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La paciencia era una de las pocas virtudes que Harry -Según él mismo- no poseía. Pero deben entender que él fue criado para ser una pequeña diva del mal; que tenía que tenerlo todo servido y a la orden de ¡Ya!. Sin embargo, en el transcurso de los siguientes meses tuvo que aprender a ser paciente a la mala. Por muchas diferentes razones; comenzando quizás por la búsqueda del pequeño y hermoso pedacito del alma de Tom. Aún sonreía al recordar cómo lo encontró.




Al día siguiente de la fiesta de Yule; Tom había ido a despertarle en su habitación, la reunión de la noche anterior se había alargado y su papi Sev solo había salido para mandarlo a dormir con el resto de los chicos. Le prometió que Tom estaría para el día siguiente y lo estuvo. Fue el despertar más bello que tuvo; se sentía como una de esas princesas de los cuentos de hadas, con la única diferencia que él no era una puta princesa, era la jodida reina. O éso se decía en su mente. En fin, esa mañana habían hablado mucho antes de bajar a desayunar; de sus horrocrux, de cada uno de ellos y dónde se hallaban, de cuál era el que debía recuperar. Se fascinó al saber que se encontraba tan cerca de él y cuál era. Nada más y nada menos que la tiara de Rowena Ravenclaw. Su futuro esposo era bien genial.


Encontró la tiara casi tres meses después, recurrió a la ayuda de Draco y Póllux; ya que sus demás amigos de su año se encargaron de investigar las reliquias, Pucey de vigilar a Dahpne y Cástor a su pequeña leona cuya identidad aún no revelaba a sus amigos. Solo a Cástor y él también guardaba el secreto.



Ésa misma noche; con la tiara asegurada en un cofre que el mismo Tom le había dado antes de volver al colegio. Harry marchó hacia la oficina de su padre. Sin embargo nada lo había preparado para la escena que se hayaba frente a él. Severus... su papi estaba siendo acosado por esa asquerosa pasa arrugada. Podía ver cómo el muy desgraciado de hallaba sentado al lado de su papi en el sofá; demasiado cerca, con una mano sosteniendo una taza de te y la otra sobre las rodillas del pocionista. Algo dentro suyo sintió hervir y comenzó a ver rojo; pero tenía que calmarse y pensar en frío, por lo que decidió inhalar una gran bocanada de aire e ingresar por completo al despacho del maestro.


-Profesor Snape... lamento interrumpir- lo dijo sin sentirlo realmente, el director por fin apartó sus manos del otro y fijó su mirada celeste en el chico.



-Joven Harry, que alegría verlo. ¿Nos acompaña a tomar el té?- preguntó como si nada el viejo desgraciado, Harry le regaló una sonrisa desagradable. Una de esas demasiado parecidas a las que Severus le daba a los Gryffindors.


-No- dijo bruscamente.



-Me temo que no puedo y el profesor Snape tampoco...- Harry se giró hacia el pelinegro.



-Hay un asunto en la sala común señor, lo estamos esperando- ignorando por completo al barbudo; Snape se levantó y se acercó al chico. Harry parpadeó muy suavemente, mirándolo a los ojos. Snape supo de inmediato que no era algo grave.



-Director, creo que tendremos que posponer nuestra pequeña reunión de té- Severus ni siquiera se giró a ver al hombre. Dumbledore frunció levemente los labios, inconforme.



-¿Algo mal, Severus?- preguntó, impaciente por saber. El hombre de negro apenas y se giro a verlo sobre el hombro.


-Solo una pequeña reunión de alumnos que solicitan mi presencia director. Yo me encargaré- fue lo único que dijo, si Albus no estuvo conforme con su respuesta; Severus no lo vio, pues se concentró en ocultar la sonrisa burlona de su hijo del director.




Con lentitud caminaron hasta la entrada de la sala común, ingresaron yendo directamente a la habitación del menor. Claro todo esto bajo la atenta mirada azulina de cierta rubia entrometida, pero nada que Harry no haya previsto por lo que apenas ingresó a su cuarto cerró con todos los hechizos que podía. El pelinegro menor se sentó en su cama esperando a que su papi se sentara también en la cama siguiente.


The Dark Side  (Tomarry) |PAUSADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora