The Dark Side (Tomarry) |PAU...

By April_Lupin_Snape

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La profecía fue dicha, y fue dicha en un pequeño bar a las afueras de Hogwarts, en Hogsmeade. En un bar en... More

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By April_Lupin_Snape

Una gran figura se abrió paso en el local cabeza de puerco, sus túnicas de color salmón con estrellas azules lo hacían completamente reconocible como Albus Dumbledore. Director de Hogwarts, Primera Orden de Merlín, Jefe Supremo de la Confederación Internacional de Magos y Jefe de Magos del Wizengamot, se sentó  en una de las mesas cerca de la pared izquierda, había mucho espacio disponible pues no todos venían a ese lugar,  encontrando el recinto como el perfecto para una entrevista de trabajo con una posible nueva maestra de adivinación en Hogwarts.

Sybill Trelawney apareció segundos después,  tropezando con algún que otro cliente y casi cayendo por culpa de una silla, sonrió nerviosa acomodando sus lentes redondos y de marco  grueso. Se sentó frente a él y la entrevista comenzó. 

Los ojos azules del director lucían aburridos,  era claro que esta chica no tenía ni un poco del don de su abuela, Cassandra Trelawney, la chica hacia tontas predicciones y no le servía,  no para la guerra. Para matar a Tom necesitaba una vidente. Esta chica no le servía de nada.

-Entonces... ¿Tengo el trabajo?- preguntó, sus rizos descontrolados enmarcaron su rostro, con grandes ojos esperanzados. Albus puso su mejor cara de abuelo bonachón. 

-Bueno... ya que he observado y en base a sus habilidades...- quedó mudo al ver como Sybill cerraba fuertemente los ojos y se apretaba la garganta con sus manos.  Entonces lo miró a los ojos, y pareció ver un universo entero detrás de esos lentes enormes. Y con voz profunda recitó:

"El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca..., Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor Tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce... Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida... El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso nacerá al concluir el séptimo mes..."

Sybill había parpadeado confundida, al parecer sin recordar nada, Albus sonrió, escondiendo la maldad tras sus lentes de media luna.

-Querida, te estaba diciendo que... te esperamos en las instalaciones del castillo una semanas antes del primero de septiembre- la mujer sonrió comenzando a agradecer, todo esto sin notar que cierta persona encapuchada salía del lugar, nadie tomó importancia,  en estos tiempos de guerra todos hacia todo lo posible para pasar desapercibidos de los mortífagos y... de la Orden. 

La figura encapuchada desapareció en lo que parecía una nube de humo negro, volviendo a aparecer en en una mansión vieja y llena de humedad. Bajó  la capucha de su túnica revelando una piel blanca y hermosos y finos cabellos negros y lacios,  su mirada era fría y oscura, imperturbable.

Caminó por los largos pasillos de la mansión, con su capa ondeando dramáticamente tras él. Tras tocar una gran puerta de roble,  recibió invitación para ingresar, una voz susurrante y serpenteante lo recibió con animosidad. 

-Severus, mi mejor mortífago y el más fiel, ¿a qué debo que vengas tan temprano a visitarme, sin siquiera haberte llamado?- su señor alargaba por alguna razón las eses de las palabras, haciendo de su voz aún más tétrica. 

-Mi Lord- pronunció con solemnidad y colocando su mano derecha sobre su corazón, inclinando levemente su cabeza, Lord Voldemort sonrió complacido.

-He venido a traer noticias sobre... Dumbledore- los ojos, normalmente verdes y con la línea horizontal de las pupilas se volvieron rojos por un instante,  si vio un escalofrío o un temblor en su señor, no dijo nada, hacía mucho que había dejado de atender al Señor Tenebroso  como paciente, habiendo estudiado psicomagia y algo de psicología muggle ilegalmente,  sin contar con sus habilidades en artes oscuras y pociones, le había dado un lugar al lado del Señor Oscuro como su mano izquierda, siendo ocupado el lugar de la mano derecha a Lucius Malfoy.

-Habla...- susurró, luego de haber despachado a todos sus mortífagos, quedando sólo Lucius, el Lord Oscuro y él.


Una hora había pasado, en la cual había relatado todo lo ocurrido,  desde la llegada de Albus a Cabeza de Puerco, la aparición de la nieta de Cassandra Trelawney, hasta la profecía y posterior aceptación de la chica -totalmente inútil a pesar de sus lapsus de vidente- entre el plantel docente de Hogwarts.

-Así que una profecía, ¿No?- susurró para sí el hombre, ambos subordinados se miraron entre sí,  pero fue el rubio quien habló.

-Mi Señor, una profecía puede ser totalmente imprecisa, incluso nunca puede ser cumplida, a menos que alguno de los mencionados en ella la comience con alguna acción- el Lord Malfoy había hablado, dejando en claro sus conocimientos dentro del ministerio.

-Lo sé, pero ¿analizaron bien la profecía?- habló  el mayor de todos. Pero fue justamente el menor quien se dio cuenta. Abriendo los ojos sorprendido, dejando de lado su máscara de imperturbabilidad.

-El único con poder para derrotarlo... eso quiere decir...- su señor sonrió, mostrando cada uno de sus blancos y puntiagudos dientes.

-Exacto, Severus, puede tener el poder, pero nunca en la profecía se mencionó que de verdad me derrotaría, es por eso que, debemos averiguar quién es el niño y ver que medidas tomar, podríamos estar esperando el nacimiento de la persona que gobernará conmigo- los ojos de sus más preciados secuaces se abrieron abruptamente. Pero asintieron, si su señor deseaba gobernar en conjunto... quiénes eran ellos para contradecirlo.

-Los Longbottom están en la espera, según escuché es para finales de julio- mencionó Malfoy, el Señor Oscuro asintió. 

-Los Potter también, y para la misma fecha, tengo entendido- Severus fue está vez quien habló, temiendo por la que fue su mejor amiga en el pasado.

-Es el niño de los Potter- dictaminó el Lord Oscuro, Severus lo miró con la aprehensión en su corazón. 

-Severus, su madre es nacida de muggles, la profecía dice que lo señalaré como mi igual, un mestizo, como tú,  como yo, el chico de los Longbottom será sangre pura, descuida, no le haré daño a la mujer si es lo que te preocupa- mencionó,  dejando un poco de la su actitud de tirano dictador para mostrarse ante Severus como el mentor que siempre fue para el pocionista. El pelinegro quiso sonreír. 

-Gracias mi señor- Severus se agachó,  nuevamente en deuda con el hombre que lo salvó, ambos tenían un profundo odio hacia Dumbledore, si bien era por razones abismalmente diferentes, el odio estaba allí. 

-Quiero a la señora Potter en nuestras filas, según tengo entendido es una inefable, pero si se rehúsa...- Severus asintió antes de que termine de hablar.

-Lo entiendo Mi Lord, sin embargo, en caso de que no quisiera escuchar,necesitaremos un plan de contingencia- murmuró, apreciaba a Lily, pero si estaba del lado de Dumbledore, del lado de la luz, no había caso.

-Para eso es que estas tú,  mi querido muchacho- mencionó, casi sonando como Albus y reprimiendo un escalofrío por lo bizarro de aquello. Fue entonces que Lord Voldemort y sus dos más fieles mortífagos comenzaron a trazar un plan y un plan de contingencia por si las dudas.










El treinta y uno de octubre del año ochenta y uno el valle de Godric fue asaltado por Voldemort,  no iba a asesinar a Potter, había investigado su árbol genealógico,  eran primos lejanos por parte de los Peverell y  en el mundo mágico,  la familia y la magia estaban por sobre todas las cosas. Al parecer los de Luz no sabían aquello,  e insistían en seguir a un viejo chocho y manipulador.
Esa noche James y Lily Potter murieron prefiriendo batallar antes de siquiera llegar a hablar. 

Cuando tuvo a ese pequeño frente suyo, supo por su magia que debía protegerlo. Sus hermosos ojos del color de la maldición asesina lo miraban con una gran curiosidad y pureza. No con temor por su desfigurado rostro, no, era con curiosidad inocente,  y él protegería aquello como un tesoro. 

Pero no contó con que ese asqueroso viejo apareciera,  lo observó, ocultando en lo más profundo de su ser el miedo, dejando sobre aquel sentimiento la ira y el odio a ese que lo había profanado.

-Te ves bien, Tom- dijo con sus ojos azules llameantes de maldad pura y diversión insana. Las manos de Voldemort temblaron, si era por odio o por miedo, nunca lo supo. 

Pero antes de que siquiera pudiera alzar su varita, oyó de los labios de Dumbledore la maldición asesina, que rebotó destruyendo su cuerpo y enviando un pedazo de su alma a aquel que con tanto ahínco juro proteger hacia apenas unos segundos en los que lo conoció. Harry Potter.

Esa también fue la noche en la que un hechizo diferente fue a parar en Harry, modificando su magia y suprimiendola a niveles más bajos que lo de un infante mago común. Con una sonrisa de satisfacción malvada Dumbledore salió del lugar, llevándose al niño.











-¿Estás seguro Albus? He observado a estos muggles durante todo el día,  son la peor clase que hay- una bruja de ya edad hablaba con el hombre entre susurros severos que la caracterizaban, caminaban en la oscuridad por un barrio muggle de Inglaterra. 

-No podemos hacer nada, Minerva, las protecciones de sangre son las más fuertes que existen, no podemos permitir que le hagan daño - uso aquella voz de hombre bueno al que nadie ponía objeción alguna,  la mujer, Minerva, sólo frunció los labios, miró con pena al niño de la canasta y colocó una carta que el mismísimo Albus Dumbledore había escrito a puño y letra, explicando la situación de su mundo y de Harry.

-Pobre, sin ningún pariente en el mundo mágico que te cuide, solo estos... espero que estés bien en estos años, pequeño Harry- susurró al bebé dormido entre las mantas, dio una ultima caricia a sus suaves y regirdetas mejillas y lo dejo frente a la puerta de los que eran sus tíos. 

Vernon y Petunia Dursley, junto con el pequeño y gordito Duddley, eran sus único parientes, esperaban que por lo menos al tener a otro niño junto a ellos les hiciera cuidar a Harry del mismo modo. Suspiró,  desde el fondo de su corazón Minerva deseaba que eso pasase. Pero también  la realidad parecía golpearle en el rostro con fuerza.

Ellos no eran buenos guardianes.

Jamás lo serían.

Y si algo pasaba....

Sería culpa de Albus Dumbledore. 

Frunció el ceño y golpeó la puerta antes de aparecerse nuevamente a las afueras de Hogwarts, mantendría en la mira a Dumbledore,  como es que...  Aun sabiendo como eran decidió ponerlos en aquella casa.

-Tranquila querida, he puesto a una antigua amiga a que viva frente a la casa, ella me avisara cualquier problema,  además de que haré dos visitas mensuales, una cada quince días, ¿eso te parece mejor?- preguntó el hombre, recibiendo un asentimiento por parte de la mujer, quien en el fondo de su corazón haría la promesa de que apenas encontrará a alguien confiable, lo mandaría a espiar al chico. No se fiaba de Dumbledore. Como hacerlo cuando ahora estaban todos junto a él festejando la caída del Señor Oscuro en vez de estar preocupados por Harry.

Quizás no tenía hijos, pero tenía una vena materna muy en el fondo que parecía estar saliendo a la luz en estos momentos, y ni siquiera una temperamental madre Veela podría hacer frente ahora. 

Oh, no, claro que no.

Observó como Dumbledore iba hacia la chimenea de su despacho, alegre y cantarinamente se despidió de ella yendo al ministerio. Expulsó todo el aire que tenia, no supo desde que momento lo había estado aguantando, quizás cuando vio ese destello de maldad en sus ojos, no lo sabía.

Suspiró limpiando las penosas lágrimas que caían por su rostro. ¡Era una cómplice,  por Mordred!

¿Qué  pasaría si el chico de los Potter sufría abuso?. ¿Y que pensaría si de alguna forma u otra se enteraba de que ella no hizo nada para defenderlo de Albus y mandarlo a otro lugar? A uno mas seguro.

Su mirada se tornó nuevamente severa, ya no podía hacer nada por Harry ahora, pero podría vigilar al hombre que lo dejó en un mal hogar. 

-Merlín te cuide las espaldas Albus, por que yo he dejado de hacerlo- susurró frunciendo los labios,  para salir de la oficina del director y marchar a sus propias habitaciones a pensar con tranquilidad.

¿Y si la luz... no estaba haciendo realmente lo correcto?

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