Llantos De Arabia

By christinariosv

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Anthea Saadi es prometida a un hombre tres veces mayor que ella. Anthea no tiene voz para decir lo que pien... More

Prólogo
1. Clandestino
2. Pecado
3. Prohibido
4. Preparación
5. Boda
6. Consumación
7. Lujos
8. Destino
9.Presión
10. Castigo
11. Mientras tanto
12. Penitencia
13. Indiferencia
14. Despedida
15. Noche estrellada
16. Nueva vida
17. Perdón
18. Pureza
19. Tentación
20. La cena
21. Claridad
22. El pasado de Terry
23. Feliz cumpleaños
24. Resignación
25. Funeral
26. Prueba
27. Resultados
28. Luz
29. La elección
30. El obsequio
31. La fiesta
32. El regreso
33. El colegio
34. Acoso
35. Verano
36. Cartas
37. Contracorriente
38. Perdida
39. Doce años después
40. Corazón
41. Reloj
42. Conciencia
43. Enfermedad
44. Rezago
45. Miradas
46. Pesadilla
47. Primera esposa
48. Decaída
49. Conquista
50. Padres e hijas
51. Ventaja
52. Noticias
53. Por ella
54. Predestinados
55. Postergación
57. El último regalo
58. Latido
59. Terror
60. Vida
61. Final
Epílogo
Aviso
Capítulo Extra

56. Huérfana

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By christinariosv

En la habitación de un hospital, una joven lloraba al ser separada de su bebé recién nacido. Lo había dado adopción, pero lo que más le dolía es que era su primer hijo. Su primer bebé, producto de una violación de parte de su padrastro.

-¿Quiere conocer a su hija?- preguntó la enfermera.

La muchacha sacudió la cabeza. No quería ver jamás a esa criatura. No quería saber de su existencia.

-¿Le va a dar un nombre?

-Sí...

Luego de registrar los datos de la bebé, la enfermera se marchó y dejó entrar al hermano menor de la joven.
Terry se plantó junto a su hermana. Él estaba pequeño, y aunque no entendía del todo lo que sucedía, tomó la mano de Miranda para hacerle saber que todo estaría bien, muestras observaba a la enfermera alejándose con su sobrina recién nacida.

-¿Qué pasará con la bebé?- preguntó Terry, inocentemente.

-Tendrá una buena familia. Alguien que pueda mantenerla la adoptará. Será feliz.- susurró Miranda, con la nariz tapada y la voz ronca.

-Miranda. Esa bebé es tu hija. Es mi sobrinita. Nadie la puede cuidar mejor que nosotros. Nadie le puede dar más amor.

-No lo sé, Terry... No quiero criar a una niña que nunca quise. Nunca aprenderé a amarla, es imposible. No existe un amor tan forzado como ese, al menos no a mi parecer.

Terry asintió. Si esa era la elección de su hermana, no podía detenerla.

La bebé fue trasladada ocho días más tarde a un orfanato en Canadá, pues en su país de origen los internados y orfanatos se encontraban demasiado saturados, y los tíos de Miranda habían pagado miles de dólares para alejar a la bebé. Angélica fue enviada a una villa en las montañas, donde muy rara vez algún niño era adoptado.

La pequeña Angélica, vivió dieciocho años y medio en aquel orfanato, entre las burlas de sus compañeros debido a las cosas que decía, como que iba a ser una doctora muy respetada en el futuro, cosa que nadie creía, pues de ese orfanato, muy pocos de los niños terminaban siquiera la escuela secundaria.

Los niños encerraban a Angélica en la biblioteca durante las noches. Ocultaban las llaves de la madre superiora, y ésta no notaba la ausencia de la pequeña hasta la mañana siguiente.

Angélica sufría de insomnio, lo que era causado por su miedo a la oscuridad. Odiaba estar sola en un lugar tan grande y oscuro como la biblioteca. Lo único que le hacía compañía era la luz de la luna, y la nieve que caía todas las noches sin falta. Angélica pasaba la noche en vela, leyendo algún nuevo libro sobre medicina, pensando que en el algún lugar del mundo se encontraba su madre, y tratando de determinar por qué la había abandonado.
Cuando el sol salía, la Madre Superiora entraba a la biblioteca, encontraba a la pequeña niña, dormida sobre un montón de libros.

Llegado un momento, los demás niños del orfanato dejaron de encerrar a Angélica, pues ésta comenzó a pasar las noches ahí, perdida entre los libros y nuevos conocimientos. La Madre Superiora mandó mover la cama de la niña a la biblioteca, pues ahí se encontraba su verdadero refugio, y los únicos amigos que había tenido toda su vida.

Una de las hermanas le preguntó a la mujer:

-¿No será peor tenerla ahí?, necesita socializar con los niños, no quedarse oculta entre libros como si fuera un ratón.

-Mi querida Madeleine- dijo la Madre Superiora, cariñosamente- esa niña no tiene más amigos que sus libros. Ha superado las peores adversidades que le pueden suceder a un niño, y mírala ahora.

Madeleine observó a Angélica los siguientes días, y se percató de que ahora era más sociable y juguetona con los demás pequeños, pues todos tenían curiosidad de la niña tragalibros que vivía en la biblioteca.

Angélica creció evitando ser adoptada. Cada vez que alguna familia adquiría interés por ella, terminaba haciendo las peores travesuras, que espantaban a las parejas.

La Madre Superiora sabía que Angélica no era realmente así, por lo que un día la mandó llamar a su oficina, cuando ésta tenía diez años.

-¿Me llamó, Madre?

-Sí, Angélica... Pues he intentado, pero no puedo comprender que una niña como tú sea tan problemática como has sido últimamente, con las cinco parejas que han tratado de adoptarte.
Dime, ¿es por la biblioteca?, puedo encontrar parejas con bibliotecas enormes, no hay problema.

-No... No es por eso.

-¿Y entonces?, ¿te quieres estancar para siempre en este lugar?

-Es un lugar bonito...

-Sí que lo es. Pero Angélica, tienes que vivir una vida. Tienes que saber lo que es tener papá y mamá, ¿no te gustaría?

-Lo que pasa es... Que yo no quiero irme, porque estoy esperando a mi verdadera madre.- confesó la pequeña.

-¿Tu verdadera madre?, Angélica... Les hemos hablado de eso. Hay una razón por la que todos ustedes están aquí. Sus padres no pudieron hacerse cargo, y los aman tanto que quisieron darles una vida mejor. Tu verdadera madre querría que una buena mujer te criara.

-Yo no creo eso. Yo creo que mi madre va a regresar por mí, y me llevará con ella, muy lejos.

-Angélica... No puedes vivir en ese mundo de fantasía. No puedes pensar eso, tu madre ni siquiera sabe donde estás.

-¡Pero me encontrará!, una madre hace lo que sea por su hijo.

La Madre Superiora no tenía idea de como explicarle a una niña de diez años que su verdadera madre no la amaba y nunca lo haría, y que mucho menos volvería por ella.

-Angélica. Entiende. No puedes esperar aquí eternamente a que tu madre regrese.

-Usted no va a decirme qué hacer. ¡Me quedaré aquí hasta que venga por mí!

Angélica salió corriendo de la oficina, y la Madre Superiora se llevó las manos a la frente. Había hecho lo posible por el bien de esa niña, lo sabía. Pero ¿por qué sentía un horrible sabor a fracaso?

Cuando Angélica cumplió quince años, supo entonces que su madre no volvería por ella.

-Madre Superiora, ¿me habló?- preguntó Angélica secamente.

-Sí, mira. Hay una pareja de estadounidenses que quieren adoptar una adolescente. Hacía mucho que nadie te quería, Angélica.

-Es porque yo sola los espanté.

-Y ésta es tu segunda oportunidad. ¡Y tienen una increíble biblioteca!

-Supongo que está bien.

-¿Es en serio?- preguntó sorprendida la Madre Superiora- ¿no vas a pelear?, ¿y las travesuras?

-Se acabó eso, ya no soy esa niña. Con su permiso, Madre, me gustaría llevarme algunos libros de medicina. Nadie los lee aquí, y creo que me servirán de ayuda.

-Oh, claro. Puedes llevarlos. Haré los preparativos. Tú empaca. Mañana conocerás a tu nueva familia.

Angélica lloró toda la noche en su cama, a la luz de la luna, como tantos años atrás había soñado cada noche que una mujer vestida de rojo la abrazaba y le decía lo mucho que la amaba.

-Angélica, ¡qué grande ya estás!, estás muy bonita, te pareces tanto a mí. Te quiero, y siempre lo he hecho. No sé por qué lo hice. No sé por qué te abandoné de ese modo . Perdóname. Te quiero y lo haré por siempre.

Pero esos sueños tan dulces, hacía mucho tiempo que se habían esfumado. Ahora Angélica tenía en claro que su madre no la amaba, y que aunque los sueños que alguna vez había tenido, eran hermosos, no eran más que simples y efímeros sueños.

Desde la ventana de la biblioteca, Angélica observó al auto de sus futuros padres llegando, para recogerla. Era una camioneta del año, y desde esa distancia se notaba que era una pareja de mucho dinero.

La Madre Superiora llamó a Angélica para presentarle a la alta mujer rubia y a un hombre gordo con traje.

-Ellos son el Señor y Señora Newman. Tendrás su apellido, ¿estás de acuerdo con eso?

Angélica asintió.

-Mientras arreglo los últimos documentos, acércate a conocer a tus padres.

Angélica se acercó un poco a ellos, y los saludó cordialmente estrechando su mano.

-Eres muy linda- dijo Amanda Newman.

-Gracias... Nadie me había llamado así, para ser sincera, así que no sé cómo reaccionar.

El hombre se rió un poco.

-Pues ahora tendrás dos padres que te lo recordarán el resto de tus días.

Angélica esbozó una sonrisa.

La Madre Superiora terminó de ordenar los documentos de adopción, y se los entregó a Angélica.

-Es únicamente tú decisión.

La joven asintió, y abrazó a la Madre.

Sus padres adoptivos salieron del viejo edificio, y metieron las maletas en la parte trasera del automóvil.
Angélica se sentó también ahí.
La Madre Superiora se plantó en la entrada del orfanato, y se quedó observando el auto, alejándose hacia una nueva vida para Angélica.

Pasados unos segundos, el automóvil se detuvo a lo lejos, y Angélica se bajó con sus maletas en mano, y empezó a caminar de regreso al orfanato.

-¿Qué sucedió?, ¿por qué te bajaste- preguntó la Madre Superiora.

-Lo lamento - musitó Angélica- no puedo simplemente seguir adelante. Si mi madre no viene, nadie más reemplazará su lugar.

-Piensalo, Angélica.

-Ya lo hice. Mi única madre es aquella que me dió a luz. Si no viene por mí, le guardaré rencor, pero si viene, podré decir orgullosamente que fui huérfana y que mi mamá volvió por mí. Mientras tanto, viviré aquí hasta la mayoría de edad, y si nadie llega a buscarme, continuaré mis estudios muy lejos de aquí. No se preocupe Madre Superiora.

Y Angélica cumplió dieciocho amargos años, los cuales decidió enterrar en el pasado el día que le llegó una carta de admisión en la Universidad de Washington.
Hizo las maletas, entusiasmada por haber logrado entrar a la escuela de medicina, y se despidió de los niños, quienes eran como pequeños hermanos para ella.

La Madre Superiora le dió una bendición, y la besó en la frente.

-En tus documentos tienes el apellido Newman, si no te importa.

-Para nada...

-Mi pequeña Angélica... Tuviste tantas oportunidades de vivir una vida normal... Dios se cansó de darte segundas oportunidades. Tu soledad es resultado de tus propias decisiones.

-Puedo vivir con eso- dijo Angélica.

-Nunca te dije esto, pero el primer día que llegaste me comunicaron que tu madre era una adolescente de quince años.

-¿Qué?, ¿es en serio?

-Sí... Angélica, tu madre fue violada por su padrastro, y naciste tú. Tenías que saberlo. Ya eres lo suficientemente grande para soportar algo de esa magnitud.

-Gracias por decirme...

Angélica en realidad no sabía si estaba agradecida. ¡Le acababan de decir que era producto de una violación!, ahora entendía un poco mejor las razones de su madre... Pero eso no justificaba el haberla abandonado. ¿Era tan difícil aprender a amar a un bebé indefenso?

Angélica tomó el primer autobús de la mañana a Washington. Extrañaría la nieve de todos los días y las hermosas montañas desde la ventana de la biblioteca.
Y al menos uno de sus sueños se volvería realidad.


-¿Angélica?, llevo como quince segundos llamándote.

-¿Qué?, ah, Fadila. Perdón, estaba perdida en los recuerdos...

-Necesito saber si mi esposo va a ponerse bien. Pero necesito que usted sea sincera.

-Entre conmigo al consultorio, si quiere sinceridad, se la daré.

Fadila siguió a la doctora, y cerró la puerta al entrar.

Anthea llegó al hospital, con la esperanza de que su esposo aún estuviera con vida. Tenía que decirle de una vez por todas lo que había guardado por un tiempo.
La hora de la verdad había llegado.

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