¡Aparta, imbécil!

Par ComandantePrim

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Marc Siles es un joven independiente. Con sus flamantes ojos verdes y su reputación arraigada en una confusió... Plus

Prólogo.
Capítulo 1. Segunda vez.
Capítulo 2. Rey León.
Capítulo 3. Baño de pollo.
Capítulo 4. Coincidencias.
Capítulo 5.
Capítulo 6. Normas
Capítulo 7.
CAPÍTULO 8, El chico ideal.
CAPÍTULO 9,Ventanas.
CAPÍTULO 10.
CAPÍTULO 11, Peter Parker.
CAPÍTULO 12.
CAPÍTULO 13.
CAPÍTULO 14.
CAPÍTULO 15.
CAPÍTULO 16.
CAPÍTULO 17.
CAPÍTULO 18.
CAPÍTULO 19.
CAPÍTULO 20.
CAPÍTULO 21.
CAPÍTULO 22.
CAPÍTULO 23.
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25.
CAPÍTULO 26.
CAPÍTULO 27.
CAPÍTULO 29.
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31.
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33.
CAPÍTULO 34.
CAPÍTULO 35.
CAPÍTULO 36.
CAPÍTULO 37.
CAPÍTULO 38.
CAPÍTULO 39
Nota de la autora.
CAPÍTULO 40.
CAPÍTULO 41.
CAPÍTULO 42.
CAPÍTULO 43.
No es un capítulo. #StopBullying
CAPÍTULO 44.
CAPÍTULO 45(Parte 1)
CAPÍTULO 45 (Parte 2)
¡Maldito Karma!

CAPÍTULO 28.

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Par ComandantePrim

CAPÍTULO 28.

Narra Marc.

Una mano me cayó sobre el rostro, irrumpiendo bruscamente en el sueño que me tenía subyugado. Entreabrí los ojos, la luz me hirió las pupilas y gruñí débilmente.

Lentamente los recuerdo regresaron de forma ordenada a mi mente. Las dificultades de traer una dormida al apartamento. El monstruo que habitaba en algún recóndito paraje de mi subconsciente. Y... La incapacidad de abandonar la habitación de mi compañera de piso.

Me hundí las manos en el cabello murmurando improperios, las manos de Mackenzie colgaban flácidamente del colchón. Eran ellas las causantes de mi reciente abandono en el mundo de los sueños.

Si Mack me pillaba en su cuarto... Otra vez, me dejaría estéril. Bueno, tal vez a los giros acontecidos en nuestra relación sólo llegasen a un puñetazo en la cara.

Miré furtivamente por encima del colchón para observar a la chica. Durante la noche se había movido ya que tenía los brazos atrapados bajo el cuerpo y la nariz hundida en la almohada. De sus labios entreabiertos caí un fino hilo de baba que si bien a otro le parecería asqueroso, a mí me parecía adorable.

Era una de las pocas ocasiones en la que la podía ver tan relajada e inofensiva.

Me preguntaba como reaccionaría si me pescaba ahí, mirándola como un niño a una deliciosa piruleta tras un escaparate.

Estaríamos a punto de descubrirlo porque la forma en la que Mackenzie se movía delataban la inconsistencia de su sueño.

Rodé sobre el costado quedando acostado debajo de la cama.

¿Qué? Un chico tiene que hacer lo que tiene que hacer.

Además, era divertido.

Primero vislumbré unos pies descalzos a escasos centímetros de mi cara. Aguanté la respiración conforme el movimiento se hizo más patente sobre mi cabeza.

Cuando Mackenzie quedó de pie me atreví a asomar levemente la cabeza. Mirando sin ser descubierto por una muy adormilada chica.

Reconoceré, ahora, ante todos lo que leéis estas mierdas que pienso, que me esperaba lo que pasó a continuación.

Lo juro.

Mackenzie enganchó los dedos en la camiseta que llevaba y tiró hacia arriba, mostrándome, sin ser consciente su espalda y el broche del sujetador morado que llevaba.

El calor comenzó similar a un escalofrío, reptando por mis nervios llegando hasta el último rincón del cuerpo.

Tuve que morderme fuertemente los labios cuando arrastró la cinturilla de sus pantalones hacia abajo, quedando, exclusivamente en ropa interior.

¿¡Qué?!

No podía apartar la mirada.

Aunque quisiera.

Que no quería, pero bueno.

En el hipotético caso de querer me sería imposible.

Mackenzie bostezó ampliamente sin ser consciente de que mis ojos eran incapaces de separarse de la visión que les ofrecía.

Y sí, el pantalón me tiraba ligeramente.

Mierda.

Si te pilla te mata, controlate. A ver... Respira e inspira.

Joder. Con esa mierda iba a hiperventilar.

Por suerte, o por desgracia, según como se mire, Mackenzie se marchó al baño con un montón de ropa presionado contra el pecho.

Sin perder un segundo me lancé fuera de mi escondite rodando sobre el costado y quedando, bocabajo, sobre la alfombra.

Me impulsé y como alma que lleva el diablo salí fuera de la habitación.

Con un, debo admitir, muy buen sabor de boca.

Narra Mackenzie.

Terminé de secarme el pelo que de forma ordenada cayó sobre la espalda. Los mechones que se aplastaron contra mi oreja consiguieron abrasarla, tanto, que tuve que apatarlos.

Ahora, una vez más despierta y desde una perspectiva más fría quería que el suelo se abriese y me tragara con él.

Había besado a mi compañero de piso.

Bueno, técnicamente él me besó a mí.

Aunque aquello no era un gran consuelo. Daba igual ya que no hice ningún intento de separarme.

Nulo.

Cero.

Y no entendía al porqué. Sólo sabía que Marc me volvía loca. Conseguía que la cordura se disolviese en el cóctel de hormonas y emociones descontroladas.

Era tan absurdo. Pero se sentía tan jodidamente bien. Se asemejaba a emborracharte sin sufrir una posterior resaca. Abandonarse a algo sin reflexionar el motivo, sin pensar en el futuro más allá.

Y ahora estaba en el más allá.

Suspirando me abroché la cremallera de la sudadera gris hasta el cuello. Tenía la punta de los dedos congeladas y el frío me había brotado desde dentro como un germen.

Enrollé los cordones de la capucha con mis propios dedos y comencé a tirar de ellos, dándome ánimos para salir y encarar al chico.

Entreabrí la puerta y colé la cabeza en primero lugar. Tras una primera ojeada me cercioné que el terreno estaba exento de vida.

Sólo el suave zumbido del microondas rompía el silencio. Empujé la puerta con los dedos lo suficiente como para terminar de pasar el cuerpo por ella.

Con pasos sigilosos avancé hacia la cocina. Allí, sentado, con una taza humeante entre los dedos estaba Marc.

Tenía el cabello en un completo caos y seguía llevando la misma camiseta que ayer, solamente que más arrugada.

Alzó los ojos al percibir movimiento. No sabía el tiempo que tardaría en acostumbrarme a sus ojos. El verde no era un color muy habitual. Y, aunque había varios tonos de verde el suyo de asemejaba tan brillante y profundo que... simplemente... Serían lo más bonitos que alguna vez había visto.

El chico, al verme, curvó los labios en una sonrisa.

—Buenos días, princesa.

Le miré sin moverme durante lo que me parecieron siglos antes de conseguir reanimar mi sistema fonador.

—Buenos días, ¿complejo de Raúl? —Inquirí avanzando al interior.

Me senté en una de las sillas y comencé a endulzar el café con cucharadas de azúcar.

—Que va, soy más interesante que él.

Arrugué la nariz llevando la taza a mis labios.

—Di eso otra vez y no sales y con vida.

Marc alzó las cejas.

—¿Me estás amenazando?

Sorbí el contenido humeante y cargado de cafeína antes de contestar:
—Sí.

Las cejas del chico casi se tocaron al mismo tiempo que su sonrisa se ensanchaba. Clavó los codos sobre la mesa y se acercó a mí.

—¿Ah, sí?

Yo también me incliné hacia delante con el ceño fruncido.

—Sí, en efecto.

El chico se lamió los labios antes de dibujar una sonrisa seductora.

—¿Y cómo me matarías?

Parpadeé momentáneamente cortada.
—Poco a poco, con un pequeño cúter mal afilado.

—Cuéntame más.

¿Por qué de repente estaba tan cerca?

Iba a abrir los labios y contestar cuando el timbre del apartamento sonó.

—¡Marc! ¡Abre! —La voz gallada de Hugo retumbó a través de la madera. —¡Ya sé quien es mi admiradora secreta!



*********

¡Hola!

¿Os acordáis cuando me llevé un disgusto por un examen de física y porque la clase se vino contra mí? ¿Qué pasé mucho tiempo sin publicar?

Adivinar cuanto he sacado en este. ¡Vamos! ¿He oído un siete? ¡No! ¿Un nueve? ¡No! Sí, lectores míos, ¡un diez! D-I-E-Z

¡Soy una puta crak en todo!

Ains... Bueno, ¿qué os gusta? S parece la historia? ¿O no?

Recordad:

+Voto.

+Cometario.

=A sonrisa de esta chica :)

Os amodoro!

Prim ^^

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