Señorita Inocencia [Andy Bier...

Por AdhrianneT

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- Hunter... Hayden Hunter... - ¿Eh? ¿Si? - ¿Podría explicarme por qué se sonrojó cuando dije su nombre? - E-e... Más

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Normal
Colega
Petición
Encuentro
Unidos
Mal
Fascinante
Preparativos
Sempiterno
Epílogo
Segunda Temporada
Señorita Inocencia: La Ironía de Nombrar

Despertar

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Por AdhrianneT

- ¿Hayden? ¿Hayden? - Mi madre pasó su mano por en frente de mis ojos, sacándome de mis pensamientos.

- ¿Eh? ¿Si?

- ¿En dónde tienes la cabeza, niña? - Le dio una mordida a su tostada mientras leía el periódico.

- Perdona. - La miré, estaba frustrada. - ¿Me decías?

- Estaré fuera el fin de semana. - Genial, y hoy es viernes, ¿Por qué no? Ya estoy acostumbrada a estar siempre sola aquí en casa. - Confío en ti.

Se levantó de la mesa, apresurada. Luego de unos minutos bajó maquillada y perfumada, con una maleta en una mano y su portafolios en la otra, se despidió brevemente y me dejó dinero para comprar comida. Tras el sonido de la puerta al cerrarse, la casa volvió a sentirse tan sola como siempre.

Subí a mi habitación y terminé de alistarme, salí de casa y caminé tranquila hasta la escuela, ya que esta vez desayuné con mamá. Llegué y tomé mi asiento, Rob se presentó casi al instante a un lado de mi.

- Hola.

- Hola. - Dije, sin darle mucha importancia.

- Escucha, ayer... - Se quedó callado.

- ¿Ayer?

- Me comporté mal, fui un grosero y no había necesidad de ello. - Explicó.

- Rob, no tienes que... - Interrumpida.

- Jóvenes, buenos días. - Entró la maestra de Química, la Sra. Daniels.

- Hablaremos luego. - Logré decir, antes de perdonarle.

Aún no he visto al Sr. Biersack, quiero decir, no se ha pasado por el salón y él siempre viene antes de empezar las clases.

- Buenos días, jóvenes. - Entró de improvisto en el salón, jadeando, algo despeinado, se notaba que estaba agitado, seguro estuvo corriendo.

- Al fin. - Solté en voz baja, pero sentí la fría y pesada mirada de Robert a mi lado, podría matarme ahora mismo si eso fuera necesario, pero ¿Por qué?

Por otro lado, mi corazón volvía a su estado natural mientras intentaba recordar las últimas clases para poder responder todo lo del examen sorpresa de Química.


- ¿Te fue bien? - Preguntó Robert desde su asiento.

- Estuvo fácil ¿No lo crees? Para mi la maestra nos está subestimando. - Dije en voz baja, empecé a guardar mis cosas.

- ¿Bromeas? Estuvo horrible, no llené nada excepto mi nombre.

- ¿Hablas en serio? - Solté una risita.

- Bueno, llené cuatro preguntas, pero de ahí a que estén bien, no lo sé. - Se encogió de hombros.

- Debiste estudiar.

- Debiste enseñarme. - Hizo pucheros.

- ¡No me has dicho que tienes problemas con Química! - Me miró divertido y sonrió.

- Por supuesto que los tengo, ¿Te parece si me enseñas hoy? Luego puedo invitarte al cine y... - La clase de cocina se me pasó de inmediato por la mente, no puedo fallarle a An... Al Sr. Biersack. - O podríamos ir por algo de comer.

- No puedo.

- Pero... ¿Por qué? - Toda la emoción que tenía en el rostro, se apagó.

- Es que hoy mamá no estará en casa y...

- Pero siempre he ido y no hemos tenido ningún inconveniente.

- Lo sé, pero debo... - Vamos, piensa. - Debo llevarle unos documentos a la oficina y después dijo que saldríamos.

- Ah, está bien. - Dudó. - Tal vez mañana podamos hacer algo. - Me ofreció media sonrisa.

- Si, mañana estoy libre. - Sonrió y levantó la mano para acariciarme la mejilla.

- Está bien. - Movió su pulgar sobre mi rostro varias veces. - Hoy estás muy bonita.

La campana del receso tocó y la sentí con tanta intensidad, como nunca antes la había sentido. Cerré los ojos. Todos empezaron a salir del salón, en ese momento el Sr. Biersack entró y nos miró con una expresión que no supe descifrar, se sentó frente a su escritorio.

- ¿Vamos? - Robert se puso de pie.

- Claro.

- Señorita Hunter. - Me llamó. - ¿Podría quedarse un momento para hablar, por favor? - Habíamos dos personas aparte de él en el salón, pero el Sr. Biersack no me miraba a mi.

- Oh, por supuesto. - Dije, incorporándome de mi asiento mientras Rob parecía decepcionarse, bufó y se fue de mala gana.

- ¿Qué sucede? - La puerta detrás de mi mejor amigo se cerró, era el último alumno en salir.

- Hayden. - Se levantó y se quitó los lentes, de una manera en que ni Rob luciría tan bien. - Su nombre...

- ¿Qué tiene? - Él rio, mientras que yo trataba de calmarme y no balbucear al hablar. Es la primera vez que dice mi nombre sin el Señorita por delante aquí en la escuela y con ese tono de voz.

 - Hunter... Hayden Hunter... - Repitió y yo me estremecí.

- ¿Si?

- Podría explicarme, ¿Por qué se sonrojó cuando dije su nombre? - Me miró a los ojos y yo no pude evitar caer perdida en los suyos.

- E-es el calor. Si, eso es. - Bajaste la guardia, Hayden. Tonta, tonta.

- No lo creo, Hayden. Ahora mismo estamos en Otoño, todos temblamos de frío. - Acortaba nuestra distancia dando suaves y lentos pasos hacia mi.

- Me maquillé de más. - Afirmé.

- Usted no usa maquillaje. - Sonrió. - ¿Por qué no admite que...? - Se plantó en frente de mi. - ¿Simplemente yo la pongo así?

- Sr. Biersack. - No me había dado cuenta de que me había acorralado contra la puerta.

- Ya le dije que me llame Andy. - Sentí como sus manos se posaban en mi cintura mientras que sus labios tomaban posesión de los míos. De inmediato lo empujé, maldiciéndome internamente por no haber correspondido su beso, pero ¿Qué?

- An... Sr. Biersack, esto está mal. - Dije, colocando mis manos en su pecho cuando volvió a acercarse.

- Dígame, ¿En que está mal? - Dijo, al hablar sus labios rozaron los míos, jadeé. Acarició mi nariz con la suya, estaba demasiado cerca. El corazón me latió con fuerza en el pecho y de verdad temí que él pudiera escucharlo. 

- En que un profesor y su alumna... - Me interrumpió.

- Una mujer y un hombre se atraen. ¿Qué hay de malo en eso?

- Profesor, yo...

- Explíquemelo. - Colocó su mano derecha en mi nuca, mientras la izquierda tomaba mi rostro y lo acercaba a él, volvía a besarme.

Sin una excusa, no pude contenerme más. Sus manos bajaron a mi cintura y yo coloqué las mías en su nuca, dejé de sentir el tacto de una de sus manos y escuché un chasquido detrás de mi, acababa de ponerle seguro a la puerta. 

Lo atraje más a mi por su cuello y él me rodeó la cintura con los brazos, apretándome completamente contra él, solté un gemido ahogado y él jadeó conmigo.

Nos separamos por unos leves milímetros. 

- No se imagina cuanto deseaba hacer esto, lo mucho que lo imaginé. - Otro beso. - Al fin puedo sostener su cabello entre mis manos, al fin su frágil cuerpo está entre mis brazos. - Jadeante, sus labios rosados y sus palabras con su suave voz me hipnotizaron por unos segundos.

Vi su corbata, sus lentes sobre su escritorio que reflejaban el brillo de la luz de la bombilla, a su lado estaba la placa reluciente de un maestro ejemplar. 

- Suélteme, por favor. Esto no está bien. - Por algo como esto, él puede perder su empleo, su reputación, al igual que yo puedo perder la mía.

Tome conciencia en ese momento... Mi primer beso acaba de irse.

- Ya se lo expliqué. - Pegó su frente con la mía.

- No, basta. Por favor. - Pedí y me solté de su abrazo.

Me sentí tan torpe al empujar la puerta y no recordar que tenía seguro, lo quité como pude y salí corriendo a toda velocidad.


- Sabía que te encontraría aquí. - Rob me miraba desde arriba, arrimado frente a mi a uno de los estantes de libros de Filosofía. - ¿Qué sucede? - Acarició mi cabello, gentil.

- No es nada. - Limpié mis lágrimas con la manga del suéter del uniforme.

- Siempre dices lo mismo. Sabes que no tienes que hacerte la fuerte conmigo. Cuéntame. - Se arrodilló frente a mi.

- Rob, no tienes idea. Hice algo muy malo. - Negué con la cabeza y él rio levemente.

- Seguro estás exagerando, te conozco y no hay nada malo que tú puedas o quieras hacer. - Miré al suelo y él respiró profundo. - Pero mira el lado bueno, no me has llamado Rob con tanto cariño en meses. - Una sonrisa iluminó su rostro, me miró de arriba a abajo. - ¿Qué sucedió? ¿Te molestaron de nuevo? Dime quién fue y yo...

- No, no, tranquilo, no es eso. Nadie me ha hecho daño.

- Eso espero.

Quería contárselo, realmente quería, pero no sé como acabaría esto. Conozco a Rob y es impulsivo, no sé que es lo que haría si se entera que acabo de perder mi primer beso con un profesor.

- Tranquilo, mejor... - Lo halé a un lado de mi, se sentó como yo y aproveché para apoyar mi cabeza sobre su hombro.

- ¿Soy una almohada? - Me tomó de la mano y entrelazó sus dedos con los míos.

- Una muy esponjada, debo decir. - Lo molesté por su cabello.

- Vaya. - Aunque esto sonó más a burla, se quitó los lentes y los cerró en su mano. - Está bien.

Rob siempre ha sido así de amable, siempre se preocupa mucho y es muy cariñoso. Supongo que ese atractivo es lo que le ha llevado a convertirse en uno de los galanes del colegio, en especial desde que entró al equipo de Fútbol Americano y se volvió un deportista despiadado.

Cualquiera enloquecería por sus cabellos rizados y castaños o por sus ojos verdes, o por su alta estatura y lo lindo que es. Es bastante musculoso por el deporte que practica, tiene ansias por volverse el capitán del equipo de la escuela y yo no puedo admirar más su determinación.

Cuanto más pensaba en él, más pesados se volvían mis párpados y cuando me di cuenta, ya estaba dormida, o bien, estaba despertando.

- ¿No deberían estar en sus salones? - La voz que escuché me puso todos y cada uno de los nervios de punta. - El receso terminó ya hace rato.

- Profesor, disculpe. - Rob se levantó y me ayudó a incorporarme tomándome por mis manos. - Fue culpa mía, yo...

- No, ninguna disculpa. Deberían estar en clases, ¡No durmiendo en el suelo de una biblioteca! - Dijo, mucho más serio de lo que ameritaba la situación, pero no nos levantó la voz.

- Fue mi culpa. No lo reprenda a él. - Dije, mirando al suelo.

- Como sea. - Antes que todo, él es un profesor. - Vayan al salón ahora mismo, si les preguntan van a decir que estaban conmigo y por eso no llegaron a la hora que es debido. ¡Vayan!

Rob se adelantó unos pasos, pero giró para darme la mano y yo se la tomé. La mirada del Sr. Biersack sobre mi me hizo sentirme diminuta, no sé si me incomoda o me asusta, no sé que me hace sentir.

Al salir de clases caminé a casa rápidamente, me cambié de ropa y volví a salir, no sé exactamente a donde iré o que tengo planeado hacer. De repente me vi caminando hacia la cafetería donde siempre desayuno, ¿Por qué vine aquí?

El Breng's.

Entré y pedí un chocolate caliente, me senté en una mesa que estaba frente a la ventana y disfruté de los golpecitos que pequeñas gotas de agua comenzaban a dar contra el vidrio.

- La lluvia es hermosa, ¿No?

- Alexey, que sorpresa. 

- ¿Por qué?

- Por verte aquí.

- Yo trabajo aquí, puedes verme todo el tiempo que quieras. - Sonrió y me guiñó un ojo. Sentí ganas de golpearme.

- ¡Alexey! - Le gritaron. - Ven a atender la caja, es tu turno.

- Bueno, ahora no, porque tengo cosas que hacer. - Sonrió y yo emití una pequeña risita, se fue.

Volteé nuevamente hacia la ventana y entonces, me di cuenta de el porqué había venido, El Sr. Biersack acababa de estacionar su auto, ¡La lección de cocina! ¡Por eso vine! pero que tonta soy. Salió del auto y corrió a la entrada para evitar mojarse con la lluvia.

Lo vi entrar, me miró, sonrió y tembló un poco al reírse, volteó y fue directo a la caja.

¿A-acaso era eso lo que quería? Me besó y yo me dejé, ¿Ya consiguió lo que quería de mi? ¿Acaba de burlarse?

El vidrio de la ventana estaba repleto de gotas y algo empañado, pero noté como mis lágrimas se derramaban culpables desde mis ojos, las limpié de inmediato y presioné mis manos contra mis piernas. Tengo que irme. Tomé en mis manos el chocolate caliente, me levanté y caminé apresurada hacia la puerta, una mano se posicionó al frente de mi, abriendo la misma.

- Después de usted. - Dijo con voz ronca, mirándome.

- ¿A qué esta jugando? - Mi voz estaba rota.

- No sé a que se refiere, Hayden. - Sonrió. - Pero es mejor que nos apresuremos, estoy ansioso por enseñarle el platillo de hoy.

- No voy a ir con usted.

- Hayden. - Dijo mi nombre como si supiera el efecto que su voz causaba en mi. - Por favor, necesito que venga conmigo. - Le miré a los ojos.

- Yo... - Agaché la mirada.

- Vamos. - Tomó mi mano y entrelazó mis dedos con los suyos, en este gesto tan pequeño el mundo se me puso del revés. Mi mano quemaba, sólo porque él la estaba tocando. 

Abrió la puerta y yo sólo lo seguí. En algún momento, me perdí del mundo y de como reaccionar ante él, me deje llevar por lo que sentía solamente por el toque de sus cálidas manos.

Y es que jamás me había sentido así.

Abrió la puerta de su auto para que yo entrara y eso hice, luego se movió hasta subir al asiento del piloto. Entró y se puso el cinturón.

- Hoy será especial. - Afirmó.

Comenzó a conducir y pronto llegamos al Hotel/Home, entramos a nuestro departamento o, habitación o, como se llame.

- Huele a carne. 

- Que buen olfato. - Se colocó frente a mi y tomó mi rostro entre sus manos, me dio un corto e inocente beso, pero yo me quité al instante.

- Sr. Biersack, por favor. - Le di la espalda.

- Andy. - Me dio la vuelta y me colocó contra la pared que teníamos detrás, me dio un beso mucho más largo, uno que puso alerta a todos mis sentidos. - Me llamo Andy.

- Pare. - Rogué. - Por favor.

- Me está pidiendo que pare a mi corazón. - ¿Qué?

- ¿Por...?

- Estoy enamorado de usted. - Sonrió y mi boca se abrió. - No me diga que no se ha dado cuenta, porque he sido muy obvio. - Negó con la cabeza. - Demasiado obvio. - Me sostuvo por mis mejillas. - Simplemente no me puede pedir que pare de quererla y no puede negarme que esto es cosa de dos. - Sonrió.

- No lo dice en serio. - Salí de entre sus brazos y me apresuré a llegar a la puerta, donde nuevamente, me acorraló.

- Dígame usted que no me quiere, o que ni siquiera le gusto. - Me retó.

- Déjeme ir.

- La dejaré ir cuando me diga que siente. - Dijo con voz firme.

- ¡No lo quiero! - Grité frustrada, me tomó de la mano y me volteó, colocó mis brazos a los lados de mi cabeza, tomándolos por las muñecas.

- Mentirosa. - Cerré los ojos, volvió a acercarse y me dio un beso húmedo, profundo, estaba devorándome, robándome hasta el aliento. Nos separamos con un sonoro chasquido y por fin pude tomar algo de aire. - Dígame que siente. - Pidió de nuevo.

- No puedo.

- Hágalo. - Ordenó.

- Yo no voy a...

- No voy a dejarla ir hasta que usted no... - Me rindo.

- ¡Está bien! - Grité, con mi cara agachada, presa de la vergüenza que sentía al tener que confesar mis sentimientos ante él. - Está bien. - Susurré nuevamente.

- Dígamelo. - Se agachó a mi altura, acercó su rostro al mío.

- Yo... - Temblé.

- Dígame que me quiere. - Pidió en un susurro, al mismo tiempo que cerraba los ojos. Al ver este lado de él, me sentí aún más cautivada, me sentí feliz por su preciosa confesión y también por lo que me pedía.

Todos mis sentidos estaban embriagados de él, de el sonido de su respiración, de su voz, de su perfume y el aroma de su cabello, de la suavidad de sus labios, de lo profundo y precioso del color de sus ojos.

- Sr. Biersack.

- Andy. - Corrigió.

- Tal vez. - Abrió los ojos y yo evité su mirada. - Tal vez le quiero. - Cerré mis ojos con fuerza y él me abrazó, sonrió y depositó un ligero beso en mi frente.

- Yo también la quiero, Hayden.

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