Clínica (#2 Hospital)

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Clínica es la historia que ocurre en el mismo lapso de tiempo que su antecesora "Hospital". En ella, se darán... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Epílogo

Capítulo 8

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—No hay nada del otro lado —nos dijo Karen una vez que Renato la ayudó a salir del ducto de ventilación. Se sacudió el polvo de su ropa que tomó al arrastrarse y después se acomodó el cabello hacia atrás. Todos la veíamos esperando más información de su parte—. O bueno, al menos sí lo había —continuó—, porque el final no conecta con otro ducto, sino que está una especie de bloque sellada con cemento en el agujero donde debería de ir la rendija del ducto.

—Patricio debió haberlos sellado —dijo Renato—, para no dejarnos salir.

—¿Por qué? —Preguntó Neus. Ésa era la pregunta que todos quisieramos conocer, ¿por qué nosotros?

Hernán observó a mi hija y sonrió de una manera que no me pareció hipócrita, al contrario, parecía ser sincera y dulce. Se acercó a ella con sigilo y me observó a mí antes de inclinarse hacia a mi hija.

—Ese señor es malo —le dijo—, y nos quiere mantener encerrados aquí para su satisfacción.

—¿Solamente para eso? —Replicó Neus. ¿Qué quería lograr Hernán al contestarle de esa manera a mi hija?—. Tengo mucho miedo de no volver a salir, quiero estar con mi papá de nuevo.

—Ahora estás con tu mamá —contestó—, pero pronto también verás a tu papá y estarás con los dos por siempre. Porque ellos son una pareja que sí sabe tomar responsabilidades —observó a Melissa, ella lo miró con expresión dudosa y él continuó con su mirada hacia Neus—, porque saben lo que es tener un hijo, y saben cómo cuidarlo.

—Vayamos a explorar ahora los cuartos —interrumpió Karen—, seguramente en alguno de ellos debe encontrarse otra pista para salir.

—¿Otra? —Le preguntó Renato—. Pero si ni siquiera hemos encontrado ninguna.

—Sí, bueno —Karen nuevamente se veía nerviosa, esa actitud solamente me hacía desconfiar cada vez más de su persona—, es cierto. Me confudí.

—Karen tienen razón —anunció Mariana caminando hacia el centro del lugar, colocándose a vista de todos. Mariana me parecía una mujer valiente, que no le temía a nada. Desde que la conocí he notado que lo único que desea es saber cómo se encuentra su hermana Johana. No ha dicho que no a nada y siempre está dispuesta a enfrentar lo que viene o lo que se propone hacer—. Deberíamos ir a los cuartos de una vez para saber qué es lo que adentro se encuentra. Si hay algo o no, al menos sabremos con exactitud si hay una manera de salir o nos quedaremos aquí hasta que Patricio lo decida.

—Vayamos de una vez —dijo Renato.

Dalila fue la primera en abandonar la habitación y dio pasos apresurados para dejarnos a todos salir tranquilamente.

Llegamos a la puerta que tenía marcado el número 3 y Renato se dispuso a abrirla. Con sigilo la empujó hacia adelante provocando que un chirrido hiciera eco en el lugar.

—Está oscuro —dijo. Cuando terminó de abrir la puerta unas pequeñas luces al fondo color rojo estaban encendidas. Eran once, eran pequeñas pero incandescentes. Renato se adentró a la penumbra del cuarto y en un instante la luz iluminó todo el cuarto, había alcanzado el interruptor. Lo único que había en este cuarto eran más artículos médicos, el lugar donde estaban las luces rojas estaba cubierto por una sábana azul. En verdad eran incandescentes. Renato se acercó a ella y tiró de la sábana. No sabía qué era lo que estaba viendo. Había muchos cables ordenados perfectamente, sentí satisfacción al verlos en orden. Todos pegados a la pared y cada uno terminaba en cada luz roja.

—¡Cuidado papá! —Soltó Iván al ver a Renato muy cerca de los cables. Se detuvo—. No vayas a tocarlos, no sabes qué pueda ser.

—Son interruptores —informó Renato—, pero son grandes, como si fueran centros de carga. Ven a ver.

Iván suspiró y comenzó a caminar hacia donde su padre le decía. Observé la habitación y vi a Dalila nuevamente cerca de la puerta, en verdad le aterraba quedarse encerrada. Nadie más se atrevía a acercarse al lugar donde estaba Renato. Yo no alcanzaba a ver desde mi ángulo algo que pudiera semejarse a un interruptor que mencionara Renato. Quizá debería acercarme más.

—¿Qué pasará si los bajamos? —Preguntó Iván curioso, su mano estaba cerca de un cuadro de metal plateado. No resistí más y también comencé a acercarme, entonces pude visualizar los interruptores de los que Renato hablaba. Eran unas grandes palancas color negras que estaban situadas al costado de los cuadros plateados. Deslumbraban en la parte baja la luz incandescente que cegaba nuestros ojos.

—No deberíamos —advirtió Renato—, quizá solamente maneje las luces del hospital.

—No, no lo hagan —advirtió Mariana de inmediato—, probablemente eso controle algunas maquinas del hospital. Podrían dejar sin vida a un paciente solamente porque su aparato dejó de funcionar.

—Mariana tiene razón —esta vez fue Melissa quien habló—, ¿y si en este momento mi hijo está en quimioterapia? No quiero que vaya a sucederle nada solamente porque la luz se corta.

—La verdad no creo que algo así suceda —dijo Karen y se acercó—. No es posible que el centro de carga este justo dentro de un consultorio, además así no son los interruptores de la luz. Esto debe ser para otra cosa.

Melissa la observó fríamente y negó lentamente con su cabeza, no sabía qué creer.

—Antes de hacer algo —volvió a hablar Melissa—, deberíamos saber qué es lo que se encuentra en la otra habitación.

—¿Y si solamente bajamos una? —Propuse deteniendo a todos. Era quien estaba más cerca ahora de los interruptores. Me observaron con confusión y permanecieron callados—. No creo que suceda algo extraño si bajamos una, ¿o sí?

—Mejor esperemos a ver qué encontramos en el otro cuarto—dijo Renato, se acercó a mí y me tomó delicadamente del brazo—, ven Angélica, vamos a ver qué encontramos. —Se acercó a mi oído—. Me gusta tu idea pero ten en cuenta que varias personas de aquí, si no es que todos tienen a un familiar dentro de algún cuarto médico esperando por sus resultados. No lo menciones en voz alta, mucho menos a Melissa quien es la persona que tiene al paciente más delicado.

Se alejó de mí. Entonces, si no lo decía en voz alta significaba que él estaba planeando apagar los interruptores a solas, cuando nadie lo viera.

—No Angélica —me dijo Hernán después de que Renato se alejara—, por favor, no debemos activar estos interruptores. Melissa tiene razón y probablemente eso pueda manejar algún circuito eléctrico que guíe a las máquinas de mi hijo.

Renato apretó los labios y levantó las cejas en mi dirección para hacerme entender que en verdad era mejor que lo hiciéramos sin que ellos se percataran.

—Su hijo —bufó Melissa. Apenas y se escuchó, se estaba dirigiendo a Dalila pero de igual manera Hernán la escuchó, se giró a ella de manera rápida y supe que le iba a contestar.

—Sí Melissa —dijo—, mi hijo. Porque aunque no te guste yo soy su padre y voy a hacerme responsable una vez que salgamos de aquí.

—Para él no existes Hernán.

—Pues entonces comenzaré a existir —le contestó Hernán—, estés o no presente Melissa. No me va a importar tu opinión, ya no puedes detenerme.

Melissa se mantuvo callada sin saber qué decir, si en algún momento Naúm se fuera dejándonos solas a mí y a Neus y regresara 10 años después, tampoco permitiría que viera a mi hija, tomando en cuenta que si Neus también fuera una recién nacida. No iba a ser cuando él quisiera, por lo tanto, estaba de parte de Melissa, Hernán no podía aparecerse así nada más de un día para otro queriendo ver a su hijo, y menos con ese carácter que no llevaría a nada bueno.

—Las cosas se hacen con calma Hernán —ahora fue Dalila quien se dirigió a él—, no puedes venir a este hospital así nada más, sin avisar.

—Es mi hijo y puedo llegar como quiera señorita, no se meta en nuestros asuntos que no nos conocemos.

Nuevamente Hernán dejó sin palabras con su contestación, esta vez fue a Dalila. Quería decirle algo pero no quería meterme en problemas con nadie, mucho menos con alguien con ese carácter tan arrogante.

Después de ese momento incómodo donde nadie le reclamó nada a Hernán ni se habló más sobre el tema de su hijo, finalmente pudimos salir de este cuarto y caminar hacia el otro, el cual, primeramente tuvimos que estar todos fuera para que Renato se aproximara a la puerta con el número 4 y tomara el pomo dispuesto a abrirla.

—Esperemos encontrar algo —dijo y suspiró. Después, giró el pomo con delicadeza y empujó la puerta abriéndola hasta el límite.

Un hedor horrible llegó hasta mi nariz, provenía del cuarto, era un olor parecido al de la basura, pero esa que lleva días en el cesto y nadie ha venido por ella. El olor me mareó y no quise entrar a la habitación, retrocedí al igual que Melissa, Neus y Dalila lo hicieron, no queríamos tener nada que ver con ese olor tan repugnante.

—Encenderé la luz para saber qué es ese olor —dijo Renato adentrándose a la penumbra del cuarto, hablaba extraño, pues cubría su nariz con su mano—, nadie venga hasta que sepamos qué es.

Renato se metió al cuarto y yo di unos pasos hacia atrás, Neus me siguió y en un momento después observé como una luz provino del cuarto, Renato había encontrado el interruptor.

—Dios santo —expresó desde adentro y no bastaron unos segundos para que nuevamente estuviera afuera con nosotros. Cerró la puerta y nos miró con asco en su rostro—. Hay un hombre muerto ahí dentro.

No me lo esperé, creí que el olor podría ser basura de días, comida podrida, pero nunca pensé que podría venir de un muerto. ¿Por qué estaría en este lugar? ¿Hasta qué punto de locura podría llegar Patricio?

El olor ya había penetrado un poco la parte de afuera y comenzaba a fastidiarme, tanto que decidí taparme la nariz con mi mano, era asqueroso, quería encontrar aromatizante pero no estaba a mi alcance.

—Huele muy feo —se quejó Neus. Karen la observó y levantó las cejas.

—Oh, esperen —dijo y pasó frente a mí, caminando hacia la sala de espera. En unos momentos más ya traía en sus manos un aromatizador. Se cubrió la nariz y roció por todo el pasillo—, esto estaba en el cuartito de limpieza. Lo observé cuando llegué y lo recordé.

El olor del aromatizante era de manzana, olía muy bien y de inmediato intercambió el olor del muerto por un rico aroma de manzana.

—¿Cómo es que hay un muerto ahí dentro? —Le preguntó Hernán a Renato.

—Está acostado en una camilla, tiene muy mal aspecto y poco a poco se está descomponiendo.

—Mamá —me dijo Neus de una manera en la que solamente yo podría escuchar—, no quiero que sigan hablando de esas cosas, me da miedo.

—No, Neus, tranquila —le dije y acaricié su lacia cabellera—, no tienes por qué tener miedo. Ya no hablaremos de eso, ¿está bien?

Ella asintió e intenté sonreír. Miré de reojo a Renato cerca del oído de Iván, después me concentré en ellos y observé cómo Iván delicadamente se acercaba a la puerta del cuarto donde estaban los interruptores, seguramente bajaría uno sin que nadie se percatara de ello para saber que ocurría.

—¿Quién quiere entrar conmigo a este cuarto para saber si hay algo? —Preguntó Renato. Nadie contestó al instante pero Karen y Mariana se acercaron con él.

—Yo voy —dijo Mariana—, igual mi hermana ha trabajado con animales muertos y yo he estado ahí, puedo resistir el olor.

—También yo —dijo Karen—, además, tengo aromatizante y puedo cubrir un poco el olor.

Renato asintió y nos observó a los demás, nadie más quiso entrar. Entonces los 3 se adentraron al cuarto y solamente se escuchó el ruido que el aromatizante emitía al ser esparcido.

Justo antes de que Renato cerrara la puerta, el gato apareció de repente con nosotros y también se adentró al cuarto. Melissa quiso detenerlo pero de repente se escuchó un fuerte ruido por arriba del techo y un poco alejado del lugar. La luz se fue y todo quedó a oscuras. No se podía ver absolutamente nada.

—¡Ayuda! —Gritó Mariana y entonces fui la siguiente en adentrarme al cuarto para saber qué ocurría.

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