El destino de una princesa

Od NicoleSLHerrera

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Eleonor vivía una vida común hasta que un accidente de tránsito cambiaría todo. Cuando despierta ya nada es l... Více

Antes de empezar...
Capítulo 0
Booktrailer
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Feliz navidad
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capitulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Notita de mí para ustedes❤
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Notita✨
Capítulo 79

Capítulo 49

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Od NicoleSLHerrera

"– Me place informar a su majestad que dentro de una semana estaré pisando la capital listo para cumplir con su petición.

Hemos logrado detener la sobrepoblación de Siets así que el viaje será rápido y seguro.

Puedo asegurarle que el alojamiento de Lady Lina está listo.

Hasta entonces.

Le saluda Callidel Leoni de la Croix, Duque de Evir. –"

Kay suspiró con algo de alivio, otro de sus problemas sería resuelto pronto.

Ese hermano suyo se aseguró de poner un hechizo de protección sobre la respuesta que le daría al emperador. Si algo que no fuesen las huellas digitales de Kay llegaba a tocar esa carta, se autodestruiría y de esa forma el contenido estaría a salvo.

"– Agradezco a su majestad por haber prestado atención a mi consejo, me asegurare de mantener vigilada a Lina e informar si hace cualquier cosa que sea de la más mínima sospecha. –"

Sabía que Callidel podría manejar a Lina, Kay por su parte ya no tenía tiempo como para seguirle prestando atención a las tonterías de esa mujer.

Ya la había apartado de su vida antes, hacerlo de nuevo no era difícil.

No le tenía aprecio de ningún modo, Lina en verdad era molesta, pero tampoco le guardaba rencor, al menos hasta lo que alcanzaba a imaginar de ella, no sabía que tanto había hundido las manos en el lodo. En su niñez nunca participó en el maltrato que se vió obligado a sufrir, no hizo nada para detenerlo pero lo entendía, ella terminaría por meterse en problemas muy graves si intentaba algo.

Aunque en una ocasión intentó meterse en su cama a pesar de los lazos sanguíneos que compartían, sintió asco más no odio.

Lo único que quería de ella era que estuviese lejos, así que su mejor opción fue casarla.

Estaría tranquilo ahora si Asmuratte no hubiese iniciado una guerra que estaba destinada a perder, y ninguno se atrevió a dar la cara, o más bien, no pudieron dar la cara.
Recordaba que cuando llego al palacio del ahora inexistente reino, todos recurrieron al suicidio, tan solo dos personas no siguieron aquellos pasos, Lina y Arabella.

Kay no era tonto, hubo un rastro tan mínimo de magia negra alrededor de los cuerpos, que fue imposible no sospechar de ellas dos. Aunque luego su sospecha recayó solo en Lina, pronto supo notar que la niña no tenía nada que ver, al menos no de forma consciente.

Tendrían que tomar medidas importantes con Arabella, no sabía decir si a futuro se convertiría en un peligro para el imperio, pero era mejor prevenir. Había estado pensando en mantener separadas a la madre y a la hija, pero quien sabe si esa niña terminaba guardandole rencor por haberla alejado de Lina; los niños eran las criaturas más fáciles de manipular por la ingenuidad e inocencia que provenía de ellos.

Si Lina aún conservaba a aquella pequeña a su lado significaba que era importante de una u otra manera.

Recordó entonces aquel día en que vió a cuatro infantes jugando sin pensar en nada más, divirtiéndose libres y sin preocupaciones.

Tal vez podría pedirle a Fiama que lo ayude a tratar con este tema, pero no estaba seguro, no es el tipo de carga que quería imponerle a la princesa. Ella también tenía cosas que hacer y en las cuales centrar su atención.

Frotó sus sienes sintiendo una leve molestia. Ir el mismo y llevarse a la pequeña rubia por su lado no era una opción, no era bueno con el trato hacía los niños. Fiama era una excepción porque siempre se comportaba como una adulta, hablar con ella o estar simplemente en silencio era fácil, sin embargo, hacerlo con otros chiquillos con los que no quería tener ningún tipo de relación lo hacía sentirse incómodo. Ademas, los niños siempre se asustaban cuando él estaba cerca, no podía culparlos, siempre serio y hablando con voz gélida. Quisa debería encargarle esta tarea a Herminio o Mikhe, ellos tenían el don para tratar con esas cosas.

Un caballero llegó con el reporte diario de Lina. Por alguna razón, la tranquilidad de la  rubia le parecía espeluznante y estaba más que seguro de que ella estaba tramando algo. Los primeros días los informes de los guardias que custodiaban la puerta de la habitación de Lina eran sobre gritos, cosas rotas y las maldiciones que soltó contra él, y ahora según ellos, del interior solo surgía  tranquilidad. La única que salía de vez en cuando para tener sus clases o dar un paseo era la pequeña Arabella, aunque según los guardias, se notaba más desanimada.

Era algo frío de su parte decir que lo mejor es que viera la verdad tras su madre, así desligarse de ella no sería una decisión difícil.

Entre pensamiento y pensamiento creyó que lo mejor sería saber la opinión de Fiama. Podía decir que ella le transmitiría más confianza a Arabella.

Ese día la princesa iría a entrenar, así que comenzó su camino a los campos de entrenamiento. Los caballeros que descansaban cerca de la entrada reverenciaron a su señor, incluso si estaban lejos saludaron al emperador.

Kay no tardó en encontrar a la pequeña pelirroja; verla no era una sorpresa, ella era ágil y fuerte, un creciente orgullo hizo aparición mientras la observaba. Fiama demostraba su poder físico y mental sin mucho esfuerzo. Es claro que podía controlar su magia a plenitud, y su cuerpo estaba acostumbrado al ejercicio.

Varios caballeros mantenían su mirada sobre la niña, seguía sorprendiéndolos la rapidez de la pequeña, lo fácil que procesaba el peligro y como lograba adelantarse a un ataque, las marionetas ya no eran un enemigo apropiado para Fiama, ella había superado el nivel de aquellos muñecos.

Mikhe se acercó con rapidez al emperador cuando despegó sus ojos de la princesa, quienes no habían fijado sus ojos en él, ahora notaban su presencia, así que se inclinaron de inmediato, avergonzados de haber ignorado al hombre.

Fiama no se detuvo, estaba demasiado centrada en lo suyo como para detenerse a averiguar que sucedía.

- Es raro que su majestad venga aquí - dijó Mikhe con una leve sonrisa.

- Vine a ver a la princesa.

- Creo que aún le falta para terminar, programo veinte marionetas de combate - informó llevando su vista a la niña que caía con gracia en el suelo, casi de forma gatuna.

- Terminaría pronto si quisiera, esta reteniendo su poder - el emperador analizaba la energía que desprendía la niña, sus gestos, cada golpe, el más mínimo movimiento - Pocos alcanzan ese nivel en tan poco tiempo, ser consciente de cuando deber guardar tu poder, cuanta magia liberar, eso suele llevar años de experiencia. Conocerte en todos los sentidos no es algo fácil.

Mikhe acercó una silla para que Kay estuviese cómodo mientras esperaba, el emperador tomó asiento mirando fijo a la niña.

Y lo notó, lejos, igual que él y la mayoría de presentes, unos ojos jade observaban desde la distancia.

- Parece que sí tenemos una oportunidad.

- ¿Mi señor?

El emperador no respondió, pero allí supo que su mejor opción para terminar de una vez con todos los tontos planes de Lina era Fiama.

***

- Pobres criaturas.

Dos niños se abrazaban mientras miraban asustados a las personas alrededor.

- Zoria es un reino muy pobre, siendo sincera, no creo que a esto se le pueda llamar reino, es prácticamente un área desierta con personas tratando de sobrevivir - dijó una mujer de cabellos cobrizos asqueada de aquella situación.

- Es increíble lo que los humanos pueden hacer cuando están desesperados - habló otra mujer más joven, tenía una voz algo más suave y de ojos celestes - Si no hubiésemos llegado... estos dos niños hubieran terminado muy mal.

- Hay que informarle al arzobispo - terció el hombre que abrigaba a los pequeños con cuidado y los abrazaba contra su pecho buscando darles algo de seguridad.

Los niños rompieron a llorar, estaban en la peor situación, odiaban demasiado toda esa vida, era injusto haber nacido en aquel lugar con aquellos padres. Jamás se imaginaron siendo salvados. Miraban la insignia de aquellas personas, no sabían si podían confiar, pero ¿quién se tomaba la molestia de salvar a personas desconocidas? Querían aferrarse a una esperanza, por más pequeña que fuese.

- ¿Cuáles son sus nombres?

Ambos se encogieron al escuchar la gruesa voz del hombre que los había tomado en brazos y luego los depositó sobre un suave y cómodo asiento. A diferencia de la apariencia ruda y salvaje, era bastante cuidadoso al tratar a otros, casi como si fueran frágiles reliquias que podrían romperse con la más mínima ventisca.

De entre los dos, el mayor reaccionó ante la mirada expectante, apretó la mano del hermano más joven tratando de calmar su ansioso corazón.

- N-no... no tenemos nombres - respondió entre avergonzado y enojado.

Odiaba no haber sido reconocido nunca por las dos personas que le dieron la vida, para ellos no era más que un pequeño bulto, un estorbo en ese lugar, así que nunca les importo darle un nombre a ninguno de los dos.

El hombre suspiró, no era la primera vez que escuchaba algo así, pero se seguía decepcionado como si jamás hubiese pasado por tal situación. Levantó la cabeza y les sonrió a los infantes de una forma casi paternal - Bien, entonces nosotros les daremos un nombre, su identidad, ustedes son personas y tenemos que tratarlos como tal.

Una de las mujeres abordó en el interior, ella era pequeña y delgada y debido a su apariencia joven, daba una extraña sensación de comodidad al estar a su alrededor, sus ojos demostraban amabilidad y simpatía.

- Estarán bajo la protección de la iglesia de ahora en adelante - informó mientras la puerta del carruaje se cerraba.

Las noticias llegaron al arzobispo quien se limitó a agradecer al supremo por haber protegido a los niños hasta que la ayuda llegara.

- Me hubiera gustado estar equivocado - murmuró el hombre cortando la comunicación con el equipo enviado a aquella misión.

- Su santidad, no debe deprimirse - el joven aprendiz habló con seriedad - Pudimos intervenir gracias a usted.

El arzobispo desvió la mirada, eso no lo hacía feliz, todo el sufrimiento de quien se convertía en su breve huésped quedaba en su mente, su magia era prácticamente un arma de doble filo.

- ¿Puedes traerme un taza de té?

Necesitaba estar solo, había mucho en que pensar.

El aprendiz aceptó, no era tan tonto como para no darse cuenta que su señor necesitaba espacio.

El ave de plumaje multicolor lo siguió con la mirada, aveces sentía que tenía una conciencia muy parecida a la de los humanos, aunque no era algo que pudiera afirmar, cada criatura tenía algo especial.

Se sentó y observó las estrellas, el cielo era brillante y una hermosa aurora boreal se había formado casi como si fuese un agraciado río de diferentes tonalidades. Y aunque en otras ocasiones era un gran distractor, no estaba lo suficientemente calmado como para no pensar en el problema.

Últimamente esos impulsos que había retenido desde que era un adolescente estaban volviendo.

Su secreto estaba muy bien escondido, es algo que jamás se atrevió contarle a nadie, en su juventud sentía vergüenza, pero ahora, siendo un hombre adulto, sentía miedo y asco.

Hizo que un mago de ShecsaDarr le pusiera un sello para mantener esos deseos nada buenos bien guardados en lo más profundo de su mente. Sin embargo, cuando la vió, las cosas comenzaron a ir cuesta abajo. Fue como si el sello se hubiese debilitado ante su presencia.

El regalo que había comprado para ella aún seguía en su armario, se lo había quedado después de sostenerlo tan solo unos segundos.  Se trataba de un hermoso vestido violeta, era casi como el color de sus ojos, la tela era simple y el diseño también, pero imagino que ella sabría apreciarlo; sin  embargo, cuando lo tuvo en sus manos, cuando rozó sus dedos con el vestido y una imagen de ella usándolo vino a su mente, no se atrevió a enviarlo.

- Su santidad - llamaron a la puerta - He traído su té - el joven aprendiz entró y dejó todo servido sobre el escritorio del hombre.

- Retírate.

El joven asintió y salió con rapidez, en el rostro de su señor parecía haber un tormento que sería difícil de desaparecer.

No tardó en levantarse, agregó una pequeña sustancia que aún lo mantenía del lado correcto de la línea y bebió el té como si su vida dependiera de ello. Empezaba a tener esa necesidad latente, el hormigueo en sus dedos se hacía cada vez más notorio, su cuerpo clamaba porque aquellos deseos se vieran cumplidos. El efecto fue rápido, su mente volvió a entrar en calma y logró olvidar aunque fuese por un rato, lo que tanto lo incomodaba.

"Es por esto que no me gustan los humanos. Son horribles" pensó la sombra observándolo desde el interior del ave "Aún así, esta basura es útil, debo aprovechar a este tonto"

Se acostó en la cama de su habitación hundiéndose en la oscuridad, trató de cerrar los ojos y de mantener su mente en blanco, no pensar, no imaginar... eso sería bueno.

No supo cuánto tiempo estuvo así, tal vez incluso pudo quedarse dormido un rato, todo seguía igual, sin iluminación cercana, solo él y el silencio. Aunque lo que lo despertó era su propio cuerpo. Dolia. Aquella parte en la zona sur había aumentado de tamaño, se notaba fácilmente en sus vestimentas, el efecto de aquel líquido había pasado y otra vez su imaginación volaba.

Soltó una risita.

- Soy un monstruo.

Desaparecer su existencia era la mejor opción, quien sabe cuando terminaría lastimando de verdad a alguien, aunque la culpa comenzaba a ser menor, ese horrible lado que detestaba tanto empezaba a ganar la batalla. Sin embargo, y aún sabiendo que lo mejor sería borrar cada rastro de su existencia, le temía a la muerte. En toda su vida no había cometido ningún error, al menos no físico, no le había hecho daño a nadie, pero cuando empezó a desarrollar su conciencia como tal, fue que aquellos gustos emergieron. Y entendió que debía frenarlo de alguna manera, fue por eso que en uno de sus viajes al continente vecino se adentró en las callejuelas de una pequeña ciudad y pidió la ayuda de un mago conocido por sus poderosos sellos. Logró su cometido, y su atención por los niños se volvió normal, los veía como lo que eran, inocentes criaturas que no debían ser expuestas al mal. Así que junto a los creyentes ayudó a construir varios refugios donde pudiesen estar a salvo.
Nunca imaginó que aquello que lo mantuvo tranquilo durante tanto tiempo se vería eliminado de la nada.

La princesa había despertado esos deseos incontenibles. Su mirada tierna, la sonrisa dulce, la ingenuidad reflejada en toda su imagen, ella era perfecta, era la niña más perfecta que había visto. Sin darse cuenta, empezó a preguntarse qué olor tendría, seguro sería un aroma delicado y delicioso para el olfato. Y su piel debería de ser suave, si sus dedos pasaran por allí o hicieran el mínimo apretón dejarían una marca rojiza debido a lo blanca que era. Sus labios, parecían bastante esponjosos y el color frambuesa natural era atrayente en todos los sentidos, tal vez hasta debían de saber tan dulce como la fruta.

El bulto en la parte baja crecía y su cuerpo clamaba por un poco de alivio. Era demasiado, si se dejaba caer ahora, se convertiría en un desastre y no podría detenerse.

- Darrash... no quiero ser esto - se apuntó con voz casi agónica - Si no hago algo, seré un peligro para todos los niños que la iglesia ha acogido... y también para la princesa Fiama. No puedo permitirlo...

Se levantó con ojos embriagados de determinación y dirigió sus ojos a una espada que yacía colgada en una pared siendo nada más que un objeto decorativo, no la había tocado desde que entendió lo podrido que estaba en su interior. El sonido filoso y la increíble energía que salía del arma dejarían congelado a más de uno.
Aquella espada le perteneció alguna vez a su padre, un guerrero con un gran corazón, ayudaba a cualquiera sin pensar, no le importaban las razas, las clases, edades, nada de eso, mientras pudiese ayudar a la gente con eso le bastaba, murió de viejo con una sonrisa y tranquilo sabiendo que había hecho bien las cosas.
Teniendo a tal persona a su lado... ¿cómo es que él término siendo así?

- E-esto es lo mejor... - susurró con algo de duda, le temía al dolor, pero luego de pensarlo, le temía más al dolor que pudiese causarle a otros.

En todo momento era observado por la sombra, no permitiría que aquel humano le hiciera daño a Fiama, al menos no físico, le daba asco, sin embargo, ya había plantado el parásito de la obsesión. No tenía intenciones de detenerlo, mientras no afectara a sus planes, le daba igual.

Por su parte, el arzobispo se desvistió hasta quedar completamente desnudo, levantó su miembro y tomando un par de bocanadas de aire dejó caer la espada.

***

Todo ese recorrido había sido largo, no esperaba que al llegar con los Siory sería llevado a la parte más profunda del bosque, adentrándose entre cuevas que más bien parecían laberintos, para luego encontrarse con una figura que exudaba divinidad por todas partes.

Los Siory apenas le dirigieron la palabra, como si todo el tiempo hubiesen sabido que él iría allí, no fueron amables como tal, pero lo trataron de forma suave. Tan pronto llegaron frente a aquel dios, se inclinaron y se dieron la vuelta para irse por el mismo camino por donde llegaron.

Ryu miraba a aquel magnífico ser con desconfianza, que importaba si era un dios, no iba a inclinarse o mostrarse de forma sumisa solo porque aquella divinidad nació con otro propósito.

- ¿Por qué estoy aquí?

- Para prevenir aquel futuro que has visto.

Sus ojos se abrieron y la sospecha creció aún más.

- Es mejor que seas más específico - de sus dedos brotaron agujas de luz, el movimiento sería tan rápido que su contrincante no tendría tiempo para defenderse. Y es que habían humanos que superaban a los dioses con facilidad, Ryu no era débil, podía dar pelea sin problemas y si algo no le llegaba a gustar, no dudaría en atacar.

- Eres un invitado bastante agresivo - el dios sonrió de forma suave, no se veía ni un poco perturbado por la clara amenaza.

- No me gusta perder el tiempo - respondió evitando la cortesía o un trato especial - Y más cuando haz visto el mismo futuro que yo.

El dios apenas mostró una sonrisa - No es solo que haya visto ese futuro. Lo he vivido.

Esa declaración descolocó a Ryu por unos instantes, fue imposible que la sorpresa no se notara en su rostro, las preguntas se amontonaban una tras otra y su imaginación empezó a crear miles de escenarios que para nada eran encantadores.

- ¿Eres un retornado? - cuestionó como si fuese imposible.

El dios soltó una risita que no contenía gracia alguna.

- Todos lo somos - dijó mirando directo al humano - Todos en este mundo somos retornados.

Ryu se congeló por completo, la teoría se creó en algun momento, y se abandonó cuando nadie pudo cumplir tal cosa. Pero saber que todos, ser vivo o no, todo y todos eran retornados, fue difícil de asimilar.

Lo único que ni dioses o humanos podían hacer era regresar en el tiempo, ese fue el único poder que Darrash no le entregó a nadie, al menos hasta donde se sabía. El control del tiempo debía ser algo que cruzara los límites, ni magia negra, sagrada o demás, nada de ello sirvió para tratar de hacer tal cosa.

- ¿Cómo puede ser eso posible? No existe criatura en el mundo capaz de hacer tal hazaña - alegó casi al borde del colapso mental - Y si somos retornados ¿cómo es que te has dado cuenta?

- Yo no lo llamaría hazaña, ¿y cómo se que somos retornados? es fácil de responder - esta vez se buscó sentarse en el borde de aquel gran precipicio - Mis recuerdos están intactos.

- Tienes recuerdos de un futuro que fue eliminado - murmuró Ryu más como una afirmación que como una pregunta.

- Así es. Algunos dioses alrededor del mundo podemos recordar aquel futuro. Aunque somos muy pocos.

Era demasiado, podía entender a que se refería, pero seguía siendo demasiado difícil de imaginar que algo así había sucedido de verdad.

Se restrego el rostro con las manos y respiró con algo de fuerza. Caminó hasta sentarse junto al dios que observaba como el sol comenzaba a aparecer tras las montañas dejando preciosos colores en el cielo.

- ¿Dices que quieres evitar que ese futuro vuelva a ocurrir? - le observaba de reojo - ¿Por qué?

Esta vez una sonrisa de nostalgia se formó en el rostro del desconocido que reflejaba divinidad.

- Te preguntaré algo y espero que seas lo más sincero posible - Ryu no interrumpió aún cuando su pregunta fue ignorada, así que solo continuó - ¿Qué es exactamente lo que quieres viniendo aquí?

- Quiero proteger a mi hermosa princesa - ni siquiera lo dudo, sus ojos estaban puestos sobre la luz brillante que comenzaba a bañar los bosques con un toque de magnificencia.

- ¿Por qué la proteges? ¿No es la hija del hombre que odias?

- Pensé que solo preguntarías una cosa - susurró con algo de fastidio, de todos modos se tomó su tiempo para dar las palabras correctas - Es cierto que ese emperador tonto no me agrada, no creo que me vaya a agradar jamás - su rostro se deformó un poco al hablar de Kay - Sufrí mucho por sus acciones. - nunca olvidaría todas las ilusiones que aquel hombre se llevó - Pero mi hermosa princesa es otra cosa... me dolía mucho saber de dónde venía y quien la engendró, sin embargo, ella me importa más que cualquiera. Fiama se convirtió en la persona más preciada para mi.

- ¿Incluso más que Liza?

Apretó un poco los puños y bajó el rostro tratando de esconderlo en la poca oscuridad que aún quedaba - Eso... no lo sé.

- Esta bien, gracias por ser sincero.

- Bien - esta vez Ryu se levantó del sitio y le dirigió una mirada cargada de seriedad al dios - Ahora dime ¿cómo sabes de Liza?

Inventar una excusa no era factible en ese momento, de todos modos, ese humano sería quien le ayudaría a crear un nuevo futuro, así que no había razones para mentirle.

- Conozco a todos los que estuvieron involucrados en la creación del contenedor para Ignis.

Eso sonaba aún más complicado que lo de los retornados. El dios suspiró viendo la confusión en el humano.

- Para que entiendas esto, tendré que contarte todo lo que ocurrió para que incluso estés aquí. Estas dispuesto a oír todo.

- Habla.

Los ojos del dios volvieron al frente, mirando una vez más las esponjosas nubes, el color celeste y el viento que cruzaba de un lado a otro como una brisa fresca.

- Mi nombre es Leigha.

De nuevo, la sorpresa invadió a Ryu, esperaba encontrar un indicio de mentira en el rostro de el dios, pero no, allí no había más que verdad.

- Se dice que presenciaste la muerte de la bruja Hakary.

Los ojos de Leigha se oscurecieron, recordando lo que ocurrió en aquel momento, fueron demasiado confiados en aquella ocasión.

- Estuve ahí.

- Eras un dios protector de ShecsaDarr ¿cómo terminaste aquí?

- Alguna vez fui asesinado por humanos, los mismos humanos a los que les ofrecí mi protección y poder - le costaba admitir que aún les guardaba rencor a aquellas personas, que aunque hace miles de años desaparecieron de ese mundo, el temor que vivió en ese momento aún estaba fresco - En aquella ocasión fui salvado por la primera hija del dios Darrash, Ignis.

- ¿Ignis? Jamás he escuchado de ella, de hecho, hasta hace muy poco supe que Darrash tuvo un primer hijo.

Esta vez la amargura invadió a Leigha como una ola - Nadie sabe de la existencia de Ignis. No hay ni un solo registro histórico sobre ella y eso es porque fue borrada de la memoria de los dioses y los humanos.

Eso debía ser un suicidio, para cualquiera, la cantidad de poder que se debía utilizar para borrar los recuerdos de alguien debía ser alta, no podía ni imaginar que clase de ser había hecho tal cosa. Leigha leyó los pensamientos de Ryu en un instante, es claro que tal cosa podía dejar pensativo a cualquiera.

- El primer hijo de Darrash fue quien borró de la memoria de la gente a Ignis, y también fue él quien utilizó la magia de regresión.

La expresión del hombre se volvió un tanto complicada.

- ¿Y qué buscaba haciendo todo eso?

- Que busca, querrás decir - corrigió - El quiere a Ignis.

- ¿Qué tiene que ver la tal Ignis con proteger a mi princesa? - simplemente no tenía sentido y el no se iba a meter en una pelea innecesaria.

Leigha lo observó como si la persona más tonta del planeta estuviera frente a él.

- ¿Que tiene que ver? - cuestionó casi incrédulo - Esa niña, la que nació como princesa de Intravella es la reencarnación de Ignis.

Olvidó como respirar, Ryu apenas y lograba procesar aquellas palabras.

El dios se aseguró de recalcarselo - Fiama es Ignis.

***

😲😲😲

OMG... el secreto ha sido revelado ¿qué es lo que hará Ryu ahora?

Les digo que estamos en la calma antes de la tormenta.

Yo que ustedes ya sabían esto, he tratado de hacerlo lo más claro posible, pero ahora está confirmado, aunque aún queda mucha historia por delante 🤭💁‍♀️💁‍♀️ les tengo preparadas unas cosas que ni se imaginan xd

Pokračovat ve čtení

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