Señorita Inocencia [Andy Bier...

De AdhrianneT

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- Hunter... Hayden Hunter... - ¿Eh? ¿Si? - ¿Podría explicarme por qué se sonrojó cuando dije su nombre? - E-e... Mais

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Cambio
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Decisión
Ellos
Normal
Colega
Petición
Encuentro
Unidos
Mal
Fascinante
Preparativos
Sempiterno
Epílogo
Segunda Temporada
Señorita Inocencia: La Ironía de Nombrar

Amber Davis

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De AdhrianneT

- ¡Hayden! ¡Hayden! - Escuché mi nombre en el pasillo, volteé para ver quién me llamaba, era Anne, corrió hacia mi y me abrazó.

- ¿Qué te ha pasado? - Miró mi mejilla. 

- Larga historia. - Me tapé con la mano.

- Sabes que no me moveré hasta que me lo digas. - El timbre del final de receso sonó y todos se dirigieron a sus salones, incluyéndome. Tuve que darme la vuelta y halar a Anne para que comience a caminar, puesto que realmente se disponía a quedarse ahí como una estaca.

Tomamos nuestros asientos, Anne había conseguido después de tres arduos meses que le den el cambio de salón, pasó del A - 2 al A - 1, con Robert y conmigo.

- ¿Qué clase nos toca? - Dijo, buscando una libreta en su mochila, donde tenía anotado su nuevo horario.

- Música. - Bufé, tenía que volver a ver a Adrianna después de la escenita de esta mañana.

- Soy un desastre en música. - Tomó el asiento que le habían asignado, justo detrás de mi, en la segunda fila. Yo reí levemente. - ¿Y el tonto de Robert? - Volteó para ver por todo el salón.

- No lo sé, se está saltando clases muy seguido últimamente. - Agaché la mirada, me senté sobre mi escritorio para poder seguir charlando con ella. - Espero que eso no le traiga problemas.

- Que extraño. - La puerta se abrió y Adrianna entró por ella, con el cabello recogido en una coleta que danzaba con cada paso que su esbelta figura daba, escuché los susurros de los chicos: 

- Es preciosa.

- ¡Que piernas!

- ¿Creen que esté soltera?

- Una mujer así no puede estar soltera.

¡Que viva el festival de hormonas! ¡Yey!

- Buenos días, mis queridos estudiantes. Vamos a la sala de música, por favor. - Tenía el maquillaje impecable, como si no hubiera llorado a mares. Todos nos pusimos de pie. - Ah, si. Otra cosa, tienen una nueva compañera. - Se acercó a la puerta. - Pasa, no seas tímida.

Adrianna le tendió la mano a la nueva alumna y ella aceptó, entró al salón una aparición, ¡Es realmente guapa! Tiene el cabello rubio corto hasta los hombros, bastante estilizado. Unos bonitos ojos verdes coloreaban su mirada tímida, tenía la tez blanca y unos generosos labios adornados de un brillo labial rosa. Supongo que debe ser dos o tres centímetros más alta que yo.

- Hola a todos. - Dijo, agitando su mano con la gracia de una bailarina clásica.

- Preséntate, linda. - Sonrió, no creí que Adrianna pudiera sonreír de esa forma. Después de todo tiene un lado gentil.

- Bueno, mi nombre es Amber Davis. - Comencé a escuchar comentarios en la parte trasera, al voltear a ver a Anne, ella estaba boquiabierta. -  Deseo poder llevarme bien con todos ustedes. - Sonrió.

- Muy bien, Señorita Davis, puede dejar sus cosas en aquel escritorio. - Le indicó Adrianna y ella obedeció, parece linda. - Ahora si, a la sala de música. - Todos se levantaron y caminaron detrás de ella.

Miré a Anne, quien tenía sus manos sobre su boca y sus ojos completamente abiertos.

- ¿Te parece si hablamos con ella? - Propuse, sólo estábamos en el salón nosotras tres. Sé que es difícil ser la chica nueva por experiencia.

Cuando llegué a este colegio se me presentó como la estudiante que tenía una beca por excelencia académica, el colegio es el mejor que hay en la ciudad porque es para gente adinerada, así que fui una anomalía a la que había que eliminar. Por suerte las cosas cambiaron.

- ¡Es ella! ¡No puedo creer que sea ella! - Anne estaba emocionada.

- ¿Qué? ¿Quién es? - Pregunté confundida.

- Amber Davis, hija de Danna y Damien Davis. - Sacudió sus manos. - Sus padres tienen la historia de amor más hermosa. Su padre es un reconocido diseñador de modas, se enamoró de su madre en un desfile de aficionados y la volvió una modelo de nivel internacional, ahora manejan una empresa de moda que tiene su propia línea de cosméticos y accesorios. - No paraba de sonreír. 

- ¿Es en serio? - Yo no tenía idea.

- Si, a ambos los sigo en redes sociales. - Se ventiló, usando sus manos como abanicos. - No puedo creer que esté aquí. - Nos pusimos de pie y nos dirigimos hacia ella, mientras escuchaba a Anne con voz chillona decirse a sí misma: "Relájate, relájate".

- Hola, soy Hayden y ella es Anne. - Anne iba a decir algo, pero ella pasó a un lado de las dos.

- Hola, mi nombre ya lo escucharon. - Salió del salón sin siquiera un rastro de aquella sonrisa tímida que tenía en el rostro cuando decidió presentarse.



Entramos en el salón de vuelta para recibir la última clase del día. Después de unos minutos llegó el Sr. Biersack con cara de pocos amigos, alzó la cabeza y me miró. Gesticulé con mis labios un inaudible: "¿Se encuentra bien?". Él sólo sonrió y asintió con la cabeza, dejó su portafolios sobre el escritorio y comenzó a borrar la pizarra.

- Buenos Días. - Volteó. - Por favor, saquen sus libros, jóvenes.

La clase comenzó y entre lecturas, preguntas y nuevos capítulos, el Sr. Biersack castigó a Anne por haberse dormido en su clase.

- Resuelto esto. - Se frotó el puente de la nariz. - ¿Alguna pregunta? - Apoyó ambas manos en su escritorio.

- ¿Está soltero? - Reconocí su voz, volteé a verla al instante. Amber tenía las piernas cruzadas y la mano levantada en el aire con una delicadeza increíble. Todos rieron. El Sr. Biersack agachó la cabeza riendo, se quitó los lentes y me miró por lo bajo, cómplice, como diciendo: "¿Le decimos?".

Por alguna razón, yo también sonreí.

- Señorita Davis, ¿Verdad? - Ella asintió, contenta. - Bienvenida al colegio. Respecto a su pregunta, la respuesta es no, no estoy soltero. - Afirmó y eso hizo que yo me sintiera increíblemente feliz.

- ¿Esposa o novia? - Le preguntó ella. En un gesto mimado movió la cabeza hacia atrás para retirarse el cabello que le caía sobre la frente.

- ¿Por qué el interés?

- ¿Por qué no interesarme? - Desafió y el salón no tardó en llenarse de cháchara y silbidos.

- Jóvenes, silencio. - Andy seguía muy sereno, aún mantenía su sonrisa en el rostro. - Es porque hay una línea de respeto, Señorita Davis. Somos profesor y alumna, no amigos. - Negó levemente con la cabeza.

- Voy a hacer que usted cruce esa línea. - Declaró y Andrew se dio la vuelta al tiempo que volvía a ponerse los lentes.

- Lo siento, no hay persona en el mundo que pueda hacer eso aparte de el amor de mi vida. - Casi se me detiene el corazón cuando dijo eso.

Pensar que estaba hablando de mi deliberadamente frente a todo el mundo con tanta seguridad hizo que me sintiera aún más enamorada de él.

- Además estamos a punto de formar una familia, así que, por favor, no se moleste. - Se volteó y tomó un libro, del que comenzó a copiar un texto en la pizarra. 

- ¿Tiene hijos? - Levantó la voz.

Andrew fingió que volteaba hacia su libro, pero aprovechó para mirarme y guiñarme un ojo. Está disfrutando este momento... Un momento, ¿Hijos?

- Uno viene en camino. - Pasé saliva y traté de concentrarme en mi cuaderno y lo que debía anotar en él.

- Ahora tendré que ser su madrastra. - El salón estalló en risas y cuando volteé a verla, me miró de una manera en la que pareciera que en cualquier momento sacaría un arma de su bolso y me dispararía. ¿Pero qué le pasa conmigo?



- Andy. - Jadeé en su boca y él me apretó la cintura con más fuerza, me apretó contra su cuerpo y me apegó a la pared.

- La amo. - Susurró antes de volver a besarme, me aferré a sus hombros y seguimos besándonos dentro del armario de limpieza. - Es una tortura tenerla lejos de mis brazos. - Gemí y él me sostuvo por las mejillas.

Hundió su lengua en mi boca y yo temblé, una suave corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo y él volvió a tomarme por la cintura, nuestros cuerpos estaban totalmente pegados.

- ¡Auch! - Exclamé cuando una escoba se deslizó por la pared y cayó sobre mi cabeza, Andrew rio brevemente y me besó en la zona golpeada.

- Lo lamento. - Sonrió. - No pude contenerme. - Se mordió el labio. - No iba a aguantar hasta llegar al auto. - Me dio un último beso, acarició mi mejilla con cariño y se separó de forma dolorosa de mi. - En seguida la alcanzo. - Andy asomó la cabeza levemente y me hizo una señal para que saliera yo primero.

Como me indicó, nos encontramos en el estacionamiento, subimos a su auto y en el camino compramos comida, para luego ir al Hotel/Home.

- Le tengo una sorpresa. - Dijo, emocionado. Colocó las bolsas de comida sobre la mesa.

- ¿Qué es? 

- Es algo muy hermoso. - Sonrió. Fue a la habitación y yo me acomodé en la sala, Andy asomó la cabeza. - Cierre los ojos.

- ¿Qué va a hacerme? - Pregunté y lo escuché reír, obedecí.

- Deme su mano. - La levanté, dejando la palma hacia arriba. Unos segundos pasaron y luego sentí algo suave que ligeramente, me rasguñó.

- Espero que no sea Adrianna en una caja. - Me mordí la lengua mientras me maldecía internamente por haber dicho aquello, pero a Andrew no pareció haberle importado, ya que soltó una ronca y perfecta carcajada.

- Sólo porque tenga garras no significa que sea una Adrianna. Ábralos. - Abrí los ojos y frente a mi vi a un cachorro de Husky. Es hermoso, pequeño y tan vulnerable. - Me alegra que le guste. - Adivinó lo que estaba pensando.

Sonreí inmensamente y tomé al pequeño en mis brazos, quien pataleó un poco y luego se acomodó, jugando un poco con mi cabello.

- Es precioso. - Dije, conmovida. De niña soñaba con tener una mascota, pero mamá nunca lo permitió, nunca le han gustado los animales.

- Me recordó a usted. - Sonrió y lo miré.

- ¿Qué? - Dije, levantando una ceja.

- Oh, no. - Rio. - No quería decir eso, es que, bueno, sus ojos son claros y su cabello castaño, casi negro. Es precioso y pequeño, es como usted. - Reí levemente, él se acercó para abrazarme por la espalda.

Cuando sus brazos me rodearon sentí eso que no había sentido nunca, este calor mágico y único. Estas cosquillas que me invaden el cuerpo y me hacen sentir tan feliz, casi como si flotara.

- ¿Cómo se llama? - Pregunté, el pequeño comenzó a morder mi dedo, sin hacerme daño. Solté un gritito agudo cuando bostezó, ¡Es que es demasiado tierno!

Andy me soltó y se quitó su chaqueta, dejándola sobre el sofá.

- Debe ponerle nombre usted a nuestro hijo. - Sonreí.

- Pero si es nuestro, ¿No deberíamos ponerle el nombre los dos? - Me miró y sus ojos brillaron, me aseguré de observar cada detalle, para grabar esta imagen de él a fuego en mi memoria. 

No podría olvidarlo jamás.

- Tiene razón. - Lo miró, como si investigara en sus pequeños ojos celestes. El cachorro volvió a bostezar y hundió su cabeza en mi sudadera. - Ya lo tengo, se llamará Hamburguesa. - Dijo, con una enorme sonrisa en el rostro.

- ¿Ham... Hamburguesa?


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