Harry Potter: Historias de la...

By ALeeMar

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¿Quieres saber qué fue de tus personajes favoritos después de la Batalla de Hogwarts? Pequeños one-sh... More

Antes de empezar
El día en el que Percy conoció a Audrey
Antes del nuevo curso [Hanny]
Regreso a Sortilegios Weasley [George y Angelina]
Una cena con los Weasley [Percy y Audrey]
Cartas [Romione]
Victoire
Reencuentro [Oliver y Katie]
Últimos deseos [1/3]
Últimos deseos [2/3]
Últimos deseos [3/3]
Aurores
Lo que probablemente cambió todo [Neville y Hannah]
Tal y como debía ser [Hanny]
Nuestro especial comienzo [Rolf y Luna]
La boda que todos esperaban
En dos mundos distintos [Percy y Audrey]
El Profeta: Edición especial
La elección decisiva [George y Angelina]
La historia no contada de Charlie Weasley
Banquete nupcial
Feliz cumpleaños, gemelos Weasley
Dominique
Aquellos pequeños detalles [Rolf y Luna]
El mayor miedo [Romione]
La magia de una muggle [Percy y Audrey]
Aquel 2 de Mayo de 2002
Nuestro hogar en Grimmauld Place [Hanny]
Una fantástica familia [Neville y Hannah]
El Profeta: Edición especial (II)
Incluso más importante que el quidditch [Oliver y Katie]
Asuntos pendientes
La familia crece
Punto para Charlie Weasley
Velada en El Refugio
Únicos [Rolf y Luna]
Louis
Cuanto más lejos, más cerca [Romione]
No más secretos [Hanny]
Primeros recuerdos
Dos nuevas leyendas
Toujours [Teddy y Victoire]
Un día memorable
Revelaciones [Lee y Alicia]
Grandes noticias
La historia que Charlie Weasley contó
Teddy en Hogwarts [1/2]
Teddy en Hogwarts [2/2]
Comienzan las clases
Navidades en la Madriguera
Cómo crear una tradición familiar
Hogwarts ve una Weasley de nuevo
Nuevos y viejos recuerdos [Rolf y Luna]
Año Nuevo
~Tagg~
El cumpleaños de Lily
Boggarts
Sorpresas por duplicado
Poniendo a prueba a Teddy
Lo que a Charlie Weasley le faltaba por contar
El día en el que Teddy por fin se dio cuenta
Los nuevos alborotadores de Hogwarts
La noche de Halloween
El secreto de Louis
19 años después [1/2]
19 años después [2/2]

Sin vuelta de hoja [George y Angelina]

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By ALeeMar


¡2 historias en un día! Esto no os lo esperabais, ¿a que no? ;)

~💫~

El 2000 estuvo repleto de sorpresas. Quizás se debió a que era el inicio de un nuevo milenio; una nueva era. Pero de algo puede estarse seguro: la vida de George cambió por completo ese 31 de diciembre.

Como en todos los años anteriores, los Weasley celebraron tan importante acontecimiento en la Madriguera. Bill y Percy habían colocado dos enormes mesas de madera en el jardín; y Harry y Hermione ayudaban a Ron a colocar los cubiertos, platos y vasos encima de ellas. Ginny, la señora Weasley y Andrómeda se pasaron el día en la cocina; mientras el pequeño Teddy no dejaba de hurtar galletas cada vez que no lo miraban. Fleur estuvo cuidando de Victoire durante todo el día, y el señor Weasley no paraba de comentar con Audrey diferentes cosas de sus respectivos mundos.

—Entonces, Audrey: explícame de nuevo cómo funciona eso de los portítales—le pidió Arthur, con muchísimo interés.

Audrey se rio por debajo de la nariz. Desde que el señor Weasley la había visto haciendo un trabajo para la Universidad en un ordenador, no paraba de insistir en que el enseñara a usar uno. Percy había tenido que rescatarla más de una vez de su padre y sus infinitas preguntas sobre muggles.

Al cabo de poco rato, Charlie se apareció en el jardín; y todos los Weasley sonrieron al verlo.

— ¡Charles!—exclamó su hermano mayor, dándole un abrazo—. ¡Ya creía que no vendrías!

—Los dragones pueden esperar—repuso él, haciendo un ademán con la mano—. Por cierto, le he traído un regalito de Rumania a mi querida ahijada—. Señaló a su mochila, y Bill se estremeció por el bienestar de su hija.

—Dime por favor que no es un dragón en miniatura.

Charlie se limitó a encogerse de hombros, y se dirigió al interior de la casa para saludar al resto de la familia.

Empezaba a anochecer. En la mesa había rebosantes platos de comida; y todos los miembros de la familia estaban listos para empezar con el banquete.

Exceptuando a alguien.

— ¿Alguien ha visto a George?—preguntó la señora Weasley.

Eftaba en Sowtilefios Weafli—contestó Ron, con la boca llena; pues no había podido resistirse a probar un trozo de tarta. Todos lo miraron, sin comprender nada de lo que acababa de decir—. Digo que estaba en Sortilegios Weasley.

—Pero, ¡si es año nuevo!—exclamó su madre, indignada—. ¿Cómo es que está trabajando?

Y un instante después, George se apareció en frente de sus narices; seguido de cerca por Angelina. Nadie se sorprendió de que ella también estuviera presente.

—Vaya, al fin llegas. Pensaba que tendríamos que esperar hasta el año que viene para verte—bromeó Percy; cosa que hacía mucho más a menudo desde la guerra.

—Ja, ja. Muy gracioso—George puso los ojos en blanco—. Estaba enseñándole a Angie las reformas que hemos hecho Lee y yo en la tienda—contó, sentándose al lado de su hermana.

—Han hecho un trabajo increíble—corroboró Angelina, colocándose enfrente de su mejor amigo—. ¡Y el ático está genial! Es más acogedor que mi propia habitación. Dos camas, estanterías llenas de artilugios de bromas, posters y fotografías por todas las paredes... ¡Incluso han convertido el techo en un cielo nocturno!

— ¿Es el hechizo que usan en el Gran Comedor?—quiso saber Hermione. George asintió, orgulloso—. Vaya, me dejas impresionada. Leí que era bastante complejo...

—Vamos, vamos, tampoco es para tanto—. Se acercó a Ginny y susurró, guiñándole un ojo: —En realidad sí lo es.

Ella hizo una pequeña risita.

—Bueno, pues ya estamos todos—anunció Ron—. ¡A comer se ha dicho!

Y así lo hicieron. En medio de la cena, Charlie le entregó un paquete envuelto a Fleur.

—Por cierto, cuñada, esto es para Vic—explicó él. Bill tragó saliva.

Fleur miró de soslayo a su marido.

— ¿Debegía asustagme?

Charlie soltó un resoplido.

— ¿¡Por qué sois tan desconfiados?!

—Porque te conozco desde que naciste, para mi desgracia—se burló Bill, y Charlie le dirigió una mueca de desprecio. Pero Fleur ya había desenvuelto el regalo, y pudo comprobar que, en efecto, se trataba de un dragón en miniatura. De peluche.

— ¿Veis?—dijo Charlie, con aires de superioridad—. ¡No teníais que preocuparos de nada!

Fleur sonrió.

Ggacias, Chaglie. Segugo que le encantagá.

— ¡Es monísimo!—exclamó Ginny, con ojos brillantes.

—Vas a hacer que Harry se ponga celoso, Ginny—se mofó George.

—Ya está celoso de Arnold—murmuró ella, y Harry se rio por debajo de la nariz.

—Tengo mis motivos. Le dedicas más tiempo a ese micropuff que a mí.

Ginny alzó una ceja, y le dirigió una sonrisa pícara.

— ¿Oh, de veras?

— ¡Besos en la mesa no, por favor!—suplicó Ron, apresuradamente.

Harry hizo una risa nerviosa, y Ginny se cruzó de brazos. Estaba claro que su hermano mayor no cambiaría nunca.

Al otro lado de la mesa, se oía la voz de Audrey, más emocionada que nunca.

— ¿Y cómo celebráis los magos el año nuevo? Porque yo no veo uvas por ningún lado... ¿Qué es lo que coméis en su lugar?

—Audrey...—empezó a decir Percy, pero sus esfuerzos fueron en vano.

—No hay pantallas, ¡no hay ningún reloj gigante! ¿Acaso tenéis un hechizo que os indique la cuenta atrás?

—Más o menos—sonrió Percy.

— ¿¡Cómo que más o menos?!

—Lo verás dentro de poco.

Y cuando estaban a punto de dar las doce de la noche, en el cielo empezaron a aparecer decenas de fuegos artificiales.

—Bah, esto no tiene nada de mágico—dijo Audrey, decepcionada.

Percy no dejaba de mirar al cielo.

—Tú observa.

Pronto, los fuegos empezaron a tomar las formas de los números del doce al uno. Audrey abrió la boca en forma de "o", alucinada. A medida que pasaban los segundos, los números iban explotando en el cielo formando remolinos de colores. Todos mantenían la vista fijada en los últimos números de la cuenta atrás.

— ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno!

Un gigantesco haz de luz los rodeó a todos por encima de sus cabezas.

— ¡Feliz año nuevo!—vitorearon a coro todos. Empezaron a brindar sus copas entre ellos; mientras los fuegos artificiales formaban ahora el número 2000.

George buscó a su mejor amiga para desearle un feliz año, pero no la encontró por ningún lado. Entró en casa, para ver si conseguía localizarla allí. Vio cómo la puerta del patio trasero estaba abierta; y no tuvo ninguna duda en que estaría allí. La encontró sentada de piernas cruzadas, contemplando las luces que alumbraban el cielo.

—Feliz 2000—murmuró George, antes de sentarse a su lado. Angelina no se molestó en mirarlo.

—Igualmente.

George empezó a observar también los fuegos artificiales.

—Le echo de menos—dijo Angelina, alicaída. Él no necesitó que dijera de quién de trataba.

—Y yo.

—Ojalá estuviera aquí.

George arqueó una ceja. Se llevó una mano a la parte del pecho donde estaba su corazón.

—Tú me dijiste que él estaba aquí—le recordó—. ¡Me lo dijiste!

—Y lo está. Pero no es lo mismo. Yo quiero que esté aquí, sentado con nosotros, viendo estos fuegos artificiales. Pero—soltó un largo suspiro—, eso es imposible—. Hizo una pausa—. ¿Sabes? Iba a pedirme que nos casáramos. Me lo dijo en esa carta.

—Yo habría sido el padrino en vuestra boda—musitó, con aire soñador—. Hacíais buena pareja. En serio. La mejor de todo Hogwarts.

Angelina se rio, con cierta amargura.

—Sí, la verdad es que formábamos buen equipo.

George también soltó una carcajada.

—Y... Y en ese baile de Navidad... ¡Todos se apartaban de Fred y de ti! ¡Os tenían miedo! ¡A vosotros y a vuestra forma de bailar!

Angelina se retiró unos pelos de la cara.

—Pero bailábamos genial, y lo sabes.

— ¡Yo no he dicho lo contrario!

Ambos volvieron a desternillarse. George se volvió hacia ella, y pensó para sus adentros que se veía guapísima. Nunca antes se había dado cuenta de aquello; pero Angelina era realmente bella.

—Angie...

Ella se giró hacia George; y pudo notar que su rostro estaba cada vez más cerca del suyo. El chico le acarició una de sus mejillas; la cual estaba llena de lágrimas, que no sabría decir si eran de reír o de llorar.

Angelina sacudió la cabeza. Su aliento olía de un modo peculiar.

— ¿Cuánto whisky de fuego has bebido?—preguntó ella, sin apartar la vista de sus brillantes ojos.

—Demasiado—contestó, sin avergonzarse lo más mínimo.

George deslizó la mano hasta su cuello, y sin pensárselo dos veces, cerró los ojos, se abalanzó sobre Angelina, y juntó sus labios con los de ella.

No sabría explicar el por qué lo había hecho exactamente; ni tampoco esperaba que Angelina lo comprendiera. No esperaba ninguna reacción por su parte. Pero el beso fue tan repentino que Angelina no se apartó. No pasaron más de unos instantes hasta que ella cerró los ojos también, y lo agarró del cuello de su jersey, atrayéndolo hacia ella.

George pasó la otra mano por su espalda, cosa que hizo que a Angelina le recorriera un escalofrío por todo el cuerpo. Sus mejillas habían tomado un color rosado, y su corazón le latía con tanta fuerza que ya ni siquiera podía oír los fuegos artificiales. Cada vez iban perdiendo más la noción del tiempo. Enseguida fue imposible identificar los finales de unos besos y los inicios de otros.

George nunca se había sentido de aquel modo; nunca antes había estado tan vivo. No había comparación con ninguna de sus anteriores experiencias. Angelina había soltado su jersey y ahora jugueteaba con su pelo rojizo, consiguiendo así que se le erizara el vello de la nuca.

Angelina creía que nada podría estropear ese momento. Todo era perfecto. Volvía a tener al amor de su vida en sus brazos; y lo necesitaba desesperadamente. Por un momento, creyó que se trataba de un sueño, y tuvo miedo de despertar.

Y unos segundos después (quizás minutos; ya no estaba segura del tiempo que transcurría), su temor se volvió realidad.

Mientras acariciaba su cabello, notó algo inusual. Al chico le faltaba una oreja. Lo dejó pasar al principio, pero luego todo empezó a cobrar sentido. Y se estremeció.

Aquel no era Fred.

A pesar de las protestas de la boca del pelirrojo, Angelina se apresuró a apartarlo, dándole un empujón, en el que quizás utilizó más fuerza de la necesaria. Él, sin comprender por qué había roto aquel maravilloso momento, trató besarla de nuevo. Quería volver a probar sus labios una vez más. No sabía cómo había llegado a pensar eso de su mejor amiga, pero no importaba. Ahora que habían compartido esos increíbles instantes, no quería que acabaran nunca.

Pero Angelina retrocedió, con miedo y confusión en su interior. Quiso desvanecerse de ese lugar.

Y eso mismo hizo.

Sin saber bien dónde acabaría, se desapareció. Lo último que George vio de ella antes de escuchar un fuerte << ¡crac!>>, fueron sus ojos cristalizados.

* * *

Aquella mañana, George se despertó con un terrible dolor de cabeza en su cama del desván de Sortilegios Weasley. No recordaba con claridad nada de la noche anterior. No muy lejos de él, en una cama al otro lado de la habitación, los ronquidos de Lee resonaban con estridencia. Bostezó, y oyó un sonido que provenía del piso de abajo: un pitido que no dejaba de repetirse una vez, y otra, y otra.

Era el timbre.

—Jordan... Ve a abrir...—masculló medio dormido.

Lee hizo una especie de gruñido para indicarle que no pensaba levantarse. George bufó. Con los ojos entrecerrados y tropezándose a cada paso quedaba, fue hacia la entrada de la tienda, mientras el timbre no dejaba de sonar.

Dio otro bostezo antes de coger el pomo y abrir la puerta. Al encontrarse frente a Alicia Spinnet, se quedó realmente sorprendido.

Arqueó las cejas, y dijo:

—Spinnet, ¿qué estás...?

Pero no tuvo tiempo a terminar. Alicia le acababa de dar un manotazo en la cara. George tuvo que reprimirse las ganas de hacer un grito de dolor.

— ¿¡Por qué has hecho eso?!

Alicia frunció el ceño.

— ¿¡Cómo se te ocurre hacer semejante cosa, Weasley?!

— ¡No he hecho nada! ¡Has aparecido aquí de repente y me has dado una bofetada!

— ¡No te hagas el idiota conmigo! ¿¡Vas a decirme que no te acuerdas?!

— ¿Acordarme de qué?

La chica tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no darle otro bofetón. Lee no tardó en bajar del desván.

—George, ¿por qué gritas?—preguntó, bostezando.

— ¡Pregúntale a tu novia!—vociferó él, enfurecido.

Lee parpadeó un par de veces, sin comprender. Se frotó los ojos para ver quién acababa de entrar en la tienda, y trató de mostrar su mejor sonrisa.

— ¡Spinnet! ¡Qué sorpresa! ¡Feliz año nuevo!

Ella no estaba de buen humor. Amenazó a George con el dedo índice.

—En primer lugar: ¡No sé de dónde te has sacado eso de que somos pareja, pero ya puedes quitártelo de la cabeza! Y en segundo lugar: ¡Que sepas que Angelina está destrozada por lo de anoche!

— ¿Anoche...?

Lee se acercó a ellos, y su curiosidad aumentaba por momentos.

— ¿Qué pasó anoche, George?—quiso saber su mejor amigo.

— ¡Nada!—protestó él—. ¡No sé de qué me habla!

Alicia levantó la mano de nuevo, y George, instintivamente, se cubrió la cara con los brazos.

— ¡Spinnet, vamos!—trató de detenerla Lee—. ¡Haya lo que haya hecho seguro que no es tan malo!

Alicia los fulminó con la mirada a ambos.

— ¿Quieres saber lo que hiciste anoche, George? ¿¡Quieres?!

—Pues sí, la verdad. Cuando me golpean en la cara, me gusta saber el porqué.

— ¡Besaste a Angelina!—le espetó—. ¿¡Consigues recordarlo ya?!

George se quedó pálido de la impresión. De pronto, todo empezó a volver a su mente. Los fuegos artificiales; el beso con Angie; cómo ella había huido de él.

—Oh, no...—farfulló el pelirrojo, llevándose una mano a la cabeza—. No, no. No, no, no, no. ¡No, no, no!

Lee estaba casi tan impactado como él.

—Tío, me parece que diez noes no son suficiente—murmuró por debajo de la nariz.

— ¡No tiene gracia, Jordan!—gritó George, sin saber qué hacer al respecto.

¿Cómo había podido ocurrir? ¡Angelina era su mejor amiga! Y por si fuera poco, ella había sido la novia de Fred. George se sintió un auténtico imbécil. Aquello no podía estar pasándole. Seguro que Angelina no querría volver a mirarlo a la cara.

Si de algo estaba seguro, es que no volvería probar el whisky de fuego en la vida.

— ¿Qué... Qué te ha dicho?—murmuró a Alicia.

Esta soltó un largo suspiro.

—Llegó a mi casa llorando a mares, y me contó, bueno... Que la habías besado. No me dio detalles, ni tampoco se los pedí—dijo, cruzándose de brazos.

—En defensa de George—intervino Lee, poniendo un dedo en alto—, voy a recordarte que hacen falta dos para besarse.

— ¡No me digas!—ironizó la chica.

—Pues sí. ¿Te lo demuestro?—Lee le dirigió una traviesa sonrisa, y movió las cejas de arriba abajo. Alicia lo miró con hastío.

—Me repugnas, Jordan.

— ¡Chicos!—exclamó George, haciendo que dejaran a parte su discusión—. ¿¡Qué voy a hacer?!

—Disculparte con ella, obvio—masculló Alicia.

— ¡No, no! ¡Pedir perdón no servirá de nada!—George se apoyó en la pared, y se dejó caer al suelo—. ¡Me odiará para siempre!

Lee miró alternativamente a Alicia y a George. Ella se veía realmente enfadada; y el pelirrojo estaba como si se le hubiera caído el mundo encima.

—George, ¿por qué la besaste?—preguntó Lee; dejando algo desconcertado a George.

— ¡Y-y yo que sé! ¡No sé en qué estaba pensando! ¡No pensaba! ¡S-Sucedió de repente!

— ¿"Sucedió de repente"?—rio Alicia—. Esa es la peor excusa que podrías darle.

George escondió la cabeza entre las piernas.

—Soy patético.

—Un poco sí. Pero te seguimos queriendo, colega—soltó Lee.

— ¡No quería hacerlo!—siguió lamentándose, ignorando las palabras de su mejor amigo—. Es que... Cuando la miré... M-me di cuenta de todas las veces que ella ha estado a mi lado desde que Fred m-murió... Me di cuenta de que la necesitaba más que a nadie en el mundo y que quería estar a su lado hasta el fin de mis días...

Lee abrió la boca de par en par. Miró a Alicia de reojo, y ella también se había quedado sin habla. ¿Acaso acababan de escuchar una confesión de amor de George?

—Tío... ¡Estás colado por Angelina!— dijo Lee, como si nada.

George se apresuró a negar con la cabeza.

—No, no, no, no. ¡No! ¡No, para nada!—balbuceaba él—. ¡No, yo no, no, no estoy colado por ella! ¡No, no! ¡De ninguna manera! ¡No!

—Trece noes. Vas mejorando—Lee se rió por debajo de la nariz, y recibió un puñetazo en el hombro por parte de Alicia—. ¡Auch! ¡No sabía que tenías tanta fuerza!

—Es lo que tiene jugar de Cazadora durante seis años seguidos—dicho esto, se arrodilló ante George—. Escucha, Weasley. Angelina lo pasó realmente mal cuando... Fred murió. Tú no podías darte cuenta, y no te culpo. Ella dirá que ya lo ha superado, pero en el fondo, sigue queriendo a Fred más que a nadie en el mundo. Y está de un modo muy... Frágil, y sensible. Pero lo cierto es que... Yo creo que ella también te necesita a ti, George. Antes de que cometas otra estupidez, déjame avisarte: La conozco bien. Y no creo que pueda soportar que le rompan el corazón otra vez; sea del modo que sea. Así que, si realmente estás enamorado de Angelina, ve a hablar con ella, y vivid felices para siempre. Pero solo te permitiré salir por esa puerta si estás completa y absolutamente seguro de ello. ¿Me oyes por esa única oreja que tienes?

George se la quedó mirando, sin saber qué responder. ¿Estaría realmente enamorado de su mejor amiga?

— ¿Y bien, Weasley?

Mientras, George estaba teniendo una lucha interna consigo mismo:

           Ella era de Fred; ella era de Fred.

           Pero la quieres.

           ¡No, no es cierto!

           Admítelo, estás completamente pillado.

           ¡Es mi mejor amiga!

           Dile eso al George que la besó ayer.

George se masajeó la sien con los pulgares. Necesitaba concentrarse. Sí que era verdad que solo recordaba vagamente su beso con Angelina; y sabía que no había sido del todo consciente de sus actos. Pero otra parte de él sabía perfectamente que llevaba deseando hacer aquello desde hacía mucho tiempo; aunque nunca había querido admitirlo por falta de valor.

<<Vaya un Gryffindor>>, pensó para sus adentros.

—Alicia...—murmuró, al cabo de un buen rato—. La quiero. No sé cómo puedo demostrártelo—continuó diciendo George—. Pero yo...

—Ve a hablar con ella—lo cortó ella. No necesitaba que George siguiera hablando. Su mirada hablaba por sí sola. El pelirrojo hizo una media sonrisa, y salió disparado de la tienda—. ¡Espera! ¡No sabes dónde está!

— ¡La encontraré!—gritó, antes de que lo perdieran de vista.

Lee se volvió hacia Alicia.

—Hagamos una apuesta—dijo de repente.

Alicia le lanzó una mirada escéptica.

—Dispara.

—Te apuesto diez galeones, a que si algún día tienen hijos, me nombrarán a mí el padrino antes que a ti—le tendió la mano, esperando su respuesta.

Alicia se encogió de hombros.

—Que sean quince—. Y selló el trato estrechándole la mano.

* * *

George se pasó toda la mañana yendo a sitios en los que Angelina pudiera estar. No estaba en su casa ni tampoco en la de Alicia. Tampoco estaba en ninguna de las tiendas de Callejón Diagón (y descartó por completo el Callejón Knocturn sin necesidad de comprobarlo). Ni rastro de ella en Hogsmeade. Su última opción eran las calles del Londres muggle. ¡Pero era un lugar demasiado grande! ¿Por dónde empezaba?

Después de dar muchas vueltas, llegó en frente de una tienda de deporte muggle; y de pronto, le vino una idea a la cabeza.

<<Ya sé dónde está>>.

Se apresuró a aparecerse en el campo de quidditch que había a las afueras de Canterbury. Estaba encantado para que los muggles no pudieran verlo; y era el lugar donde solían entrenar los equipos de quidditch del Reino Unido.

Y eso, claro está, incluía a los Appleby Arrows.

Angelina ya le había comentado que le encantaba ese lugar. Le recordaba a los buenos momentos que pasaron en Hogwarts entrenando y jugando todos aquellos partidos. En teoría, no debería haber habido nadie allí, pues al ser 1 de enero, era día de fiesta. Pero George divisó a lo lejos una figura volando en su escoba, tratando de colar una quaffle por los aros (aunque era bastante difícil fallar, pues no había ningún Guardián que interceptara sus lanzamientos). Supo enseguida que se trataba de Angelina.

George buscó a su alrededor, y encontró un pequeño almacén. Sin pensarlo siquiera, entró, agarró una de las escobas y se montó en ella. Cogió aire y dio una patada contra el suelo, esperando a que se elevara; pero no ocurrió nada.

—Malditas escobas profesionales...

Gritó << ¡arriba!>> varias veces, pero el resultado fue más de lo mismo. Cuando estuvo a punto de darse por vencido y coger otra escoba del almacén, esta aceleró; sin previo aviso. George gritó, y trató de estabilizarse. Se aferró fuerte al mango, y ascendió a toda prisa. Angelina no se había percatado de su presencia hasta que él gritó su nombre.

— ¡Angie!—gritó; y quizás sonó demasiado desesperado.

La chica reconoció a la perfección esa voz. Sin mirar atrás, empezó a ir a una velocidad de vértigo con la escoba. No quería ver a George; no podía.

— ¡Angelina!—George la siguió; aunque ella era mucho más rápida. <<Podría haber jugado perfectamente como Buscadora>>, pensó el pelirrojo para sus adentros, casi sin aliento—. ¡Angelina, por favor! ¡Tengo que hablar contigo!

Ella trató que sus palabras le llegaran bien claro:

— ¡No tenemos nada de qué hablar!

George soltó un gruñido. Torpemente, cogió su varita del bolsillo. Llevaba practicando el hechizo en el que estaba pensando desde hacía algún tiempo; pero no estaba seguro de que fuera a funcionar.

<<Solo hay una forma de saberlo>>.

Apuntó a Angelina y pronunció:

¡Aresto Momentum!

La chica empezó a notar como su cuerpo se ralentizaba, sin que pudiera hacer nada al respecto. George hizo una victoriosa sonrisa, y apremió a alcanzarla.

—Angelina. Angie, Angie, por favor. Espera. Tengo que hablar contigo—dijo él, entre resuellos—. ¿Podemos aterrizar para facilitar las cosas?

Ella seguía sin poder moverse con normalidad; pero no se molestó en mirar a George.

—Tomaré eso como un sí—dijo él—. Descendo.

Cuando sus pies tocaron el suelo, el primer pensamiento que se le cruzó por la cabeza a Angelina fue huir de nuevo. Desaparecer bien lejos de George. Pero este le agarró del brazo para asegurarse de que no hiciera tal cosa.

—Angelina. Por favor.

Los efectos del primer hechizo empezaban a cesar. Se soltó de su brazo con un gesto brusco, y le dio la espalda al pelirrojo.

—No creas que con solo pidiendo disculpas todo quedará arreglado. Ahora ya nada será igual entre nosotros. ¿Comprendes la gravedad de la situación, George? ¡Me besaste! ¿S-sabes acaso lo que...?

Silencio.

Angelina intentó seguir hablando, pero fue imposible. Se giró hacia George, realmente enfadada.

—Lo siento por ese último conjuro. Pero ahora me toca hablar a mí—. Cogió aire. No podía meter la pata. Pero estaba convencido de que las palabras lograrían salirle solas si se lo proponía—. Angie, no espero que me comprendas. Pero necesito soltar todo lo que pienso o sino, explotaré. Me dan absolutamente igual las burlas de Lee o las bofetadas de Alicia. Angelina, me he dado cuenta de que te quiero, y que te necesito a mi lado en cada momento. Sin ti, probablemente no habría llegado a soportar lo que le pasó a Fred. Quizás no estaría aquí ahora mismo—George se detuvo unos momentos y bajó la mirada. Angelina estaba sin habla (literal, y figuradamente)—. Sé que ahora mismo debes odiarme; pero ojalá no me guardes rencor para siempre—siguió diciendo él—. Porque perderte a ti también no está entre mis opciones. Sé que yo no soy Fred; y sé que nunca podré llegar a ocupar el hueco que él dejó en tu corazón. Pero tú... Tú eres la mejor amiga que siempre he tenido. Y es por eso, Angelina Johnson, que estoy enamorado de ti.

Angelina se secó unas lágrimas con la mano. Abrió la boca para decir algo, pero recordó que sus esfuerzos serían en vano. En su lugar, dejó que George siguiera con su monólogo.

—Sé... Sé que no te merezco, Angie. P-pero... Si algún día, bueno... Crees que sientes lo mismo por mí... Al más mínimo indicio de que yo también te gusto, ¿me lo harías saber?

Angelina estaba demasiado conmovida. Ni siquiera pudo mover la cabeza de arriba para abajo.

— ¿A-Angie...?—George esperó su respuesta, pero esta no llegaba. Aunque enseguida recordó que la chica estaba bajo los efectos de un hechizo que la privaba de hablar—. ¡L-lo siento! S-se me había olvidado por completo—. La señaló con la varita—. Oratio.

Angelina lo abrazó con todas sus fuerzas.

— ¿Por qué siempre es todo tan complicado contigo, George?

Él le devolvió el abrazo.

—Ya me conoces, Johnson—la miró a los ojos—. ¿Entonces...?

—Yo tampoco quiero perderte, George—musitó ella, cabizbaja—. Pero... Debes comprender que...

—Nunca te pediría que olvidaras a Fred por mí—la interrumpió.

Angelina soltó un pequeño suspiro, y sonrió. George tuvo ganas de besarla de nuevo; pero supo que aquel no era el mejor momento. En vez de eso, dijo algo que para ambos tuvo muchísimo más valor.

—Juro solemnemente que siempre te querré.

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