Clínica (#2 Hospital)

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Clínica es la historia que ocurre en el mismo lapso de tiempo que su antecesora "Hospital". En ella, se darán... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Epílogo

Capítulo 21

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By P1-221

Quizá había dramatizado al pensar que Dalila se había muerto, pero ahora me arrepentía de haberlo hecho y solamente saber que Dalila había quedado desmayada.

Su frente estaba roja y el único lugar adonde podíamos llevarla era al cuarto donde el señor Patricio atendía a sus pacientes, a Dalila no le iba a gustar pero teníamos que dejarla reposar y en los sofás de la sala no iba a poder estirarse adecuadamente. Debíamos acostarla en la camilla que el cuarto de Patricio nos ofrecía. Ahora eran dos heridos.

Se le había formado una contusión en su frente arruinando así lo que quedaba de su hermoso maquillaje. Recordé cuando habíamos quedado encerradas aquí gracias a Karen, en este lugar. Ningún gato venía hacia nosotros, todo fue puro teatro de ella para que no sacáramos el escritorio de su lugar. Aunque, ¿qué sentido tenía hacerlo o no si de igual manera arriba nos esperaban los láser? Solamente quería hacernos perder tiempo seguramente, no le hallaba ninguna otra razón.

Dalila permaneció inmóvil en la camilla del cuarto de Patricio, y me ofrecí a cuidarla porque no podíamos dejarla sola. Iván estaba con Hernán haciéndolo recapacitar para que no se le ocurriera intentar activar alguna de las palancas restantes, mientras que Melissa le platicaba a Renato lo sucedido.

A Neus no la había visto desde que permaneció sentada en la sala de espera. Suponía que aún se encontraba ahí de manera quieta.

Observé el rostro sudoroso de Dalila y su contusión formada de un color azul, el golpe había sido demasiado fuerte, temía que le causara daños interiores, daños cerebrales o algo de lo que tardara bastante en reponerse. A veces, el estar en una clínica no significa estar a salvo, podría significar muerte, perdición. Los doctores son los monstruos de los pacientes. 

Observé el interior del cuarto, a pesar de saber de quién era, no podía evitar decir que era agradable, que el olor que los muebles de madera emitían llenaban mi interior de nostalgia. Me hacían sentir en casa, estaba muy fresco e iluminado. Si no estuviera encerrada aquí podría decir que el lugar era de suma confianza, y cualquier paciente pelearía por que lo atendieran en este cuarto, con el doctor Patricio que se veía simpático y agradable, antes de que lo conociera realmente.

Comencé a caminar por el cuarto tanteando los muebles de madera, el escritorio, los estantes de retratos y libros médicos, un cuarto amplio para solamente ser un cuarto médico.

Los gemidos de dolor de Dalila me sacaron de la paz interior que comenzaba a sentir dentro de este ambiente e inmediatamente, como si de vida o muerte se tratara —porque en realidad podría ser así— corrí hacia donde ella estaba para decirle que no estaba sola.

—¿Dalila? —Pregunté. Ella continuaba con sus bellos ojos cerrados haciendo que sus largas pestañas se vislumbraran más. Sus labios estaban resecándose y habían perdido el brillo que tenían desde un inicio. Ella seguía gimiendo de dolor pero no se molestaba en abrir los ojos.

Presioné su sien tal y como lo hizo Hernán con Renato para comprobar que continuaba con vida pero no sentí el pulso, realmente no sabía cómo sentirlo, no sabía absolutamente nada de primeros auxilios y eso me frustraba. Quise salir a avisar que Dalila estaba consciente, pero no quise molestarlos, si yo me quedé de encargada a vigilar a Dalila era porque yo tenía que hacerme cargo de ella, los demás estaban metidos en sus asuntos y no iban a molestarme.

Coloqué mi cabeza en su pecho inclinándola lentamente para así escuchar los latidos de su corazón y Dalila se levantó al instante pegando una gran bocanada de aire y haciéndome retroceder del susto. Dalila había despertado. Me miró con miedo, totalmente fuera de sí, asustada y preocupada.

—¡Mi sesión! —Gritó apresuradamente y se levantó de la camilla. Me observó y observó el lugar donde estaba, parecía desconocerme totalmente. Se llevó la mano a la contusión y cerró los ojos al presionarse delicadamente—. ¿Qué me pasó? —Preguntó, parecía estar a punto de llorar. Estaba desconcertada, no sabía cómo reaccionar, Dalila no me reconocía—. ¿Dónde está Ricardo? ¡Tengo que ir a mi sesión de fotografía!

Se enderezó y caminó al rededor de todo el cuarto, yo la observaba desde mi lugar. Caminó a la esquina del cuarto, a un lado del ducto por donde Karen había entrado por primera vez y se observó en el gran espejo que estaba adherido a la pared.

Dalila pegó un grito que me hizo sobresaltarme.

—¡¿Qué es esto?! —Gritó señalando su contusión y viéndome aterrada—, ¿dónde está mi novio? —Me preguntó y se acercó a mí.

—¡Dalila! —Le llamé y la tomé del brazo, ella ya estaba llorando—. Dalila, tranquila por favor.

—¡Mañana es mi boda! ¡¿Cómo piensa que voy a ir con esto en la frente?! ¡¿Qué me pasó?!

—¡Dalila! —Gritó Melissa desde la puerta. Ella la observó con sus ojos entrecerrados, tampoco la reconocía.

—¿Quién es usted? —Me observó a mí—. ¿Quiénes son ustedes? ¿Tuve un accidente en mi sesión? —Se mantuvo callada, luego, al instante levantó la cara y volvió a observarme, esta vez noté una seria preocupación en su rostro—. ¡¿Un accidente de auto?! ¡Yo llevaba mi auto! ¡¿Me golpeé con el volante?! ¡¿Dónde está Ricardo?!

—¡Ricardo está bien! —Le respondí, la verdad era que no lo sabía pero estaba segura que no le había ocurrido nada relacionado con un auto, o por lo menos no ahora. Él tenía una tos horrible y estaba siendo atendido. Dalila pareció respirar aliviada, pero no se controló, se veía desesperada y la entendía. Cuando saliera de aquí, mañana iba a ser su boda y saldría con la contusión en las fotos y en los videos que les grabaran—. Dalila, por favor necesito que te calmes para poder explicarte lo que nos ha pasado.

Dalila permaneció con un rostro afligido y asintió con el mismo. Se relamió sus labios y comenzó a caminar hacia nosotros. Melissa me observaba con completa confusión y con la mirada me preguntaba que si qué era lo que le ocurría, pero no podía responderle, no con Dalila presente y antes de hablar con ella.

—Parece que has perdido la conciencia de lo que te ha pasado dentro de la clínica —le dije, pareció no entender pero se mantuvo callada, yo proseguí a continuar—, Dalila, yo no soy ninguna doctora si es lo que crees ni Melissa —la señalé con el pulgar sin verla. Dalila sí lo hizo—, no sé realmente lo que te pasó pero es claro que no recuerdas nada. Yo soy Angélica y al igual que todos, has quedado encerrada en este hospital después de ser acompañante de tu prometido.

—¿Qué? —Preguntó y negó—. No, me estás mintiendo. ¿Qué me están haciendo en este lugar?

—Por favor no te alteres Dalila —le dije, no quería que de repente le diera un ataque parecido al que le había dado cuando permanecimos encerradas—. Un trozo de pared te golpeó la frente y quedaste inconsciente. Cuando despertaste de repente se te olvidó tu estadía aquí.

—No —expresó ella, ahora se presionaba su sien, parecía dolerle la cabeza, sus ojos cerrados fuertemente la delataban—, ahora recuerdo cuando llegamos a este hospital. Ricardo tenía una pésima tos y llegamos después de la sesión de fotos, no, antes. —Sé quedó presionando ambos lados de su cabeza intentando recordar—. No, sí nos alcanzamos a tomar las fotos. Pero no recuerdo el momento en el que entré a este lugar.

—¿En serio no nos recuerdas Dalila? —Preguntó Melissa adentrándose al cuarto. Dalila la vio y negó, retrocedió cuando Melissa se acercaba a ella y entonces dejó de hacerlo—. Es increíble esto.

—¿Hay alguien más? —Preguntó. Asentí y ella también lo hizo comprendiendo, no sabía si comunicarle sobre las muertes, no quería preocuparla, mejor esperaría a que se recuperara, porque en verdad quería que lo hiciera.

—Están Renato —le comuniqué, le dije los nombres por si eso ayudaba en algo que la hiciera recordar—, Iván, Hernán, Melissa, Neus, mi hija y yo, Angélica.

Dalila presionó su contusión y se fue agachando lentamente mientras comenzaba a llorar de manera detenida. Me fui acercando a ella y me acuclillé también para abrazarla por el costado. Ella se acurrucó en mis brazos y continuó llorando.

—Mañana es mi boda —dijo de manera caprichuda. Me mordí el labio para evitar que sus palabras me conmovieran—. Ricardo me está esperando, ¿cómo es posible que estemos aquí encerradas? ¿Cómo pasó?

—Nos dijeron que iban a fumigar el hospital y nos bajaron a la clínica, que aquí recibiríamos a nuestros familiares, pero hasta ahora no han llegado y las puertas de salida o entrada están bloqueadas, sin dejarnos salir.

—Ya murieron cuatro —dijo Melissa y la fulminé con la mirada, parecía que iba a acuclillarse, pero al verme se mantuvo quieta. No iba a molestarme pero no era el momento para que Dalila lo supiera, estaba demasiado sensible.

—¿Qué? —Preguntó Dalila de manera seca y preocupante. Se separó de mi abrazo y se levantó—. ¿Cómo que ya murieron cuatro? ¿O sea que nos tienen encerrados para asesinarnos?

En ese momento entraron Iván y Hernán, pero se mantuvieron callados al observarnos con Dalila casi en la esquina del cuarto.

—Gracias a Dios —solamente expresó Hernán—, lo siento Dalila. En verdad.

Dalila lo observó con los ojos entrecerrados y se mantuvo quieta en su lugar.

—¿Qué cosa? —Preguntó Dalila.

—No recuerda nada —les informé. Iván levantó las cejas sorprendido y Hernán se calló.

—¿Qué me hizo este señor? —Me preguntó Dalila a manera de susurro para que Hernán no escuchara. Me acerqué a ella para responderle y ella casi pegó su oído a mi boca.

—Él activó una palanca que hizo romper un trozo de pared, el cual te golpeó la frente. Pero fue sin querer, él no contaba con que tú estuvieras frente a la pared y el trozo te golpeara.

Dalila asintió, pero en sus ojos se veía la amenaza contra Hernán, aunque hubiera sido sin querer, el trozo de pared la golpeó, algo que nadie le dijo que hiciera, porque por su voluntad corrió a activar las palancas. Después Dalila cerró sus ojos, un dolor le entró al cuerpo, al menos esperaba que gracias a ese dolor pudiese recuperar su memoria perdida, su últimas, 5, 6, 7 o las horas que hayamos pasado ya dentro de la clínica.

—Dalila —le dije, ella continuaba presionando su cabeza por ambos lados, sufriendo. Me recordó a Naúm, cuando se colocaba la sábana de la cama para cubrirse la cabeza y así evitar escuchar ruidos o sentir lo helado de la sábana en su cabeza que pudiera calmarle un poco el dolor—. ¿Cómo te sientes?

—Mal —me respondió—, no logro recordar absolutamente nada. Y me estoy asustando realmente. Quiero ver a Ricardo y comprobar que todo está bien con él.

—También quiero ver a mi esposo Dalila —le dije—, porque todos los que estamos aquí también tenemos a un familiar en peligro...

—¡Peligro! —Gritó ella alarmada—. ¿Cómo que en peligro? —Preguntó.

—Dalila, te voy a contar todo lo que ha pasado —le dije y ella asintió al instante—, por favor escucha y comprende, y trata de no alarmarte.

—Está bien —contestó.

Le conté desde que la vi entrar al hospital, las muertes, las trampas y las salidas que habíamos intentado descubrir, hasta el punto en el que se quedó inconsciente, y ella de vez en cuando me interrumpió para resolver alguna de sus dudas. Estaba preocupada, pero se iba relajando y entendiendo cada vez que resolvía algo. Pero ahora estaba más preocupada por su prometido, incluso más que cuando estaba completamente sana.

—Solamente espero salir con vida de aquí —dijo—, porque soy la única hija que le queda a mi madre que puede casarse. Mi otra hermana ya se casó y mi madre lamenta mucho no haber podido asistir a su boda gracias a un viaje que tuvo que hacer. Según éste iba a regresar a tiempo, y no lo hizo, el avión salió un día después de que mi hermana ya se había casado.

—¡Mamá! —Gritó Neus. Mis oídos se cerraron y solamente pude distnguir su voz en peligro. Neus estaba en peligro, lo suficiente para olvidarse de su rencor por mí y llamarme de esa manera.

Salí del cuarto antes que nadie y me detuve en el pasillo justo al dar vuelta para observar a mi hija. Pero no la observaba a ella, pero sí a la persona al frente de sí. El hombre muerto, estaba de pie y estaba atormentando a mi hija.                                                                                                                        

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