LO QUE ÉL NO TE DIO (Romance...

By RakaneTayga

7.4K 396 128

-ACTUALIZACIONES LOS MARTES Y VIERNES- -NO RECOMENDABLE PARA MENORES DE EDAD. LISTA DE CANCIONES MENCIONADAS... More

Capítulo 1 (Parte 1)
Capítulo 1 (Parte 2)
Capítulo 1 (Parte 3)
Capítulo 1 (Parte 4, final)
Capítulo 2 (Parte 1)
Capítulo 2 (Parte 2)
Capítulo 2 (Parte 3, final)
Capítulo 3 (Parte 1)
Capítulo 3 (Parte 2)
Capítulo 3 (Parte 3, final)
Capítulo 4 (Parte 1)
Capítulo 4 (Parte 2, final)
Capítulo 5 (Parte 1)
Capítulo 5 (Parte 2, final)
Capítulo 6 (Parte 1)
Capítulo 6 (Parte 2, final)
Capítulo 7 (Parte 1)
Capítulo 7 (Parte 2, final)
Capítulo 8 (Parte 1)
Capítulo 8 (Parte 2, final)
Capítulo 9 (Parte 1)
Capítulo 9 (Parte 2, final)
Capítulo 10 (Parte 1)
Capítulo 10 (Parte 2, final)
Capítulo 11 (Parte 1)
Capítulo 11 (Parte 2, final)
Capítulo 12 (Parte 1)
Capítulo 12 (Parte 2, final)
Capítulo 13 (Parte 1, final)
Capítulo 14 (Parte 1)
Capítulo 14 (Parte 2, final)
Capítulo 15 (Parte 1)
Capítulo 15 (Parte 2, final)
Capítulo 16 (Parte 1)
Capítulo 16 (Parte 2, final)
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28

Capítulo 17

71 4 4
By RakaneTayga

Ya disponible en Spotify la lista de canciones mencionadas, e inspiradas en los personajes:

—¿Quién es Isabela? —preguntó Ruby, mientras me quitaba las manos de encima.

Me quedé petrificado. Kenia, al notarlo, soltó una pequeña risa. Volteé a ver a Elizabeth a ver si trataba de salvarme de alguna manera, pero solo me miraba, desanimada. No supe dónde meter la cabeza. Y es que, ¿qué opciones tenía? ¿Mentirle a Ruby? ¿Yo?

Por poco y empiezo con un «Déjame te explico», pero, por alguna razón, fue Kenia misma quien me salvó; dijo que la acompañara afuera, para "seguir aclarando dudas".

Me quedé en el limbo. Claro que quería escapar, dejar las cosas sin aclarar, Pero imaginaba lo que pasaría una vez que regresara, lo que pudiera causar en Ruby.

Después de pensarlo un rato, acepté salir. En el camino, Kenia trató de tomarme de la mano.

—¿Qué te pasa? —me zafé.

—Ay, ya, ridículo, ya.

Mientras avanzaba, volteé a ver a Ruby. Sus ojos se habían puesto cristalinos. Elizabeth había pasado de la indiferencia al enojo.

Cuando estuvimos en la acera, Kenia sacó una cajetilla del bolso. Me llevé la mano al bolsillo para hacer lo mismo.

—Agarra de estos —dijo.

—No me gusta esa marca.

—Como quieras.

Abrí mi cajetilla, y no quedaban cigarros. Tuve que tragarme las palabras y mendigarle uno. Volvió a burlarse en mi cara.

—Ya, ya, al grano. ¿Qué quieres saber? —inicié.

Levantó los hombros, y puso cara de tonta.

—Nada.

—Como que... ¿Qué quieres entonces?

—Nada. —Sonrió.

—Kenia... —Frené la respiración—, ¿qué se supone que quieres de mí?

—Nada, Ale...

—¿Cómo mierda no vas a querer nada? ¡Si te la has pasado jodiéndome desde hace meses!

—¿Estás molesto por eso, por lo que dije? —Señaló la entrada—. Tarde temprano lo tenía que saber.

—Pero si... ¡eso es cosa que decido yo, no tú!

—Exagerado.

—¡Estoy harto de que te metas donde no te importa!

—Decir eso no es nada maduro de tu parte.

—Por favor, ¡me vas a hablar tú de madurez!

—Al menos yo no engaño a las personas.

—No. Solo las lastimas con tus actos estúpidos. Y te obsesionas en hacerlas mierda.

—Sí, ajá.

—¡Estoy harto de que estés obsesionada conmigo! ¡Estoy harto de que no me dejes ser feliz, puta madre!

—Esto es lo que tú quisiste que pasara.

—Yo no quise una mierda. No sé qué putas quieres. ¿Por qué no me lo dices y ya? ¿¡Eh!? ¡Y nos dejamos de cosas, de una vez!

—Ya te dije que no quiero nada.

—No quieres nada... ¿Y entonces por qué te metes en mis relaciones?

—No me estoy...

—¡CLARO QUE TE ESTÁS METIENDO! ¡Ten la madurez y reconoce que estás arruinando mi puta vida!

—No estoy...

—¿Y sabes que es lo peor? Que yo soy tan imbécil como para como no mandarte a la mierda de una puta vez. He tratado de tenerte paciencia, he tratado de que demuestres que no eres tan mala como pareciera. ¡Pero cada día sales con una estupidez peor! ¿Qué es eso de venir a preguntar frente a Ruby por Isabela? ¿¡EH!?

—Te dije que fuéramos afuera. Tú no quisiste...

—¡Por favor, no me jodas! Y entonces "me hiciste caso" ¿no? Qué obediente.

—Pues sí. Aunque te hagas tonto.

Estuve a punto de estallar: gritarle mil cosas, ofenderla. Pero el encargado se acercó a preguntar si todo estaba bien. Afirmé antes de que ella dijera cualquier cosa. El chico volvió con sus compañeros. En cuanto se dio la espalda, me acerqué unos pasos más a mi exnovia.

—Ruega porque no me hagas perder a Ruby. Ruega.

—A Ruby nunca la tuviste.

Apreté los puños y los dientes. Tuve que darme unos segundos para respirar profundo.

—Podría recuperarla. O al menos pude haberlo hecho.... hasta que abriste la puta boca.

Soltó una carcajada, cosa que no soporté. Di vuelta para volver, pero me frenó en seco con lo que dijo.

—¿Sabes cómo supo Isabela que estabas aquí?

Me di la vuelta lentamente.

—¿De qué hablas?

—¿Ya se te olvidó el asunto de las llaves?

Me quedé viendo la acera, luego a mi auto, y al último a ella.

—¿Qué estás diciendo?

—Nada. Solo preguntaba.

—Kenia, por Dios que...

—Ya me voy —me cortó, y dio unos pasos hacia los autos—. ¡Joven! —le hizo una seña al encargado.

El muchacho volteó en seguida, y sacó las llaves de donde las guardaban para ir corriendo a dárselas en la mano.

No quería quedarme callado; no quería que volviera a salirse con la suya. Pero... me rendí. Había otro asunto que atender...

Entré al lugar. Una trabajadora me jaló de la muñeca al pasar a su lado. Volteé la cara y vi que era con quien me había acostado hace noches. Antes de que pudiera hablar, puso mi mano en sus nalgas y se pegó a mí.

—¿A dónde con tanta prisa? —preguntó.

Me alarmé. Volteé rápidamente hacia nuestros asientos. Me calmé cuando vi que todos tenían la mirada hacia donde ellos mismos, o hacia el tubo. Aun así, me despegué de la chica.

—Vengo acompañado. Ahora no. Ah... y, por favor, no le digas a nadie lo que pasó entre nosotros. Por favor.

Se me quedó viendo, confundida, sin responder. Fue suficiente para quedarme tranquilo.

Cuando llegué donde los chicos, Elizabeth me fulminó con la mirada. Aunque me importó poco. Lo que sí me interesó es que ya no estaba Ruby.

—¿¡Dónde está!? ¿¡Se fue!? ¿¡Qué te dijo?

—Oye, oye, tranquilo. ¿Se te olvida que está trabajando?

Respiré profundamente, aunque de nada sirvió. Tuve que acercarme con los muchachos a pedirles un cigarro. Lo prendí en seguida y, después de unas caladas, me animé a hablar.

—¿Te... dijo algo?

—No.

—¿¡Nada!? ¿Cómo no va a decir nada?

—Ale, cálmate. No, no dijo nada. Se fue casi después de que salieron.

—Puta madre. ¿Crees que se haya sentido mal?

—Yo creo que sí.

Me quedé distraído en la chica que bailaba frente a nosotros. Luego volví a la realidad.

—Nah, pero... pues... no dije quién es Isabela. ¿No? No tendría que pensar mal.

—¿Y tú crees que es tonta? ¿Qué va a pensar, que es tu hermana?

—Dios...

Di cuantas caladas pude. Me tomaba del cabello y volteaba desesperadamente a ver si la encontraba caminando, bebiendo, o... ¿qué sabía yo?

—Te estás olvidando de algo muy importante —dijo Elizabeth.

—¿De qué? Por favor... malas noticias no... no quiero.

—Buenas no creo que sean.

—Bueno, a ver, ¿qué estoy olvidando?

—¿Isabela sabe algo de Ruby?

Me quedé pensando; recordando.

—No.

—¿Cómo que...? ¿No le has dicho?

—¿Qué le voy a decir? Suficiente tiene con saber algo de Kenia.

—No es lo mismo que sepa tu historia con Kenia a que sepa la de Ruby.

—Da igual. Ni siquiera sabe del todo lo que pasó con Kenia, es más.

Negó con la cabeza, y le dio un sorbo a su cerveza.

—En serio que no te lo creo.

—¿El pasado qué importa, Elizabeth?

—Importa, y mucho. Más cuando pasan cosas como las que viviste. Te paso que no le cuentes lo de Ruby. Pero ¿lo de Kenia?...

—No veo por qué debería contarlo en general. Menos a alguien con quien tengo un vínculo.

—Si tú lo dices...

Después de terminar mi cerveza, me despedí. Algunos preguntaron por qué me marchaba tan temprano. No me quedó cabeza más que para decir que tenía un compromiso por la mañana. Me dieron unos cuantos besos y me largué al auto. Minutos después, ya estaba en la cama.


*****


A la mañana siguiente, cuando iba abriendo los ojos, vi que mi celular estaba a reventar de notificaciones de llamadas de Isabela. Me levanté en seguida de la cama para llamarle de vuelta.

Afortunadamente no se trataba de algo malo. Solo quería invitarme a desayunar por ahí. Fue tanto mi alivio que pensé en decirle que mejor viniera a la casa para prepararle algo yo mismo. Aceptó en seguida.

Minutos después ya estaba sobre el auto. Bañado y empapado de perfume.

Llegué a su casa y me encontré a su papá en el patio. Cortaba las malezas del jardín. Le hice una seña con la mano y la respondió bastante animado. El gesto hizo que me pusiera de buenas.

Avisé a Isabela que ya estaba ahí. Salió no mucho después. Con un vestido de verano, como si fuera a un día de picnic. Me bajé y le abrí la puerta, no sin antes recibirla en brazos y con un beso. Me fue inevitable voltear a ver si el papá nos comía con la mirada, pero este seguía en lo suyo. Aun así, como pude, le dije en voz alta que yo le cuidaba a la nena. Me alzó el pulgar sin voltear.

Nos pusimos en marcha.

—¿Cómo estás, preciosa?

—Bien... contenta.

—¿Por?

—Pues porque estoy aquí... contigo..., porque voy a comer.

—Ah, a ti también te pone contenta comer...

—Obvio. A todos, ¿no?

—Sí, claro.

—Se me antoja... no sé. ¿Qué me harías?

—Ah, prácticamente sé hacer cualquier cosa. Pídeme una pizza y te la preparo, sin problema.

—¿En serio?

—Ja, ja, sí. ¿Eso quieres?

—No. Creo que sería muy pesado desayunar pizza.

—Bueno, piensa en algo en lo que llegamos al mercado.

Durante el camino, se puso a repetirme una lista de opciones. Estaba sorprendida de que cada vez que me preguntaba si podía cocinar tal platillo, fuera cual fuese, siempre le dijera que sí. La cosa se fue convirtiendo en reto. Hasta que empezó a mencionar recetas específicas de comida griega.

—Tampoco soy chef ¿eh? Aprendí viendo recetas en revistas y a veces en la tele.

—Bueno, bueno. Mm... —Se llevó el índice a la barbilla— ¿Qué tal un omelette de camarones?

Por poco y piso el freno de golpe. Me le quedé mirando con los ojos entrecerrados.

—¿Todo para que al final te decidas por un simple omelette?...

—Se me antojó. Ups...

Negué con la cabeza, sonriendo.

Llegamos al super mercado.

Mientras recorríamos los pasillos, asimilé que en casa tenía todo lo necesario para la preparación del desayuno, a excepción de los camarones. Tomé a la chica del brazo y la llevé a la sección de pescadería. El muchacho que atendía nos saludó amablemente.

—Oye, ¿te imaginas un omelette con pulpo? —preguntó Isabela.

—Pues... sí existen. También de calamar. Y hasta de almeja he visto. ¿Se te antoja?

—No sé.... ¿está rico?

—Mucho.

Agregué pulpo a la orden. Enseguida nos fuimos a los refrigeradores. Tomó un jugo de uva y uno de naranja. Yo opté por refresco de cola.

—Tomar eso te hace mal, niño.

—Sí. Seguro tomar eso es muy sano. —Apunté a sus cajas de litro.

Llegamos al departamento. Dejamos las bolsas sobre la barra y me puse a calentar los sartenes. Ella se fue a sentar.

Me di cuenta de reojo que trataba de echarle un vistazo a cada parte de la sala, disimuladamente. De pronto estaba hurgando entre los asientos del sofá. Solo Dios supo qué se suponía que estaba buscando.

—Prende la tele, por fa, no me gusta estar en silencio. Pon lo que quieras —interrumpí en voz alta.

—Ah, sí, voy. —Se enderezó y tomó el control remoto.

Creí que se quedaría ahí hasta que terminara de cocinar. Pero, cuando puso una canción, fue y se subió a la barra. Quedó meneando los pies en el aire y viéndome picar verdura.

Soltó un grito cuando vio que una flama gigante creció en mi sartén. Esta se apagó al instante. No evité explotar de la risa.

—No pasa nada, no pasa anda —dije de manera rápida—. Mira pásame los camarones y el pulpo.

Eso hizo, temblando. En breve los limpié y los eché a los sartenes. Agregué el queso y la verdura también. El olor me tenía encantado.

De pronto sentí que me abrazaba por la espalda. Pegó su cabeza a ella y la empezó a frotar, como si se estuviera rascando. Primero fue un gesto lindo, pero después de un rato empezó a hacer que me desconcentrada.

—Ya casi acabo, hermosa, dame un minuto. Ayúdame a servir el jugo, mejor.

Tiempo después estábamos dando el primer bocado. Su reacción fue grata: sonrisa enorme y ojos brillantes.

—¡Qué rico está el pulpo!

—Gracias... Claro que lo está.

Cada que alguien llegaba a agradecerme por un platillo, me ponía de buenas. No fue la excepción. Incluso le tomé de la mano mientras comíamos.

Se nos fue el tiempo. Agradeció por la comida y dijo que nos quedaba la segunda ronda. O sea: devorar todo lo que habíamos echado a la bolsa al pasar por la sección de dulcería.

Unos chocolates con almendra hicieron que se pusiera más de buenas. Tanto que, empecé a imaginar que era buen momento para hablar con ella sobre un tema que... tal vez, en su estado natural, no hubiera tomado de buena manera.

La verdad era que no me había pasado por la mente conversarlo. Pero, de no hacerlo, se enteraría de todo lo que estaba pasando de segunda mano. Que sería de Kenia, muy probablemente.

Me senté a su lado y le pedí que dejara de comer. Soltó entonces su barra.

—Te quiero decir algo —dije, sonriendo.

—Dime.

—Bueno... Ah... Mira vamos a la mesa, mejor.

Le ofrecí algo de beber; algo más fuerte. Dijo que sería genial si tuviera vodka, para mezclar con sus jugos.

Después de prepararle un trago y sacar una cerveza y un cenicero, empecé.

—Mira... Yo...

—¿Sí?

—Oh, espera, ¿te gustó? —Señalé su vaso—. Está rico ¿verdad?

—Ale, ya, dime. Me estás espantando.

—No es nada malo, no te preocupes.

—¿Y qué es?

—Es complicado, pero... resulta que hay algo que... creo que tienes que saber. Me gustaría comentarte que...

Me quedé pensando en qué demonios decir.

—¿Ajá?

—Mira... Recuerdo que hace mucho, mucho... una vez que te invité a venir, y que, cuando llegaste, estaba Kenia aquí... dijiste que cuando se fueron, en el camino, te habló de una exnovia mía. ¿Te acuerdas?

La sonrisa se le borró inmediatamente. Frunció el ceño y apartó el trago.

—Sí. Me acuerdo del nombre y todo.

—Bueno, pues...

—Pero tú dijiste que no sabías de qué estaba hablando.

Ladeé la cabeza.

—¿Cómo?

—Dijiste que Kenia estaba loca; que no era cierto lo que decía. Que "tenía mucha cabeza" y no sé qué...

—Ah.

Respiré profundamente.

—Lo que pasa es que... Bueno, no es tan sencillo como parece. La chica de la que te habló... pues, sí ex mi exnovia.

—Ah, entonces mentiste.

—Sí... pero, es que...

—Ajá. Ya. ¿Qué más?

—Bueno, sí es mi exnovia. Y...

—Si vas a agarrarte a hablar de ella no quiero escucharte ¿eh? No quiero detalles. No quiero que me hables de pasado. No me importa, Ale. ¿Por qué me dices esto?

—No te voy a hablar de pasado, ni de nada de eso. Pero, creo que debía decirte que ella está aquí.

—¿Cómo que está aquí?

—Sí. Es que, es de aquí, pero, hace años que vive en otra ciudad. La cosa es que, está de vuelta. Digo, temporalmente, creo. Larga historia. La cosa es que...

—¿Que, te acostaste con ella? —interrumpió.

—Claro que no.

—¿Entonces?

—No, mira. Resulta que...

—¿La amas? ¿Aún la quieres?

—No... ¿puedes esperarte?

Le acerqué el trago. Se le quedó viendo con desprecio. Pero cedió a los segundos a llevárselo a la boca.

—Para no hacerte un cuento muy largo, se está moviendo... digamos... en el mismo circulo que yo. Recuerdas que Kenia es productora también ¿no? ¿Y que a veces nos encontramos por lo mismo? Bueno pues, algo similar. Es probable que nos estemos viendo, que convivamos. No sé, tal vez y en algún momento debamos estar juntos en algún evento, alguna fiesta, en el estudio...

Se quedó mirándome sin parpadear, con los brazos cruzados.

—No sé qué decirte al respecto —dijo.

—Bueno, tampoco es como que te esté pidiendo permiso.

Decir eso hizo que me mirara peor; como si fuera a asesinarme.

—No lo digo con mala intención. Solo quiero que entiendas que, si te llegan a decir, a comentar, algo de... eso, pues... no mal pienses. Que tú sepas lo que realmente está pasando. Digo, para que no te dejes llevar por cualquier cosa —continué.

Enfrente tenía a Isabela, pero no dejaba de ver la cara de Kenia en mi cabeza; sonriente, cínica y extasiada.

Las cosas no parecían calmarse en la expresión Isabela. Más bien, me daba la impresión de que conforme más yo hablaba, más ganas tenía de agarrarme a patadas.

—Eso es todo.

—Está bien. No digas más.

—Como prefieras...

—Solo quiero saber, ¿entró a trabajar con ustedes? ¿Ruby? ¿O...?

—No tanto así. Está trabajando con alguien con quien yo estoy trabajando. Hay mucha diferencia, creo. Pero seguimos estando cerca.

—Está bien.

—Bueno. ¿Todo bien, entonces?

—Sí. ¿Por qué no lo estaría?

—No, sí, sí, Pregunto por curiosidad. ¿Quieres más dulces?

No esperé la respuesta. Fui al sillón y tomé la bolsa que había llenado con chocolates y papas fritas. La dejé frente a ella y me fui al refrigerador por más cerveza. Preferí quedarme pegado a la barra, viendo la televisión. Ella siguió en la mesa, comiendo seriamente, mientras miraba la pared de al frente.

Horas después, fui a llevarla a su casa.

Cuando venía de regreso, sentí muchas ganas de pasearme, de ir por ahí sin rumbo alguno. No tenía nada en mente. Eso sí, pensé en algo tranquilo; creí que había sido mucho de planes alocados, ambientes relaciones con sexo, alcohol.

Iba navegando mientras movía la cabeza al ritmo de Si pudiera, de Manuel Medrano.

Decidí ir a dar una vuelta a las calles cerca de mi oficina.

Estaban prácticamente vacías en su mayoría. Vi la acera cercana a La torre T y me fue inevitable tener el recuerdo de Elizabeth caminando por ahí. Me pregunté cómo habría terminado su noche.

Me orillé para terminar de decidir un destino. Me habían llegado dos sugerencias: o iba a la cafetería, o me iba a mojar los pies a la playa.

Fue tanto lo que estuve pensando que concluí en que podía hacer ambas perfectamente. Así que me metí al estacionamiento de La torre T y salí caminando rumbo al café.

Había una fila enorme para pedir. Fui a la cola y aproveché para responder mensajes.

El que dejé para el último fue el que me había enviado Tania. Que, pensándolo mejor, debió haber sido mi prioridad.

—Vaya, vaya, señorito, hasta que te dignaste a contestar —respondió.

—Hola, hermosa. Ah, tampoco tardé tanto.

—No, ¿qué va?

—Qué exagerada, ja, ja. ¿Cómo...?

—Ya, dime, ¿qué necesitas esta vez? ¿En qué te ayudo? —interrumpió mi escritura.

—Oye, no, en nada. Quería saber cómo estás, qué has hecho...

—Por favor, mi niño, no te conozco desde ayer. ¿Necesitas algo? ¿O correré con la suerte de que quieras verme?

Negué con la cabeza, solté una pequeña risa. Estaba tan distraído que no noté que la fila había avanzado considerablemente.

—Oh, ya, pues. Ah... ¿qué onda? ¿cuándo nos vemos? Para ver lo del teatro, digo...

—Ya me había emocionado, nene. ¿Cuándo puedes? Ya sabes que yo me adapto a tus horas apretadas.

Me quedé viendo el techo, pensando en qué día sería bueno.

Al final opté por decirle que yo le confirmaba —no me decidía entre el siguiente viernes o sábado—.

—Perfecto. Así tengo excusa para escribirte más.

—Gracias, preciosa. Nos vemos pronto. Cuídate.

No esperé a que respondiera. Guardé el teléfono y, como estaba ya a dos personas de pedir, me enfoqué en el menú, que flotaba sobre las empleadas.

En un instante ya estaba frente a ellas. Afortunadamente fue la que no era amargada quien me tomó la orden.

—Hola, ¿cómo estás? —me recibió.

—Qué onda, ¿qué tal? Aquí, mira, dando la vuelta.

—¿Y tu amiga? Hoy no trabajan, ¿verdad?

—No, hoy no.

—Qué afortunados son algunos... —Sonrió.

—Algo, algo. —Devolví la sonrisa.

—¿Qué te...? Espera, ya sé... —Chasqueó los dedos— ¡Latte!

—Mira, te daré merito porque lo recordaste. Pero, nah, hoy quiero un batido. O algo así helado. Y que tenga mango.

—Más claro no se puede. Anoto batido de mango.

No había gente tras de mí. Y, pude notar que, de las dos chicas, la única que se estaba llevando la parte difícil era la que no me caía muy bien —debo admitir que sentí algo de gusto—. Así que me posé en la barrita que tenían al lado, y me puse a hacerle conversación a su compañera.

Después de meses supe su nombre —cosa curiosa, porque los tenían marcados en los gafetes—. No pude evitar decirle que me parecía bonito. La otra chica volteó los ojos al escucharme.

—¿Qué mira?... —susurré.

—Ni idea. Tal vez le gustas, o quiere conocerte, y trata de disimular el interés —susurró—.

—Ah. No, pues... —Me rasqué la nuca—.

—Ja, ja, es broma. No le hagas caso. Te mira así porque sigue molesta con tu amiga por haber hecho un escándalo la otra vez. Aunque ya le he dicho que tú no tienes nada que ver.

Perdí la sonrisa al instante. Ladeé la cabeza y me le quedé mirando a la chica con atención.

—¿Cómo? —pregunté.

—Angela, cállate —dijo la otra cajera.

—¿Por? Es la verdad. —respondió y se giró hacia mí—. Oye, no nos odies, ¿eh? Tú nos caes muy bien, a las dos, aunque no lo parezca. Pero, tu amiga...

—¿Hablas de la muchacha de ayer?

—Sí. La que te andaba comiendo a besos.

—¿Qué hizo?

—¿Qué no? Meterse en la fila, pelear con los clientes, hablarnos de forma grosera...

—No te creo...

—Bueno, sabemos que no tienes por qué.

—No, no... O sea, alguien más ya me había dicho algo... Me refiero a que... Ah...

Hice una pequeña pausa para procesarlo. Pero al final opté por agradecerles y salir.

Había perdido todo ánimo para ir a la playa. Una parte de mí quería —o más bien, creía necesitar— regresar a casa de Isabela para ponernos a hablar sobre unas cuantas cosas... Pero me daba una flojera inmensa.

Salí del estacionamiento. Y me puse manejar sin destino.

Después de sobre pensarlo, concluí en que lo mejor era volver a casa. Si me daban ganas en la noche de volver a la playa —de ir por ahí con Tania, o con Ruby— lo haría y ya.

Cuando dejé el auto, tomé el ascensor para ir a la entrada principal del edificio, de tal manera que pudiera salir a la acera. Pretendía ir a la tienda de ropa de la esquina de enfrente, a ver si me distraía un poco y me regresaba la felicidad.

Me llevé una sorpresa enorme cuando me encontré a varios de mis vecinos en la recepción —incluso caras nuevas—. Incluyendo a los de debajo de mi departamento.

Le gritaban bruscamente a la encargada, sin ningún orden. Algunos hasta golpeaban su escritorio. Sonaban todos al unísono. No lograba entender bien el mensaje. La chica tenía cara de desesperada, parecía nerviosa también.

Me acerqué y, como pude, me abrí camino. Me puse enfrente a ella, dándole la espalda. Levanté las manos en señal de rendición y les invité a todos a calmarnos.

Mi vecino de abajo dijo que estaban muy alarmados, que algo estaba pasando.

—Sí, imagino. No creo que estén aquí por nada. ¿Pero por qué hablarle así a ella? No creo que esa sea la solución.

—Ay, mira, no ayudes, niño —dijo una señora mayor.

—Si no ayudo capaz y la agarran a golpes. O le provocan un paro cardiaco.

Se quedaron todos en silencio. Entonces aproveché para voltearme hacia la chica.

—A ver, ¿qué pasó? 



PRÓXIMA ACTUALIZACIÓN EL SIGUIENTE MARTES EN LA NOCHE.

¡GRACIAS POR LEERME! ¡ABRAZO FUERTE!

Continue Reading

You'll Also Like

17.6K 1.5K 15
Colección de One-Shot del SasuSaku al 100% con relación al tema de navidad y desarrollados en el Mundo Ninja. Tendrá de todo un poco Concurso: Narut...
4K 791 20
Sakura sufrirá una decepción amorosa, lo que provocará que no quiera saber nada de los hombres. Shisui igual sufrirá un engaño pero este dejara de la...
8.4K 122 12
Personajes mayores de edad. Smut y soft. No te lo tomes en serio. Mi intención no es ofender a alguien, si no te gusta este tipo de contenido, ¡No lo...
224K 11.5K 44
Psicópata. Masoquista. Desordenes mentales. Bipolaridad. Personalidad Múltiple. Y la lista sigue... Jamás sentiría amor por alguien, solo placer...