Capítulo 37

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Las puertas que una vez la recibieron se abrieron una vez más, las paredes y pasillos estaban iguales, pronto llegó ese conocido anciano de barba larga a saludarlos.

- Bienvenidos, Su Majestad el emperador, su Alteza la princesa - reverenció a ambos.

- Mm levántate - le ordeno Kay al instante - Llevanos con el familiar de la princesa.

Herminio se vio un tanto nervioso por la repentina visita, era seguro que la condición de Valdovino hubiese mejorado mucho, en manos de este mago no era difícil, pero también podía tomarle tiempo, un ataque hecho con magia negra no era algo que tomarse a la ligera. Empezó a explicar los detalles de su estado actual, debía asegurar una recuperación completa, si llegaba a fallar, solo traería sobre su cabeza la ira del emperador.

- Lo siento princesa, prometí no demorar mucho la atención hacia su familiar, pero no he sido suficientemente bueno - Herminio se inclinó ante Fiama con una expresión llena de vergüenza.

- No tienes que disculparse por eso señor Herminio, usted ha hecho un gran trabajo ayudando a mi familiar. Si no fuese por su intervención... me temo que ya no tendría a Valdovino a mi lado - la niña le sonrió con suavidad, en realidad estaba agradecida por todo la ayuda brindada, es solo que en esa mirada aún se podía apreciar un toque de arrepentimiento - Me gustaría verlo - esta vez su semblante se volvió más activo y esos ojos llenos de una luz de esperanza hicieron sonreír a Herminio.

El viejo mago se sintió más tranquilo al oír a la niña, ella en realidad era muy dulce, era notable que habia heredado la amabilidad y conciencia de su madre.

- La guiaré.

Fiama asintio y siguió al anciano aún manteniendo una expresión llena de calma que ocultaba un leve nerviosismo.

El camino era el mismo que había recorrido la última vez, pronto llegaron a aquella habitación donde mantenían a Valdovino; tan pronto la niña lo vio, se llenó de alegría, se veía muchísimo mejor, la heridas de su cuerpo ya no eran tan notables, aunque aún parecía incómodo, la sustancia de color plomo aún seguía siendo desechada de su cuerpo, solo que esta vez en menor cantidad.

- Valdo, estoy aquí.

La pequeña se acercó a aquella gigantesca bola de líquido acuoso que mantenía al duende en su interior. Tan pronto habló, el pequeño duende pareció reconocer la presencia de su ama, no abrió sus ojos, pero sonrió, igual que la última vez que lo vino a ver.

- La princesa tiene algo que darle a su familiar - dijo Kay mirando a Herminio - Deshaz el hechizo.

El mago estaba muy confundido con la orden, aún así no se opuso, lanzó un cántico y pronto desapareció aquella bola acuosa. Tomó al pequeño familiar en brazos y se lo entrego a la niña.

La pelirroja lo cargo tal como si fuese un bebé. Observó el tono anaranjado de su cabello y las mejillas regordeta que habían recuperado un suave color rosa.

"Por favor, que funcione" pidió con los ojos entrecerrados y llenándose de apoco de lágrimas saladas, dolía ver a su amigo de esta manera, no podía dejar de culparse, era su debilidad y falta de astucia la que les había llevado a ese punto.

Al igual que había hecho Alide, la niña besó la frente del pequeño duende, esa calidez que había llegado a su cuerpo pareció abandonarle casi de inmediato. Pronto un brillo se expandió en cada parte de Valdovino, y se elevó por sobre Fiama, flotando en el aire la sustancia que una vez había sido ploma se tornó negra, no solo eso, se convirtió en un gas que era expulsado por los poros del duende, quien pronto empezó a echar gritos llenos de dolor. El solo oírlo, verlo retorcerse en el aire causo una ruptura en Fiama, cerró sus ojos y se llenó de sollozos lamentables.

El destino de una princesaWhere stories live. Discover now