Harry Potter: Historias de la...

By ALeeMar

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¿Quieres saber qué fue de tus personajes favoritos después de la Batalla de Hogwarts? Pequeños one-sh... More

Antes de empezar
El día en el que Percy conoció a Audrey
Antes del nuevo curso [Hanny]
Regreso a Sortilegios Weasley [George y Angelina]
Una cena con los Weasley [Percy y Audrey]
Cartas [Romione]
Victoire
Reencuentro [Oliver y Katie]
Últimos deseos [1/3]
Últimos deseos [2/3]
Últimos deseos [3/3]
Aurores
Lo que probablemente cambió todo [Neville y Hannah]
Sin vuelta de hoja [George y Angelina]
Tal y como debía ser [Hanny]
Nuestro especial comienzo [Rolf y Luna]
La boda que todos esperaban
En dos mundos distintos [Percy y Audrey]
El Profeta: Edición especial
La elección decisiva [George y Angelina]
La historia no contada de Charlie Weasley
Banquete nupcial
Feliz cumpleaños, gemelos Weasley
Dominique
Aquellos pequeños detalles [Rolf y Luna]
El mayor miedo [Romione]
La magia de una muggle [Percy y Audrey]
Aquel 2 de Mayo de 2002
Nuestro hogar en Grimmauld Place [Hanny]
Una fantástica familia [Neville y Hannah]
El Profeta: Edición especial (II)
Incluso más importante que el quidditch [Oliver y Katie]
Asuntos pendientes
Punto para Charlie Weasley
Velada en El Refugio
Únicos [Rolf y Luna]
Louis
Cuanto más lejos, más cerca [Romione]
No más secretos [Hanny]
Primeros recuerdos
Dos nuevas leyendas
Toujours [Teddy y Victoire]
Un día memorable
Revelaciones [Lee y Alicia]
Grandes noticias
La historia que Charlie Weasley contó
Teddy en Hogwarts [1/2]
Teddy en Hogwarts [2/2]
Comienzan las clases
Navidades en la Madriguera
Cómo crear una tradición familiar
Hogwarts ve una Weasley de nuevo
Nuevos y viejos recuerdos [Rolf y Luna]
Año Nuevo
~Tagg~
El cumpleaños de Lily
Boggarts
Sorpresas por duplicado
Poniendo a prueba a Teddy
Lo que a Charlie Weasley le faltaba por contar
El día en el que Teddy por fin se dio cuenta
Los nuevos alborotadores de Hogwarts
La noche de Halloween
El secreto de Louis
19 años después [1/2]
19 años después [2/2]

La familia crece

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By ALeeMar

Perdonad que no haya subido nada estos últimos días! He estado liada con exámenes y demás...

En fin, espero que disfrutéis del capítulo :)

~ 💫 ~

Molly II (30 de Octubre de 2003)

Percy nunca le ocultó a Audrey el hecho de que él acabó con la vida del asesino de su hermano. Ella merecía saberlo; merecía saber que su marido había matado a un hombre. Percy no sintió en ningún momento cargo de conciencia por lo ocurrido; jamás lo lamentó. Lo único que le preocupaba era cómo se tomaría Audrey aquello. Tardó unos cuatro meses en contárselo, y todo ese tiempo, no dejaba de preguntarse a sí mismo qué ocurriría si le decía la verdad. Si le odiaría. Si tendría miedo de él y huiría.

Cuando por fin se decidió a relatarle lo ocurrido, no se atrevió ni a mirarla a la cara. Le preguntó si le consideraba un monstruo. Ella, al borde de las lágrimas, lo abrazó. Y con eso ya bastó. Con eso, expresó todo lo que pensaba en ese instante. Que no le odiaba. Que no era ningún ser malvado. Que se alegraba de que estuviera bien; de que ese mortífago no le hubiera hecho nada; de que Fred hubiera tenido la venganza que se merecía. Que si tenía que pasar el resto de su vida junto a alguien, le enorgullecía que fuera él. Que no podía pedir un padre mejor para la hija que ambos esperaban.

En resumidas cuentas, que le quería.

Audrey no pudo negar que aquella noche no pudo pegar ojo. Pero no por la historia que acababa de explicar Percy; sino por su futura hija. Cualquiera que formara parte del mundo mágico ya sabía acerca del nuevo bebé que entraría en la familia Weasley. Y, por supuesto, en esos últimos nueve meses, no había persona que no les hubiera preguntado a ella y a Percy sobre si estaban preocupados por el hecho de que podría ser una squib; a lo que Percy siempre respondía, cortante:

—No, no me preocupa en absoluto.

Y entonces, él la cogía de la mano y se alejaban de allí lo más rápido posible.

A veces, Audrey se preguntaba si de verdad Percy decía aquello en serio. Ella sabía que los Weasley provenían de un linaje de magos muy antiguo. ¿Cómo se tomaría su familia el que hubiera alguien sin poderes entre ellos? <<Audrey, parece mentira que creas que te repudiaremos o algo peor por el simple hecho de que vuestra hija no sea bruja>>, le dijo un día el señor Weasley. <<Ya se lo dejé bien claro a Skeeter, pero volveré a decirlo: Todos te queremos, Audrey. Y querremos a cualquier hijo que tengáis, ya sea mago o no>>, decía Charlie. << ¿Y qué si no es bruja? Será una niña excepcional. Con poderes o sin ellos>>, le aseguraba Ginny.

Pero, aun así, seguía sin poder conciliar el sueño.

Haciendo el menor ruido posible para no despertar a Percy, se puso en pie y se fue hasta el salón. Cogió un pergamino y una pluma (después de pasar tanto tiempo entre magos, se había adaptado a varias costumbres suyas; entre ellas los métodos que utilizaban para escribir), y comenzó a apuntar varios datos.

Audrey siempre fue un genio con las ciencias. Desde el Instituto, ya sacaba sobresalientes en clases como Física, Química o Biología. Y eso le vino de perlas en aquel momento, pues con unas cuantas operaciones, que para ella resultaban la mar de sencillas, sabría de una vez si aquella niña sería maga o no.

Esa misma mañana, Percy la encontró dormida en una de las sillas del salón, rodeada de montañas de papeles. Algunos arrugados; otros con tinta desparramada por encima. Frunció el ceño, extrañado. Posó su mano en uno de los hombros de Audrey, y trató de despertarla.

—Audrey...—murmuró él. Ella entreabrió los ojos, haciendo saber a Percy que estaba levantada—. Drey, ¿qué ha pasado? Parece como si un tornado hubiera arrasado la casa...

Ella sacudió la cabeza, y se llevó una mano a la nuca. Dormir en una silla le había pasado factura.

—Vamos, descansa un poco. Y me refiero a dormir en una cama de verdad—dijo Percy. Ella negó con la cabeza. Volvió a acomodarse en su asiento, y se centró de nuevo en aquellos documentos.

—No, dormir puede esperar. Esto es muy importante.

— ¿Y qué es, si se puede saber?

—El futuro de nuestra hija, Percy.

Percy cogió una de las hojas, y al ojearla, comprobó que no comprendía nada.

— ¿Esto es... ciencia?—ella asintió, y Percy dejó escapar un suspiro—. Audrey, la magia no tiene nada que ver con la ciencia. Son... ¡las dos caras de una moneda!

—Te equivocas. Todo está relacionado—le aseguró ella, convencida de sus palabras. Le quitó el papel de las manos y empezó a recoger el resto de los que estaban esparcidos a su alrededor—. Percy, ¿alguna vez has oído hablar de las leyes de la genética de Mendel?

— ¿Las qué?—fue como si le estuviera hablando en pársel.

Audrey señaló con la palma de la mano los documentos que acababa de apilar. Percy se ajustó las gafas para probar si así veía algo más claro, pero no fue así. Todo seguía siendo una mezcla incomprensible de números y letras.

—Mendel experimentó con guisantes para establecer un conjunto de reglas básicas sobre la transmisión por herencia genética de padres a hijos—dijo Audrey, como si se tratara de algo de lo más normal.

—Espera, espera. ¿Me he perdido... o estás comparando a nuestra hija con un guisante?

—Olvida eso. El caso es, Percy, que he hecho cálculos—explicó, sin importarle que no le entendiera—. Hay 12 genes implicados en si una persona es maga o no. Y en esos 12 genes, hay un total de 45 variaciones diferentes que controlan el hecho de poseer poderes.

— ¿Qué...?

—Y luego están los cromosomas. ¡Los cromosomas, Percy! El cromosoma 16, gen MC1R; ¿¡y si es dominante por mi parte?!

—Eso sería catastrófico—ironizó él, pues no tenía ni idea de lo que estaba hablando.

—Tú eres sangre pura. Yo soy muggle. ¡Habría un 95% de posibilidades de que nuestra hija fuera un squib! ¡Es una barbaridad! ¡Hay más probabilidades de que a uno le toque la lotería!

—Y en todo esto, ¿qué tienen que ver los guisantes?

Audrey se llevó las manos a la cara, y se echó a llorar. Percy entendió que debía tomarse aquello más en serio, pues era algo que a Audrey la tenía sumamente preocupada.

—Eh, Audrey...—murmuró, arrodillándose ante ella—. Por favor, no soporto verte así.

Percy apartó las manos de su rostro, y trató de dirigirle una sincera sonrisa. Ella sollozó.

—No quiero que nuestra hija sea diferente a ti—murmuró Audrey, casi en un lamento—. Quiero que pueda ir a Hogwarts, que pueda hacer magia por la casa, que monte en escoba y que tenga un búho que envíe cartas como mascota. Quiero acompañarla al Callejón Diagon a comprar su varita, quiero verla apareciéndose como lo hacéis tus hermanos y tú. No quiero que sea como yo. No quiero que sea alguien... normal.

Percy posó una de sus manos en las mejillas de Audrey.

—A mí también me gustaría que ocurriera todo eso—dijo él—. Pero si se da el caso de que no es maga, la seguiré queriendo con locura. Tanto como a ti.

—Eso lo dices ahora. Pero...

— ¿Dudas de mí?

Ella negó con la cabeza, abochornada. Percy le secó unas pequeñas lágrimas que le caían por las mejillas con el pulgar.

—Si resulta que no es maga—repitió—, estaré encantado de llevarla a una escuela muggle. Me encantará verla aprendiendo matemáticas o ciencias. Adoraré verla leyendo libros como la Cenicienta. Y adoraré todavía más poder ser yo quien se los lea. E incluso aceptaré que tengamos un perro, o un loro, si eso es lo que ella quiere.

Los labios de Audrey se elevaron ligeramente hacia arriba.

—Te quiero—susurró ella, antes de acortar la distancia que les separaba. Y es que, con esas dos palabras, ya no hacía falta decir nada más.

Un día más tarde, en una de las salas de San Mungo, nació Molly Weasley II, llamada así en honor a que compartía su cumpleaños con su abuela paterna. Y, pese a que Percy y Audrey tardarían varios años es descubrirlo, la pequeña acabó siendo una de las brujas más brillantes de su edad.


James II (13 de Enero de 2004)

—Tía Ginny...

Alguien empezó a zarandear a la pelirroja para que se despertara.

— ¡Tía Ginny!—repitió la voz.

Ginny acabó por abrir los ojos. Después de dar un largo bostezo, se pasó una mano por su alborotada melena, y fijó su vista en la persona que había a su lado. A pesar de su pequeña estatura, lo que de verdad la ayudó a identificarlo fue su característico pelo azul.

—Hola, Teddy—debía admitir que se había olvidado por completo de que el joven metamorfomago se iba a quedar en su casa de Grimmauld Place ese fin de semana—. ¿Ocurre algo?

— ¿Puedes preparar el desayuno?—le pidió el pequeño, y Ginny no tardó más de unos instantes en ponerse en pie y bajar los escalones hasta la cocina, con Teddy cogido de su mano.

Mientras iban por el pasillo, el pequeño se fijó de nuevo en la habitación de al lado de la que era suya. Bueno, la que era suya cuando se quedaba a dormir en aquella casa. Normalmente estaba llena de cacharros y muebles viejos que ni Harry ni Ginny usaban nunca. Teddy incluso la había bautizado como la "sala de los trastos". Pero ahora estaba muy distinta. Las paredes estaban pintadas, había una cuna en una de las esquinas, y justo encima de esta, del techo colgaba un móvil con una escoba, una snitch y un búho. Lleno de curiosidad, le preguntó a Ginny:

— ¿Va a venir Dominique?

Ginny le sirvió un zumo de calabaza, cosa que Teddy adoraba, y frunció el ceño, sin comprender por qué había preguntado eso.

— ¿Por qué dices eso?

—Ahora, la sala de los trastos se parece a su habitación—respondió, recordando el cuarto del Refugio donde dormía Dominique

Ginny no pudo evitar reírse. Negó con la cabeza, y colocó en frente del pequeño un plato con un par de Bollos de Bath, otro de sus manjares preferidos.

—No, no va a venir.

Teddy hizo pucheros. Esperaba que Dominique hubiera ido, porque de ese modo, significaría que Victoire también lo habría hecho. Cogió un bollo y empezó a zampárselo.

— ¿Y por qué está así la sala de los trastos?—insistió Teddy.

Antes de que a Ginny le diera tiempo a contestar, Kreacher entró a la cocina, anunciando:

—Señora Potter, el señor Potter acaba de llegar a casa.

—Gracias, Kreacher—sonrió ella—. ¿Le avisas de que estamos aquí?

Kreacher hizo una reverencia.

—Disfrute de su comida, señorito Lupin.

— ¡Gracias, Kreacher!—exclamó Teddy, con la boca llena. El pequeño no sabía explicar bien por qué, pero ese elfo doméstico le caía muy bien. Quizás se debía a que había escuchado muchos discursos de tía Hermione, explicando que todos los elfos domésticos merecían ser tratados igual que los humanos; pero Kreacher le parecía muy simpático. Victoire, por el contrario, siempre le decía que le daba mucho miedo.

Harry apareció por la puerta segundos después. Besó a Ginny en los labios, y le revolvió los pelos a Teddy, que cambiaron a color verde lima. Su padrino empezó a contarle a Ginny que tanto él como Ron habían tenido que quedarse toda la noche trabajando en un caso de un mortífago que llevaban persiguiendo desde hacía tres meses.

—Bushwell estaba histérico—dijo Harry—. Quería el informe hoy en su mesa sí o sí.

A Teddy le encantaba cuando tío Harry hablaba de su trabajo como Auror, aunque solo fuera para quejarse de su jefe. Él también quería llegar a ser uno. Y es que, por su propia cuenta, había averiguado que su madre también lo era. Eso fue lo que le hizo verdaderamente decidirse a ser Auror. La primera vez que se lo dijo a Harry, él se rio. Le dijo que todavía era muy pequeño, y que el trabajo de Auror podía ser muy peligroso. Pero él no tenía miedo de nada. A excepción de la oscuridad. Pero ese era su pequeño secreto; compartido con Victoire.

Cuando Teddy vio que su padrino había acabado de contar su historia, volvió a centrarse en el tema que tan intrigado le tenía.

—Tío Harry...—murmuró, después de dar otro sorbo a su zumo de calabaza—. ¿Por qué el cuarto de los trastos se parece tanto al cuarto de Dominique?

Harry miró a Ginny de reojo, y esta asintió una sola vez con la cabeza.

—Verás, Teddy—Harry se arrodilló para ponerse a su misma altura—. Va a unirse alguien a nuestra familia.

Teddy abrió la boca y los ojos de par en par.

— ¿¡Quién?!

Harry sonrió.

—Nuestro hijo.

Teddy no daba crédito. ¿Tío Harry y tía Ginny iban a tener un hijo? ¿Podría jugar con alguien siempre que fuera a Grimmauld Place?

— ¿Y está en la barriga de tía Ginny?

—Así es—respondió Harry. Teddy, con las mejillas enrojecidas, se acercó a él y le murmuró al oído, con tal de que solo su padrino le oyera:

—Creí que había comido muchos Bollos de Bath.

Harry soltó una tremenda carcajada. Enseguida, a Teddy le vino una idea a la cabeza. ¿Qué pasaría cuando ese niño llegara? Es decir, estaba acostumbrado a no ser el pequeño entre los Weasley desde que había nacido Victoire, pero si sus padrinos tenían un hijo, ¿qué supondría eso? ¿Dejarían de prestarle atención a él? ¿Pasarían todo su tiempo ocupándose de su bebé y de nadie más?

Teddy bajó la mirada. Ginny notó que se le veía algo deprimido.

—Eh, Teddy, ¿qué te pasa?

Y entonces, Teddy dijo, alicaído:

— ¿Me seguiréis queriendo cuando él llegue?

Ginny y Harry se miraron entre ellos. Este levantó a Teddy del suelo y lo abrazo con todas sus fuerzas.

— ¿Cómo se te ocurre preguntarnos eso siquiera, peque?—preguntó Ginny, afligida.

—Tú siempre serás parte de nuestra familia, Teddy—le aseguró Harry.

Teddy les sonrió enormemente. Le alegraba saber que siempre tendría a Harry y a Ginny a su lado.

Aquella noche, a la hora de acostarse, Harry le contó a Ginny una idea que se le había ocurrido hacía un par de semanas acerca del bebé.

—Podríamos llamarlo Fred—murmuró Harry. Ginny, con un nudo en la garganta, negó con la cabeza.

—No, no podemos—suspiró—. Bill, Percy, Ron y yo hicimos un pacto. Ninguno de nosotros llamaría a ninguno de sus hijos Fred. Ese derecho le pertenece a George.

Harry asintió, comprendiendo el porqué de esa decisión.

— ¿Y si lo llamamos James?—sugirió Ginny. Harry fue a protestar, pero ella se le adelantó—. Harry, de veras, me haría muy feliz llamarlo así.

—No voy a hacerte cambiar de opinión, ¿verdad?

Ginny volvió a mover la cabeza de un lado para el otro, y Harry hizo un gesto con las manos, como si se diera por vencido.

—Genial. Buenas noches—sentenció Ginny, después de darle un beso.

Apagó la luz de su cuarto, y antes de cerrar los ojos, ella añadió:

—También había pensado en el segundo nombre.

Harry acomodó la cabeza en su almohada, esperando la propuesta de Ginny.

—Sirius. James Sirius Potter. ¿Qué tal suena?—preguntó.

Él puso los ojos en blanco, sabiendo que ella no sería capaz de verlo a causa de la oscuridad.

—Gin, ¿de veras quieres que nuestro hijo lleve el nombre de dos de los creadores del Mapa del Merodeador? Eso solo puede implicar que se meterá en cientos de líos.

—Pues entonces ya llamaremos al segundo con el nombre de alguien responsable y sensato—repuso ella, sin darle mucha importancia.

— ¿Segundo?—repitió Harry, algo alarmado—. Ginny, estás de broma, ¿no? Es decir, con uno ya es suficiente, ¿verdad?

Pero Harry no obtuvo respuesta. Casi un par de semanas más tarde, Teddy por fin pudo conocer a quien ocuparía la sala de los trastos; que, de ahora en adelante, dejaría de llamarse de ese modo. A partir de ese momento, era la habitación de James Sirius Potter. Al mirarle de nuevo, Teddy sonrió para sus adentros.

<<Tú y yo seremos buenos amigos>>, pensó.

No podía esperar más a que el pequeño se hiciera mayor.


Fred II (17 de Marzo de 2004)

Casi nueve meses habían transcurrido desde que George y Angelina anunciaron ante todos los Weasley que estaban prometidos. Y la esperada boda no hacía más que retrasarse a cada día que pasaba. Al principio, los pretextos que utilizaban eran razonables, e incluso lógicos. Que si él estaba hasta arriba de trabajo en la tienda, que si ella ahora tenía un entrenamiento tras otro, que si él estaba liado con la nueva sucursal de Sortilegios Weasley que intentaba abrir en Hogsmeade, que si ella ahora había de irse varios días al extranjero con su equipo de quidditch... Y, sin quererlo ni beberlo, se dieron cuenta de que el ser padres estaba a la vuelta de la esquina. Así pues, decidieron aplazar su compromiso una vez más, hasta que su hijo hubiera nacido.

Por supuesto, Skeeter no desaprovechó ninguna oportunidad para poder interrogarles, y escribir en su sección de El Profeta más detalles de su historia de amor, pues al parecer, era un gran éxito entre los lectores. Sin embargo, la periodista dejó de insistir al cabo de pocos meses. George tenía la impresión de que su hermano Charlie tenía algo que ver con eso, aunque prefirió no preguntarle sobre el tema.

Cierto día de marzo, Angelina quedó con Alicia y Katie en casa de esta última. Aunque hubieran pasado cuatro meses, a Angelina todavía se le hacía extraño que el apellido de su amiga fuera ahora Wood, o que llevara constantemente en brazos a un bebé que era suyo.

—Katie, ¿te he dicho alguna vez que tu hija es sumamente adorable?—decía Alicia, completamente enternecida por las monerías de la niña.

—Alguna vez me lo has comentado, sí—rio Katie.

—Oye, ¿y por qué la llamasteis Daisy?—quiso saber Angelina.

Katie hizo una especie de mueca al recordar la escena.

—Oliver, no os lo perdáis, quería que su nombre estuviera relacionado con el quidditch...

—Dime por favor que no te propuso el nombre de "Quaffle".

La cara que se le quedó al oír eso les hizo entender a Alicia y Angelina que eso era exactamente lo que había pasado.

—Wood nunca cambiará—Alicia puso los ojos en blanco.

—Llegamos a un acuerdo—continuó diciendo Katie—. Llamarla Daisy, en honor a la creadora de las quaffles actuales, Daisy Pennifold. Oliver aceptó, y no volvió a sacar el tema.

—Lo más probable es que le diera miedo llevarte la contraria—musitó Angelina, con una sonrisa maliciosa.

Katie le dirigió una mirada de hastío. Molesta por su comentario, decidió devolvérsela.

— ¿Sabes, Johnson? Hace meses que recibimos una invitación para cierta celebración de la cual George y tú sois anfitriones. Y esta no hace más que posponerse. ¿Podrías explicarme el por qué?

Angelina hizo un largo y nada disimulado suspiro.

—Será pronto—respondió—. Os lo aseguro. Hemos tenido varios inconvenientes; la fecha que pactábamos siempre acababa yéndole mal a alguno de los dos... Pero cuando él nazca—señaló su vientre—, os garantizo que habrá boda.

Alicia y Katie se miraron de reojo, sin parecer muy convencidas de sus palabras. Angelina notó que fue como si entre las dos se leyeran el pensamiento.

— ¿Qué pasa?—intervino Angelina—. ¿Qué son esas caras?

De pronto, unos llantos provenientes del piso de arriba resonaron por la sala de estar. Katie miró el reloj que colgaba de la pared, se incorporó, y se apresuró a decir:

—Vaya, es la hora de la siesta de Daisy. Voy a acostarla.

— ¿Necesitas ayuda?—preguntó Alicia, nerviosa.

Katie negó con la cabeza, y fue hasta las escaleras lo más rápido que pudo.

—Puedo sola, no te preocupes.

Dicho esto, la perdieron de vista. Alicia bufó, y se cruzó de brazos. Angelina seguía sin comprender a qué había venido esa mirada que acababan de lanzarse sus dos amigas.

— ¿Y bien?—insistió ella.

Alicia meditó con precisión lo que debía decirle.

—Verás, Angelina... Tenemos la sospecha de que tal vez... Todo este rollo de aplazar la boda no acabe nunca.

Angelina abrió los ojos de par en par, atónita.

— ¿Qué insinúas? ¿Crees que no llegaremos a casarnos?

—Lo has dicho tú, no yo—y después de permanecer unos segundos en silencio, añadió—. Pero sí, eso es exactamente lo que pretendía insinuar.

Angelina no podía creer lo que oía.

—George y yo nos queremos, Ali. ¡Vamos a tener un hijo! ¿No es eso prueba suficiente para vosotras de que el compromiso está al caer?

—Johnson, escúchame...

— ¡No, escúchame tú!—bramó—. ¡Puede que mi historia con George haya tenido sus altibajos, pero le quiero! ¿¡Cómo puedes ser capaz de dudarlo?!

—No me cabe ninguna duda de que os queréis con locura, Angelina—dijo; y lo decía en serio—. Pero te conozco, Johnson. Compartimos cuarto durante siete años. Soy tu mejor amiga. Y sé de sobras que lo del matrimonio nunca entró en tus planes. Y permíteme decir esto, pero George tampoco es el típico chico al que verías casado. ¿Vas a negarme eso?

Angelina abrió la boca para decir algo, pero calló al instante. Se limitó a bajar la mirada al suelo.

—Tanto tú como él lleváis nueve meses usando pretextos y excusas baratas para aplazarlo—siguió diciendo Alicia—. Angie, solo te preguntaré esto porque te aprecio y me preocupo por ti y por George—. Cogió aire—. ¿Estás teniendo dudas sobre casarte?

Ella se esforzó por no llorar. Asintió una sola vez con la cabeza, avergonzada. Alicia corrió a abrazarla, y en seguida, Angelina agregó:

—Pero no es sobre George. E-es decir, no hay nadie en este mundo con quien preferiría pasar el resto de mis días.

— ¿Pero?

—Nunca... Nunca me ha gustado sentirme atada a nada ni nadie. Siempre me había gustado ser independiente, poder vivir mi propia vida... Y de pronto... ¿Un esposo y un hijo a la vez? Esto es demasiado para mí, Ali. ¡C-creí que estaba preparada, pero no lo estoy! ¡No todavía!—tragó saliva—. George quiere que me instale con él en Sortilegios Weasley, ¿sabes? Que vivamos allí los dos y nuestro hijo. ¡P-pero yo no quiero eso!

— ¿Y le has contado a George cómo te sientes al respecto?

— ¿Qué voy a decirle?—dijo Angelina, con una risa amarga—. ¿Que preferiría no vivir en su tienda de bromas? ¿Que me gustaría que siguiéramos siendo una pareja no casada? ¿Que nunca quise ser madre?

Fue entonces cuando no pudo reprimir más las lágrimas.

—N-nunca antes había estado tan asustada, Ali. Ni siquiera en cuarto curso, cuando ese monstruo empezó a petrificar a los hijos de muggles en la escuela, tuve tanto miedo como ahora. T-toda mi vida entera está a punto de cambiar por completo, y... Estoy aterrada. Tanto, que pienso que el Sombrero Seleccionador cometió un grave error al ponerme en Gryffindor.

Alicia no podía soportar oír a su mejor amiga hablar sobre ella misma de aquel modo. Le colocó una mano sobre el hombro, y pronunció, muy seriamente:

—Eso que sientes es normal, Angie. Te lo aseguro. Y, sí, es cierto que tu vida dará un giro de ciento ochenta grados, pero eso no tiene por qué ser malo. Simplemente, será... diferente. Diferente y maravillosa. Solo piénsalo de esta forma. Tendrás a George contigo siempre que lo necesites. Afrontaréis todos los problemas que se os presenten los dos juntos. Angelina: vas a casarte con tu mejor amigo. ¿Acaso no es esa la mejor experiencia que podrías llegar a vivir?

Angelina se quedó sin palabras. De pronto, se sintió una auténtica egoísta. ¿Cómo había podido llegar a pensar eso de George y de su propio hijo? ¿Cómo había podido dudar siquiera en que formar una familia sería lo mejor que podría pasarle en la vida? Soltó una risilla llorosa, y miró a Alicia.

— ¿Por qué no te pusieron en Ravenclaw, Ali?

—Porque ese viejo sombrero sabía que estábamos destinadas a ser mejores amigas.

Así pues, cuando a la semana siguiente, el niño dejó bien claro que ya había llegado su momento de salir al mundo exterior, Angelina no se puso nerviosa. De hecho, el más intranquilo era George. Le sudaban las manos y el corazón le latía a mil por hora.

Además de los Weasley, estaban con él en la sala de espera Alicia, Katie y Lee. Este último, se volvió hacia George, y murmuró:

—Entonces, ¿por fin habrá boda?

George asintió, convencido.

—Por supuesto. Si a Angelina le parece bien, el próximo fin de semana podríamos celebrarla. Y entonces, los tres empezaremos une nueva vida juntos.

—Es un detalle que me incluyas en vuestros planes de futuro, George—bromeó Lee. George puso los ojos en blanco.

—Ya sabes a lo que me refería. A mi... hijo. Por Merlín, se hace muy extraño decirlo en voz alta... Por cierto, Angie me ha dicho que tú y Alicia tenéis pensado ir como pareja. ¿Estáis saliendo o algo?

—Algo—respondió Lee, encogiéndose de hombros. George le lanzó una sonrisa pícara—. No es nada serio—le aseguró.

—Claro, contigo nada puede tomarse en serio. Pobre, pobre Spinnet. Lo que tendrá que soportar...

Lee esbozó una media sonrisa. Observó a Alicia de reojo, la cual estaba al otro lado de la sala, y esta hizo lo propio. Ella frunció el ceño, y le lanzó una mirada suspicaz. Se apresuró a intervenir en la conversación de los dos chicos.

—Eh, Jordan, no estarás intentando sabotear nuestra apuesta, ¿verdad?—dijo, sentándose a su lado.

Lee fingió afligirse por sus palabras, llevándose una mano al pecho y abriendo la boca en un ademán de sorpresa.

—Jamás se me ocurriría tal cosa, Spinnet. Aunque, ahora que lo mencionas...

—Espera, espera. ¿Apuesta?—repitió George, sin comprender—. ¿Tenéis una apuesta?

—Desde hace cuatro años. Ha sido muy desesperante—admitió Lee—. Y me duele que pienses que sería capaz de hacer trampas, querida Alicia. Pero, solo por pura curiosidad, George, ¿a quién tenéis pensado nombrar padrino del niño?

George se rascó la nuca, reflexivo.

—No lo hemos hablado aún. Aunque lo que decida Angelina a mí me parecerá bien.

Alicia hizo una victoriosa sonrisa, y Lee la miró, impactado.

— ¡Tú lo sabías!—le espetó a Alicia, sin creérselo—. ¡Lo has sabido todo este tiempo! ¡Sabías que ella escogería al padrino!

—Por favor, Jordan, la madre del niño siempre es quien toma las decisiones importantes—dijo ella, sin poder evitar borrar su sonrisa de la cara. George no entendía nada. Cuando estaba a punto de preguntarles a qué se debían sus reacciones, una sanadora entró a la sala llamándole. Lee, refunfuñando, le deseó buena suerte. Alicia hizo lo propio, aunque con mucha mejor cara.

George avanzó por el pasillo, con cientos de pensamientos por la cabeza. ¿Cómo sería su hijo? ¿De verdad era buena idea casarse la semana siguiente a aquella? ¿O deberían volver a aplazarlo? ¿Y lo de vivir en la tienda? Aquello cada vez le parecía la mayor estupidez que se le había ocurrido. Sí, lo tenía decidido. Nada más entrara, le diría a Angelina que debían buscarse una casa nueva, para empezar de cero.

Tomó aire y entró a la sala. Se disponía a contarle lo que había estado cavilando en su paseo hasta allí, pero entonces, la vio con un bebé en brazos, y no pudo centrarse en otra cosa que no fuera aquella escena que estaba viviendo en aquel momento.

Angelina le sonrió, y le indicó que se acercara. Él, tímidamente, fue hacia su lado, y cogió al pequeño en brazos. No hacía falta que dijera lo que estaba pensando, pues Angelina ya lo sabía.

Era idéntico a él. Y como consecuencia, también era idéntico a otra persona a la que ambos añoraban muchísimo.

George la miró a los ojos, y con una simple palabra, ambos se entendieron a la perfección.

— ¿Fred?

—Fred.

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