Harry Potter: Historias de la...

By ALeeMar

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¿Quieres saber qué fue de tus personajes favoritos después de la Batalla de Hogwarts? Pequeños one-sh... More

Antes de empezar
El día en el que Percy conoció a Audrey
Antes del nuevo curso [Hanny]
Regreso a Sortilegios Weasley [George y Angelina]
Una cena con los Weasley [Percy y Audrey]
Cartas [Romione]
Victoire
Reencuentro [Oliver y Katie]
Últimos deseos [1/3]
Últimos deseos [2/3]
Últimos deseos [3/3]
Aurores
Lo que probablemente cambió todo [Neville y Hannah]
Sin vuelta de hoja [George y Angelina]
Tal y como debía ser [Hanny]
Nuestro especial comienzo [Rolf y Luna]
La boda que todos esperaban
En dos mundos distintos [Percy y Audrey]
El Profeta: Edición especial
La historia no contada de Charlie Weasley
Banquete nupcial
Feliz cumpleaños, gemelos Weasley
Dominique
Aquellos pequeños detalles [Rolf y Luna]
El mayor miedo [Romione]
La magia de una muggle [Percy y Audrey]
Aquel 2 de Mayo de 2002
Nuestro hogar en Grimmauld Place [Hanny]
Una fantástica familia [Neville y Hannah]
El Profeta: Edición especial (II)
Incluso más importante que el quidditch [Oliver y Katie]
Asuntos pendientes
La familia crece
Punto para Charlie Weasley
Velada en El Refugio
Únicos [Rolf y Luna]
Louis
Cuanto más lejos, más cerca [Romione]
No más secretos [Hanny]
Primeros recuerdos
Dos nuevas leyendas
Toujours [Teddy y Victoire]
Un día memorable
Revelaciones [Lee y Alicia]
Grandes noticias
La historia que Charlie Weasley contó
Teddy en Hogwarts [1/2]
Teddy en Hogwarts [2/2]
Comienzan las clases
Navidades en la Madriguera
Cómo crear una tradición familiar
Hogwarts ve una Weasley de nuevo
Nuevos y viejos recuerdos [Rolf y Luna]
Año Nuevo
~Tagg~
El cumpleaños de Lily
Boggarts
Sorpresas por duplicado
Poniendo a prueba a Teddy
Lo que a Charlie Weasley le faltaba por contar
El día en el que Teddy por fin se dio cuenta
Los nuevos alborotadores de Hogwarts
La noche de Halloween
El secreto de Louis
19 años después [1/2]
19 años después [2/2]

La elección decisiva [George y Angelina]

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By ALeeMar

Desde que el 2000 había dado comienzo, George no podía dejar de pensar en Angelina día tras día como algo más que su mejor amiga. Ella, por el contrario, no había vuelto a sacar el tema desde que el pelirrojo le confesó que la quería en aquel campo de quiddicth. Eso le hizo entender a George que Angelina no tenía claros sus sentimientos hacia él.

O quizás sí que los tenía, pero no se los había dicho por miedo a hacerle daño.

Pero George se conformaba con que ella nunca se separara de él. Al menos, era lo que quería llegar a creer. Pero después de su beso, no la había vuelto a mirar con los mismos ojos. No podía actuar con normalidad delante de ella. George no podía evitar sonrojarse como un tonto cada vez que Angelina le sonreía de aquel modo tan peculiar en el que ella lo hacía. Trataba de ayudarla con cualquier cosa; aunque fuera el más mínimo detalle, como sujetarle la puerta para que pudiera pasar sin problemas. Y con el solo hecho de verla estornudar, tenía el impulso de darle su chaqueta y comprarle cualquier cosa que hiciera que entrara en calor.

Se había enamorado de Angelina por completo; le volvía loco. Y eso le aterraba.

Ir a verla a sus entrenamientos de quidditch diarios se había vuelto una costumbre para George. Cierto día de octubre, cuando Angelina terminó con sus prácticas, le propuso a George pasar el resto de la tarde en su casa. Este aceptó, encantado, sin saber que aquella elección fue lo que cambiaría definitivamente las vidas de ambos.

Al llegar, Angelina le pidió que esperara, pues iba a guardar su escoba y a cambiarse de ropa (el uniforme de los Appleby Arrows no era especialmente cómodo, según ella). Mientras George estaba solo en el salón, pudo ver cómo encima de la mesa había la última edición del Profeta abierto por la página de la columna de Rita Skeeter. Se estremeció al instante. ¿Angelina lo había leído?

Cuando la chica volvió a bajar, vio cómo George estaba pálido. Corrió a ver qué le pasaba.

— ¡George!—exclamó, preocupada—. George, ¿qué ocurre?—. Cuando llegó a su lado, pudo ver el periódico que tenía en las manos. Ella bajó la mirada.

—Lo has leído, ¿verdad?—preguntó George. Aunque no necesitaba que ella respondiera, pues sabía perfectamente su respuesta.

—Sí, George, lo he leído—reconoció ella—. Pero...

—Yo no he tenido nada que ver—se apresuró a decir.

—Lo sé, George.

George dejó el periódico en el lugar del que lo había cogido, y se sentó en el sofá del salón. Se pasó una mano por el pelo, nervioso.

—Yo no les dije eso—continuó él—. Además, no tienen motivos para creer que estemos saliendo. Se lo han inventado todo.

—Lo sé, George—repitió Angelina, y se sentó a su lado. Después de un incómodo silencio, añadió: —. Me encanta que la parte donde dice que les 'pediste amablemente que se fueran' esté entre comillas. ¿Qué hiciste exactamente?

George sonrió, victorioso.

—Le di a su fotógrafo una galleta-canario, e hice que los Magifuegos Salvajes Weasley la persiguieran por todo el Callejón Diagon. Muy al estilo Umbridge—explicó, y ambos soltaron una carcajada.

—Deberías crear un artículo de bromas en honor a Umbridge—soltó Angelina—. Podría formar parte de la línea de Wonderbruja. Y podría consistir en una especie de maquillaje, que en vez de dejarte más guapa, hace que se te quede una cara de sapo.

George no pudo evitar empezar a desternillarse. Aquella chica era increíble. Cuando creía que era imposible quererla más, ella le daba motivos para pensar lo contrario. Cada vez que decía algún comentario como aquel, tan espontáneo y a la vez tan ingenioso, George comprendía por qué se había enamorado. Supuso que Fred también se enamoró de ella por el mismo motivo.

Cuando paró de reírse, el pelirrojo soltó un leve suspiro.

—Pues... Como te iba diciendo... No tienen motivos para que crean que estemos juntos—George retomó la conversación anterior—. Nadie sabe acerca de... lo que pasó en Año Nuevo.

—George, ya lo sé—le aseguró ella—. De veras, no estoy... enfadada, ni nada de eso.

—Es bueno saberlo—murmuró el chico.

De nuevo, un silencio de lo más incómodo se produjo entre ambos.

— ¿Puedo preguntarte algo?—preguntó él, rompiendo el hielo.

Ella asintió, convencida.

—Claro. Lo que sea.

—Tengo... curiosidad desde hace tiempo...—empezó a decir George—. ¿Por qué cuando te besé... te apareciste en casa de Alicia?

Angelina bajó la cabeza. Se sintió algo avergonzada.

—Cuando me besaste... Me asusté—confesó—. Y cada vez que necesito un lugar donde sentirme segura... Pienso en esa casa. Porque allí fue... donde pasé los días de la guerra.

George se sorprendió. Angelina nunca le había contado nada de aquella oscura época. Ella prefería olvidarlo todo, y él lo aceptaba y la comprendía. Sin embargo, Angelina parecía decidida a explicarle por lo que tuvo que pasar.

—Sus padres no tuvieron inconveniente en que yo me quedara con ellos—le explicó la chica—. Ambos son magos, y...

—Creí que Alicia era mestiza.

—Es mestiza porque su padre lo es, George—le aclaró, algo molesta por su ignorancia—. Y los tres se arriesgaron muchísimo al acoger a una sangre...— George la miró frunciendo el ceño, mientras pensaba <<No lo digas>>. Angelina captó el mensaje—... a una hija de muggles como yo—se corrigió.

George asintió una sola vez con la cabeza. La entendía; dar cobijo a cualquier persona relacionada con muggles era algo muy peligroso cuando Voldemort tenía el control absoluto.

— ¿No usaron el encantamiento Fidelio?—inquirió él.

—Sí que lo usaron—replicó Angelina—. Y Charlie era el Guardián del Secreto.

— ¿Charlie?—repitió, confundido—. ¿Mi hermano Charlie?

—El mismo. Se ofreció a echarnos una mano. Según él, era candidato perfecto. Iba a estar en Rumanía, así que nadie podría sospechar que nos estaba escondiendo a mí y a la familia de Alicia...

—V-vaya. ..—George se quedó asombrado al escuchar lo que su hermano mayor había hecho por su mejor amiga—. Nunca... Nunca me lo mencionó...

Angelina se encogió de hombros; con la mirada perdida.

— ¿Le preguntaste sobre ello?

Touché.

—El caso es—continuó diciendo ella—, que me pasé casi medio año allí. Sabía que estaríamos los cuatro a salvo; y sabía que mis padres también lo estarían, pues les advertí que abandonaran el país el mismo año en el que nos fuimos de Hogwarts. Ya sabes lo poco que me fiaba de la cara-sapo... Pero, aun así... Nunca podía dejar de pensar que el resto de mis amigos estaba ahí fuera. Al menos, gracias a la Pottervigilancia sabía que no os había pasado nada...

— ¿Escuchabas el programa?

—Claro. Cuando nos enterábamos de la contraseña, sí—explicó, y empezó a sollozar—. T-temía tanto por ti y por Fred... Y cuando ese 2 de mayo nuestra moneda del ED mostró ese mensaje, lo único en lo que podía pensar era que por fin volvería a veros; me daba igual que estuviera camino de una guerra. En el momento en que vi que Lee, Katie, Oliver y vosotros dos estabais bien; dejó de importarme todo lo demás que me rodeaba. "Volvemos a estar unidos", pensé. "No podrá pasarnos nada"—sintió un nudo en el estómago—. Estaba... Tan equivocada...

Cogió de la mano a George, y trató de dirigirle su más sincera sonrisa.

—Es una suerte que tú sigas a mi lado.

Este volvió a mover la cabeza de arriba abajo. Pero no podía quitarse el pensamiento con el que llevaba conviviendo desde hacía meses. Algo que lo rompía por dentro, pero que para su desgracia, era inevitable.

—No va a suceder, ¿verdad?

A Angelina se le cortó la respiración. Supo perfectamente a qué se refería. Con remordimiento en su interior, negó con la cabeza.

—No.

Aquel simple "no" hizo que a George se le cayera el mundo encima. Deseó que la tierra se lo tragara. Porque le habían herido muchas veces; había sentido dolor que nadie había sentido. Pero ese "no" que obtuvo como respuesta, fue como si se multiplicaran por mil todas las veces que le habían hecho daño y le atravesaran el pecho de golpe.

—L-lo siento, George...—balbuceó ella. El pelirrojo tuvo el presentimiento de que no había acabado con su disculpa, pero aun así, se apresuró a decir:

—Entiendo.

—George...

—Yo no soy Fred. Lo capto. Nunca podrás llegar a quererme de la forma en la que lo querías a él—Hizo una breve pausa, y añadió, con amargura—. O de la forma en la que yo te quiero a ti.

Angelina trató de mirarlo a los ojos, pero George apartó la mirada.

—George, tú sabes bien que... eres la persona que más me importa en el mundo ahora mismo...

—Pero yo no soy Fred—repitió; para convencerse más a sí mismo que a Angelina—. Pudiste haber vivido una vida feliz a su lado. Pudisteis formar una familia juntos. Y puedo comprender que no quieras pasar el resto de tu vida con alguien que no hace más que recordarte todo lo que perdiste.

George la soltó de la mano, y se levantó del sofá.

—Debería irme—añadió.

Angelina no se movió un milímetro; no pronunció palabra. Cuando George estaba a punto de salir por la puerta, Angelina se volvió hacia él, y murmuró:

—Seguiremos siendo amigos, ¿no?

George trató de proporcionarle la mayor sonrisa fingida que se haya visto jamás.

—Claro. Amigos—chasqueó la lengua—. Amigos—volvió a decir, como si tratara de asimilarlo—. Con eso me vale.

Angelina no se creía nada en absoluto.

— ¿Solo lo dices para que me sienta mejor?

Y George se esforzó por responder:

—Angie, ya te lo dije. No quiero perderte. Y mientras estés en mi vida, me da igual del modo en que sea.

—Eso... Eso no es verdad, George...—se lamentaba ella—. ¡Eso no es verdad, y lo sabes!

George cerró los puños con fuerza.

—Bueno, ¿¡y yo qué quieres que haga?!—bramó—. ¡Acabas de confirmármelo; no me quieres!

Ella se levantó de su sitio y se acercó hacia él con algo de incertidumbre.

—George, yo...

— ¡Ya sé que tienes un pasado con Fred imposible de olvidar!—la interrumpió—. ¡P-pero lo que necesito saber es si tienes un lugar para mí en tu futuro!—. Angelina no dijo nada. No podía responder a eso, pues ni siquiera estaba segura de lo que sentía hacia George en ese preciso momento—. Mírame a los ojos, Angie—le ordenó.

Y con lágrimas resbalándole por las mejillas, fijó su vista en el pelirrojo.

—Mírame con atención—se señaló a sí mismo—. Mírame, y dime que no es a Fred a quien ves en mi lugar.

Ella permaneció inmóvil.

—No. No veo a Fred, George. Hace mucho tiempo que aprendí a distinguiros.

George no supo cómo reaccionar ante aquella respuesta. Pensó en someterla a otra prueba.

—Angelina...—la voz le tembló por unos instantes—. ¿Me quieres?

La chica se mordió el labio, con miedo; haciendo una lista mental de las pocas respuestas que podría darle y las consecuencias de todas ellas.

—P-puede que sí...—optó por decir al final—. ¡No lo sé!

George bufó.

—Me lo imaginaba—. Se dio la vuelta—. Ya nos veremos, Johnson.

Angelina lo agarró de la muñeca antes de que pudiera dar otro paso. La mirada que intercambiaron segundos después les pareció durar siglos. Seguidamente, y sin saber muy bien cómo ni por qué, ambos volvían a estar sumergidos en un apasionado beso, al igual que meses atrás, en Año Nuevo. Pero esta vez, no había ningún whisky de fuego de por medio. Angelina había llegado a la conclusión de que necesitaba a George; y él la necesitaba a ella. No podía permitirle que se fuera. En sus brazos se sentía segura, a salvo. Ella era suya y él era suyo.

A cada momento que pasaba, se besaban con más anhelo y exasperación. Angelina le fue desabrochado los botones de su camisa; y George no se opuso a ello. Le acarició su torso, ahora al descubierto; y pudo comprobar a la perfección que jugar de Golpeador te dota de una gran fuerza corporal. A George cada vez se la hacían más incómodas las prendas que todavía llevaban puestas. Recorrió la espalda de Angelina con las manos, y con torpeza, trató de deshacerse de la camiseta de esta. Ella al principio dudó, pero los continuos cálidos besos de George la hicieron ceder.

El pelirrojo empezó a acariciarle sus costados; y pensó para sus adentros que tenía unas curvas bien definidas. Necesitaba ver más de ella, sentir que los dos se volvían uno solo. La atrajo todo lo que pudo hacia él, y empezó a besarla desde el cuello hasta su pecho.

—G-George...—murmuró ella, ruborizada—. George, no podemos...

Pero el chico continuó con sus caricias, y Angelina dejó escapar un breve gemido.

El pelirrojo la cargó en sus brazos. Angelina se aferró a su cuello, y lo rodeó por la cintura con sus rodillas. Dándole beso tras beso, la llevó hasta su habitación, cerrando la puerta detrás de él. Angelina se dejó caer encima de la cama y arrastró a George con ella. Él pasó una mano por su pelo, mirándola a los ojos.

—No tenemos por qué hacerlo si no quieres...—susurró él.

Angelina negó con la cabeza.

—Quiero hacerlo.

George le sonrió, y volvió a besarla, con más intensidad que todas las veces anteriores. Ambos se dejaron llevar por aquel exorbitante frenesí, en la que iba acabar siendo probablemente la mejor noche de sus vidas.

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