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Era octubre del año ochenta y seis, cuando dos altas figuras iban en un automóvil conduciendo hacia la carretera, no muy lejos de Surrey,  pero lo suficiente como para que no sospechen de ellos. Petunia Dursley era una mujer alta, con el cuello dos veces más largo de lo normal, cabello rubio corto y con una vida perfectamente normal y dentro de los estándares de lo ordinario y vano. Vernon Dursley por otro lado era un hombre gordo y rayando lo repugnante con un vasto bigote que le hacía parecer más a una morsa que a un elefante por su altura y anchura. Cuando se enojaba podía pasar por las diferentes tonalidades del rojo, violeta y el verde. Su imponente figura sin cuello atemorizaba al pobre niño que se hallaba en los asientos traseros de auto. Su cuerpo, demasiado pequeño para su edad, podía entrar fácilmente en la mediana canasta de mimbre en la que se encontraba, con la pequeña y gastada manta en la que había llegado años atrás a su hogar.

Solo cuatro años pudieron aguantar la presencia del niño en sus hogares, comenzaron a temer cada vez que la magia los alejaba, hasta el punto en que los lanzaba volando hacia una pared, había ocurrido dos veces con tío Vernon, las únicas dos veces en las que quiso golpear su frágil cuerpo. Algunas veces la magia hacia tropezar a la tía Petunia. Pero solo sucedía después de que ella le daba un pellizco en la suave y tierna piel de sus brazos, lugar donde comúnmente habían hematomas que iban desde el azul verdoso hasta el violeta amarillento, sus tíos no se molestaba en ocultar ya que jamás había visto la luz del sol fuera de la casa de Privet Drive.

Ahora, por el miedo que profesaban al pequeño de cinco años iban a dejarlo, bajaron del auto con lentitud, era un día fresco, demasiado como para que un pequeño permaneciera fuera, en la intemperie, con rapidez se dirigieron hacia la entrada del lugar. 

Tenia una fachada monumental, paredes de piedra gris con pilares y estatuas góticas, había un jardín poco arreglado y los grandes pilares de roble con algo de humedad, en medio del jardín podía verse un letrero de piedra con algunas letras gravadas "Orfanato Saint Germain"

Atravesaron el jardín y dejaron el pequeño cesto junto con el niño frente a las puertas de roble; jamás miraron atrás cuando volvieron al coche, ni tuvieron remordimientos cuando comenzó a llover, solo suspiraron al verse librados de ese anormal, que pronto comenzaría a hacerle también daño a su pequeño Dudders.











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El sonido de un suave llanto había despertado a una de las monjas más jóvenes del orfanato. Quien con el corazón en la mano había salido de su habitación, en el pasillo los llantos se hacían más audibles y... al abrir la puerta, lágrimas se acumularon de repente en sus ojos para luego bajar en cascadas de plata líquida por sus mejillas. Sus ojos, de un celeste grisáceo parecían dos piedras preciosas hermosas bajo la luz de la luna menguante. Aquel era el día antes del día de las brujas, era la noche del diablo. Y un pequeño angelito había ido a parar a sus puertas -había pensado la joven mujer-

Con canasta incluida lo había tomado, ingresando rápidamente con el niño a la gran sala de recibir del orfanato, debía hacer menos de diez grados afuera, y el cuerpo frío y tiritante del pequeño le había secundado el pensamiento. Una pequeña carta había entre las mantas, la joven mujer aún en camisón de dormir y con el niño en brazos hizo malabares para leerlo; las lágrimas volvieron a sus ojos,  como un pozo rebosante de agua cristalina.

"No podemos permitir que un monstruo como él corrompa a nuestra familia. Ustedes podrán controlar a ese demonio.

Su nombre es Harry Potter, cuando cumpla 11 podrán librarse de él, hasta entonces les deseo suerte"

Aquella fue la primera noche de Harry en una de las habitaciones del recinto de las monjas, naturalmente, él era uno de los pocos niños menores con cinco años edad, así que tenia mayor posibilidad a ser adoptado, quizás aquella cicatriz traiga algo de problemas,  pero sus ojos enamorarán a cualquiera -la joven monja pensaba observando los grandes ojos de Harry, quien había parado de llorar una vez que sintió los cálidos brazos de la mujer rodeándolo-, le sonrió y Harry en mucho tiempo volvió a tener la mirada amable e inocente que cualquier niño de su edad tendría. 











The Dark Side  (Tomarry) |PAUSADA|Where stories live. Discover now