumbledore
36. Un viejo conocido
37. Mensaje oculto
38. La señorita Thenard
39. Regreso inesperado
40. Tiempos oscuros
41. Mensaje descifrado
42. Poción multijugos
43. Etiopía
44. El Thunderbird
45. Interrogatorio forzado
46. Redada
47. Despedida
48. Rumores
49. Dafune Main
50. Sephora
51. Amina
52. Revelación
53. Preocupación
54. El primer día
55. El tercer día
56. El quinto día
57. Obscurus
59. Una razón para seguir
60. El magizoólogo
╔╝Epílogo╔╝
╔╝Nota final y agradecimientos╔╝
Segundo libro: Fragmentos de un Obscurial
[Nueva Historia] Coeficiente de Criminalidad

58. Tristeza

155 35 4
Oleh CerezaQueenie

Aclaración importante: Este libro (y por lo tanto esta trilogía) fue publicado a finales de 2016, mucho antes de que se publicara la sinopsis de "Los Crímenes de Grindelwald", así que esta historia tendrá variaciones con respecto a todo lo que ocurra en esa película.

Disclaimer: Fantastic Beasts and Where to Find Them pertenece a sus respectivos dueños. Sólo escribo por placer y sin fines de lucro

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CRÓNICAS DE UN MAGIZOÓLOGO

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╔╝ENERO DE 1925╔╝

╔╝58╔╝

╔╝TRISTEZA╔╝

Una muerte que podría haberse evitado es un motivo suficiente para lamentarse. Lo que había ocurrido en el desierto de Sudán había afectado a Newt de una manera tan tortuosa como intangible y sus pensamientos se encontraban divididos en dos. A pesar de que su costado racional seguía diciéndole que no había sido su culpa, que no podía haber sabido que lo encontrarían, que no podía haberla salvado, aunque lo hubiera intentado, su parte sentimental se negaba a creer en todas aquellas cosas tan ciertas. No podía evitarlo, todavía se encontraba a sí mismo viéndose las temblorosas manos sin poder dejar de pensar que era culpable de un terrible crimen. Amina estaba muerta y eso era un hecho innegable, era algo que no podía cambiar. No había podido llevarla a un lugar seguro, no había podido ayudarla a sanar. La niña murió consumida por el Obscurus y él no había podido hacer nada. Saber que lo había intentado y que había fallado de todas formas, le llenaba el corazón de impotencia y enojo, pero pasado cualquier intento de calmarse, siempre terminaba sumido en una profunda tristeza. Había perdido las ganas de todo. No deseaba proseguir con su libro, ni escribir cartas a sus familiares, ni pensar. Lo peor de todo era cuando se ponía pensar. Porque si pensaba demasiado, la culpa y la tristeza lo consumían.

Tal como Dumbledore le había ordenado, Newt se marchó del desierto de Sudán y apareció en Somalia, en donde se subió al primer barco con destino a Inglaterra que encontró. El guarda que revisó su valija le preguntó si estaba bien, pues había notado que Newt tenía los ojos enrojecidos del llanto y varios moretones en las partes visibles de su rostro. Newt, que no estaba de humor para elaboradas mentiras o fingir amabilidades, le bufó que lo dejara tranquilo y el guarda le devolvió sus documentos con una cara de pocos amigos.

Durante el resto de su viaje de regreso, el magizoólogo estuvo encerrado en su camarote y se la pasaba acostado casi todo el día. Las únicas cosas que hacían que se levantara eran su responsabilidad de cuidar y alimentar a las criaturas que llevaba en su maleta e ir al baño. Apenas probaba bocado, bebía mucho café y sus ojos siempre se sentían pesados, como si estuviera constantemente intentado mirar a través de un vidrio empañado. El viaje bien podría haber durado dos días o dos años, pero él no hubiera notado la diferencia. El tiempo parecía una masa continua, ya que cada día era una copia exacta del anterior.

En ocasiones, despertaba de pronto cubierto en sudor frío y sin aliento, siempre saliendo de pesadillas horribles sobre mantos oscuros que lo asfixiaban o gritos desgarradores de una niña pequeña. Cuando eso pasaba, trataba de respirar profundo para calmar su agitada respiración y luego no podía pegar un ojo durante varias horas, ya que le atormentaba tener que revivir una y otra vez la muerte de Amina en su cabeza. Otras veces, despertaba en calma y tras desperezarse en la cama, sentía algo pequeño y suave acurrucado sobre su cabeza. El Escarbato se escapaba con mucha frecuencia de la maleta, cuyas trabas mágicas ya estaban muy deterioradas y debían ser reemplazadas. Newt, completamente devastado por dentro, se olvidaba de hechizar la valija por las noches para que sus criaturas no salieran. Tuvo la suerte de que no se le escaparon los animales más grandes en pleno barco muggle ya que eso hubiera sido un desastre total. Tan sólo habían salido algunos bowtruckles un par de veces y el Escarbato, quien siempre metía en su barriga cualquier cosa brillante que encontrara en el camarote.

Técnicamente, no estaba incomunicado con el mundo exterior. Al menos, no de forma completa. Dumbledore le hacía llegar cartas varias veces por semana, pero Newt no contestó ninguna de ellas. No sabía qué contestarle y tampoco sentía deseos de hacerlo. Sólo las leía y luego las arrojaba en un pilón sobre la mesita de luz. En ellas, su viejo profesor le pedía disculpas por lo que había pasado, le daba ánimos de seguir investigando criaturas mágicas por el mundo y también lo mantenía al tanto de todo lo que iba ocurriendo en África. Según lo que le contaba, quién estaba detrás de los crímenes en el pueblo llamado Sephora era el mismísimo cazador Jim. Los aurores de Sudán habían descubierto que usando poción multijugos, Jim había reemplazado al alcalde de ese lugar y había llevado al movimiento de los Segundos Salemers al extremo con el fin de desatar el poder de un supuesto Obscurial para entregárselo a Grindelwald. Sin embargo, el cazador jamás creyó que Amina fuera tan inestable y, por tanto, no pudo evitar que el Obscurus lo matara junto a los hombres que habían atacado a Newt y a la niña en el desierto. Además, Jim tenía un espía en el Ministerio de Magia de Sudán, un hombre llamado Hans Giovani, quien le había avisado que Newt iba a llevar a la Obscurial a un puerto de Somalia para poder interceptarlos. En otras palabras, el responsable de que Newt fuera descubierto por Jim y que todo eso llevara a la muerte de Amina era ese tal Hans Giovani. Ese espía, le contó Dumbledore, había escapado antes de que pudieran atraparlo y aún no había sido encontrado.

Al parecer, en el momento en que Newt había saltado al interior de Obscurus, la masa oscura había desatado su poder sobre Jim y sus hombres, asesinándolos en el camino y dejando sólo con vida al magizoólogo. A él le gustaba pensar que Amina había evitado su muerte, pero también sabía que eso era sólo una suposición fabricada por su duelo. Nadie, con excepción de Dumbledore, sabía que el Obscurus había podido ser aislado de la niña y que seguía oculto en un casco burbuja en el interior de su maleta y tampoco era algo que Newt pensaba ir contando por ahí. Como no se sabía nada sobre Obscurus aislados de sus huéspedes, Newt simplemente había puesto el casco burbuja en un sector de la maleta en la que aún no había ningún ambiente construido. Esa parte estaba separada de las demás por una tela que lo hacía invisible. Así evitaba tenerlo cerca al bajar a alimentar a sus criaturas. Era algo horrible saber que lo único que le quedaba de Amina era la fuerza oscura que la había matado.

╔╝JUNIO DE 1925╔╝

Era la mitad de junio cuando el barco llegó a su destino. Como no le había avisado a ninguna persona que volvería pronto, cuando por fin puso un pie en Inglaterra otra vez, Newt no se encontró con nadie en el puerto. Tan sólo bajó del barco, pasó por la aduana sin mediar más palabras que las necesarias con el sujeto muggle que revisó su maleta y luego se alejó, buscando un lugar en dónde pudiera desaparecerse sin que lo vieran. Era poco más del mediodía y para cuando aterrizó en la puerta de su casa en Londres, ya había empezado a llover. A pesar del lluvioso clima, el hombre se quedó de pie observando su puerta por unos cuantos minutos sin que le molestara estar mojándose su abrigo y su cabella ¿Hace cuánto que no atravesaba esa puerta? ¿Habían sido dos años? ¿Año y medio? No lo recordaba. Unas gotitas de agua cayeron desde su flequillo hasta la punta de la nariz, sacándolo de sus cavilaciones. Sacudió la cabeza y puso la mano libre en el picaporte de la puerta.

Al abrirla, se adentró en la pequeña casa como si se estuviera adentrando en un lugar que jamás había pisado. Dejando su maleta en el suelo, se puso a contemplar las pertenencias que allí habían quedado. Había una capa de polvo sobre todas las cosas, pero fuera de eso, nada había cambiado desde la última vez que había estado ahí. Allí estaban su cama, sus libros, sus sillas, su mesa, sus utensilios de cocina, su lámpara. Todo estaba exactamente igual. El corazón se le llenó de una sensación extraña que lo iba ahogando de a poco mientras se abría paso hacia la cama y se dejaba caer sentado en ella. Se llevó la mano al pecho y trató de disipar aquella extraña sensación, pero no pudo hacerlo. Se levantó y fue al baño a lavarse la cara. El agua fría no lo calmó en lo más mínimo y al secarse el rostro con una toalla, unos ojos verdes y apagados le devolvieron una triste mirada desde el espejo ¿Acaso era él quien estaba en el espejo? No se reconocía a sí mismo. Estaba muy demacrado, tenía los ojos enrojecidos, las mejillas algo hundidas y barba de varios días.

Salió del baño y volvió a mirar otra vez su casa. Apretó los dientes. Ya se había dado cuenta de qué era la sensación que tenía en el pecho. Era enojo, había estado acumulado todo ese tiempo, estaba a punto de estallar y que su casa estuviera de esa forma le estaba empezando a molestar ¿Por qué su casa seguía igual que antes? ¿Por qué? ¿Qué motivo había para que todo se mantuviera exactamente igual? Amina había muerto. Él no había podido cumplir la promesa de ayudarla. Ni siquiera había podido salvarla. Había tenido que dejarla sola en el desierto. Ni siquiera sabía dónde estaba enterrada o siquiera si la habían enterrado. Entonces... ¿Por qué nada había cambiado? ¿Por qué era él la única persona que estaba molesto por lo que había ocurrido?

Para cuando quiso darse cuenta, Newt ya estaba golpeando su mesa con el puño derecho. Una vez y otra vez, con algunas lágrimas que le caían de los ojos. Sentía que esa era la única forma en la que su enojo y su impotencia desaparecerían. Y tuvo razón. Una vez que notó que la superficie de la mesa había empezado a resquebrajarse y de que un doloroso calor le recorría la mano derecha, se detuvo. Buscó entre sus cosas un caldero, convocó agua fresca con su varita y metió allí la mano herida para calmar el dolor por los golpes. Más tranquilo, tomó la decisión de que no podría seguir viviendo allí.

╔╝JULIO DE 1925╔╝

Tardó alrededor de dos semanas en encontrar un comprador para su casa. No conservó ninguno de sus muebles, tan sólo los libros que fueron a parar a los libreros desordenados en el interior de su maleta. Todo lo demás quedó disponible para el hombre que le compró la residencia, un señor irlandés alto y de mirada amable que, según lo que contaba, era un criador de lechuzas.

Tras concretar la venta, Newt se hospedó temporalmente en el Caldero Chorreante, en dónde había trabajado cuando era más joven. No sabía bien cuánto tiempo estaría viviendo ahí, pero por el momento, le servía como un buen lugar en dónde descansar hasta recomponerse.

La primera noche que pasó allí, soñó con Amina. Al principio del sueño, Newt estaba solo, sentado en un suelo cubierto de césped verde y suave. Parecía la sabana africana de su maleta, dónde Amina se había sentado con él y le había contado sobre su dura infancia. Luego de unos momentos, el suelo comenzaba a cubrirse poco a poco de nieve y la temperatura bajaba hasta hacerle soltar grandes bocanadas de vapor.

― ¿Qué observa, señor Scamander? ― decía la voz de una niña a sus espaldas de pronto. Él no tuvo que darse la vuelta para saber quién era. Sabía que era Amina la que le estaba hablando, pero el Newt que estaba en el suelo no volteaba a mirarla. Es más, no se movía de su posición. Sólo se quedaba sentado, viendo la nieve que caía a su alrededor.

― Pues... Estoy observando la nieve ― contestaba él. Había un ligero temblor en su voz, aunque no era por el frío, si no por estar escuchando a la niña hablar otra vez ―. La veo caer. La nieve es blanca, fría y pura. Cae del cielo y tan pronto como cae, cada copo pasa a formar parte del montón. Y si tomas un poco de nieve en tu mano, se convierte en agua después de un rato.

― Usted está triste, señor Scamander. Lo siento mucho por causarle toda esta tristeza ― se disculpaba ella.

― No digas eso. No fue tu culpa. Nada de lo que pasó fue tu culpa.

― Tampoco es la suya, señor Scamander. No puede culparse, usted sólo trató de ayudarme...

― Tratar no es lo mismo que lograr ― la interrumpió él, aún sin darse la vuelta —. Traté y fallé. Ese fallo causó que... Bueno, que ya no estés aquí.

― Pero tratando logró más que cualquier otro. Logró que confiara en mí misma, que supiera que yo no era un fenómeno. Que yo supiera que no era un monstruo.

― ¿Y qué punto tuvo, Amina? De todos modos, no logré salvarte.

― Aun así, parte de usted sabe que hizo todo lo posible y sabe lo agradecida que estoy con usted.

― Hablas como si fueras adulta ― comentó él.

― Hablo así porque este es su sueño, señor Scamander.

— Hablabas como adulta cuando no estaba soñando.

— Eso puede ser.

La niña emitió una leve risita y Newt sonrió por lo bajo. Tomó un respiro y se dio la vuelta a mirarla.

― ¿Qué debo hacer ahora? ― preguntó, aunque para su sorpresa, detrás de él no había nadie. Tan sólo nieve y blancura, pero nada más.

― Eso tendrá que averiguarlo usted mismo ― resonó la voz de Amina junto con la ventisca que llevaba los copos de nieve en direcciones aleatorias.

Cuando Newt abrió los ojos, estaba mirando el techo de su habitación en el Caldero Chorreante. Un poco de la luz de la madrugada se filtraba por los huecos que la cortina de la ventana no lograba tapar. No recordaba mucho del sueño, tan sólo la nieve y la voz de Amina, además de un sentimiento de pesadez en el corazón. No podía seguir encerrado en sí mismo. Necesitaba averiguar cómo seguir.

╔╝Continuará╔╝

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Gracias por entrar a este escrito. Si quieres leer más sobre el mundo de Animales Fantásticos, entra a mis historias "Una luz en la oscuridad", "Obliviate" y "Pensamiento Blanco". Los comentarios serán apreciados.

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Cereza Queenie

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