Llantos De Arabia

By christinariosv

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Anthea Saadi es prometida a un hombre tres veces mayor que ella. Anthea no tiene voz para decir lo que pien... More

Prólogo
1. Clandestino
2. Pecado
3. Prohibido
4. Preparación
5. Boda
6. Consumación
7. Lujos
9.Presión
10. Castigo
11. Mientras tanto
12. Penitencia
13. Indiferencia
14. Despedida
15. Noche estrellada
16. Nueva vida
17. Perdón
18. Pureza
19. Tentación
20. La cena
21. Claridad
22. El pasado de Terry
23. Feliz cumpleaños
24. Resignación
25. Funeral
26. Prueba
27. Resultados
28. Luz
29. La elección
30. El obsequio
31. La fiesta
32. El regreso
33. El colegio
34. Acoso
35. Verano
36. Cartas
37. Contracorriente
38. Perdida
39. Doce años después
40. Corazón
41. Reloj
42. Conciencia
43. Enfermedad
44. Rezago
45. Miradas
46. Pesadilla
47. Primera esposa
48. Decaída
49. Conquista
50. Padres e hijas
51. Ventaja
52. Noticias
53. Por ella
54. Predestinados
55. Postergación
56. Huérfana
57. El último regalo
58. Latido
59. Terror
60. Vida
61. Final
Epílogo
Aviso
Capítulo Extra

8. Destino

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By christinariosv

La vida para Anthea empezaba a tornarse monótona.
Prácticamente realizaba las mismas actividades todos los días, y Mohammed la llenaba de oro y obsequios cada vez que regresaba del trabajo.
Hada y Fadila aún estaban convencidas de que Mohammed no estaba cumpliendo lo mandado por el Corán, así que le tomaron mucho odio a Anthea.

Para saturarla de trabajo, le encargaron llevar a sus hijas al colegio, un instituto privado para niñas de familias ricas.
Anthea encaminó a las cuatro hijas de Hada y Fadila. Lo que más le sorprendía a Anthea es que ninguna de las dos mujeres le había dado un hijo varón a Mohammed.

El colegio estaba casualmente cerca de las ruinas, y al dejar a las niñas, Anthea se preguntó si Harun estaría en casa. Vigiló que nadie la hubiera seguido, y fue hasta la pequeña casa con apariencia de abandono.
Toco la puerta.
Al cabo de unos segundos, Harun abrió, y se sorprendió al encontrar a Anthea en el umbral de su puerta.
La vio muy bonita, con ese hiyab verde y una bata gris larga.

-¿Anthea?, ¡qué sorpresa!

Anthea entró en la casa, y miró a Harun nostálgica.

-He estado repasando las lecciones... sin embargo, no creo poder continuar con mis estudios, así que he venido a darte las gracias por todo.

-¿Anthea?, pero estabas progresando perfectamente... no puedes rendirte.

-¡No me estoy dando por vencida!... simplemente estoy aceptando mi destino, el cual es estar casada, tener hijos y ser una mujer de casa. Nada de estudios.

-No puedo creer que en serio estés diciendo eso.- replicó Harun, agitando la cabeza.

-¡Harun!, no puedo arriesgarme más. ¿Sabes qué pasaría si me descubren?, me darían cien latigazos en la plaza, el nombre de mi familia quedaría en la desgracia y arruinaría el futuro de todos mis hermanos y parientes, además de que Mohammed me odiaría por el resto de su vida.

-¡Oh, no sabía que te importa mucho lo que Mohammed piense!- exclamó Harun.

Anthea se enfurruñó más, y le dio una patada a Harun.

-No me dolió- dijo él.

-No voy a volver jamás, Harun. Nadie puede cambiar su destino. Yo no puedo cambiar lo que Allah ha elegido para mí.

-¿Lo amas?

-¿Qué?, ¿de qué hablas?, ¿qué tiene que ver?

-¿Amas a Mohammed?

-Es mi esposo. Lo amo.- respondió Anthea decidida, aunque no muy convencida.

-Bueno. Entonces vete a vivir tu "destino". Que Allah te llene de bendiciones, y espero que eso sea lo que realmente te hace feliz.

Anthea salió de la casa herida del corazón, ya que realmente no le hubiera gustado despedirse así de Harun.

¿Era correcta su elección?
¿Su destino estaba realmente fijo?

Harun cerró la puerta apenas Anthea salió, lo que a ella le dolió aún más.
Volvió a la casa de Mohammed donde Fadila la recibió:
-¿Dejaste a las niñas?
Anthea asintió:
-Tal como lo pidieron. Ahora si me disculpas, iré a tejer.

Anthea subió a su habitación, y se pasó el resto de la tarde tejiendo fundas para las almohadas, lo que a Mohammed le parecía fascinante puesto que ninguna de sus otras dos mujeres sabía hacerlo.
Naya le había enseñado a su hija el arte de tejer, cosa necesaria para una mujer de casa. Pero Anthea no era cualquier mujer de casa: sabía muchas cosas del mundo exterior, así como de ciencias, arte y cultura. Las repasaba constantemente en su mente para no olvidarlas.

Esa noche, el castigo de Fadila y Hada terminó, así que Mohammed debía dormir con alguna de ellas; en cambio, entró en la habitación de Anthea cuando ella se acababa de poner su pijama.

-Oh. Mohammed. ¿No ibas a dormir con Fadila?

-No. Quiero estar contigo.

-El Corán manda que un esposo debe ser justo con sus esposas.

-Anthea. Estoy loco por ti. Deseoso de que seas mía. ¿Cuándo será eso?, ¿cuándo me darás un hijo varón? Ninguna de mis mujeres me ha dado un niño. ¡Estoy loco por un varón, y quién mejor que tú seas la madre del primero!

-Mohammed...

-No te quiero presionar... solo dime cuándo.- dijo con un rostro de desesperación.

-Muy pronto, amor.- Anthea se puso frente a él y lo tomó de la mano.
Ella era alta para tener catorce años, así que era muy fácil quedar a la misma estatura de Mohammed al pararse junto a él.

-Te amo Anthea. No sé qué hiciste conmigo, pero te amo con intensa locura. Y muero por tenerte.

Esa noche, como el resto de las noches que pasaban juntos, Anthea durmió en su cama, y Mohammed en el sofá de la habitación. Respetaba a la muchacha, aunque también sentía angustia al no poder tocarla.

Al sentir esa necesidad, en la madrugada se cambió de habitación a la de Fadila, donde ella lo recibió con intensa lujuria y cariño.
Al terminar, Mohammed lloró en silencio. Estaba pisoteando su honor como hombre por una joven de catorce años que lo volvía loco, y no le importaba en lo absoluto.

Por otro lado, Anthea soñaba mucho con Harun. Odiaba el modo en que se habían despedido, y el hecho de que la vida que ella tenía no podía ser cambiada.

Llevó a las hijas de Mohammed al colegio al otro día, y al llegar escuchó que unas estudiantes de dieciséis años de la misma escuela hablaban entre ellas.

-¿Escucharon?, la embajada de Estados Unidos está otorgando lugares para una beca en el extranjero. No sé ustedes, pero yo voy a presentar ese examen.

-¿Es en serio?, ¿cuáles son los requisitos?

-Únicamente tener entre quince y veinte años, presentar un certificado de estudios y viajar a la capital, Rabat, para presentar el examen.

Anthea volvió a la casa emocionada. Su mayor sueño era alcanzar un nivel de estudios tan alto como esas chicas, y su única oportunidad ahora era aprender con Harun.
Aún tenía catorce años así que tenía un año más para prepararse bien, y presentar para la beca.

Su único problema iba a ser su marido... él nunca la dejaría irse al extranjero a estudiar.
Decidió preocuparse por eso más tarde, y al día siguiente que llevó a las niñas al colegio, pasó por las ruinas y visitó a Harun, quien se extrañó de verla por ahí.

-¿Qué haces aquí?, creí que habías aceptado tu destino.

Anthea se dio cuenta de que él aún estaba enojado... ¿o dolido?

-Harun. Quiero unos estudios intensivos para dentro de un año... hay una beca que me encantaría obtener... necesito que me enseñes más cosas.

-Ahora sí necesitas mi ayuda...

-¡Harun!, por favor. He decidido cambiar mi destino, ¿no es lo que querías que hiciera?

-Anthea, esos exámenes son muy difíciles. No vas a aprender en un año lo que otras chicas han aprendido desde que eran niñas. Es totalmente imposible. Además no puedo darte ningún certificado de estudios, recuerda que no soy un maestro oficial, lo que hago es totalmente en secreto. Y aparte, ¿tu marido te dejaría?

-Harun. Te lo suplico. Tú enséñame todos los temas de todos los niveles escolares, y yo me encargo de lo demás.

Anthea se hincó frente a él, juntando ambas manos.

-Por favor. Te lo ruego. Ayúdame Harun. ¡No quiero esta vida que me ha tocado!, ¡quiero salir de Fez, de Marruecos!, quiero ver el mundo, sabes del mundo. Te prometo que abriré mi mente a nuevas cosas, ¡lo juro por Allah!

Anthea estaba al borde del llanto, y Harun se compadeció de ella, y la ayudó a levantarse.

-Está bien, Anthea. Tranquila. Te ayudaré.

-Oh, Harun. Muchas gracias.
Vendré todos los días de diez a quince minutos, o tal vez más.

-Está bien, Anthea. Bienvenida de nuevo.

Ella sonrió. Harun había extrañado tanto esa sonrisa.

-Gracias Harun. ¡De verdad!

Antes de que Anthea se marchara, Harun le prestó un libro de ejercicios matemáticos, que ella ocultó bajo su ropa.

-Resuélvelos poco a poco. Ahí hay muchas instrucciones y fórmulas que te ayudarán.- dijo Harun.

Anthea le sonrió de nuevo, y se alejó alegremente hacia La Medina, con la frente en alto y la esperanza por los cielos.

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