Clínica (#2 Hospital)

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Clínica es la historia que ocurre en el mismo lapso de tiempo que su antecesora "Hospital". En ella, se darán... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Epílogo

Capítulo 27

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Pensé en detener a mi hija, pero por un momento me acordé de sus palabras de que ya no era una niña y hasta ahora podría considerarlo porque, ¿qué niña entra a la secundaria? Ahí ya no se les consideraba así aunque nunca dejaría de ser mi responsabilidad. Era momento de dejar que mi hija iniciara su adolescencia.

—Cuando veas que puedas acceder al otro cuarto Neus —Hernán le estaba dando indicaciones de cómo actuar mientras que Iván pateara las rendijas. Neus estaba atenta observando los labios de Hernán y él acuclillado le informaba—, le echas un grito a Iván de que ya puedes pasar, ¿está bien?

Neus asintió y Hernán regresó a su postura de pie. Neus accedió al ducto primero y nos gritó cuando había llegado al tope. Le había prestado mi celular para que pudiera aluzar su camino.

Iván entonces entró al aviso de ella y rápidamente se deslizó mientras nosotros esperaríamos con ansias que lograran abrir aquel ducto.

—Cuidado Neus —se escuchaba la voz de Iván advirtiendo a Neus sobre él, la voz casi no tenía eco esta vez, pues estaba su cabeza casi afuera—, voy a comenzar a patear el ducto. Si vez que ya puedes retirar una de las pequeñas líneas me dices. ¿De acuerdo?

—Sí —contestó mi hija, su voz sí tenía eco, nunca dejaría de gustarme el sonido del eco en las voces.

—Y así lo haces hasta que creas que puedes entrar.

—Está bien —volvió a asegurar Neus.

—Hernán —le llamé, aún tenía duda en dejar ir a mi hija sola—, una vez que mi hija entre al cuarto, ¿qué hará?

—Nos dirá si es posible retirar los tornillos, entonces sabremos qué hacer. Es solamente para apresurar esto.

—De acuerdo —contesté, aunque no estaba conforme del todo. Cualquiera podría asomar la cabeza y verificar eso, pero perdería tiempo al dejar que Iván saliera o diera media vuelta dentro del ducto para él asomarse.

El ruido de los pies de Iván estrellándose contra la rendija del ducto se presentó callando nuestras palabras al instante. Dejamos que sonaran, cinco, diez, veinte y muchísimos más golpes por parte de Iván. No escuchaba ningún quejido por parte de Neus, esperaba que se encontrara bien y estuviera retirando las partes de la rendija una a una.

—¡Neus ya entró! —Gritó Iván desde adentro del ducto, mi corazón se aceleró, serían unos momentos terribles y una angustia inmensa hasta que pronunciara una palabra indicando que todo estaría bien—. ¡¿Cómo está Neus?!

No escuchaba a Neus, pero tampoco a Iván, esperaba con ansias escuchar su voz indicando que todo estaba bien.

—¿Crees que si te lanzo algo punzante puedas retirar los tornillos? —Silencio nuevamente. Al menos sabía que le había respondido—, bien, voy por algo Neus no te muevas de ahí. —Después de esas palabras, la cabeza de Iván nuevamente salió del ducto, estaba sudorosa, demasiado para el momento en el que estuvo ahí. Era un lugar muy sofocado, debería haberse estado muriendo de la desesperación—. Dalila —le llamó desde adentro. Dalila permanecía en la puerta del cuarto. Salió y caminó con ella—. ¿Tomaste nuevamente tus pinzas para la ceja?

—¿Mis pinzas? —preguntó ella desorientada, no recordaba que utilizamos sus pinzas para abrir el ducto por donde entró Mariana—. No lo sé, tengo unas en mi bolsa.

—Lo sé —respondió Iván—, no recordaba lo que te había pasado. Utilizaste tus pinzas para abrir el ducto por donde Mariana entró y murió. ¿Podrías revisar tu bolsa para saber si están ahí?

—Sí —contestó Dalila—, pero tengo mi bolsa en la sala de espera. Voy por ella.

—Te acompaño —le contestó Iván y salió del cuarto acompañando a Dalila. Yo caminé al ducto para hablar con Neus y percatarme de que estuviera a salvo.

—¿Cómo estás Neus? —Me apresuré a preguntarle.

—¡Está oscuro mamá! —Gritó ella, no lograba visualizarla, quizá ella a mí sí porque la luz entraba desde acá—. ¡Tengo miedo!

—No te preocupes hija, pronto estaremos todos contigo —le respondí.

—Angélica —me llamó Iván tras de mí, ya habían regresado. Saqué mi cabeza nuevamente y lo observé a él con las pinzas para la ceja en sus manos. Estaban cubiertas con la sangre seca de Mariana—. Si quieres puedes pasar tú, es tu hija y me imagino que se sentirá más a salvo contigo —lo dijo mientras me extendía las pinzas, las tomé, estaba dispuesta a hacerlo—. Dalila no las tenía en su bolsa, continuaban tiradas en el suelo con la sangre encima.

—Sí —contesté—, yo lo hago no te preocupes.

Después, Iván se alejó y yo me introducí inmediatamente al ducto justo después de encender la linterna del celular que Iván me prestó. Me deslicé lo más rápido posible hasta llegar al agujero que Iván ya había logrado. No era muy grande, pero Neus ya estaba del otro lado, mi cabeza apenas cabría por ahí.

—Toma Neus —le dije mientras le extendía las pinzas y le iluminaba la cara con el celular de Iván. Ella tenía apagado el mío, no lo veía por ningún lado. Ella tomó las pinzas y yo me vi en la tarea de alumbrar cada uno de los cuatro tornillos mientras ella los retiraba—. Tómate tu tiempo para que puedas hacerlo con cuidado y certeza.

—Sí mamá —afirmó ella y comenzó con el primero. Introdujo uno de los lados de las pinzas y comenzó a girarlo, el tornillo accedió de inmediato.

—¿No quieres ir a buscar un interruptor de luz? —Le pregunté. Así sería más fácil.

—Me da miedo —respondió ella sin abandonar su tarea—, ¿y si caigo en una trampa?

—Tienes razón —le contesté, ahora lo consideraba. No podía dejarla caminar por la oscuridad ateniéndose a una posible trampa—. Continúa con esto mejor.

Ella asintió y permanecimos calladas. Unos segundos después logró retirar el primer tornillo y prosiguió con el de abajo, el cual, cayó en menos de un minuto. Ahora solamente restaban dos tornillos.

Neus continuó con uno más, el aire sofocado dentro del ducto comenzaba a hacerme efecto, sentía las gotas de sudor deslizándose por mi frente y mi espalda, pero solamente tenía que resistir un poco más.

Finalmente cayó el tercer tornillo y no se necesitó quitar el último puesto que estaba flojo y la rendija cayó y giró sosteniéndose por el último tornillo, pero ya había el suficiente espacio para salir por ahí.

Sonreí y le dije a Neus que primeramente saliéramos a avisarles a los demás.

Lo hicimos y abandonamos inmediatamente el ducto hasta llegar de nuevo hacia donde todos nos esperaban con preguntas.

—Ya podemos adentrarnos al otro cuarto —dije y sonreí.

—¡Perfecto! —Gritó Iván y sonrió—, ahora iré por mi padre.

—Iván —lo detuve antes de que abandonara el cuarto. Su padre no iba a poder venir con nosotros—. Tu padre no podrá venir con nosotros —solté, él apagó su sonrisa y me vi en la necesidad de continuar—. No por ahora, debemos primero asegurar que en el otro cuarto realmente haya una posibilidad de salir. Recuerda que está grave, no debemos saturarlo.

—Es verdad —contestó y dio media vuelta quedando frente a mí—. Por un momento pensé que me darías un terrible motivo por el cual mi padre no podría venir con nosotros.

Lo pensé, pero no lo dije. Sería terrible que Iván se enterara en este momento de la situación de su padre. Tenía la tentación de decírselo, estaba en todo su derecho de saber el crítico estado de su padre. Lo poco que lo conocía sabía que sería fuerte para afrontar esta situación.

—Yo voy primero —dijo Melissa, dejamos espacio para que entrara al ducto y Hernán la siguió. Le dije a Neus que lo hiciera, yo iría a hablar con Dalila para convencerla de que teníamos que pasar.

Iván se adentró al cuarto después de Neus y yo salí para encarar a Dalila.

—Ven conmigo Dalila —le dije y ella negó al instante, continuaba pegada a la pared a un lado de la puerta. Cruzada de brazos—. ¿Y sí ahí está la salida?

—Vayan ustedes —me respondió de inmediato sin cambiar de posición—, si encuentran una salida, promento que inmediatamente entraré para ir con ustedes. Pero no quiero sufrir sin saber que no encontrarán nada. Por favor, vayan y luego vienes a avisarme, ¿está bien?

—Me queda claro Dalila —le respondí, realmente la entendía, en su lugar no sabría qué pensar.

Me adentré nuevamente al cuarto hasta que llegué al ducto y entré por ahí. Los demás deberían estar esperándonos en el otro lado.

Iván me ayudó a salir, lo único que observaba eran las linternas de los celulares de todos intentando alumbrar un punto, parecía no haber electricidad.

—Demonios —se quejó Hernán alumbrando el techo con la lámpara de su celular, cuando la observé me percaté de que le faltaba una lámpara, de esas largas que había en todo el hospital—, por eso el interruptor no funcionaba —continuó—, debemos regresar y tomar una lámpara de la clínica para colocarla aquí y alumbrar todo el lugar.

—¿Vas tú o voy yo? —Le preguntó Iván de inmediato, porque no era necesario que fuésemos todos.

—Iré yo —contestó Hernán y caminó nuevamente hacia el ducto—, no observen nada, no muevan nada aún hasta estar seguros de lo que podamos encontrar.

Hernán salió dejándonos casi en la completa oscuridad del lugar. Por mi parte, comencé a caminar por el cuarto tocando las paredes. Quería saber qué tan amplio era el cuarto, y si había alguna puerta que pudiéramos abrir.

Comencé a tantear hasta que mis dedos sintieron algo metálico, era una puerta doble y estaba tocando el pomo de ésta. Intenté girarlo pero no accedió, cuando alumbré con mi celular me percaté de que estaba sujetado con cadenas, por dentro. Lo que significaba que del otro lado alguien no podía salir.

Naúm. Fue el primero que se me vino a la mente, la teoría de Renanto podría ser cierta y ellos estaban encerrados del otro lado. Pensé en gritar su nombre pero solamente alteraría a todos los presentes. Mejor lo diría una vez que la luz estuviera encendida.

Comencé a desesperarme pero mis labios no emitían alguna palabra, pensaba en mi marido, si era cierto podría estar ahora buscando una salida como nosotros, ¿y si estaba del otro lado?

—¿Qué hay ahí Angélica? —Me preguntó Iván llegando a mi lado—. ¿Qué hay ahí? —preguntó nuevamente.

—Una puerta —contesté—, una puerta doble como la que hay al inicio de la clínica, por donde llegamos. Pero hay un candado sujetándola.

—¿Un candado? —Preguntó y me hizo a un lado para verificar. Escuché el ruido de las cadenas siendo tomadas por Iván hasta que las soltó. Iluminé su rostro mientras él ya me veía—. ¿No tendría que estar del otro lado para que no pudiésemos romperlo?

—Eso pensé —contesté—, pero entonces pensé en la teoría de tu padre. Hay alguien encerrado del otro lado.

—Mi madre —susurró y se fue alejando—. Nuestros familiares —me encaró—. Tenemos que apresurarnos a colocar la lámpara para saber las sorpesas que nos oculta este cuarto. Tenemos que apresurar a Hernán.

—Tranquilo —lo detuve, él se mantuvo quieto—, no hay necesidad de apresurarnos, ya esperamos mucho por esto. Esperemos un poco más.

—Angélica, mi padre tiene que saber esto. Él debe estar aquí porque si rompemos el candado entonces abriríamos el lugar donde nuestros familiares están encerrados —comenzó a alejarse de mí y yo me acerqué a él.

—¿Adónde vas? —Le pregunté. La lámpara de mi celular comenzaba a calentarse, tenía que apagarla para dejar que el celular se enfriara.

—Voy a avisarle a mi padre —me respondió—, voy a decirle que es momento de que se levante, porque hemos encontrado la salida. Sería genial el momento en el que se encontrara con mi madre nuevamente.

—Debemos estar seguros primero Iván —le dije, ya no sabía cómo detenerlo para que no fuera con Renato.

—Lo sé Angélica, pero quiero ir con mi papá. No quiero dejarlo tanto tiempo solo. Debo hacer que se levante y que venga con nosotros.

Iván comenzó a acercarse más al ducto y lo jalé del hombro.

—Iván, tu padre no puede venir con nosotros —le dije.

—Lo sé, pero tarde o temprano tendrá que hacerlo. Mejor que sea ahora.

—No Iván —mis lágrimas comenzaban a avecinarse pensando en lo que le diría a Iván—, en verdad, tu padre ya no vendrá con nosotros.

—¿Por qué Angélica? ¿Por qué me detienes tanto? —me quedé callada, mis lágrimas no me permitían hablar, tan rápido ya caían con velocidad—. Responde, ¿por qué lloras?

—Iván —comencé—, tu padre está muy mal, y él no podrá venir con nosotros ya —mordí mis labios para permitirme seguir hablando—, Iván. Tu papá se va a morir.

Próximo capítulo: Gran final de "Clínica".

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