Capítulo 74

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Los prisioneros trataban de esconderse lo mejor posible en la oscuridad, temían ser vistos por el emperador que los había encerrado allí y no sólo eso, temían tener un final bajo sus manos, pues sabrían que solo obtendrían crueldad de su parte.

La mujer que era llevada a la fuerza por dos guardias, respiraba agitada. Estaba realmente asustada mirando a aquellos que fueron encerrados desde hacía muchos años en ese lugar, habían prisioneros que venían de hace dos generaciones atrás y no tuvieron la oportunidad de ver el sol nunca más. No paraba de temblar, pero desde que el emperador irrumpió en su casa y la mando a arrestar, supo que estaba perdida. Jessi no recordaba lo que había sucedido la noche en que los poderes de la princesa fueron descubiertos. Solo sabía que había regresado a su casa cubierta de sangre, su familia pensó que tal vez le habían hecho daño, pero luego de ver que ella no tenía ni una sola herida en su cuerpo, que estaba intacta, entendieron que esa sangre no le pertenecía a ella.

Kay se detuvo y con una mirada, sus hombres no tardaron en meter a la mujer a una de las celdas. Jessi no intento resistirse, ya que sabía que eso sería para peor, aunque cuando sus ojos escanearon al sitio, de inmediato entendió que no quería estar ahí y que debía haber una explicación lógica para aquello de lo que se le acusaba.

- Por favor, su majestad... escúcheme - rogó con el mismo lamento con el que muchos en ese sitio hicieron tiempo atrás - Yo no lastime a nadie, no podría...

- No es lo mismo que dirían los quince cuerpos de los soldados encontrados - respondió Kay con la misma frialdad con la que había detenido las palabras de aquellos que maldijeron a su hija la noche del incidente.

El emperador no le quitó los ojos de encima, casi como si tratara de encontrar algo en ella, luego se dió la vuelta como si nada hubiera sucedido y sin importarle los pedidos que venían de Jessi. Ella no entendía que sucedía, en un momento estuvo ayudando en la cocina, luego la enviaron a darle una breve limpieza al tocador de mujeres y después de eso... solo sabía que estaba frente a su familia. A su mente no venía nada más, era como si le hubieran robado sus recuerdos. No lo entendía, ella no era una mala persona, pero ahora estaba allí, siendo acusada de asesinato y no sólo de una persona, sino de quince. Tenía que ser una broma, ella no podría matar a nadie, además, incluso sí así fuera, los caballeros asesinados eran poco más de una docena y estaban bien entrenados... ¿Entonces como es que ella podría hacer tal cosa?... algo debió suceder, algo debieron hacerle y ahora la culpaban a ella. El problema es que no entendía quien intentaría dañarla, jamás tuvo enemigos de ninguna clase, un par de veces hizo enojar a algunas personas por pequeñeces, en el trabajo más que nada, y aún así, no era suficiente como para culparla de asesinato.

- ¡Su majestad, se lo juro... no soy culpable! - gritó fuerte, solo necesitaba que la escucharan, solo necesitaba eso y entenderían que ella no pudo cometer esos crímenes.

Kay no se detuvo y aquello destruyó las esperanzas de la mujer, que solo se dejó caer al suelo mientras amargas lágrimas mojaban su rostro. No dejaba de rezarle a Darrash pidiendo misericordia y por sobretodo, que las cosas terminaran por resolverse pronto, pues no quería pasar el resto de su vida en la prisión hasta pudrirse y morir sin volver a ver a su familia. Odiaba toda esa situación, ella no había hecho nada malo, odiaba al emperador por no escucharla y la caballero que la acusó.

El hombre aún tenía que visitar a alguien más, y fue hasta una celda un poco más limpia y que tenía algo más de iluminación por parte de la lámpara que estaba cerca de las escaleras. Dentro había un muchacho sentado que miraba hacía la nada, cuando sintió los pasos del emperador ir a él y fue entonces que regresó a mirarlo. Herminio no pudo mantener su vista sobre el chico, su pobre corazón parecía que no aguantaría verlo tras esas rejas.

El destino de una princesaWhere stories live. Discover now