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Ginebra Weasley era, —de todas las personas horribles que había conocido Harry— la peor. Con su odio por cualquier niña de su edad, su envidia por aquellas consideradas más bonitas que ella y sus celos por aquellos que podían acercarse con intimidad a Harry, solo daba una imagen aún más lamentable a la ya muy desdichada familia de la Luz.




Con su madre pronta a salir de Azkaban tras su muy demasiado corta condena por el uso de una de las imperdonables; fue incluso más mimada por el resto de sus hermanos y su padre, habiendo sido criada por su madre con las ideas estúpidas que les daba el estúpido Dumbledore sobre ser la próxima señora Potter, la pequeña y malcriada niña odiaba a todo aquél que le robara la atención de su futuro esposo.



Siendo Hermione Granger, o como era conocida ahora, Cassiopeia Malfoy —que la pequeña sangre sucia sabeloto era ahora una Malfoy, es más una Malfoy de Gryffindor; había sido la noticia que recorrió todo el mundo mágico, Porque... ¿Una Malfoy en Gryffindor? ¡Qué escándalo!— había sido la primera adicción femenina al selecto grupo de seguidores de Harry, conocida por ser la protegida de Cástor Black, dentro y fuera de la torre de los leones, nadie se metía con ella. A excepción nuevamente de Ginebra Weasley. Quien tenía un impresionante odio hacia la otra niña.



—Mírala— murmuraba a su mejor amiga, un tal Sasha o algo así.

—Siempre rodeada de ellos, chicos hermosos, con dinero, la élite— gruñía por lo bajo mientras la observaba ir y venir con Cástor a la mayoría de sus clases y con Harry y los demás a aquellas que compartían.





No la soportaba, le robaba todo lo que era suyo, la atención de sus hermanos, ¡Esos traidores! Inteligentes, sí pero seguían siendo unos traidores, ¡Debieron llevarla a ella también! Ella debía ser mimada, llenada de lujos y regalos, debía estar siempre con Harry.






Definitivamente aquella tarde la rabia había cegado el poco juicio que le quedaba a la pelirroja, por que convencer a unos chicos de su año para acorralar a la chica en los baños del segundo piso no era una buena idea por donde fuera que se lo mire.




Lo peor de todo era, que Cassiopeia aún no hablaba normalmente, solo algunas palabras susurradas o unos hechizos, ni siquiera podía hablar de manera normal, mucho menos gritar o pedir auxilio, y eso era algo que Ginny había investigado con anterioridad, por lo que ahora la veía, atada a una silla que sus ''amigos'' habían traído y con unas cuerdas que pidieron a unos de cursos mayores que hechizaran la ataron.

—Tú... tonta niña— comenzó la pelirroja con un discurso que parecía de villano de caricatura de bajo presupuesto, o al menos esa impresión dio a Cassiopeia, no que viera muchas caricaturas, pero era una niña que vivió toda su viva con muggles, maldita sea.

La rubia rodó lo ojos —recuerden que Cass es rubia como Narcissa—.




—¿Te crees mucho, no? Robando la atención de Harry, siendo protegida por esos traidores de Ron y Percy, mimada por Draco Malfoy— a medida que hablaba, sus mejillas iban poniéndose del mismo horrible tono rojo que el de su cabello e incluso su respiración se aceleraba por el enojo.



—Debería matarte, deshacerme de ti y pedirle a estos buenos muchachos que lleven pedazos de tu cuerpo a las criaturas del bosque o al calamar gigante— los chicos que ayudaron a Ginny se miraron entre ellos asustados, definitivamente no querían ensuciarse las manos, ¡Merlín bendito! Tenían once malditos años, no era pequeños psicópatas en busca de venganza.

Bueno, tal vez la niña Weasley lo era, pensaron los tres.



—No estamos haciendo ésto— dijo uno de los tres niños, el parecía el líder, era grueso como Crabbe y Goyle, incluso rubio de ojos claros, los otros dos niños negaron con la cabeza, serios pero con una pizca de miedo al ver la melena pelirroja girar con brusquedad hacia ellos.

The Dark Side  (Tomarry) |PAUSADA|Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum